Aquiles era hijo del
mortal Peleo, rey de los mirmidones en Ftía (sudeste de Tesalia), y de la diosa marina Tetis. Zeus y Poseidón se habían disputado su mano hasta que Prometeo
profetizó que Tetis engendraría a un vástago más grande que su padre, por esta
razón Tetis fue obligada a casarse con Peleo. Según el poema
incompleto la Aquileida, escrito por el poeta latino Estacio en el siglo I, cuando
Aquiles nació Tetis intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en la laguna
Estigia, pero olvidó sumergir el talón por el que lo sujetaba, dejando
expuesta esa parte de su anatomía. Según otra versión de la leyenda, Tetis
ungía al pequeño con ambrosía y lo ponía al fuego del hogar para quemar las
partes mortales de su cuerpo, cuando fue interrumpida en estos quehaceres por Peleo,
que arrancó de sus manos con violencia al niño y este quedó con un talón
carbonizado. Tetis, enfurecida, abandonó a ambos. Peleo sustituyó el talón
quemado de Aquiles por el astrágalo del gigante Dámiso, célebre por su velocidad en
la carrera. De ahí que se nombrara a Aquiles como «el de los pies ligeros», ya
que se le consideraba el más veloz de los mortales.
Aquiles es uno de los protagonistas de la Ilíada de Homero, ambientada en la guerra de Troya, que
posiblemente tuvo lugar en el siglo XIII a.C. Era nieto de Éaco e hijo de Peleo
y de la diosa Tetis, por lo que se le llama a menudo Pelida y Eácida. Aunque la Ilíada es el
relato más famoso de las hazañas de Aquiles en la legendaria guerra de Troya, la obra
homérica sólo abarca unas pocas semanas de la contienda y no narra la muerte de
Aquiles. Su tema principal es la cólera del héroe tras la muerte en combate de
su entrañable amigo, Patroclo. El poema comienza con
la retirada de Aquiles del campamento de los aqueos a causa de una ofensa que
le inflige Agamenón, comandante del ejército aliado. Agamenón había tomado a
una virgen llamada Criseida como esclava, y el padre de ésta, Crises, un
sacerdote de Apolo, le rogó que se la devolviera. Agamenón se negó y Apolo
envió una plaga a los griegos para diezmarlos. El profeta Calcante determinó la
causa de la maldición pero no quiso hablar a menos que Aquiles jurase protegerle
de la ira del rey. Aquiles así lo hizo, por lo que Calcante declaró que
Criseida debía ser devuelta a su padre. Agamenón accedió, pero exigió entonces
que Aquiles le compensase entregándole a su concubina favorita, Briseida.
Ofendido por la infamia del rey, y a instancias de Tetis, su madre, Aquiles se
negó a luchar y retiró a sus tropas de las fuerzas de la coalición. Antes de
partir a la guerra, Tetis había entregado a Aquiles una fabulosa armadura forjada
por Hefestos que le haría invulnerable. Como el resultado de
la contienda no estaba siendo favorable a los helenos desde la deserción de
Aquiles, Néstor declaró que si Agamenón no le hubiese ofendido, los troyanos no
estarían ganando la guerra, y le pidió al monarca que aplacase al héroe. Agamenón accedió y envió a Ulises
(Odiseo) y a otros dos capitanes para ofrecer a Aquiles la devolución de
Briseida, amén de otros obsequios. Aquiles los rechazó todos y aconsejó a los
griegos que se retirasen y regresaran a sus casas, como él mismo se disponía a
hacer tan pronto soplasen vientos favorables. Sin embargo, deseando
alcanzar la gloria y conservar su fama de campeón invicto, a pesar de su prolongada ausencia en la batalla, Aquiles imprecó a su
madre Tetis, pidiéndole que rogase a Zeus que permitiese a los troyanos hacer
retroceder a lo griegos. Los troyanos, dirigidos por Héctor, hicieron
así retroceder al ejército griego hasta las playas y asaltaron sus barcos,
varados en la arena. Con las fuerzas griegas al borde del desastre, Aquiles
accedió a que Patroclo llevase a los mirmidones a la batalla, pero siguió
negándose a luchar. Patroclo logró echar a los troyanos de las playas
haciéndoles recular hasta la ciudad, pero murió a manos de Héctor cuando
escalaba los muros de Troya.
