Artículos

sábado, 3 de febrero de 2018

Origen de los visigodos y ostrogodos

Tres fueron las razas principales que se extendieron por Europa en la Antigüedad: la tártara o mongola, la eslava y la germánica. Todas procedían de Asia y estuvieron asentadas durante mucho tiempo en el norte de Europa antes de invadirla por completo. Los romanos les designaron a todos ellos con el apelativo de «bárbaros» (extranjeros), ya que era así como llamaban a los pueblos que vivían más allá de los «limes» (fronteras) de su Imperio, y extraños, por lo tanto, a su civilización. De todos los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano de Occidente, el más importante y numeroso era el de los germanos, que estaba compuesto por varios grupos étnicos que extendían sus dominios desde los valles del Rin y del Danubio, hasta el del Vístula y los Cárpatos. Cuando se desencadenaron las grandes invasiones que provocaron la desaparición del Imperio en el siglo V, muchas de estas tribus bárbaras vivían ya en sus tierras. Pero no todas las invasiones tuvieron un carácter violento, ya que el deseo de los germanos era, en la mayoría de los casos, entrar a formar parte del Imperio, más que destruirlo, y la ruina del mismo, fue más una consecuencia que una finalidad de las invasiones. Los godos eran uno de los grupos étnicos pertenecientes a los pueblos germánicos orientales. Probablemente, su origen esté en Gotland, en lo que hoy es el sur de Suecia, aunque para algunos autores su origen es báltico. Los godos eran uno de los pueblos germánicos originarios de la península de Escandinavia que, al expandirse por Europa central y del norte, amenazaron las fronteras del Imperio Romano. Durante el siglo III los godos se dividieron en dos tribus independientes: los jurutungos y los tervingios. Ambas mantuvieron contactos y alianzas puntuales. Los godos permanecieron durante varios siglos en la actual Polonia, antes de extenderse por las vastas llanuras de Rusia y Ucrania. En 291 se documenta por primera vez la división de los godos en dos grandes grupos. Los tervingios (visigodos) aparecen establecidos al oeste del Dniéster y los jurutungos (ostrogodos) al este. En el siglo III, tras haber abandonado su lugar de origen en la parte meridional de la actual Suecia, los godos avanzaron siguiendo el curso del Vístula para penetrar por las llanuras danubianas hasta la orilla septentrional del mar Negro. En su larga migración, los godos dejaron tras de sí a numerosos pueblos afines: los esciros y los gépidos en el Vístula, los hérulos y los rugios en Pomerania, los burgundios en la cuenca alta del Elba, y los vándalos en la desembocadura del mismo río. Los godos poseían una fuerte organización jerárquica que les permitió adquirir una capacidad militar superior a la de los demás pueblos germánicos. La primera incursión de importancia en el Imperio se produjo cuando los godos invadieron Dacia (actual Rumanía) y se asentaron en ella a pesar de haber sido derrotados en 214 por el emperador Caracalla. El contacto con el Imperio Romano favoreció la romanización de las tribus godas, y sus excelentes soldados fueron integrados en las legiones para que luchasen a su lado en las interminables guerras con los partos sasánidas. Los desplazamientos hacia el oeste de los hunos, procedentes de Asia central, provocaron que germanos y eslavos empezasen a trasladarse hacia Occidente. Las pacíficas migraciones iniciales de los pueblos germánicos, se convirtieron en auténticas invasiones, y la presión en los confines orientales del Imperio se tornó en una situación insostenible debida, además, al espectacular crecimiento demográfico de los bárbaros que iban asentándose en las tierras del Imperio, con o sin el consentimiento de Roma.
