La
guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poderes en Europa.
La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España estuvo
ocupada combatiendo con Francia, Portugal declaró su independencia en 1640.
Había permanecido bajo dominio español desde que Felipe II se anexionó el país
vecino en 1580 cuando el rey portugués murió sin dejar herederos. La familia
Braganza se convirtió en la casa reinante en Portugal.
Durante
los últimos años de la guerra de los Treinta Años, Suecia se vio envuelta en un
conflicto con Dinamarca, entre 1643 y 1645, denominado la guerra de Torstenson.
El resultado favorable a Suecia de este conflicto, y la conclusión de la guerra
en Europa por medio de la Paz de Westfalia, ayudaron a Suecia a consolidarse
como potencia europea. También Francia salió fortalecida del conflicto con
España, tomando el relevo de ésta como gran potencia continental. Francia,
aunque era un país católico, rivalizaba con el Sacro Imperio Romano Germánico y
España por la hegemonía continental, y entró en la guerra del bando
protestante. El cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII, pensó que los
Habsburgo todavía eran demasiado poderosos, ya que mantenían en su poder varios
territorios en la frontera este de Francia y tenían influencia en las
Provincias Unidas. Por lo tanto, Francia se alió con los holandeses y con
Suecia y entró en la guerra.
España
reaccionó invadiendo las provincias francesas de Champaña y
Borgoña, e incluso amenazó París durante la campaña de 1636. El general
imperial Johan von Werth y el comandante español, el cardenal–infante Fernando,
llevaron a cabo varias campañas exitosas. Finalmente Bernardo de Sajonia–Weimar
derrotó a los imperiales y llegó a amenazar su permanencia en suelo francés en
la batalla de Compiègne. Siguieron muchas batallas, pero ningún bando obtuvo en
ellas ventajas claras. En 1642, muere el cardenal Richelieu y un año después lo
sigue el rey francés Luis XIII. Sube al trono Luis XIV, con tan solo 5 años,
mientras que su regente, el cardenal Mazarino comienza a trabajar para
restaurar la paz.
En
1643 las tropas españolas de Felipe IV, que se enfrentaba en la Península a la
sublevación de Cataluña, eran derrotadas en la fortaleza de Rocroi y dos años
después, en 1645, el mariscal sueco Lennart Torstensson vencía a un ejército
imperial en la batalla de Járkov, cerca de Praga, mientras que Luis II de
Borbón, príncipe de Condé, derrotaba al ejército bávaro en Nördlingen. El
último gran militar de los católicos, el conde Franc von Mercy, perdió la vida
en la batalla. En 1647 Francia y Suecia invadieron Baviera y forzaron a
Maximiliano I a firmar el 14 de marzo la Tregua de Ulm y renunciar a su alianza
con el Sacro Imperio Romano. Sin embargo, en otoño de ese mismo año rompió la
tregua y volvió con los imperiales. En 1648, suecos y franceses derrotaron al
ejército imperial en las batallas de Zusmarhausen y Lens. Únicamente los
territorios de la propia Austria permanecieron seguros en manos de los
Habsburgo.
La
Paz de Westfalia
Como
consecuencia de estos tratados, Francia logró importantes ventajas
territoriales en Alsacia y la frontera renana, Suecia se quedó con Pomerania
occidental y diversos enclaves alemanes del mar del Norte y el Báltico.
Brandeburgo se expandió en Pomerania oriental y obtuvo algunos territorios en
Alemania occidental, mientras el duque de Baviera retenía el alto Palatinado y
la condición de elector, que se restituiría a los herederos de Federico V,
junto al bajo Palatinado, hecho que se tradujo en el aumento del colegio
electoral imperial a ocho miembros. Por su parte, la independencia formal de
Suiza fue acatada por el Imperio. Esta institución fue la más perjudicada, pues
el reconocimiento de la soberanía de los príncipes y las ciudades vaciaba de
contenido el título imperial. La consagración de la libertad religiosa de los
príncipes, que impondrían su fe en sus estados, se extendió al calvinismo y
puso fin al ciclo de guerras religiosas que habían ensangrentado Europa desde
el siglo XVI. Los Habsburgo, a pesar de algunas concesiones, fortalecieron el
control sobre sus posesiones patrimoniales, gobernadas desde Austria. La gran
perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su conjunto, sometida a
terribles devastaciones durante tres décadas —especialmente en regiones como
Renania, que perdió dos Tercios de su población—, y afectada por pérdidas
materiales que tardaron decenios en ser reparadas. Por su parte, Inglaterra y
Holanda se afianzaron como potencias marítimas, condición que posibilitaría un
gran desarrollo comercial y colonial futuro. Francia se confirmó como la nueva
potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su conflicto particular con
España. Finalmente, el ejército francés del príncipe de Condé derrotó a los
españoles en la batalla de Lens en 1648, y se iniciaron las conversaciones de
paz en las que tomaron parte el Sacro Imperio Romano Germánico, Francia,
España, las Provincias Unidas, Suiza, Suecia, Portugal, y el Papado. La Paz de
Westfalia en 1648 fue el resultado de estas negociaciones.
