Al
este del lago Genesaret, rebautizado como Tiberíades por Herodes Antipas para
congraciarse con el emperador Tiberio, y también a veces pomposamente llamado
«mar de Galilea», se encuentra una montaña coronada por una especie de giba, de
donde proviene su nombre, dado que gamal significaba en arameo camello. En la
cima de dicha giba hay un pueblo, que antaño fue una aldea muy grande, un
verdadero nido de águilas, cuyo nombre es Gamala. En su juventud, Flavio Josefo
fue «gobernador de Galilea y de Gamala…» (Flavio Josefo, Guerras de los Judíos,
Libro II, 11). La importancia de dicha plaza fuerte viene subrayada por el
hecho de que se la cite aparte. Veamos lo que dice de ella nuestro celebérrimo
autor, con ocasión de la campaña de Vespasiano:
«Después de la toma de Jopata, todos los
galileos que habían escapado a los brazos de los romanos se entregaron a ellos.
Entonces éstos ocuparon todas las plazas, excepto Gischala y el monte Itabyrios
(el Tabor). A los insumisos se añadió también Gamala, ciudad de los Tariqueos,
situada en la parte alta del lago, allá donde finalizaba el reino de Agripa, y
limitaba con Sogoné y Seleucia, y con la zona en la que se encuentra también el
lago de Semechonitis. Tiene sesenta verstas de anchura, y llega hasta el pueblo
llamado Dafne, que es bellísimo, y es donde están las fuentes de las que nace
el río Jordán, bajo el templo de la Vaca de Oro [uno de los Becerros de Oro de
Jeroboam; 1Reyes, 12, 29], antes de llegar al gran Jordán. Agripa, al elegir a
estas plazas y concederles su fe, las había pacificado.
»Pero Gamala no se sometía, confiando en su
solidez, ya que el suelo era rocoso y la ciudad se levantaba sobre un
contrafuerte, como sobre un cuello y dos hombros, lo cual le daba apariencia de
un camello. Pero se la denominó Gamal, ya que las gentes del país no podían
llamarla por su verdadero nombre de Kamil (pronunciación galilea de Gamal),
porque detestaban a dicho animal (en griego kamélos).
»Por sus flancos y de frente había precipicios
sin fondo; por detrás no estaba fortificada, pero los habitantes la habían
reforzado mediante un profundo foso. En cuanto a las viviendas, las habían
construido extremadamente compactas en el interior de la plaza, y habían
perforado pozos en el otro extremo de la ciudad.
»Por muy fuerte que fuera esa plaza, Flavio
Josefo todavía la fortificó más, levantó murallas sólidas, y construyó
conductos subterráneos a fin de que se pudiera circular también bajo tierra».
Pero a pesar de esta situación extraordinaria
para su defensa, Gamala fue tomada por Tito, hijo de Vespasiano, el día 23 del
mes de Hiperberetaios, es decir, el 10 de noviembre de año 67 de nuestra Era,
tres años antes de la caída de Jerusalén. Hubo cuatro mil judíos muertos, y
cinco mil se lanzaron a los precipicios. Sólo escaparon dos mujeres, las hijas
de una hermana de Felipe, que era uno de los generales de Agripa II. Pero este
asalto había costado la vida a once mil legionarios romanos (casi dos legiones
completas) incluidos los auxiliares extranjeros.
Antes había sido tomada ya con Gaulana, Seleucia
y Farega, cuando Aretas, rey de los árabes nabateos, se convirtió en rey de
Coelesiria, marchó contra Judea, venció a Alejandro Janeo, y luego firmó la paz
con él. Entonces, una vez aliados, Alejandro Janeo atacó y se apoderó de esas
cuatro ciudades. Esto tuvo lugar aproximadamente hacia el año 80 a.C.
