Tres fueron las razas principales
que se extendieron por Europa en la Antigüedad: la tártara o mongola, la eslava
y la germánica. Todas procedían de Asia y estuvieron asentadas durante mucho
tiempo en el norte de Europa antes de invadirla por completo. Los romanos les
designaron a todos ellos con el apelativo de «bárbaros» (extranjeros), ya que
era así como llamaban a los pueblos que vivían más allá de los «limes»
(fronteras) de su Imperio, y extraños, por lo tanto, a su civilización. De
todos los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano de Occidente, el
más importante y numeroso era el de los germanos, que estaba compuesto por
varios grupos étnicos que extendían sus dominios desde los valles del Rin y del
Danubio, hasta el del Vístula y los Cárpatos. Cuando se desencadenaron las
grandes invasiones que provocaron la desaparición del Imperio en el siglo V,
muchas de estas tribus bárbaras vivían ya en sus tierras. Pero no todas las
invasiones tuvieron un carácter violento, ya que el deseo de los germanos era,
en la mayoría de los casos, entrar a formar parte del Imperio, más que
destruirlo, y la ruina del mismo, fue más una consecuencia que una finalidad de
las invasiones. Los godos eran uno de los grupos
étnicos pertenecientes a los pueblos germánicos orientales. Probablemente, su
origen esté en Gotland, en lo que hoy es el sur de Suecia, aunque para algunos
autores su origen es báltico. Los godos eran uno de los pueblos germánicos
originarios de la península de Escandinavia que, al expandirse por Europa
central y del norte, amenazaron las fronteras del Imperio Romano. Durante el
siglo III los godos se dividieron en dos tribus independientes: los jurutungos
y los tervingios. Ambas mantuvieron contactos y alianzas puntuales. Los godos
permanecieron durante varios siglos en la actual Polonia, antes de extenderse
por las vastas llanuras de Rusia y Ucrania. En 291 se documenta por primera vez
la división de los godos en dos grandes grupos. Los tervingios (visigodos)
aparecen establecidos al oeste del Dniéster y los jurutungos (ostrogodos) al
este. En el siglo III, tras haber abandonado su lugar de origen en la parte
meridional de la actual Suecia, los godos avanzaron siguiendo el curso del
Vístula para penetrar por las llanuras danubianas hasta la orilla septentrional
del mar Negro. En su larga migración, los godos dejaron tras de sí a numerosos
pueblos afines: los esciros y los gépidos en el Vístula, los hérulos y los rugios en Pomerania, los burgundios en
la cuenca alta del Elba, y los vándalos en la desembocadura del mismo río. Los
godos poseían una fuerte organización jerárquica que les permitió adquirir una
capacidad militar superior a la de los demás pueblos germánicos. La primera
incursión de importancia en el Imperio se produjo cuando los godos invadieron
Dacia (actual Rumanía) y se asentaron en ella a pesar de haber sido derrotados
en 214 por el emperador Caracalla. El contacto con el Imperio Romano favoreció
la romanización de las tribus godas, y sus excelentes soldados fueron
integrados en las legiones para que luchasen a su lado en las interminables
guerras con los partos sasánidas. Los desplazamientos hacia el oeste de los
hunos, procedentes de Asia central, provocaron que germanos y eslavos empezasen
a trasladarse hacia Occidente. Las pacíficas migraciones iniciales de los
pueblos germánicos, se convirtieron en auténticas invasiones, y la presión en
los confines orientales del Imperio se tornó en una situación insostenible
debida, además, al espectacular crecimiento demográfico de los bárbaros que
iban asentándose en las tierras del Imperio, con o sin el consentimiento de
Roma.
