Zenobia
se casó en el año 258 con Septimio Odenato, rey de Palmira y vasallo de Roma. En 266 Odenato
y Zenobia tuvieron un hijo, Lucio Julio Aurelio Septimio Atenodoro, más
conocido como Vabalato. En
267 el marido de Zenobia fue asesinado y como el príncipe Vabalato sólo contaba un
año de edad, su madre sucedió a su esposo y gobernó Palmira como regente. A
Zenobia y a su hijo les fueron otorgados los títulos honoríficos de Augusta y
Augusto. Zenobia
fortificó y embelleció la ciudad de Palmira con una avenida custodiada por
grandes columnas corintias de más de 15 metros de altura. Estatuas de héroes y
de benefactores se encontraban por toda la ciudad, pidiendo la reina a todos los nobles
de la ciudad que mandaran esculpir sus estatuas y con ellas levantaran una
columna en la que exhibirlas. Todos los notables de Palmira, posaron ante los
artistas para satisfacción de los ediles. En Palmira podían encontrarse cerca
de doscientas estatuas en sus columnas y en las paredes del ágora. Zenobia también
mandó erigir en el año 271 un par de estatuas de ella y de su difunto esposo.
La ciudad contaba entonces con una población que superaba los 150 mil habitantes
y estaba llena de hermosos templos, monumentos, jardines y edificios públicos,
entre ellos destacaba el Templo del Sol. Las murallas que rodeaban la ciudad,
según se decía, tenían 21 kilómetros de perímetro.
Tras
la muerte del emperador Galieno en el año 268, y viendo que su sucesor, Claudio II
el Gótico, tenía que dedicar todos sus esfuerzos a contrarrestar la invasión de los godos en el Danubio, Zenobia aprovechó la ocasión y encabezó una revuelta para obtener la independencia de Roma y dominar a los dos grandes imperios que flanqueaban
su reino: el Sasánida y el Romano. Por entonces Roma estaba envuelta en un nuevo periodo de caos debido a las sucesiones, lo que dejaba vía libre a la reina de Palmira para
crear un tercer imperio que dominara a los otros dos. Zenobia conquistó nuevos territorios, aumentando la extensión del reino de
Palmira en memoria de su esposo y con la intención de legarlo a su hijo. Su objetivo declarado
era proteger las provincias más orientales del Imperio Romano de los persas
sasánidas, sin embargo, sus conquistas amenazaban
los intereses de Roma en la región.
Las
invasiones de Egipto y Anatolia
En
269, Zenobia se puso al frente de su ejército, y con la ayuda del general Zardas penentró violentamente
Egipto con la colaboración de su aliado egipcio, Timágenes, y la de sus tropas. El prefecto
romano de Egipto, Probo Tenagino y sus fuerzas, trataron de expulsarles de
Egipto, pero el ejército de Zenobia capturó y decapitó a Probo. Zenobia se
proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre. En ese momento su reino
se extendía desde el Nilo hasta el Éufrates, en Mesopotamia. Después
de estas exitosas incursiones iniciales, Zenobia llegó a ser conocida como «la
reina guerrera» al dirigir personalmente a sus tropas, demostrando ser buen jinete, y siendo capaz de recorrer a pie tres o cuatro millas con sus soldados. Zenobia
realizó nuevas expediciones al frente de su gran ejército y conquistó Anatolia hasta Ancira y
Calcedonia, y más tarde Siria, Palestina y el Líbano. En su imperio de corta
duración, Zenobia tomó rutas de comercio vitales para los romanos. En 270 el nuevo
emperador, Aureliano, tras estabilizar la frontera del Danubio, decidió emprender
una campaña punitiva contra ella. Mandó algunas de sus fuerzas hacia Egipto y
el grueso de su ejército hacia el este a través de Asia Menor. La reina Zenobia
contaba con un gran ejército, formado por sus arqueros y catafractos comandado
por dos generales, Zardas y Zabay. Pero Aureliano conquistó Egipto y lanzó sus
fuerzas contra Siria.
Zenobia
fue derrotada en Emesa (actual Homs), y se retiró a Palmira, donde fue sitiada
por Aureliano. La ciudad de Palmira había hecho acopio de víveres y confiaba en la fuerza de
sus excelentes arqueros, esperando resistir durante meses, pero gracias a los
jefes árabes del desierto, a los que Zenobia había desdeñado, Aureliano venció la
resistencia de la ciudad. Zenobia y su hijo lograron escapar en camello con la
ayuda de los sasánidas, pero fueron capturados en el río Éufrates por los
jinetes de las patrullas de Aureliano. El corto reinado de Zenobia de Palmira
habían terminado. Sus fieles, que se negaron a rendirse, fueron capturados y
ejecutados por orden de Aureliano. No hay registros fiables sobre cuándo o cómo
murió Zenobia, pero las fuentes occidentales indican que fue ejecutada, como cualquier
enemigo de Roma que se levantase en armas, por lo que es probable que fuese crucificada.
Aun así, Zenobia se convirtió en una de las figuras más populares del mundo
antiguo en las leyendas y romances medievales, y su legado como reina-guerrera y mujer
inteligente, rodeado de los sabios más renombrados de su tiempo, recuerda a Cleopatra
VII, la última reina de Egipto. La historia de su vida fue transmitida en gran medida a
las generaciones posteriores a través de la Historia Augusta y de Edward Gibbon
que en su obra magna, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire
(Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano), publicada entre 1776 y
1788, presentó a la reina de Palmira como un adversario digno de desafiar a Roma
y como una gran heroína del mundo antiguo, y esto es lo se recuerda de Zenobia a
día de hoy.
Zenobia cautiva y encadenada |
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