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martes, 9 de noviembre de 2010

¿Por qué asesinaron a Kennedy? (11)

En abril de 1961 el Ejército de Estados Unidos atravesaba una grave crisis y estaba dividido, exactamente igual que sucediera un siglo antes tras las elecciones de 1860 que terminaron desembocando en la guerra civil. Y para evitarla, lo mejor era buscar un enemigo en el exterior. Cuba parecía un enemigo fácil de batir, lo cual significaba que la guerra sería corta. Se necesitaba una guerra larga contra un enemigo creíble para reunificar al Ejército: Vietnam parecía el conflicto idóneo para este propósito. Además, una guerra larga supone la fabricación en serie de miles de unidades de helicópteros, carros blindados y aviones de combate, en eso consiste el rentable negocio de la guerra. Pero esto sólo podía lograrse con la involucración directa del Ejército estadounidense en el conflicto del sudeste asiático.

El mayor general Edwin A. Walker, que originó los enfrentamientos racistas de Little Rock antes de ser puesto al mando del Cuerpo de Infantería estacionado en Alemania, fue destituido por el presidente Kennedy. Estaba acusado de desarrollar un proselitismo de extrema derecha dentro del Ejército. Él mismo era miembro de la John Birch Society, así como de la organización supremacista blanca conocida como ‘Los Auténticos Caballeros del Ku-Klux-Klan’.

En realidad el discurso del mayor general Edwin A. Walker no era muy distinto del de los generales George S. Patton, jefe del Ejército de Ocupación de los Estados Unidos en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, o del que practicara en la década de los cincuenta el gran héroe de la guerra en el Pacífico Sur, y después en Corea, el general Douglas MacArthur. Todos ellos abogaban por acabar con el incipiente poderío militar de los comunistas rusos y chinos. La Unión Soviética se desintegró en 1991, pero la República Popular China amenaza con desbancar a Estados Unidos como primera potencia mundial de forma inminente. Esto es una mala noticia para el Mundo Libre.

Patton falleció en diciembre de 1945 a consecuencia de las terribles heridas sufridas en un extraño accidente automovilístico con todos los visos de haber sido preparado convenientemente. De haber sobrevivido, habría quedado tetrapléjico.

En las elecciones de 1952, Douglas MacArthur no apareció como candidato, aunque dio su apoyo público al senador republicano de Ohio, Robert Taft. Se decía que Taft le había ofrecido la vicepresidencia a MacArthur a cambio de su apoyo, y de hecho logró que diera un discurso a su favor en la convención republicana para elegir al candidato. Sin embargo, el discurso no fue bien recibido y Taft perdió la nominación en favor de Dwight Eisenhower. Douglas MacArthur se mantuvo en silencio durante la campaña, que ganó Eisenhower por escaso margen. Tras la misma, Eisenhower consultó a MacArthur acerca de su opinión sobre la guerra de Corea, y adoptó su sugerencia de amenazar a los chinos con el uso de armamento nuclear para conseguir el fin de la guerra, entrando en la dinámica conocida posteriormente como Guerra Fría. En 1956, el senador Joseph Martin propuso formalmente ascender a MacArthur al rango de general de seis estrellas; sin embargo, la propuesta fue vista como un posible conflicto con Eisenhower, ya que en caso de haber ascendido habría superado en graduación militar al propio presidente de los Estados Unidos. Lo cual resulta bastante chocante si tenemos en cuenta que formalmente Eisenhower había dejado el servicio activo en el Ejército para presentarse a las elecciones presidenciales de 1952. ¿Acaso su graduación militar era una garantía institucional añadida? El caso fue que el ascenso del general Douglas MacArthur acabó muriendo de forma discreta en el Senado sin llegar a ninguna resolución.

MacArthur se retiró de la política y se convirtió en presidente de la compañía de computadoras Remington Rand y pasó el resto de su vida viviendo de forma discreta en Nueva York. Sin embargo, el moderado presidente Kennedy se reunió dos veces con Douglas MacArthur, el hombre que había abogado abiertamente por desatar un conflicto termonuclear contra China y la Unión Soviética, para escuchar sus consejos en 1961. La primera vez fue poco después de la fracasada invasión de playa Girón (abril). MacArthur se mostró extremadamente crítico con el Pentágono y con los consejeros militares del presidente. De ahí que Kennedy decidiese renovar su equipo de asesores. El veterano general aconsejó al presidente que interviniese en Vietnam, si no deseaba que se repitiese el fiasco de Corea, del que el veterano general MacArthur responsabilizaba al presidente de entonces, Harry S. Truman, por su indecisión para actuar contundentemente contra los chinos en Corea.

