El rey franco Carlos el Calvo nombró en el año 878 conde de
Barcelona a Wifredo el Velloso, siendo el último que fue designado por un monarca
del Sacro Imperio. Pero los condados catalanes no adquirieron una entidad
independiente ni unitaria tras su muerte, como a veces se ha hecho creer, puesto
que los hijos del conde se repartieron los títulos y siguieron rindiendo
tributo a los reyes francos. La historia del esforzado Wifredo el Velloso ha sido
retorcida por los nacionalistas catalanes para otorgarle un papel protagonista
en la mitológica fundación de la nación catalana. Sin embargo, Wifredo, el
último conde de Barcelona designado por un rey franco, simplemente se aprovechó
de la crisis del Imperio carolingio para concentrar el máximo número de
títulos, pero desde luego no albergaba ningún sentimiento nacionalista ni
siquiera buscó desvincularse del Imperio por temor a las represalias, y
porque la amenaza de los moros no había sido aún conjurada en la península Ibérica. De hecho, el título de
conde de Barcelona cayó en sus manos precisamente por tomar partido a favor de
Carlos el Calvo enfrentándose a la nobleza local. Tampoco es cierto el relato
de que la bandera de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo —hoy
vinculada a las regiones herederas de la Corona de Aragón— fuera creada por
Wifredo el Velloso.
Tras el colapso del Reino visigodo de Hispania —que se
extendía por casi toda la Península— y la invasión musulmana de la Galia en el año
718, el Imperio carolingio estableció una marca defensiva como frontera
meridional con los territorios ocupados por los moros al sur de los Pirineos. Esto supuso la ocupación
por los francos durante el último cuarto del siglo VIII de las actuales
comarcas pirenaicas de Gerona y, en el 801, de Barcelona. Este antiguo
territorio visigodo se organizó políticamente en diferentes condados
dependientes directamente del rey de los francos. Wifredo el Velloso era un fiel aliado de Carlos el Calvo,
pero conforme el poder central del Sacro Imperio se debilitaba en el siglo X,
los condados catalanes, que estaban vertebrados por Barcelona, Gerona y Osona,
fueron progresivamente desvinculándose del poder de los francos. En el año 987,
el conde Borrell II fue el primero en no prestar juramento al monarca de la
dinastía de los Capetos, pero se sometió en vasallaje al poderoso Califato de
Córdoba. En este punto, las leyendas nacionalistas sitúan erróneamente al noble
Wifredo el Velloso —el último conde de Barcelona designado por la monarquía
carolingia— como el artífice, no ya de la independencia de los condados
catalanes sino también del nacimiento de Cataluña como nación y de sus
símbolos.
Como hicieron los cronistas castellanos con el Cid
Campeador, los nacionalistas catalanes recurrieron a un personaje real, que
debió gozar de gran importancia en su tiempo pero del que se conocen pocos
datos históricos, para moldear su biografía y cubrir los grandes huecos con
datos legendarios. Wifredo pertenecía a un linaje hispanogodo de la región de
Carcasona (la mitología nacionalista catalana fija su nacimiento en la
inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón
francés). En el año 873 heredó el Condado de Urgel tradicionalmente en manos de
su familia. Aprovechando la fallida rebelión del conde de Barcelona Bernardo de
Gothia contra Carlos el Calvo, la fidelidad de Wifredo hacia el monarca le
hizo ganarse como premio el resto de condados. El noble fue el primero en
aglutinar a la vez todos los títulos de los condados catalanes, siendo el
fundador de la dinastía condal de la Casa de Barcelona. Sin embargo, Wifredo el Velloso, que había recibido los
títulos por mediación de los francos, no buscó nunca la independencia de los
condados y, por supuesto, no configuró ninguna nación catalana ni nada
parecido. Fue con la Capitular de Quierz —promulgada el 14 de junio de 877 por
Carlos el Calvo— cuando se sembró el auténtico germen de la separación de los
condados catalanes del Imperio carolingio. Esta orden real estableció el
carácter hereditario de los honores otorgados por la Corona. Es decir, que a la
muerte de Wifredo sus títulos pasaron a sus hijos sin que fuera necesario que
el monarca del debilitado Imperio carolingio eligiera al sucesor. Lo que no significa que se pueda hablar desde ese momento de
una entidad propia y unitaria en la región catalana. En 897, a la muerte de su
padre, Wifredo II Borrell se hizo cargo conjuntamente con sus hermanos
Sunifredo y Miró, de los condados paternos, reservándose para él el gobierno de
los condados principales, Barcelona, Gerona y Osona. No en vano, llegado el
momento Wifredo Borrell viajó a Francia para rendir tributo al nuevo rey
franco, Carlos el Simple, y allí fue investido oficialmente como conde de Barcelona en 899.
Hubo que esperar más de un siglo para ver la completa desvinculación de los
condes de Barcelona, que terminaron aglutinando todos los títulos nobiliarios
catalanes bajo una misma persona, con respecto la Corona de Francia. Según la falsa leyenda del origen de la bandera catalana,
Wifredo el Velloso fue el artífice, no ya de la independencia de los condados
catalanes, sino del nacimiento de Cataluña como nación que fue
popularizada durante la llamada Renaixença
en el siglo XIX, por el dramaturgo Serafí Pitarra. Otro mito vinculado a Wifredo es el origen de la bandera de
las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, que, en realidad, no fue usada
por los Condados hasta la unión con Aragón en el siglo XII. Según una leyenda recogida por una
crónica castellana de 1492, Wifredo el Velloso acudió a ayudar al emperador
Carlos el Calvo durante una batalla contra los vikingos que asolaban entonces el norte de Francia. El monarca dibujó con
la sangre del noble catalán, herido en combate, cuatro barras rojas en el
escudo dorado, pronunciando las célebres palabras: «Éstas serán vuestras armas,
conde». La historia, sin embargo, está copiada de un pasaje de la toma de
Córdoba por Fernando III, donde se dice que el rey castellano quiso premiar la
valentía de uno de los caballeros que resultó malherido en la refriega, empapando los dedos en la sangre del moribundo y
dibujando en su escudo tres franjas rojas. En realidad, el escudo de las cuatro barras probablemente lo
empezó a utilizar el conde Ramón Berenguer IV, después de la unión dinástica del
Condado de Barcelona con el Reino de Aragón, siendo el símbolo oficial del
linaje a partir de su hijo, el rey Alfonso II de Aragón.
El primer conde catalán que no prestó obediencia al rey de
los francos fue Borrell II. Cuando en 987 el rey franco Hugo I Capeto le exigió
renovar los vínculos de vasallaje con la corona franca la respuesta del conde
fue ignorar el requerimiento porque el rey de los francos no había acudido en
auxilio de Barcelona cuando fue atacada por los moros unos años antes. Así
terminó la subordinación de los condes de la Marca Hispánica a los monarcas
francos. La total independencia del Condado de Barcelona de la Corona
de Francia se consumó con la firma del Tratado de Corbeil en 1258 entre Luis IX
de Francia y el rey de Aragón, don Jaime I el Conquistador.
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