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miércoles, 19 de julio de 2017

Vázquez de Coronado: en pos de las Siete Ciudades de Cíbola

En 1528 naufragó frente a las costas de Florida una expedición española encabezada por Pánfilo de Narváez. De ella hubo cuatro supervivientes, que atravesaron a pie y durante ocho años el actual suroeste de los Estados Unidos y el norte de México hasta llegar a Culiacán (Sinaloa), donde fundaron una villa. Sobre esta expedición, Álvar Núñez Cabeza de Vaca escribió una narración titulada Naufragios. En ella describe sus aventuras y las de sus tres compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y un esclavo llamado Esteban (Estebanico), que fue el primer africano que pisó lo que hoy son los Estados Unidos de América. Estebanico era un magrebí de la etnia bereber y nació en Azemor, en la costa atlántica del continente africano. Estos náufragos, encontrados en Nueva España en 1536, transmitieron los rumores de los indios que hablaban de unas ciudades colmadas de riquezas situadas más al Norte. Con estos antecedentes, fue enviado el fraile Marcos de Niza en un viaje de exploración en 1539; éste regresó hablando de las riquezas de las Siete Ciudades de Cíbola, hechas todas ellas de oro. Esto despertó el interés de Vázquez de Coronado, que decidió partir en busca de las míticas ciudades de Cíbola. 

La nueva expedición partió en 1540. En ella tomaron parte unos 800 indios mexicanos y unos 340 españoles que habían aportado su propio peculio para financiar la expedición. Vázquez de Coronado hipotecó las propiedades de su esposa y pidió prestados, además, 71000 pesos de plata para sufragar los gastos de la expedición. Un trabajador asalariado de entonces ganaba unos 100 pesos de plata al mes. En la expedición iba también una mujer, Francisca de Hoces, con su marido, Alonso Sánchez, que era zapatero en Ciudad de México. En la expedición había once capitanes y varios hombres que habían convivido con los indios durante más de diez años. Llevaban consigo 12 cañones de campaña, abundante pólvora y munición, 150 jinetes y 200 infantes bien pertrechados, ganado vacuno y semillas. Además de la expedición que partió por tierra el 26 de febrero desde Compostela, en la provincia de Nueva Galicia, el virrey envió otra expedición hacia California, formada por una flotilla de navíos que les seguían por mar al mando de Fernando de Alarcón. La expedición marítima partiría el 9 de mayo de 1540 y se adentraría siguiendo la costa de la Nueva España en el interior del golfo de California, para luego seguir hacia el norte hasta Yuma, en el actual estado de Arizona. 

A los pocos días de la partida los víveres comenzaron a escasear y unos diez caballos fallecieron por llevar pesadas cargas y no recibir el forraje suficiente para continuar. Tras recorrer 150 kilómetros, en marzo, los castellanos buscaron comida en Chamela entre los indios, pero éstos se negaron a proporcionársela y tendieron una emboscada a los expedicionarios en el transcurso de la cual murió de un flechazo Lope de Samaniego, lugarteniente de Coronado. El capitán ordenó represalias contra los indios y ocho de los que cayeron prisioneros, fueron ejecutados a modo de escarmiento para los demás. Entretanto, dos capitanes que se habían adelantado al grueso de la expedición regresaron antes de tiempo debido a lo escarpado del terreno y al mal tiempo sin haber encontrado ningún rastro de las fabulosas ciudades. Prosiguieron rumbo al Norte bordeando la costa occidental de Nueva España hasta Culiacán, Sinaloa. Desde allí, una fuerza más pequeña, al mando de Tristán de Luna y Arellano, continuó aún más al norte y tomó algunas aldeas a los indios zuñi en julio de 1540, poblados que les habían dicho que formaban parte de las Siete Ciudades de Cíbola.

