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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Los Tercios de Flandes en la batalla de Grol

Reinaba Felipe IV en España y Portugal, que era además soberano de los Países Bajos, a excepción de las llamadas Provincias Unidas, cuya independencia su predecesor, Felipe III, había reconocido durante la tregua de los Doce Años en la larga guerra de Flandes conocida también como de los Ochenta Años entre los calvinistas holandeses y la católica España. Al iniciarse esa tregua, en 1609, sólo quedaban dos enclaves españoles en el territorio dominado por las Provincias Unidas: Grol y Oldenzaal. Grol fue tomada por Ambrosio de Spínola en 1606 y tanto su situación geográfica —en el límite de lo que hoy son Holanda y Alemania— como sus formidables fortificaciones a convertían en una plaza de gran importancia estratégica, casi inexpugnable. Al reiniciarse las hostilidades en 1621, Grol se convirtió en uno de los objetivos prioritarios de los calvinistas holandeses. El 20 de julio de 1627, el príncipe Federico-Enrique de Orange-Nassau sitió la plaza fuerte de Grol al frente de un ejército de 20.000 hombres —en su mayoría mercenarios de diversos países, siendo el grueso de la fuerza de unos 15.000 soldados de infantería— apoyados por 75 piezas de artillería. Sería una de las campañas más costosas iniciadas por los holandeses en aquella larguísima guerra. A pesar de la envergadura de las fuerzas holandesas, los ingleses y los franceses —aliados de las Provincias Unidas— no veían factible derrotar a los españoles, aunque la guarnición de la ciudad de Gróenlo contaba con 1.200 soldados y 100 jinetes, con el gobernador Matthijs Dulken al mando. Tal era la fama de los Tercios en los campos de batalla europeos que se les consideraba invencibles, incluso en luchas tan desiguales. Lo que vino a continuación fue una cruenta batalla campal. El asedio duró un mes, durante el cual la artillería holandesa causó estragos en la población sitiada. A comienzos de agosto, un ejército español encabezado por Van den Bergh intentó romper el cerco en auxilio de los asediados, pero la maniobra no tuvo éxito. Tras una feroz resistencia y viendo la plaza rodeada, con muchas bajas, escasa de municiones y sin posibilidades de auxilio, el gobernador Dulken, herido en los combates, solicitó un armisticio y firmó una rendición honrosa con los holandeses, que permitieron salir armada a la guarnición española de Grol y a los ciudadanos de la villa que quisiesen acompañarles (entre ellos partió el Arzobispo de Utrecht, Phillippus Rovenius). El 20 de agosto de 1627 los españoles partieron de Grol para no volver. Los holandeses celebraron esta costosa victoria por todo lo alto, pues a fin de cuenta fue su primera gran victoria contra España en muchos años, y en gran medida les animaba a compensar su derrota en el Sitio de Breda en 1625. El príncipe Federico-Enrique desfiló como un héroe en Arnhem y La Haya. Las Provincias Unidas incluso acuñaron monedas de oro con un mapa del sitio para celebrar su victoria. Con todo, la guerra en Flandes duraría aún 21 años más.
Hoy Grol recibe el nombre de Gróenlo. Por el largo periodo de tiempo en el que estuvo bajo dominio español, hoy es una rareza en Holanda: una villa de mayoría católica en un país calvinista. Desde 2005 se celebra un evento anual de recreación histórica para conmemorar la batalla y vuelven a ondear las banderas de España con la cruz de Borgoña acompañando a los Tercios de Flandes.


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