Entretanto, la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, abrió una investigación sobre las ramificaciones de los grupos de neonazis en el seno del Ejército. Las sesiones estuvieron presididas por el senador Albert Gore (Tennessee), padre del futuro vicepresidente norteamericano, Al Gore. Los senadores sospechaban que el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Lemnitzer, podía estar involucrado en la organización de violentos grupos paramilitares de extremistas segregacionistas, coordinados con los neonazis del destituido general Walker. El senador Albert Gore sabía que Lemnitzer era un especialista de las operaciones encubiertas de los servicios secretos del Ejército: en 1943, había dirigido en persona las negociaciones que pretendían romper la alianza italo-germana y en 1944 encabezó con Allen Dulles las negociaciones secretas con los nazis en Ascona (Suiza) preparando la capitulación y la huida de los jefes del Ejército alemán y del Partido Nacional Socialista (Operación Sunrise).

El general Lyman L. Lemnitzer participó también en la creación de una red clandestina de resistencia armada de los países aliados en Europa –la futura GLADIO–, utilizando y enrolando sin reparos a antiguos agentes nazis para luchar contra la URSS, y organizó la ocultación de criminales de guerra en América Latina. Pero el senador Albert Gore no logró demostrar la responsabilidad del general Lyman L. Lemnitzer en dichas actividades clandestinas. O tal vez no quiso demostrarla. No obstante, una correspondencia secreta de Lemnitzer, recientemente publicada, demuestra que conspiraba junto con el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses estacionadas en Europa (el general Lauris Norstad) y otros generales y jefes del Ejército para torpedear la política de distensión que el nuevo presidente quería desarrollar en Europa. Los militares extremistas no aceptaron de buen grado la decisión de Kennedy de no intervenir militarmente en Cuba. Asimismo, consideraban también a los civiles de la CIA unos aficionados ineptos, y responsables de la mala planificación en el estrepitoso fracaso del desembarco en playa Girón, y al presidente Kennedy como un traidor por no haber permitido el apoyo de las Fuerzas Aéreas a los mercenarios que protagonizaron semejante fiasco.

El sector más extremista del Ejército buscó un pretexto político que obligase a Kennedy a intervenir militarmente en Cuba. Este plan, llamado ‘Operación Northwoods’ vendría a ser una reedición del supuesto ataque y hundimiento del acorazado ‘USS Maine’ en 1898 atribuido a los españoles. Exactamente la misma excusa utilizada en 1964 en el llamado Incidente del Golfo de Tonkín con los norvietnamitas, a los que acusaron de haber torpedeado varias unidades navales norteamericanas allí fondeadas.

En cualquier caso, al margen del incidente del golfo de Tonkín, la insistencia de un sector del Ejército por intervenir en Cuba, que muchos seguían considerando un ‘protectorado’ de los Estados Unidos, motivó la formación de un nuevo task force o grupo de trabajo especial que elaboró un minucioso estudio supervisado por el general William H. Craig con la finalidad de avanzar en este proyecto secreto de sabotaje primero, y guerra abierta después, contra el nuevo régimen socialista cubano. Posteriormente el plan fue presentado al Grupo Especial por el propio general Lemnitzer, exactamente el 13 de marzo de 1962.

Pero la reunión terminó muy mal: Robert McNamara, secretario de Defensa, rechazó el plan en bloque, mientras que el general Lemnitzer enfurecido cuestionó su capacidad para intervenir en asuntos militares de semejante envergadura. Este desencuentro provocó seis meses de hostilidades permanentes entre la administración Kennedy y el Estado Mayor del Ejército, que se sintió humillado por la actitud del secretario de Defensa, McNamara respaldada por el presidente Kennedy. Como resultado inmediato de aquella reunión, el general Lemnitzer fue destinado fuera del país, nombrándole comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos destacadas en Europa. Pero Lemnitzer y los suyos interpretaron aquello como un destierro deshonroso y antes de incorporarse a su nuevo destino, el general Lemnitzer ordenó destruir todos los documentos del proyecto secreto ‘Northwoods’, pero Robert McNamara conservó y archivó la copia del documento secreto que el propio Lemnitzer le había entregado.

El fracaso de aquella reunión celebrada el 13 de marzo de 1962, fue el principio del divorcio entre el presidente Kennedy y las Fuerzas Armadas, y el general Lyman Lemnitzer y otros miembros del Estado Mayor Conjunto tramaron un golpe de Estado que se consumó materialmente con el crimen de Dallas el 22 de noviembre de 1963. En el núcleo central del grupo de conspiradores estaban los mismos militares que habían participado en el task force constituido por el presidente Kennedy: el almirante George W. Anderson, jefe de Operaciones Navales, el general George H. Decker, jefe de Estado Mayor del Ejército, el propio general Lyman L. Lemnitzer, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el general Curtis E. LeMay, jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire y el general David M. Shoup, comandante en jefe del Cuerpo de Marines.