Los eslavos eran tribus indogermanas originarias del noreste de los Cárpatos y de Ucrania occidental, en el curso superior de los ríos Vístula, Dniéster, Pripet, Bug y Dniéper. No se puede precisar con exactitud cuándo se vieron arrastradas por primera vez hacia el sur, llegando hasta el Danubio. Una de las dos rutas de emigración se encontraba al este, a lo largo de los ríos Prut y Siret, hasta llegar a la desembocadura del Danubio; la otra atravesaba el desfiladero de Jablónica, en la actual Eslovaquia, en dirección a Moravia, siguiendo el curso medio del Danubio hacia el lago Balatón hasta llegar al Save. En el año 527, al subir Justiniano al trono de Bizancio, los eslavos entraron por primera vez en el Imperio de Oriente integrados en las hordas de los hunos. Ciertas regiones de los Balcanes recibían con una periodicidad casi anual las invasiones de los eslavos. En el año 543 llegaron a Tracia, y en los años 547–548 penetraron en Iliria y Dalmacia, llegando hasta las puertas de Dirraquio. En los años 550–551 cruzaron el Maritza e incluso lograron derrotar a los bizantinos en Adrianópolis y sitiar Naissus. Junto con los cutrigures emprendieron en el año 559 una ofensiva contra Salónica y Constantinopla. Durante los decenios siguientes, los eslavos se extendieron por toda Grecia y el Peloponeso. Del 680 al 685, muchos eslavos fueron trasladados al Asia Menor (Anatolia), donde tuvieron que luchar al lado de los bizantinos contra los árabes. Sin embargo, gran parte de los eslavos se pasaron a las filas enemigas, muriendo el resto como castigo por su infidelidad. A lo largo del siglo VIII los eslavos fueron exterminados en el curso de varias campañas militares llevadas a cabo por los bizantinos. Seguramente una parte, atraída por la cultura griega, sufrió un proceso de helenización, aunque algunas tribus aisladas del resto se mantuvieron durante mucho tiempo en el monte Taigeto, de donde desaparecieron en la época de las invasiones turcas. Durante el reinado de la emperatriz Irene, los eslavos sucumbieron ante la superioridad griega en las luchas por Patras, en los años 805–807. De esta forma cayeron definitivamente bajo el yugo del Imperio de Oriente. Estas primeras invasiones vinieron a coincidir en el tiempo con la cristianización del Imperio, hecho que contribuyó enormemente al rápido debilitamiento del Ejército romano y al ocaso del Imperio de Occidente al quedar mermada su capacidad militar. Por otra parte, los recursos económicos, cada vez más escasos, se emplearon, principalmente, en la reorganización de la Iglesia, una vez que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio tras el Edicto de Laodicea promulgado en 391 por el emperador Teodosio. En el año 251, los godos encabezados por Chiva vencieron y dieron muerte al emperador Decio en la batalla de Atrio. Fue un toque de atención importante. Acto seguido penetraron en los Balcanes con la intención de abrirse paso hasta Bizancio, y después proceder a la ocupación de Panonia e Italia. Los emperadores Claudio II el Gótico y Aureliano les hicieron frente, pero cuando los romanos se retiraron de Dacia en 270, los godos iniciaron los asentamientos en el territorio abandonado  A lo largo de casi un siglo (250–350), las guerras civiles romanas por el principado devastaron la región de los Balcanes y los territorios del noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los godos en tiempos del Gran Rey Hermanarico y hacia el 350 establecieron un reino independiente que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro, teniendo como súbditos a eslavos, ugrofineses e iranios.
¿Cómo eran los germanos?
