Heliogábalo fue brevemente emperador de Roma, entre los años
218 y 222. Fue elegido por las legiones tras la derrota del usurpador Macrino
en la batalla de Antioquía. En su entronización tuvo mucho que ver su abuela, Julia
Moesia, que conspiró para que su nieto se convirtiese en augusto. Sin embargo, pasaría poco tiempo antes de que los mismos que
le había apoyado, se arrepintiesen amargamente de haberlo hecho; su
desenfrenada conducta sexual, unida a su devoción por un dios cananeo, generó un amplio
rechazo en la sociedad romana. Intentó suplantar a Júpiter por el culto solar
del Sol Invicto, que a la postre acabaría imponiéndose. De hecho, un siglo
después, era el más popular entre las legiones romanas en vísperas de la adopción
del cristianismo como religión oficial del Imperio. Durante su principado, Heliogábalo hizo caso omiso de las
tradiciones religiosas y de las costumbres romanas, especialmente en materia
sexual. Obligó a miembros destacados del Senado a
participar en los ritos religiosos en honor de la nueva deidad impuesta, el Sol
Invisto, de la que él se proclamó sumo pontífice, usurpando uno de los títulos
más antiguos derivados de la antigua República. Se prostituía descaradamente y
otorgaba favores sexuales a gladiadores, esclavos y sodomitas. Su comportamiento provocó el
rechazo de la Guardia Pretoriana, que le retiró su apoyo. En la antigua Roma,
como en Grecia, la homosexualidad en privado estaba tolerada, pero no en
público. Tampoco estaba bien visto el travestismo, y mucho menos en un noble.
No digamos en un emperador. La escandalosa conducta de Heliogábalo, unida a acusaciones
como la de que se prostituía en el Palatino, bastó para que su propia abuela,
Julia Moesia, conspirara contra él, apoyada por el pueblo y el Senado romano. Se
dice que llegó a casarse hasta con seis hombres. Fue asesinado cuando contaba
18 años, y reemplazado por su primo, Alejandro Severo, que sería un buen emperador.
Heliogábalo desarrolló entre sus coetáneos una
reputación de excentricidad, decadencia y fanatismo que fue probablemente
exagerada por sus sucesores y rivales políticos. Esta leyenda negra
trascendió posteriormente y, como resultado de ella, Heliogábalo es uno de los
emperadores romanos más vilipendiados por los historiadores antiguos y
modernos. Edward Gibbon escribió que Heliogábalo «se abandonó a los placeres
más groseros y a una furia sin control». Niebuhr consideró que el nombre de Heliogábalo
quedaba grabado en la historia por encima de otros debido a su «desagradable
vida». Una vez entronizado por las
legiones, Heliogábalo y su corte pasaron el invierno de 218 en Bitinia de
Nicomedia, donde las prácticas sexuales y las convicciones religiosas del nuevo
emperador pronto se revelaron como un problema de difícil solución. Algunos
senadores veteranos empezaban a hablar de Calígula redivivo; a pesar de que
éste había vivido doscientos años antes, sus excentricidades habían dejado una
indeleble huella en la memoria colectiva de los romanos más conservadores. El
historiador Dión Casio, sugiere que varios funcionarios
y consejeros fueron asesinados porque «estaban forzando a Heliogábalo a vivir de forma mesurada y prudente». Para ayudar al pueblo romano a adaptarse a la idea de tener a
un emperador que ejercía de sumo sacerdote al estilo oriental, Julia Moesia hizo
enviar a Roma un retrato de Heliogábalo vestido de sacerdote y dispuso que se
situara encima del altar de la Victoria en el Senado.
Esto colocó a los senadores en una posición incómoda, pues al mismo tiempo que
hacían ofrendas a la diosa, estaban reverenciando al emperador, un mortal. De
nuevo aparecieron las comparaciones con Calígula, que intentó ser deificado
en vida e identificado con Zeus encarnado.
Cuando Heliogábalo y su corte
llegaron a Roma en el otoño de 219, Comezón y otros aliados de Julia
Moesia y aduladores del nuevo augusto recibieron cargos importantes y lucrativos,
con gran irritación de muchos senadores que no los consideraban ciudadanos respetables.
Después de ejercer como prefecto del Pretorio, un cargo muy importante y
estratégico, Comezón fue por tres veces elegido prefecto de la ciudad de Roma,
y por dos veces cónsul. Heliogábalo intentó también que su supuesto amante,
Hierocles fuese nombrado césar, mientras que otro de sus putos, un tal Zotico,
fue nombrado para desempeñar el importante cargo de cubiculario —encargado de
servir en la cámara privada del monarca, o de transmitir sus órdenes a los subordinados—, lo que en la Edad Media se conocería entre los
francos como mayordomo de palacio. Para ganarse a la plebe y a una
parte del patriciado, Heliogábalo, siguiendo una vez más los pasos de Calígula,
proclamó una amnistía, aunque el prestigioso jurista Ulpiano no fue indultado y tuvo que exiliarse.
