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sábado, 10 de junio de 2017

Saqueo de Roma por los visigodos (410 d.C.)

Hacia el 370 los ostrogodos estaban gobernados por el rey Hermanarico, que cinco años después se enfrentó a los hunos dirigidos por Balamber. Hermanarico, ya anciano, fue gravemente herido en un atentado y se suicidó ante una inminente derrota, sucediéndole Vitimiro, cuyo intento de resistir a los hunos no tuvo éxito, y él mismo resultó muerto también, de modo que los ostrogodos fueron sometidos por los hunos. No obstante, los visigodos al mando de Alavivo y Fritigerno, que eran unos doscientos mil, se reunieron en la orilla norte del Danubio y pidieron al Imperio, contra el que habían combatido unos años antes, que les aceptara en sus territorios y se les otorgaran tierras donde asentarse. A este grupo se le permitió asentarse en la orilla sur del Danubio y los Balcanes (Tracia y Moesia). Pero la explotación a que fueron sometidos por los funcionarios y por los jefes militares romanos, les creó una situación insostenible para su orgullo. Fritigerno y los grandes terratenientes visigodos presentarían quejas y el general romano Lucipino intentó asesinar a Fritigerno durante un banquete; el intento fracasó y Lucipino resultó muerto. Fritigerno y los visigodos se rebelaron (377) en Marcianópolis (Moesia Inferior), venciendo a las fuerzas romanas en la decisiva batalla de Adrianópolis (9 de agosto de 378) en la que murió el emperador Valente. Su sucesor, Teodosio, tras combatirles algún tiempo, acordó con ellos la paz (381), pero hubo de asentarlos firmemente en el Imperio de Oriente y darles un papel importante en el Ejército.
Los visigodos tuvieron una participación destacada en las guerras civiles que enfrentaron a Teodosio con Magno Clemente Máximo (388), y con el hereje Eugenio (394). Cuando murió Teodosio (395) el Imperio se dividió: la parte Oriental fue para su hijo Arcadio, y Occidente se asignó a su segundo hijo, Honorio, que solo tenía 11 años, por lo que Teodosio le había designado como regente al general Estilicón, jefe del Ejército. En ese momento crucial, los visigodos estaban gobernados por Alarico I, el primero que reinó sobre todos los visigodos, y al que Jordanes, para incrementar su prestigio como monarca, sugirió que pertenecía al linaje de los Baltos. Alarico atacó Constantinopla y asoló Grecia (395–396). Finalmente, después de una larga campaña, el general Estilicón logró expulsar a los godos de Grecia, pero el joven y pusilánime emperador, temeroso del poder del general, designó a Alarico gobernador de Iliria, logrando con ello cinco años de paz (396—401). Cuando los visigodos conducidos por Alarico penetraron en el norte de Italia en el 401, Estilicón fue ejecutado por orden del emperador. Alarico dirigió sus ejércitos a Roma e impuso como emperador a un patricio, Prisco Átalo. Alarico no logró someter a Honorio, aunque en agosto de 410 pudo entrar son sus tropas en Roma. Los godos saquearon la antigua capital del Imperio llevándose el tesoro que se guardaba en el templo de Júpiter Capitolino. Además de ello, los hombres de Alarico obtuvieron a Gala Placidia como rehén para asegurar la paz. Acto seguido, los godos se dirigieron al sur de la Península para pasar a Sicilia y ocuparla antes de invadir África, principal bastión de aprovisionamiento romano. Sin embargo, Alarico falleció a poco de intentar cruzar el mar y su sucesor, Ataúlfo, desestimó este intento y regresó al norte para buscar un acuerdo con Honorio. El emperador pactó con Ataúlfo la salida de los godos de Italia a cambio de la concesión del gobierno de la Galia. Para sellar la paz, Ataúlfo se casó con Gala Placidia en Narbona, en el año 414. En 401, Alarico marchó contra Roma pero fue vencido cerca de Polenta (402) y después en Verona. Probablemente Estilicón negoció con Alarico su ayuda contra otros bárbaros como Radagaiso, y se cree que le fue ofrecida la confirmación como «Magister Militum» y gobernador de Iliria, con unos límites que entraban en contradicción con las reivindicaciones territoriales del Imperio de Oriente. Un grupo de patricios romanos, tal vez instigados por Constantinopla, acusó a Estilicón de preparar la entrega del Imperio de Occidente a Alarico y urdió una conjura. Entonces se produjo un amotinamiento de las tropas imperiales que obligó a Estilicón a refugiarse en una iglesia, siendo asesinado en el momento de salir, tras prometérsele que salvaría la vida si lo hacía. El asesinato fue ordenado por el propio emperador (408).
Alarico regresó a Italia y obtuvo nuevas concesiones de Honorio, que había establecido la corte en Rávena. Sin embargo, una vez se hubieron retirado los visigodos, Honorio no mantuvo sus promesas. Alarico y sus tropas regresaron y marcharon hacia Roma apoyando la proclamación del usurpador Prisco Atalo (409), que era de origen jonio y probablemente arriano. Como contrapartida por su apoyo, Prisco concedió a Alarico el título de «Magister Militum». Pero Prisco no quiso, o no pudo, cumplir sus promesas, y el rey visigodo regresó a Roma poniéndole sitio. Por primera vez en su historia desde la invasión gala del siglo III a.C., Roma caía ante un rey extranjero. Después de ser tomada por Alarico, éste depuso al usurpador Prisco (410) y sus hombres saquearon la ciudad durante tres días, tras lo cual la abandonaron, llevándose con ellos a Prisco y a Gala Placidia, hermana de Honorio. De Roma pasaron al sur, devastando Campania, Apulia y Calabria. Alarico murió en el sitio de Cosenza (410) y le sucedió su cuñado Ataúlfo. Éste pactó con Honorio la salida de sus tropas de Italia a cambio de la concesión de tierras y del gobierno de la Galia Narbonense. El emperador aceptó.

Saqueo de Roma por los godos de Alarico

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