Al día siguiente del asesinato del presidente Kennedy, el líder cubano Fidel Castro fue el primero en calificarlo como una conjura cuando compareció en la televisión estatal y lo consideró como “algo altamente perjudicial para los intereses de la Humanidad y para los intereses de la Paz [...] Hemos sido víctimas de una hostilidad constante por parte de los Estados Unidos [...] le correspondía a Kennedy una importante responsabilidad en esos hechos [...] Nosotros podemos decir que hay elementos dentro de los Estados Unidos que defienden una política ultra reaccionaria en todos los campos, tanto en el de la política internacional como en el de la política nacional [...] Y esos son los elementos llamados a beneficiarse de los sucesos que ocurrieron ayer en los Estados Unidos...”

En su alocución, Fidel Castro denunció cómo el presidente Kennedy estaba siendo presionado desde diversos sectores de la sociedad norteamericana, incluido el Ejército, desde antes de producirse la Crisis de los Misiles en octubre en 1962. Los sectores más conservadores de la ultraderecha religiosa protestante criticaban sus posiciones contra la segregación racial y la extensión de los derechos civiles a los ciudadanos afroamericanos. Probablemente, el mayor error que cometió Robert Kennedy durante su campaña presidencial de 1968, que acabaría ganando Richard Nixon, fue el de anunciar que si era elegido presidente de los Estados Unidos reabriría el caso del asesinato de su hermano Jack. Aunque lo cierto era que el caso ya había sido reabierto por el fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, un año antes. ¿Por qué esperó casi cinco años Robert Kennedy para anunciar que iba a reabrir el caso? Siendo como era en 1963 fiscal general del Estado, el equivalente a ministro de Justicia en España, ¿por qué no lo hizo entonces? O, al menos, cuando lo hizo el fiscal Garrison, ¿por qué no le ofreció su apoyo? Robert Kennedy hizo aquella declaración, a modo de advertencia, para incriminar subrepticia, e injustamente, al otro candidato, Richard Nixon, en la conspiración de Dallas. Y lo hizo de forma deliberada, ya que Robert Kennedy sabía perfectamente quiénes eran los conspiradores que habían llevado a término la conjura que culminó con el asesinato de su hermano en noviembre de 1963, porque Robert Kennedy también estuvo presente en la reunión del 13 de marzo de 1962 con el general Lemnitzer y el Grupo Especial. Por lo tanto, sabía también que Nixon no tuvo nada que ver en el asunto.

Los miembros del Estado Mayor conjunto de las Fuerzas Armadas estaban profundamente molestos con Kennedy desde el episodio de playa Girón en abril de 1961. El 18 de abril, hacia la medianoche, se produjo una reunión de urgencia en la Casa Blanca, a petición del subdirector de la CIA, Richard Bissell. Los militares invitados, el general Lemnitzer y el almirante Burke, vestían sus uniformes de gala y los civiles lo hacían de etiqueta porque se estaba celebrando la recepción anual a los miembros del Congreso. Bissell dijo que los mercenarios que habían desembarcado en playa Girón estaban a punto de ser completamente aniquilados y sugirió entonces una intervención militar directa de las Fuerzas Armadas. El almirante Burke había asumido una actitud desafiante próxima a la insubordinación, pues había transmitido a los cubanos que participaban en el desembarco que “fuerzas hostiles dentro de la administración Kennedy estaban tratando de cancelar la invasión”. Y que “si esas fuerzas hostiles lograban abortarla, los jefes de la brigada de voluntarios debían amotinarse contra sus asesores [norteamericanos] y proceder con la invasión prevista”.

Después del fracaso de la reunión del 13 de marzo de 1962, los hermanos Kennedy y el secretario de Defensa, Robert McNamara, tuvieron la absoluta certeza de que los militares estaban preparando un golpe de Estado encabezado por el general Lemnitzer jefe del Estado Mayor Conjunto. Kennedy envió a Lemnitzer a Europa, pero el peligro no estaba conjurado. Durante la Crisis de los Misiles, en octubre de aquel mismo año 1962, el presidente se quedó casi solo frente al Estado Mayor Conjunto. El que se mostró más beligerante fue el general Curtis LeMay, quien rechazaba violentamente la estrategia de bloqueo naval contra Cuba decretada por el presidente por considerarla insuficiente para obligar a los soviéticos a retirar sus misiles balísticos de la isla: “Apesta como la cobardía de Neville Chamberlain –rezongó Curtis LeMay–. Sería casi tan humillante como el apaciguamiento de Múnich”.