Los eslavos eran tribus indogermanas
originarias del noreste de los Cárpatos y de Ucrania occidental, en el curso
superior de los ríos Vístula, Dniéster, Pripet, Bug y Dniéper. No se puede
precisar con exactitud cuándo se vieron arrastradas por primera vez hacia el
sur, llegando hasta el Danubio. Una de las dos rutas de emigración se
encontraba al este, a lo largo de los ríos Prut y Siret, hasta llegar a la
desembocadura del Danubio; la otra atravesaba el desfiladero de Jablónica, en
la actual Eslovaquia, en dirección a Moravia, siguiendo el curso medio del
Danubio hacia el lago Balatón hasta llegar al Save. En el año 527, al subir
Justiniano al trono de Bizancio, los eslavos entraron por primera vez en el
Imperio de Oriente integrados en las hordas de los hunos. Ciertas regiones de
los Balcanes recibían con una periodicidad casi anual las invasiones de los
eslavos. En el año 543 llegaron a Tracia, y en los años 547–548 penetraron en
Iliria y Dalmacia, llegando hasta las puertas de Dirraquio. En los años 550–551
cruzaron el Maritza e incluso lograron derrotar a los bizantinos en
Adrianópolis y sitiar Naissus. Junto con los cutrigures emprendieron en el año
559 una ofensiva contra Salónica y Constantinopla. Durante los decenios
siguientes, los eslavos se extendieron por toda Grecia y el Peloponeso. Del 680
al 685, muchos eslavos fueron trasladados al Asia Menor (Anatolia), donde
tuvieron que luchar al lado de los bizantinos contra los árabes. Sin embargo,
gran parte de los eslavos se pasaron a las filas enemigas, muriendo el resto
como castigo por su infidelidad. A lo largo del siglo VIII los
eslavos fueron exterminados en el curso de varias campañas militares llevadas a
cabo por los bizantinos. Seguramente una parte, atraída por la cultura griega,
sufrió un proceso de helenización, aunque algunas tribus aisladas del resto se
mantuvieron durante mucho tiempo en el monte Taigeto, de donde desaparecieron
en la época de las invasiones turcas. Durante el reinado de la emperatriz
Irene, los eslavos sucumbieron ante la superioridad griega en las luchas por
Patras, en los años 805–807. De esta forma cayeron definitivamente bajo el yugo
del Imperio de Oriente. Estas primeras invasiones vinieron a coincidir en el
tiempo con la cristianización del Imperio, hecho que contribuyó enormemente al
rápido debilitamiento del Ejército romano y al ocaso del Imperio de Occidente
al quedar mermada su capacidad militar. Por otra parte, los recursos económicos,
cada vez más escasos, se emplearon, principalmente, en la reorganización de la
Iglesia, una vez que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del
Imperio tras el Edicto de Laodicea promulgado en 391 por el emperador Teodosio. En el año 251, los godos encabezados
por Chiva vencieron y dieron muerte al emperador Decio en la batalla de Atrio.
Fue un toque de atención importante. Acto seguido penetraron en los Balcanes
con la intención de abrirse paso hasta Bizancio, y después proceder a la ocupación
de Panonia e Italia. Los emperadores Claudio II el Gótico y Aureliano les
hicieron frente, pero cuando los romanos se retiraron de Dacia en 270, los
godos iniciaron los asentamientos en el territorio abandonado A lo largo de casi un siglo (250–350), las
guerras civiles romanas por el principado devastaron la región de los Balcanes
y los territorios del noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los
godos en tiempos del Gran Rey Hermanarico y hacia el 350 establecieron un reino
independiente que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro, teniendo
como súbditos a eslavos, ugrofineses e iranios.
¿Cómo
eran los germanos?