En agosto de 1540 Coronado envía nuevas patrullas de exploradores para que le informen detalladamente de todo lo que vean y oigan. Enviará al frente de un puñado de hombres a su nuevo segundo, García López de Cárdenas, que explorará el oeste, llegando al país de los indios topi, donde descubrirá el Gran Cañón del Colorado. El capitán Hernández de Alvarado va hacia el este con un cacique indígena con mostacho al que apodaron Bigotes, que presenta a los españoles a varias tribus a lo largo del río Grande. El adelantado Alvarado quiso seguir explorando, pero Bigotes le dijo que estaba muy cansado y que le procuraría otro guía de confianza. Este nuevo guía usaba un sombrero particular, propio de la tribu pauny, que a los españoles les recordaba a un kufiyeh árabe, y por esto apodaron El Turco al nuevo guía. Encontraron un poblado llamado Tiguex o Tagües, cerca de la ciudad de Santa Fe, Nuevo México, a orillas del río Grande y Alvarado mandó una misiva a Coronado para instalar allí el campamento y reunirse con ellos en ese lugar, próximo al río Grande, cosa que hizo. Allí los españoles intentaron comerciar pacíficamente con los indios para conseguir ropas y provisiones, pero éstos se mostraron hostiles y los atacaron matando a varios caballos. La expedición fue atacada varias veces por los nativos, pero las fuerzas de Vázquez de Coronado los rechazaron con éxito. Sin embargo, de las Siete Ciudades de Cíbola los conquistadores no hallaron el menor rastro, a pesar de todos los peligros y penalidades que habían sufrido, además de los compañeros de armas que habían perdido la vida en la empresa.

Francisco Vázquez de Coronado había llegado a Nueva España acompañando al primer virrey, don Antonio de Mendoza. Exploró con denuedo Arizona y otras regiones de los actuales Estados Unidos entre 1540 y 1542, siempre en pos de una leyenda que circulaba en Nueva España desde los tiempos de Hernán Cortés, acerca de unas fabulosas ciudades hechas todas ellas de oro. Vázquez de Coronado siguió explorando Arizona en busca de las ciudades legendarias, pero jamás las encontró. Un siglo y medio más tarde, en 1692, el padre Eusebio Quino fundó veinticuatro misiones en Arizona. Al fervor misionero le siguió la explotación minera, ya que en 1736 el descubrimiento de plata cerca de la ciudad de Nogales atrajo a nuevos colonos y aventureros. Como consecuencia de estos descubrimientos, los españoles establecieron fuertes en Tubac y Tucson para defenderse de los indios hostiles, que se veían amenazados por la constante llegada de nuevos inmigrantes. La importancia que iba adquiriendo este territorio y la nueva orientación política de la Corona española hacia los territorios de ultramar, hizo que estos estados formaran parte de la provincia de Sonora, dependiente del Virreinato de Nueva España.

Tras la independencia de México en 1821, Arizona formó parte del territorio de Alta California. En 1846, al poco de comenzar la guerra estadounidense, las tropas norteamericanas ocuparon el territorio de Arizona, después de la derrota mexicana, fue cedido a Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe-Hidalgo firmado en 1848, y la zona al sur del río Gila se compró a México en 1853. En los apenas treinta años transcurridos desde su independencia, México había perdido dos tercios del territorio del antiguo Virreinato de Nueva España que había heredado tras separarse de la Corona. Estados Unidos creó el Territorio de Nuevo México como unidad administrativa para reorganizar las tierras anexionadas. A pesar del intento de los colonos estadounidenses por declararse Estado soberano e independiente, Arizona y el resto de Nuevo México siguieron durante años siendo administrados por el Congreso de los Estados Unidos. En parte por este descontento, durante la Guerra de Secesión (1860-1865) los colonos establecidos en Arizona se declararon partidarios de la Confederación. Las tropas confederadas intentaron ocupar Arizona y Nuevo México, pero no lo consiguieron. Terminada la guerra civil, el Congreso accedió finalmente a dar satisfacción a los colonos y creó el Territorio de Arizona en 1863, como unidad independiente, un primer paso para su futura admisión como Estado de la Unión.

Nuevos inmigrantes siguieron llegando, también europeos, gracias en parte a la llegada del ferrocarril en 1877 que unió Arizona con la costa de California, y se establecieron para crear granjas y explotar las minas de oro, plata y cobre. La llegada masiva de colonos provocó la lucha entre éstos y los indios navajos y apaches, una confrontación que marcó el tercio final del siglo XIX. En 1864 Kit Carson organizó una campaña punitiva contra los indios navajo a quienes derrotó, pero las campañas contra los apaches, liderados por Cochise y Gerónimo, continuaron hasta 1886, cuando se logró la rendición del segundo. La admisión de Arizona como Estado de la Unión fue aprobada finalmente en 1912. El primer gobernador fue George W. P. Hunt, que fue elegido en siete ocasiones y que destacó por la construcción de presas hidráulicas y por el desarrollo de eficaces sistemas de irrigación, construidos con los recursos de los ríos Salado, Gila, Verde y Colorado. Estas obras y el clima benigno de la zona permitieron una rápida colonización de ciertas áreas del Estado. La riqueza minera (cobre sobre todo) y el desarrollo del sector agropecuario lograron que, incluso, durante la Gran Depresión de la década de 1930, Arizona siguiera creciendo demográfica y económicamente.

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