Los Bronfman llegaron a Canadá en 1889 procedentes de Rumania, encabezados por el patriarca de la familia, Yechiel Bronfman. Sus primeros negocios fueron el comercio con madera, los caballos y, finalmente, la administración de hoteles (y la prostitución, dicho sea de paso). Ya millonarios, durante la Prohibición canadiense, los ingleses los eligieron para importar y distribuir bebidas alcohólicas de contrabando en los Estados Unidos cuando allí se promulgó también la Prohibición o Ley Seca. La operación de contrabando a los Estados Unidos estuvo organizada por Arnold Rothstein, quien se había puesto a la cabeza del crimen organizado relacionado con el contrabando de alcohol. Cuando Rothstein fue asesinado en 1928, el negocio pasó a ser manejado por John Torrio, testaferro de los Bronfman, ya que éste estaba en condiciones de entenderse con la mafia italiana. A Torrio le sucedieron Lucky Luciano y Meyer Lansky, un eficaz contable y blanqueador de narcodólares.
Los Bronfman habían elegido para distribuir su alcohol de contrabando en los Estados Unidos, el mismo sistema y la misma red de distribución que se usaba para comercializar el opio procedente del Lejano Oriente. Pero los Bronfman sólo eran una de las muchas piezas en el inmenso engranaje de la organización para la distribución del opio, cuyo cuartel general estaba en Inglaterra. Los Bronfman estaban endeudados con las élites financieras británicas que los sufragaban, les facilitaban la protección política y legal imprescindible para proseguir con su boyante negocio de transporte y distribución de alcohol y opio en los Estados Unidos. Había que mover grandes sumas de dinero para sacar adelante el negocio. Con el tiempo, la familia Bronfman, ante la necesidad de legalizar sus negocios, consiguió, mediante una hábil estratagema, hacerse con el paquete principal de acciones de la compañía química DuPont de Nemours, los fabricantes de, entre muchos otros productos químicos, los freones o clorofluorocarbonos usados mundialmente en la industria de la refrigeración.
Hasta la OPA (Oferta Pública de Acciones) hostil de los Bronfman, la compañía DuPont defendía a capa y espada la inocencia de los freones en el fraude de la disminución de la capa de ozono –como los hechos demostraron más tarde, ellos tenían razón–, pero una vez en manos de los Bronfman, la compañía DuPont se volvió ‘verde’ y prestó todo su apoyo a la campaña que impulsaba al Tratado de Montreal de reducción y eliminación de tan útiles gases.
La figura más importante dentro del clan Bronfman es Edgar, quien es además vicepresidente honorario de la ADL, o Liga Anti Difamación. La ADL es una organización sionista que ha tenido a varios de sus miembros acusados y condenados por la Justicia de Estados Unidos por secuestro, asesinato y otras actividades ilegales, y que se caracteriza por prestar apoyo a miembros relacionados con el crimen organizado, el terrorismo internacional y el narcotráfico, sosteniendo que la persecución de la Justicia se debe a prejuicios antisemitas. El famoso pensador norteamericano, Noam Chomsky, relata sus experiencias con la ADL de la siguiente manera:
“En los Estados Unidos se ha desarrollado un sistema bastante efectivo de intimidación para silenciar a la crítica. Es una organización realmente consagrada a tratar de difamar, intimidar y silenciar a las personas que critican las actuales políticas del estado de Israel, cualquiera que sea ésta. Por ejemplo, en mi propio caso, fue posible obtener una copia del informe que confeccionaron con relación a mi persona, a través de una filtración de información originada en una oficina de la Liga Anti Difamación en Nueva Inglaterra. Contiene 150 páginas, similares a un archivo del FBI.
Este material ha estado circulando y será enviado a algún grupo local el cual lo usará para extraer material difamatorio, el que a su vez se difundirá, normalmente a modo de panfletos sin firmas responsables, en los alrededores de los lugares donde yo vaya a hablar. Si hay algún comentario en la prensa, el cual consideren como poco subordinado a la opinión de la organización, habrá un diluvio de cartas, protestas, amenazas, etcétera. Los políticos, por supuesto, están sujetos a estas maniobras y, también, a importantes penalizaciones económicas si no continúan en la línea trazada por la ADL”.
