Felipe, llamado
«el Hermoso», fue duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y
Luxemburgo, conde de Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda y Zelanda, Tirol y
Artois, y señor de Amberes y Malinas, entre otras ciudades, y rey iure uxoris
de Castilla y de León (1506) por su matrimonio con doña Juana de Trastámara, heredera
de los Reyes Católicos después de la muerte de sus hermanos, los infantes Juan e
Isabel. Primogénito
de Maximiliano I de Habsburgo, el sacro emperador romano germánico, y de María de Borgoña,
Felipe nació en Brujas en 1478, en el condado de Flandes (Bélgica). En 1482, tras
la muerte de su madre María de Borgoña, le sucedió en sus posesiones de Borgoña
bajo la tutela de su padre. En su juventud fue testigo de las hostilidades
entre las grandes ciudades de Flandes —especialmente Gante y Brujas— y los
partidarios de Maximiliano. Durante este interregno, Felipe se vio envuelto en
los acontecimientos e incluso fue brevemente secuestrado en Brujas, como parte
de la campaña de Flandes para apoyar sus demandas de mayor autonomía, que
habían arrebatado a María de Borgoña, en un acuerdo conocido como el Blijde
Inkomst o «alegre entrada» de 1477. A inicios de la década de 1490, la
crisis del interregno dio paso a un incómodo enfrentamiento, donde ni el apoyo
de Francia para las ciudades de Flandes, ni el apoyo del padre de Maximiliano,
Federico III, resultaron decisivos. Ambas partes llegaron a un acuerdo de compromiso por el
tratado de Senlis en 1493, lo que puso fin a la lucha de poder al aceptar
los bandos enfrentados reconocer como príncipe a Felipe, de 15 años de
edad.
Felipe
fue proclamado soberano de la Orden del Toisón de Oro a los seis años. En 1491
presidiría el capítulo de Malinas, en 1501 el de Bruselas y en 1505 el de
Middelburg. Su padre pactó su matrimonio con Juana I de Castilla, hija de los
Reyes Católicos, en el marco de la Santa Liga (1495) que unió a la monarquía
hispánica con el Sacro Imperio, Inglaterra, Nápoles, la república de Génova y el
ducado de Milán contra las pretensiones hegemónicas de Francia en Italia.
Felipe introdujo la casa de Habsburgo en España. El apelativo de «Hermoso» se
lo dio el rey Luis XII de Francia. En 1501, Felipe y Juana viajaban a Castilla para ser jurados como príncipes de Asturias y se detuvieron en Blois.
Allí el rey francés los recibió y al ver a Felipe exclamó: «¡He aquí un hermoso
príncipe!».
En
1494, Maximiliano renunció a su regencia en los términos del Tratado de Senlis
y Felipe, de dieciséis años, se hizo cargo del gobierno de las tierras de
Borgoña, aunque en la práctica la autoridad se deriva de un consejo de notables
borgoñones. El 20 de octubre de 1496, se casó con la infanta Juana, hija del
rey Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en Lier, Bélgica. El
matrimonio fue parte de una serie de alianzas familiares entre los Habsburgo y los
Trastámara destinadas a enfrentarse al creciente poder de Francia que había
aumentado considerablemente gracias a las políticas de Luis XI, y la reafirmación del poder real después de la guerra con la Santa Liga. El asunto se
hizo más urgente después de la invasión de Carlos VIII de los territorios transpirenaicos
de la Corona de Aragón. La hermana de Felipe, Margarita, se casó con Juan, príncipe
de Asturias, el único hijo de Isabel y Fernando y sucesor designado a la Corona unificada
de Castilla y Aragón. Pero la doble alianza no fue diseñada para permitir que
los reinos españoles cayeran bajo el control de los Habsburgo. En el momento de
su matrimonio con Felipe, Juana era la tercera en la línea de sucesión al
trono de Castilla. La precedían sus hermanos Juan e Isabel.
En Flandes el joven Felipe fue un administrador competente y
un soberano popular y amado, que supo conjugar los intereses de sus diversos
territorios y demostró talento para plantear reformas y dar
tranquilidad y paz después de muchos años de convulsiones políticas. Muertos
los infantes españoles Juan (1497) e Isabel (1498), así como el hijo de ésta
última, el infante Miguel de la Paz (1500), su esposa Juana se convierte en
heredera de Castilla y Aragón. Muerta también la reina Isabel I el 26 de
noviembre de 1504, lo que planteó el problema de la sucesión en Castilla. Su viudo,
don Fernando, proclamó a Juana reina de Castilla y tomó las riendas de la
gobernación del Reino acogiéndose a la última voluntad de su esposa, la reina
Isabel. Pero el esposo de Juana, el archiduque Felipe, no estaba dispuesto a
renunciar al poder y en la Concordia de Salamanca (1505) se pactó el gobierno del triunvirato formado por el archiduque Felipe, el rey Fernando el Católico y la
propia Juana. La situación cambió con la llegada del matrimonio a la Península,
pues se manifestaron las malas relaciones entre el yerno —apoyado por una parte de la nobleza castellana, deseosa de vengarse del rey aragonés por agravios del pasado— y el suegro, de modo que, por la Concordia de Villafáfila
(1506), Fernando se retiró a Aragón, y Felipe fue proclamado rey de Castilla en
las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I.
Entretanto, doña Juana supuestamente enloqueció, según algunos por los celos que le
producían las infidelidades de su marido, hacia el que sentía un amor tan
apasionado como poco correspondido. Aunque las Cortes reunidas en Valladolid se
negaron a declarar la incapacidad de la reina Juana, Felipe ejerció
el poder efectivo sin contar con ella. Tradicionalmente se le ha censurado por
el favoritismo que demostró hacia sus compatriotas flamencos, así como por haber
repartido dádivas y prebendas entre los nobles castellanos para buscar su
apoyo. La figura que alcanzó mayor preeminencia en su breve etapa de gobierno
(aunque no hasta el punto de poder considerársele un valido) fue un noble, don
Juan Manuel, titular del señorío de Belmonte. La
muerte del joven rey, acaecida en la Casa del Cordón, fue tan súbita, que
corrió el rumor de que su suegro lo había envenenado. Según parece, se
encontraba Felipe en Burgos jugando a la pelota cuando, tras el juego, sudando
todavía copiosamente, bebió abundante agua fría, por lo que cayó enfermo con
alta fiebre y murió unos días después con tan solo veintiocho años. A su muerte
(1506), el cardenal Cisneros asumió su primera regencia del reino de Castilla,
esperando la llegada del rey Fernando. El hijo primogénito de Felipe y Juana, futuro
Carlos I de España y V de Alemania, se encontraría con una herencia grandiosa:
los reinos de sus cuatro abuelos, que le convertirían en uno de los más poderosos
monarcas que han existido. Pero la unión de las monarquías hispánicas con el Imperio no habría de ser venturosa, más bien, todo lo contrario. Con el correr de los años, la herencia envenenada de los Habsburgo implicó a la Corona española en largas guerras en Flandes y Alemania, y contra Francia por la posesión del ducado de Borgoña y el Milanesado.
Ballestero castellano del siglo XV |
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