Tras recibir la
noticia de la muerte de su querido compañero Patroclo, Aquiles lloró sobre el
cuerpo sin vida de su amigo. Su madre Tetis vino a consolar al afligido
Aquiles, persuadiéndolo para que Hefestos le hiciese una nueva armadura, en
lugar de la que Patroclo había llevado y que le fue arrebatada por Héctor. La
nueva armadura incluía el escudo de Aquiles, descrito con gran detalle por Homero
en la Ilíada (Libro XVIII, 478-608). Enfurecido por la muerte de Patroclo,
Aquiles se congració con Agamenón y regresó colérico al campo de batalla
matando a muchos enemigos en busca de Héctor. Incluso luchó contra el dios
fluvial Escamandro, que se enojó con el héroe porque estaba enrojeciendo sus
aguas con la sangre de los hombres a los que daba muerte. El dios intentó
ahogarlo pero fue detenido por Hera y Hefestos. Finalmente, Aquiles encontró a
Héctor en medio de la refriega y le persiguió alrededor de las murallas de
Troya, retándole. Dieron tres vueltas en torno a ellas hasta que Atenea tomó la
forma de Deifobo, hermano de Héctor, y así convenció a éste para que se
enfrentase a Aquiles en combate singular. Aquiles mató a Héctor clavándole una
jabalina en el cuello, y para dar cumplimiento a su venganza ató el cuerpo del
vencido a su carro y lo arrastró por el campo de batalla durante nueve días, a
la vista de los troyanos. Después presidió los juegos funerarios en honor de
Patroclo. Con la ayuda del dios
Hermes, el rey Príamo de Troya, padre de Héctor, fue a la tienda de Aquiles y
lo convenció para que le permitiese celebrar las honras fúnebres por su hijo.
Con este gesto de clemencia, Aquiles depuso su deseo de venganza. El pasaje final de la Ilíada
se centra en el funeral de Héctor. En la Ilíada, Aquiles es el único mortal que
experimenta una ira tan grande, que incluso solivianta a los dioses. La
«humanización» de Aquiles por los sucesos de la guerra es un tema importante
del relato homérico.
Muerte de Aquiles
Como había predicho
Héctor con su último aliento, su hermano menor Paris mató a Aquiles, bien con
una flecha (en el talón según el poeta latino Estacio) o clavándole una daga por
la espalda cuando visitaba a Políxena, una princesa troyana. Según otras
versiones clásicas, el dios Apolo guiaba la flecha de Paris, o era el mismo Apolo
el que lo mataba sin la intervención de Paris. Más tarde, Filoctetes mató a
Paris usando el enorme arco de Heracles. La posesión de la armadura
de Aquiles fue objeto de una agria disputa entre Ulises y Áyax, primo de
Aquiles. Ambos compitieron por ella ofreciendo cada uno sus argumentos, y por qué merecían portar las armas del héroe caído por haber sido los más aguerridos en la batalla, y sólo superados por el propio Aquiles. Ulises ganó la disputa. Áyax se volvió loco de dolor y juró matar a sus compañeros; empezó a matar vacas y ovejas, creyendo
en su demencia que eran soldados griegos. Entonces se suicidó en la playa,
dejándose caer sobre la espada que le había arrebatado al difunto príncipe
troyano Héctor. Versiones tardías de
la leyenda afirman que Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en un
talón. Estas leyendas sostienen que Aquiles murió en la batalla al ser
alcanzado en ese talón por una flecha envenenada, de ahí la expresión «talón de
Aquiles» para señalar una única y fatal vulnerabilidad. Aquiles también fue famoso
por ser el más hermoso de los héroes congregados ante los muros de Troya o Ilión. En su teogonía destaca la relación que mantenía con el joven Patroclo, descrita en fuentes diferentes como de profunda amistad
o de amor fraternal entre compañeros de armas, pero sin sugerir una relación
homosexual.
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