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martes, 25 de julio de 2017

Rebelión en la Alpujarra y expulsión de los moriscos

En 1567, don Pedro de Dezza, presidente de la Real Cancillería de Granada, proclamó la Ley Pragmática por orden de Felipe II. El edicto limitaba las libertades religiosas, lingüísticas y culturales de la población morisca. Esto provocó la rebelión de los moriscos de la Alpujarra granadina que don Juan de Austria redujo por la fuerza de las armas. En 1609, ya en tiempos de Felipe III, se decretó la definitiva expulsión de los moriscos de España por los siguientes motivos: su actitud de cristianos poco convencidos, en un Estado defensor del catolicismo. Su posible alianza con los turcos y berberiscos que atacaban constantemente las costas de Levante desde el norte de África. De esta época proviene la frase «no hay moros en la costa», para decir que no había peligro inminente de una incursión de los piratas berberiscos en busca de botín y esclavos. Por éste y otros motivos, además de sus particulares costumbres religiosas, la impopularidad y la inquina contra los moriscos creció entre la población cristiana. También influyó en esta decisión la necesidad del Estado de confiscar sus riquezas. Entre 1609 y 1610 los moriscos abandonaron España. Para esta operación fueron movilizados 30.000 soldados y la Armada fue la encargada de transportarlos a Túnez, Argelia y Marruecos. Se expulsó a unos 300.000 moriscos aproximadamente. Esta medida afectó considerablemente al Reino de Valencia, a las vegas de Aragón y a las huertas de Murcia. Disminuyó considerablemente la mano de obra y las rentas de los propietarios de tierras en esas zonas. Los cultivos de azúcar y arroz tuvieron que ser sustituidos por la morera, la viña y el trigo. Aunque, finalmente, la economía valenciana se recuperó completamente.

Moriscos: escena cotidiana en un patio de Granada

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