Casi todos los historiadores coinciden en señalar como rasgos distintivos del carácter de estos pueblos, su pasión por la guerra, su sencillez de costumbres, su respeto a la mujer y su amor a la libertad. Trataban sus asuntos de interés general en asambleas o juntas de jefes de clanes celebradas al aire libre. Eran verdaderas reuniones de guerreros que, con el paso del tiempo, ampliando su constitución, se transformaron en dietas o parlamentos. Y en su amor a la libertad se fundamenta el nuevo elemento social que estos pueblos germánicos aportaron a la civilización occidental: el individualismo. Inicialmente, en este reconocimiento de los derechos individuales, los invasores bárbaros coincidieron con el cristianismo, de ahí la, relativamente rápida, conversión de los pueblos germanos: primero al arrianismo y después, por razones políticas, al catolicismo. Al hombre, en las sociedades griega y romana, no se le respetaba como al ser individualizado, sino en cuanto a su condición de ciudadano libre: ya lo fuese de Esparta, de Atenas o de la misma Roma. Los germanos, al igual que la religión cristiana, no hacían depender los derechos del hombre de su ciudadanía, sino de su personalidad, y por ello, fuese adonde fuese, y en cualquier parte que se hallase, tenía consigo a Dios y a Su derecho. Debido a lo cual, Montesquieu pudo afirmar que el sentimiento moderno de la libertad tiene sus raíces en los bosques de Germania. Las invasiones de estas tribus no se realizaron de una manera súbita y de una sola vez, sino en distintas etapas, pero las que iniciaron el período medieval de la Historia de Europa, fueron una serie de invasiones, generalizadas y decisivas, que se produjeron a lo largo del siglo V.
La religión de los pueblos nórdicos y germánicos
Originariamente, los godos procedían de Gotland o Gotia en Escandinavia, actual sur de Suecia. A lo largo de varios siglos de incursiones fueron estableciendo colonias en ambas orillas del río Dniéper, en lo que hoy es Ucrania. A principios del siglo V, los visigodos irrumpieron en España y fundaron un reino que perduró hasta la invasión árabe del año 711. Los «bárbaros del Norte», como solían llamarlos los romanos, son el equivalente del término medieval «vikingo» o «normando» (north-man u hombres del Norte). Estos pueblos nórdicos seguían la religión del sangriento y batallador Odín. El dios presidía todos los combates y premiaba a los valientes con el Walhalla, una suerte de paraíso donde moraban los dioses, y al que solo accedían los guerreros más valientes y los caídos en combate con la espada en la mano. En el Walhalla, unas hermosas vírgenes denominadas «valkirias», ofrecían bebidas y libaciones a los guerreros victoriosos servidos en las calaveras de los enemigos vencidos. Su libro sagrado era el Eda, que recoge un conjunto de relatos mitológicos escandinavos. Los nórdicos tenían también sus «genios», seres inmortales que, como los de la mitología grecorromana, correspondían a los cuatro elementos de la antigua Física: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Según la teogonía escandinava, antes de existir el mundo, Odín moraba en su palacio del Walhalla; y habiendo dado muerte al gigante Imer, brotó tanta sangre de su cadáver, que en ella se ahogaron todos los gigantes menos uno, que se salvó en un barco. Del cuerpo del gigante Imer se formó el mundo, y en su centro se construyó la fortaleza de Azgard, en la que habitan desde entonces Odín y su esposa Frida, además de sus hijos, llamados Ases. El mejor de los hijos de Odín, conocido por el nombre de Walder, fue muerto por sus hermanos; y el rocío de las flores y el susurro de los vientos, son las lágrimas que las vírgenes valkirias derraman por su muerte. Las valkirias eran divinidades menores, mensajeras de Odín, y se aparecían a los guerreros, luchando a su lado en el combate. Los nórdicos, espoleados por esta mitología guerrera, asolaron las tierras del norte de Europa durante siglos, antes y después del Imperio Romano; destruyendo, matando y saqueando a su antojo. A principios del siglo V, en el debilitado, y recientemente cristianizado, Imperio Romano de Occidente, se daban grandes desigualdades sociales, pues junto al nivel de vida desahogado de las clases altas, existían en las clases inferiores unas condiciones de vida infrahumanas. Este fue uno de los principales motivos por los que el Imperio se derrumbó como un castillo de naipes ante el empuje de los invasores del Norte.