Casi todos los historiadores
coinciden en señalar como rasgos distintivos del carácter de estos pueblos, su
pasión por la guerra, su sencillez de costumbres, su respeto a la mujer y su
amor a la libertad. Trataban sus asuntos de interés general en asambleas o
juntas de jefes de clanes celebradas al aire libre. Eran verdaderas reuniones
de guerreros que, con el paso del tiempo, ampliando su constitución, se
transformaron en dietas o parlamentos. Y en su amor a la libertad se fundamenta
el nuevo elemento social que estos pueblos germánicos aportaron a la
civilización occidental: el individualismo. Inicialmente, en este reconocimiento
de los derechos individuales, los invasores bárbaros coincidieron con el
cristianismo, de ahí la, relativamente rápida, conversión de los pueblos
germanos: primero al arrianismo y después, por razones políticas, al
catolicismo. Al hombre, en las sociedades griega y romana, no se le respetaba
como al ser individualizado, sino en cuanto a su condición de ciudadano libre:
ya lo fuese de Esparta, de Atenas o de la misma Roma. Los germanos, al igual
que la religión cristiana, no hacían depender los derechos del hombre de su
ciudadanía, sino de su personalidad, y por ello, fuese adonde fuese, y en
cualquier parte que se hallase, tenía consigo a Dios y a Su derecho. Debido a
lo cual, Montesquieu pudo afirmar que el sentimiento moderno de la libertad tiene
sus raíces en los bosques de Germania. Las invasiones de estas tribus no se
realizaron de una manera súbita y de una sola vez, sino en distintas etapas,
pero las que iniciaron el período medieval de la Historia de Europa, fueron una
serie de invasiones, generalizadas y decisivas, que se produjeron a lo largo
del siglo V.
La
religión de los pueblos nórdicos y germánicos
Originariamente, los godos procedían
de Gotland o Gotia en Escandinavia, actual sur de Suecia. A lo largo de varios
siglos de incursiones fueron estableciendo colonias en ambas orillas del río
Dniéper, en lo que hoy es Ucrania. A principios del siglo V, los visigodos
irrumpieron en España y fundaron un reino que perduró hasta la invasión árabe
del año 711. Los «bárbaros del Norte», como
solían llamarlos los romanos, son el equivalente del término medieval «vikingo»
o «normando» (north-man u hombres del Norte). Estos pueblos nórdicos seguían la
religión del sangriento y batallador Odín. El dios presidía todos los combates
y premiaba a los valientes con el Walhalla, una suerte de paraíso donde moraban
los dioses, y al que solo accedían los guerreros más valientes y los caídos en
combate con la espada en la mano. En el Walhalla, unas hermosas vírgenes
denominadas «valkirias», ofrecían bebidas y libaciones a los guerreros
victoriosos servidos en las calaveras de los enemigos vencidos. Su libro
sagrado era el Eda, que recoge un conjunto de relatos mitológicos escandinavos.
Los nórdicos tenían también sus «genios», seres inmortales que, como los de la
mitología grecorromana, correspondían a los cuatro elementos de la antigua
Física: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Según la teogonía escandinava,
antes de existir el mundo, Odín moraba en su palacio del Walhalla; y habiendo
dado muerte al gigante Imer, brotó tanta sangre de su cadáver, que en ella se
ahogaron todos los gigantes menos uno, que se salvó en un barco. Del cuerpo del
gigante Imer se formó el mundo, y en su centro se construyó la fortaleza de
Azgard, en la que habitan desde entonces Odín y su esposa Frida, además de sus
hijos, llamados Ases. El mejor de los hijos de Odín, conocido por el nombre de
Walder, fue muerto por sus hermanos; y el rocío de las flores y el susurro de
los vientos, son las lágrimas que las vírgenes valkirias derraman por su
muerte. Las valkirias eran divinidades menores, mensajeras de Odín, y se
aparecían a los guerreros, luchando a su lado en el combate. Los nórdicos,
espoleados por esta mitología guerrera, asolaron las tierras del norte de
Europa durante siglos, antes y después del Imperio Romano; destruyendo, matando
y saqueando a su antojo. A principios del siglo V, en el debilitado, y
recientemente cristianizado, Imperio Romano de Occidente, se daban grandes
desigualdades sociales, pues junto al nivel de vida desahogado de las clases
altas, existían en las clases inferiores unas condiciones de vida infrahumanas.
Este fue uno de los principales motivos por los que el Imperio se derrumbó como
un castillo de naipes ante el empuje de los invasores del Norte.