El verdadero nombre del emperador Heliogábalo era Marco Aurelio Antonino, y antes de su acceso
a la púrpura imperial había sido sumo sacerdote del dios El-Gabal en Emesa (Siria),
por este motivo pasó a la Historia como Heliogábalo (Elagabalus), derivado del
nombre latino del baal cananeo El-Gabal, que viene a significar
«El de la montaña», una antigua deidad, tal vez de origen asirio, representada
por la piedra sagrada del templo de Emesa; un meteorito o piedra negra de forma
cónica. La madre del joven emperador, Julia Saemia, y su abuela,
Julia Moesia, se convirtieron en las primeras mujeres admitidas en el Senado, y ambas recibieron por ello sendos títulos
senatoriales. Su abuela intentó establecerse como poder en la sombra, como lo hiciera Livia con su esposo Augusto, y convertirse así en la mujer más poderosa
del Imperio, pero el joven Heliogábalo resultó ser mucho menos dócil y maleable
que el viejo Octaviano, y su abuela comprendió que resultaba imposible controlarle. Uno de los aspectos más relevantes del breve gobierno de
Heliogábalo fue la reforma religiosa que intentó introducir y que, en cierto
modo, triunfó. Desde los tiempos de Septimio Severo, el culto al dios solar se
había extendido por el Imperio a través de los veteranos de las legiones de
Oriente. Heliogábalo
vio en ello una oportunidad de hacer del dios solar, El-Gabal, la principal
deidad del panteón romano. El dios fue rebautizado Sol
Invicto, y colocado por encima incluso de Júpiter Óptimo Máximo, en el panteón romano. Como símbolo del nuevo
sincretismo religioso que deseaba imponer, Heliogábalo consideró
como esposas de El-Gabal a Astarté, Minerva y Urania, que luego, a su vez,
intentó unificar en una sola deidad femenina. El irreverente emperador apóstata provocó un gran escándalo cuando se casó
con la virgen vestal Aquilina Severa, aduciendo que la pareja engendraría «niños semejantes a los dioses». Esto quebrantaba flagrantemente la antigua ley
romana de las Doce Tablas, pues una vestal que
mantuviera relaciones sexuales debía ser enterrada viva como castigo. Ajeno a las reacciones que provocaban sus continuos
escándalos, Heliogábalo se construyó un lujoso templo en la ladera oriental del
Palatino, donde quería ser venerado como un dios viviente. Ese templo, además,
albergaría la piedra negra procedente del santuario de Emesa. A propósito de esta piedra,
Herodiano el Estoico dijo: «La piedra negra es
venerada como si hubiese sido enviada desde el cielo por los dioses, sobre ella hay algunos
trozos sobresalientes y unas marcas que están resaltadas, respecto a las
cuales el pueblo pretende creer que son una imagen del sol, porque es así como
lo ven».
Herodiano cuenta también que el emperador Heliogábalo
obligaba a los senadores a mirar mientras él danzaba en torno al altar de la
deidad al son de tambores y címbalos, y que cada solsticio de verano celebraba un gran
festival, popular entre las masas
porque se distribuía comida gratuitamente, durante el cual la piedra
sagrada era colocada en un carro adornado con oro y joyas, que desfilaba por la
ciudad. Las más sagradas reliquias de la religión romana fueron
trasladadas desde sus santuarios al del Elagabalium, incluyendo la Gran
Madre, el Fuego de Vesta, los Escudos de los Salios y el Paladio, para que
ningún otro dios, salvo El-Gabal, fuera venerado en Roma. Según algunas
fuentes, el emperador declaró además que judíos, samaritanos y cristianos
debían realizar también sus ritos en el Elagabalium, para que así éste «pudiera
incluir los misterios de cualquier forma de culto». Tras el asesinato del emperador travestido en 222, todos sus
edictos religiosos fueron revocados, y el culto de El-Gabal se limitó otra vez
a la ciudad siria de Emesa, de donde era originario. No obstante, ya se habían sembrado las semillas de la discordia
religiosa en el seno de la sociedad romana, y apenas un siglo después, otra
religión oriental ajena a la sobria tradición romana y helenística, acabaría imponiéndose
dramáticamente. Por otra parte, esta Piedra Negra de Emesa, recuerda
extrañamente a la piedra sagrada de los musulmanes que se custodia en la Kaaba, en la mezquita
de La Meca. En el año 930 los karmitas atacaron La Meca pasando a cuchillo a todos sus habitantes y
robaron la Piedra Negra de la Kaaba, que devolvieron partida en dos en el año 950. ¿Podría tratarse de la misma piedra negra de Emesa, o de un fragmento de ella?
Heliogábalo divirtiéndose con un gladiador |
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