Orígenes del pueblo visigodo
Los visigodos fueron la rama occidental de los pueblos godos. Surgieron de grupos góticos anteriores (posiblemente de los tervingios), que habían invadido el Imperio tras derrotar a los romanos en la batalla de Adrianópolis (378). Unos años más tarde, los visigodos invadieron Italia bajo Alarico I y saquearon Roma (410). Luego se establecieron en el sur de la Galia como aliados del Imperio Romano, y posteriormente invadieron Hispania. Los visigodos gobernaron buena parte de la Galia e Hispania a lo largo de todo el siglo V, hasta que fueron derrotados en la decisiva batalla de Vouillé en el año 507, y pasaron a establecerse definitivamente en la península Ibérica, donde sus reyes gobernaron hasta que fueron derrotados por los árabes en la batalla de Guadalete en el año 711. La división de los godos se encuentra afirmada por vez primera en 291, donde aparecen mencionados los tervingios; esta primera mención tuvo lugar en un elogio al emperador Maximiano pronunciado en Tréveris en 292, y atribuido a Claudio Mamertino, que dice que «los tervingios, otra división de los godos (“Tervingi pars alia Gothorum”) se unieron a los taifalos para atacar a los vándalos y a los gépidos». Las referencias de la época empleaban los términos Vesi, Austrogothi, Tervingi y Greuthungi para referirse a los godos. La mayor parte de estudiosos han concluido que los términos «vesi» y «tervingi» fueron usados indistintamente para referirse a una misma tribu, mientras que los términos «ostrogothi» y «greuthungi» fueron usados para referirse a otra. Según Herwig Wolfram, en la «Notitia Dignitatum» los vesi son igualados a los tervingios en una referencia a los años 388—391; esto no está claro en la propia «Notitia». Jordanes identificó a los reyes visigodos desde Alarico I a Alarico II como los herederos del juez tervingio del siglo IV, Atanarico; y los reyes ostrogodos desde Teodorico el Grande a Teodato como los herederos del rey jurutungo Hermanarico. Esta interpretación, aunque muy divulgada entre los eruditos actuales, no está universalmente aceptada.
Para Wolfram existe una continuidad entre tervingios y visigodos, y entre jurutungos y ostrogodos. Las derrotas godas en época de Claudio II y Aureliano habrían hecho que los godos se escindieran. Al este del Dniéster permanecieron los ostrogodos, y en el Bajo Danubio los visigodos constituyeron junto con otros pueblos como los taifalos o sármatas, una confederación de que estuvo encabezada por un juez, Atanarico. Por su parte, Rogelio Collins cree que la identidad visigótica surgió de la guerra Gótica (376—382) cuando un conjunto de tervingios, jurutungos y otros contingentes «bárbaros» formaron un ejército confederado al este de los Balcanes que no se integró en la sociedad romana, y que por tanto no podían ser reconocidos únicamente como tervingios. Según algunos eruditos actuales, el término «visigodo» es una invención del siglo VI. Casiodoro, que era un romano al servicio del rey Teodorico el Grande, inventó el término «Visigothi» para establecer la correspondencia con el de «Ostrogothi», así, mientras él pensaba que este último término significaba godos orientales, se inventó un término para designar a los godos occidentales. El término «visigodo» fue empleado en el Reino visigodo de España, pues así consta en sus relaciones diplomáticas con Roma en el siglo VII. Durante el siglo III los godos efectuaron varias incursiones en el Imperio, destacando las del 251 (sobre Moesia y Tracia), la campaña del 258—259 (contra la costa del mar Negro, Propóntide, las islas del Egeo, Éfeso y Atenas) y la del 269 (contra Creta, Chipre y Tesalónica). Entre los años 270 y 273, el emperador romano Aureliano abandonó la Dacia, región que se extendía al norte del Danubio (se corresponde aproximadamente con la actual Rumanía), y los visigodos emprendieron hacia el 300 la ocupación del territorio. Posteriormente fueron reclutados como mercenarios al servicio de los romanos, para contener a otros invasores.

Los godos eran antepasados de los vikingos

No hay comentarios:

Publicar un comentario