Por su parte, el jefe de las Fuerzas Aéreas trató de presionar a Kennedy recordándole cómo su padre, Joseph Kennedy, a la sazón embajador de los Estados Unidos en Gran Bretaña, siguiendo instrucciones del primer ministro británico Neville Chamberlain, aconsejó al presidente Franklin Roosevelt que hiciese concesiones al canciller alemán Adolf Hitler para evitar un enfrentamiento armado. La reacción de Roosevelt fue destituirle fulminantemente, lo que acabó para siempre con las ambiciones políticas de Joseph Kennedy, que pasaban por presentarse a las próximas elecciones presidenciales.

Poco antes de estallar la Crisis de los Misiles, el frente doméstico de los derechos civiles estaba en plena efervescencia. La noche del 30 de septiembre, se había desatado un motín en la Universidad de Mississippi cuando el estudiante negro James Meredith se matriculó para forzar a las autoridades locales a cumplir el decreto que imponía la integración racial en las escuelas de todo el país, incluidas las del “profundo” Sur. Estudiantes blancos, miembros del Klan y decenas de exaltados vecinos, habían rodeado el edificio armados con ladrillos, picos y escopetas intentando llegar hasta Meredith gritando «colgad al negro». Mientras, tímidamente, la policía trataba de evitar el linchamiento.

Consciente de que las fuerzas policiales municipales eran insuficientes para restablecer el orden y controlar a aquellos fanáticos, el presidente dio orden a la Guardia Nacional para que acudiese a sofocar el motín. Pero varias horas después de haber sido cursada la orden, los militares se las arreglaron para no cumplirla arguyendo distintos pretextos, como la dificultad para trasladar efectivos desde Memphis hasta Oxford. En realidad, les retenían los hombres del extremista ultrarreligioso, general Walker, que alentaban a los amotinados e incitaban a las tropas a desobedecer las órdenes. Kennedy, indignado, tuvo que hablar por teléfono con el general Abrams, para que enviase a las tropas regulares pasadas las dos de la mañana.

El balance definitivo de los disturbios se saldó con dos muertos, 166 policías heridos de diversa consideración, además de docenas de soldados, estudiantes y manifestantes con múltiples lesiones y contusiones. Se practicaron más de mil trescientas detenciones, entre ellas la del sedicioso general Walker.

Aunque los violentos incidentes de la Universidad de Mississippi no socavaron de forma significativa la popularidad del presidente, su actuación durante la Crisis de los Misiles, sí causó mella entre la opinión pública que se polarizó alentada por los extremistas, que acusaron al presidente de mostrarse “blando” con los comunistas. Los militares y los lobbies de la industria de armamento, veían con preocupación que Kennedy, dentro de sus acuerdos secretos con los soviéticos, hubiese pactado no intervenir en Vietnam, además de no hacerlo tampoco en Cuba. Pero lo que ignoraban tan avezados expertos, cegados por sus propios intereses, era que los rusos detestaban aún más a los chinos que a los norteamericanos, y que estaban tan preocupados como ellos ante la posibilidad de una intervención china en Vietnam, como ya había sucedido en Corea una década antes. Por lo que los soviéticos, en realidad, preferían que Estados Unidos les hiciese el trabajo sucio en Vietnam.

Cuando se conoció la noticia del asesinato de Kennedy en Dallas, Fidel Castro estaba conversando con el periodista francés Jean Daniel, que había viajado a la isla con el “encargo” personal del presidente Kennedy de valorar la reacción del líder cubano ante las conversaciones secretas que se estaban llevando a cabo en Washington con vistas a reanudar las relaciones diplomáticas con La Habana. Dicho coloquialmente: Kennedy deseaba “pasar página” y normalizar las relaciones con el nuevo Gobierno cubano surgido tras la Revolución.

Jean Daniel también actuaba en aquel momento como “intermediario” extraoficial entre Kennedy y Charles De Gaulle a propósito de la decisión del presidente francés de seguir adelante con su proyecto de convertir a Francia en una potencia nuclear al margen de la OTAN. Francia, y no Cuba, era el principal quebradero de cabeza de Kennedy, una vez superada la Crisis de los Misiles a finales de octubre de 1962. Además, Francia estaba colaborando en secreto con España para que el general Franco también pudiese tener la bomba. Estaba previsto que la bomba francesa se detonase en el desierto de Argelia, y la española en el del Sáhara. En poco más de diez años, ambos países perdieron sus posesiones en África. No obstante, los franceses acabaron obteniendo la bomba atómica y abandonando la estructura militar de la OTAN. En el caso español, el  asesinato del almirante Carrero Blanco en 1973, y la muerte del general Franco dos años después, retrasaron el proyecto. A pesar de ello, el programa nuclear para dotar a las Fuerzas Armadas españolas con la bomba atómica se mantuvo hasta 1981.

(Continuará...)

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