Edgar Bronfman es además presidente del Congreso Mundial Judío. Los holdings legales de los Bronfman están constituidos sobre DuPont y la compañía canadiense de licores Seagrams. En la última etapa de la Guerra Fría, además, los vínculos comerciales con la Unión Soviética fueron muy activos y rentables para la familia Bronfman. Edgar Bronfman y su amigo Dwayne Andreas, presidente de la empresa de granos Archer Daniels Midland, tuvieron estrechas relaciones con el entonces dictador de Alemania Oriental, Eric Honecker, y con el premier soviético Gorbachov.
Mikhail Gorbachov se hizo con el poder en 1985 gracias al apoyo del lobby sionista. Una de las primeras medidas adoptadas por Gorbachov fue la de facilitar la salida de judíos rusos a Israel para su reasentamiento y fortalecer demográficamente la presencia judía en los Territorios Árabes Ocupados. Entre los objetivos declarados que perseguían los Bronfman estaba “mejorar la coordinación de la ADL con la KGB para manejar la propaganda en pro de Gorbachov dentro de los Estados Unidos”.
Y entre los objetivos no declarados, estaba el de participar activamente en los nuevos y lucrativos negocios de prostitución y tráfico de drogas que se iban a poner en marcha en los países del Este recientemente liberados del comunismo soviético en aras de un balbuciente crimen organizado.
La ADL estuvo involucrada en el desarrollo del narcotráfico en Sudamérica desde sus inicios al por mayor a través de varias eminentes figuras de la organización como Carl Gershman, director de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy), que era una de las agencias subsidiarias utilizadas por el Gobierno de Estados Unidos para financiar a los ‘contras’ en Nicaragua y a los ‘escuadrones de la muerte’ en El Salvador. Empeñados, entre otras cosas, en exterminar a la población indígena. Genocidio del que, falsamente, aún se sigue culpando a los españoles, doscientos años después de que esos países alcanzasen su independencia. La mano de los sionistas se deja sentir con demasiada nitidez como para ignorarla.
En especial la del fanático rabino Morton M. Rosenthal, que con fondos del NED, concluyó un tendencioso estudio diciendo que los sandinistas eran antisemitas, para lograr el apoyo de la comunidad judía internacional a favor de los contras nicaragüenses. Auténticos asesinos a sueldo.
Kenneth Bialkin, abogado del multimillonario traficante de armas internacional Adnan Khashoggi –durante muchos años residente en Marbella– utilizó el dinero del especulador para comprar armas para Irán –estando ya el ayatolá Jomeini en el poder– mediante los buenos oficios del coronel Oliver North. Todo fue, según se dijo después, parte de las negociaciones y contrapartidas en la operación ‘Armas por Rehenes’, refiriéndose a los rehenes norteamericanos retenidos en su embajada en Teherán. Oliver North fue absuelto de los cargos y, más tarde, como si nada hubiese pasado, se presentó para la elección como senador de los Estados Unidos y ocupó un escaño en el Congreso, todo por obra y gracia del poderoso lobby judío.
Dentro de los Estados Unidos, la ADL funcionaba como ‘agent provocateur’ dentro de los grupos comprometidos con los derechos civiles, al tiempo que mantenía extrañas relaciones con grupos segregacionistas como el Ku Klux Klan y el Movimiento para la Supremacía Blanca. Pero de todas estas relaciones contra natura entre sionistas y extremistas filonazis, destaca por encima de todas un movimiento que se ha venido en llamar Sionismo Cristiano.
Según Stephen Sizer, autor de ‘Sionismo Cristiano’ (2003), el moderno sionismo cristiano viene definido en gran parte por la noción de dispensacionalismo, es decir, por la idea de que la humanidad ha de pasar por siete períodos de pruebas divinas que culminarán en el Armagedón y en la Segunda Venida de Cristo. En esta escatología del sionismo cristiano, los judíos y el moderno estado de Israel juegan un papel tan central que el sionismo, el dispensacionalismo y el sionismo cristiano son a la postre prácticamente intercambiables. Como explica Sizer, el sionismo cristiano proclama no solamente que todo acto ejecutado por Israel está orquestado por Dios, y que deberá ser apoyado e incluso ensalzado por todos, sino que los judíos liderarán el proceso ya que, según la interpretación sionista, ello hará recaer la bendición divina sobre todo el mundo en la medida en que los países reconozcan y respondan a lo que Dios obre en el mundo a través de Israel.