Orígenes
del pueblo visigodo
Los visigodos fueron la rama
occidental de los pueblos godos. Surgieron de grupos góticos anteriores
(posiblemente de los tervingios), que habían invadido el Imperio tras derrotar
a los romanos en la batalla de Adrianópolis (378). Unos años más tarde, los
visigodos invadieron Italia bajo Alarico I y saquearon Roma (410). Luego se
establecieron en el sur de la Galia como aliados del Imperio Romano, y
posteriormente invadieron Hispania. Los visigodos gobernaron buena parte de la
Galia e Hispania a lo largo de todo el siglo V, hasta que fueron derrotados en
la decisiva batalla de Vouillé en el año 507, y pasaron a establecerse
definitivamente en la península Ibérica, donde sus reyes gobernaron hasta que
fueron derrotados por los árabes en la batalla de Guadalete en el año 711. La
división de los godos se encuentra afirmada por vez primera en 291, donde
aparecen mencionados los tervingios; esta primera mención tuvo lugar en un
elogio al emperador Maximiano pronunciado en Tréveris en 292, y atribuido a
Claudio Mamertino, que dice que «los tervingios, otra división de los godos (“Tervingi pars alia Gothorum”) se unieron
a los taifalos para atacar a los vándalos y a los gépidos». Las referencias de la época empleaban los términos Vesi, Austrogothi,
Tervingi y Greuthungi para
referirse a los godos. La mayor parte de estudiosos han concluido que los
términos «vesi» y «tervingi» fueron usados indistintamente
para referirse a una misma tribu, mientras que los términos «ostrogothi» y «greuthungi» fueron usados para referirse a otra. Según Herwig
Wolfram, en la «Notitia Dignitatum» los vesi son igualados a los
tervingios en una referencia a los años 388—391; esto no está claro en la
propia «Notitia». Jordanes identificó
a los reyes visigodos desde Alarico I a Alarico II como los herederos del juez
tervingio del siglo IV, Atanarico; y los reyes ostrogodos desde Teodorico el
Grande a Teodato como los herederos del rey jurutungo Hermanarico. Esta
interpretación, aunque muy divulgada entre los eruditos actuales, no está
universalmente aceptada.
Para Wolfram existe una continuidad
entre tervingios y visigodos, y entre jurutungos y ostrogodos. Las derrotas
godas en época de Claudio II y Aureliano habrían hecho que los godos se
escindieran. Al este del Dniéster permanecieron los ostrogodos, y en el Bajo
Danubio los visigodos constituyeron junto con otros pueblos como los taifalos o sármatas, una confederación
de que estuvo encabezada por un juez, Atanarico. Por su parte, Rogelio Collins
cree que la identidad visigótica surgió de la guerra Gótica (376—382) cuando un
conjunto de tervingios, jurutungos y otros contingentes «bárbaros» formaron un
ejército confederado al este de los Balcanes que no se integró en la sociedad
romana, y que por tanto no podían ser reconocidos únicamente como tervingios. Según
algunos eruditos actuales, el término «visigodo» es una invención del siglo VI.
Casiodoro, que era un romano al servicio del rey Teodorico el Grande, inventó
el término «Visigothi» para
establecer la correspondencia con el de «Ostrogothi»,
así, mientras él pensaba que este último término significaba godos orientales,
se inventó un término para designar a los godos occidentales. El término
«visigodo» fue empleado en el Reino visigodo de España, pues así consta en sus relaciones
diplomáticas con Roma en el siglo VII. Durante el siglo III los godos
efectuaron varias incursiones en el Imperio, destacando las del 251 (sobre
Moesia y Tracia), la campaña del 258—259 (contra la costa del mar Negro,
Propóntide, las islas del Egeo, Éfeso y Atenas) y la del 269 (contra Creta, Chipre
y Tesalónica). Entre los años 270 y 273, el emperador romano Aureliano abandonó
la Dacia, región que se extendía al norte del Danubio (se corresponde
aproximadamente con la actual Rumanía), y los visigodos emprendieron hacia el
300 la ocupación del territorio. Posteriormente fueron reclutados como
mercenarios al servicio de los romanos, para contener a otros invasores.
Los godos eran antepasados de los vikingos |
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