Los Illuminati fueron una sociedad secreta fundada el 1º de
mayo de 1776 en Baviera por Adam Weishaupt, profesor de la Universidad católica
de Ingolstadt en Viena. Weishaupt era un católico de ascendencia judía cuyos
puntos de vista expresados en clase no resultaban del todo ortodoxos, aunque lo
que pensaba en privado todavía se apartada más de dogma. Lo que pretendía
Weishaupt era utilizar los canales que le ofrecía la masonería como sociedad
extendida por el continente para llevar a cabo sus planes de profundos cambios
sociales y políticos. No deja de ser significativo que Weishaupt adoptara como
nombre secreto el de Spartacus
(Espartaco), el legendario gladiador tracio que se había sublevado contra Roma
en el siglo I a.C. La rápida expansión de la secta se debió, en buena medida, a
la entrada en el selecto grupo del ilustre masón barón Adolf von Knigge. El aristócrata
alemán estaba interesado —como tantos otros— en el aspecto esotérico de la
masonería y por los secretos mistéricos que Weishaupt podía revelarle. De
hecho, el mismo nombre del grupo era una clara referencia a la iluminación que,
supuestamente, derivaba de la posesión de ciertos conocimientos mistéricos. No
deja de ser también revelador que el ritual esotérico surgiera de la pluma de
Von Knigge. Mientras Weishaupt y Von Knigge mantuvieron buenas relaciones, la
expansión de los Illuminati por Europa resultó imparable, hasta el punto de que
el grupo pasó de cinco miembros a más de dos mil setecientos repartidos por
sectores sociales de cierta relevancia. A mediados de 1782, Weishaupt
acariciaba ya la idea de imponer su liderazgo sobre la masonería, una maniobra
que fracasó por la oposición frontal de otras logias masónicas, sobre todo
británicas. Fue entonces cuando Von Knigge decidió desvincularse de los
Illuminati. Las razones de la ruptura nunca fueron esclarecidas y pudieron ser
una mezcla de disensión por el peso, a su juicio reducido, de los elementos
esotéricos, y de decepción por el fracaso en el intento de control de las
logias. Fuera como fuese, a estas alturas las autoridades bávaras estaban ya
sobre la pista de los Illuminati. El 22 de junio de 1784, el elector de Baviera
aprobó un edicto dirigido a la masonería y los Illuminati. Weishaupt no salió
muy perjudicado ya que al año siguiente marchaba al exilio en Ratisbona, pero
quedó exento de cualquier otra sanción legal. El 18 de noviembre de 1830
falleció Weishaupt, décadas después de que algunos de sus sueños más
calenturientos sobre la aniquilación de la Iglesia católica y la desaparición
de las monarquías europeas, se estuvieran cumpliendo. Los Illuminati
despertaron las más diversas especulaciones en la medida en que habían puesto
de manifiesto la enorme operatividad de una sociedad secreta para subvertir el
orden existente. No resultaba por ello extraño que muchos vieran en ellos el
origen de los cambios revolucionarios que se produjeron después,
fundamentalmente en Francia, y que incluso se haya insistido en su paso
clandestino al continente americano y en su oscuro papel en la emancipación de
las colonias británicas y españolas. Con el tiempo, no han dejado de surgir
grupos, más o menos relacionados con la masonería, que han pretendido contar
con una línea directa con los Illuminati. No hace falta decir que semejante
pretensión es, desde un punto de vista histórico, cuando menos problemática.
Precisamente, uno de estos colectivos fue fundado en España en 1995. La
cosmovisión de los modernos Illuminati es manifiestamente luciferina, es decir,
sostiene que Lucifer es un personaje positivo que ha revelado la luz del
conocimiento al género humano. En este sentido, difunde una doctrina espiritual
peculiar que, ocasionalmente, ha aparecido a lo largo de la historia de la
masonería. En peso de la masonería en la Revolución francesa y en las
revoluciones europeas de 1830, 1848 y 1871, iba a ser muy importante.
Reaparecería con fuerza en 1917 y, tras la finalización de la Primera Guerra
Mundial un año más tarde, la mayoría de las monarquías europeas habían caído. A
fecha de hoy, y a pesar de los muchos ataques sufridos por parte de la
masonería en los últimos doscientos años, la única monarquía católica que ha
sobrevivido es la española.
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