La
Paz de Praga fue incorporada en la Paz de Westfalia, que incorporaba también la
Paz de Augsburgo, aunque las fechas de las posesiones de tierra que habían sido
establecidas por medio de la Paz de Praga fueron restablecidas de 1624 a 1627,
lo que favoreció a los protestantes. Los calvinistas fueron así reconocidos
internacionalmente, y el Edicto de Restitución fue de nuevo rescindido. La
primera Dieta de Speyer fue aceptada internacionalmente.
Redistribuciones
territoriales: Francia obtuvo el arzobispado de Metz, Toul, Verdún y toda la
Alsacia excepto Estrasburgo y Mulhouse. También adquirió voto en la Dieta
Imperial Germánica. Suecia obtuvo la Pomerania occidental y los arzobispados de
Bremen y Stettin. También ganó el control sobre la desembocadura de los ríos
Oder, Elba y Weser. Al igual que Francia, obtuvo voto en la Dieta Imperial
Germánica.
Baviera
adquirió voto en el Consejo Imperial de Electores. Brandemburgo obtuvo la
Pomerania oriental y el arzobispado de Magdeburgo. Suiza fue reconocida como
nación completamente independiente. Las Provincias Unidas fueron reconocida
como nación independiente, antes de su rebelión, cien años antes, había sido parte
de la monarquía Habsburgo. A los estados alemanes (alrededor de 360), se les
dio el derecho de ejercer su propia política exterior, pero no podían emprender
guerras contra el emperador del Sacro Imperio Romano. El Imperio, como
totalidad, todavía podía emprender guerras y firmar tratados. Se abolió la
posibilidad de elección del emperador romano en vida del reinante.
Los
Palatinados fueron divididos entre el restablecido elector palatino Carlos Luis
(hijo y heredero de Federico V) y el elector–duque Maximiliano de Baviera, lo
que significaba la división entre protestantes y católicos. Carlos Luis obtuvo
el Bajo Palatinado —Palatinado renano— y Maximiliano mantuvo el Alto
Palatinado.
La
historiografía ha señalado la Paz de Westfalia como la paz en la que se creó el
primer sistema político internacional, se abogó por la secularización de la
política, acabando así con las guerras de religión, y dando el primer paso
hacia la destrucción de la sociedad corporativa en beneficio del ideario
individualista donde las personas ceden libremente su capacidad de actuar
violentamente, así como su voluntad en beneficio del príncipe, quien pasa a detentar
el poder centralizado propio del absolutismo. La devastación causada por la
guerra ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia entre los
historiadores. Las estimaciones de pérdidas civiles entre la población de
Alemania de hasta el treinta por ciento son tratadas ahora con cautela, los más
alcistas hablan de cinco millones de alemanes muertos, casi los mismos que en
la Primera Guerra Mundial. Es casi completamente cierto que la guerra causó un
trastorno serio a la economía de Europa, pero es posible que no haya hecho más
que exacerbar los cambios en términos de comercio, causados por otros factores.
El resultado inmediato de la guerra, y que sin embargo iba a perdurar durante
cerca de dos siglos, fue la consagración de una Alemania dividida entre muchos
territorios, todos ellos, a pesar de su continuidad en la pertenencia al Sacro
Imperio hasta su disolución en 1806, tenían soberanía de facto. Se ha
especulado que esta debilidad fue una de las causas subyacentes que provocaron
el posterior militarismo alemán.
Los Tercios españoles combatieron heroicamente en la guerra de los Treinta Años |
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