Sizer define el sionismo cristiano en base a los siguientes postulados: los judíos continúan siendo el pueblo elegido de Dios; los judíos tienen derecho divino sobre toda la tierra de Oriente Medio; Jerusalén es la capital exclusiva de los judíos; el templo judío debe ser reconstruido; los árabes son los enemigos del pueblo de Dios; el fin del mundo llegará pronto en la gran batalla del Armagedón, pero los cristianos que apoyen a Israel sobrevivirán.
Este movimiento religioso hunde sus raíces en la Reforma protestante, en cuyo seno la Biblia fue enseñada dentro de un contexto histórico contemporáneo, atribuyéndosele un significado literal. La escatología puritana, que llegó a ser dominante en el protestantismo estadounidense desde sus inicios, asumió un carácter postmilenarista, enseñando que la conversión de los judíos traería consigo la bendición futura para toda la humanidad.
En Gran Bretaña, donde el dispensacionalismo maduró, el sionismo cristiano produjo figuras tan influyentes como lord Shaftesbury, lord Arthur Balfour y Lloyd George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectora de los Judíos). Balfour trabajó estrechamente con el cabecilla sionista Haim Weizmann (que llegaría a ser el primer presidente del estado de Israel) para diseñar lo que se conocería como la Declaración Balfour (1917), considerada la primera gran declaración de apoyo al sionismo realizada por una potencia mundial, proclama de forma un tanto ambigua que:
“El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores empeños para facilitar el logro de dicho objetivo, dejando claro que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías ya existentes en Palestina”.
En una fecha tan temprana como ésa los sionistas cristianos británicos privilegiaron los supuestos derechos de los judíos e ignoraron completamente los derechos de los árabes, nativos de Palestina. El sionismo cristiano fue llevado a Estados Unidos desde Inglaterra a mediados del siglo XIX por John Nelson Darby, personaje descrito por Sizer como “el padre del dispensacionalismo” y que hizo de la idea de un Israel renacido, la piedra angular de su teología apocalíptica. Entre las actividades de estos grupos de inspiración religiosa, ya sean protestantes segregacionistas o sionistas cristianos o judíos, destaca, además del narcotráfico, su participación en actos de terrorismo internacional como el asesinato de la primera ministra india, Indira Gandhi, o el del primer ministro sueco, Olaf Palme.
Indira Gandhi fue asesinada en octubre de 1984, porque se inclinaba hacia la ayuda militar norteamericana, distanciándose así de la influencia soviética. Meses antes del atentado, un grupo extremista Sikh la había amenazado de muerte, y había constituido la Organización Mundial Sikh. Esta organización recibió ayuda de la ADL y se ha mantenido en contacto con ella. Surgí Singh, presidente del grupo Sikh es amigo personal de Kenneth Bialkin, presidente honorario de la ADL.
Asimismo, en febrero de 1986, el primer ministro de Suecia, Olaf Palme, fue asesinado por un extremista desconocido, quien lo apuñaló en un centro comercial. Aparentemente, todo indica que se trató de una ejecución destinada a impedir que Palme pusiese al descubierto el fabuloso negocio que estaban realizando algunas potencias con masivo tráfico de armas y drogas a través de sus servicios secretos y de la inteligencia militar como era el caso de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia y la Unión Soviética. Esto había llegado a conocimiento de Palme como consecuencia de una redada policial ordenada por él mismo contra un conocido traficante de armas, y que le había facilitado una importante cantidad de documentos y pruebas incriminatorias que afectaban a personalidades políticas extranjeras al más alto nivel.
Palme quería empezar por poner fin al flujo de armas de la industria sueca hacia el golfo Pérsico, pero al poco tiempo fue asesinado. La policía sueca obtuvo pruebas concluyentes de que la KGB estuvo al corriente del atentado con anterioridad al asesinato.
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