Así era la ciudad que dio su nombre al verdadero
padre de Jesús, el caudillo judío de la Revolución del Censo, Judas el Galileo
(Hechos, 5, 37), también llamado Judas el Gaulanita, o Judas de Gamala: «Después de él (Teudas) se levantó Judas el
Galileo en los días del censo, y arrastró al pueblo tras de sí. Más él pereció,
y todos cuantos había tenido confianza en él fueron dispersados…» (Hechos, 5,
37).
«En el año 42 del reinado de Augusto, y en el 28
de la sumisión de Egipto y de la muerte de Antonio y Cleopatra , en que acabó
la dominación de los Ptolomeos sobre Egipto, nació nuestro Señor y Salvador
Jesucristo, en el tiempo del primer censo, cuando Quirino gobernaba sobre
Siria…» (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, Libro I, V, 2 y Lucas, 2,
1-5).
«Judas, Gaulanita de una ciudad llamada Gamala,
tomó a su lado al fariseo Sadoq y empujó al pueblo a la rebelión. Decían que el
censo no servía para otra cosa que para conducir directamente a la servidumbre,
e incitaban al pueblo a que defendiera su libertad…» (Flavio Josefo,
Antigüedades de los Judíos, XVIII, 4).
«Entonces un Galileo llamado Judas impulsó a sus
compatriotas a la rebelión, reprochándoles que aceptaran pagar impuestos a los
romanos y que soportaran a unos dueños mortales, que no eran Dios…» (Flavio
Josefo, Guerras de los Judíos, II, 18).
«Había asimismo un tal Judas, hijo de Ezequías,
aquel temible cabecilla de bandoleros a quien antaño Herodes no consiguiera
aprehender sino tras las mayores dificultades. Ese Judas reunió alrededor de
Séforis, en Galilea, una tropa de desesperados y efectuó una incursión en el
palacio real. Se apoderó de todas las armas que encontraron allí, equipó con
ellas a todos cuantos le rodeaban, y se levó todas las riquezas que había
recogido en dicho lugar. Aterrorizaba a todo el contorno a causa de sus
incursiones y sus saqueos, que tenían como meta alcanzar una elevada fortuna e
incluso los honores de la realeza, ya que esperaba elevarse a dicha dignidad,
aunque no mediante la práctica de la virtud, sino precisamente mediante los
excesos de su injusticia…» (Flavio Josefo, Antigüedades de los Judíos, XVII,
10).
Flavio Josefo acababa de precisar con esto que
Judas de Galilea era el hijo de Ezequías, de quien se dice que era el cabecilla
de un «temible grupo de bandoleros». Pues bien, en un capítulo previo, el
propio Josefo nos ofrece curiosas precisiones sobre el fin de Ezequías. Hagamos un pequeño resumen cronológico: En el 46 a.C., Herodes, segundo hijo de
Antípater (Antípatro el Idumeo), era gobernador de Galilea por orden de César. Tras
innumerables persecuciones y combates, sus tropas consiguieron capturar a
Ezequías, que por entonces causaba estragos en Siria, que en aquellos tiempos
era romana. Herodes lo mandó crucificar. Inmediatamente, éste fue citado para que
compareciera ante Hircano, Sumo Pontífice de Israel, quien le reprochó
vehementemente la muerte de Ezequías. Herodes consiguió hacerse absolver, tanto
gracias a una buena defensa como a la sombra enfurecida de Roma, a la que
Hircano no se atrevía a enfrentarse. Y llegados a este punto, se plantea una
cuestión: ¿cómo pudo sentirse indignado el Pontífice de Israel por el hecho de
que Herodes hubiera ajusticiado a un cabecilla de bandoleros? Pues simplemente
porque ese «bandolero», en realidad, era un jefe de estirpe real, un
descendiente de los Macabeos-Asmoneos y porque ese rey en potencia había
recibido previamente la unción, y su bandolerismo era en realidad una guerrilla
organizada que venía combatiendo de forma casi ininterrumpida desde el año 166
a.C. cuando los llamados a sí mismos Consagrados a Dios los hasidim al mando
de Judas Macabeo y sus hermanos libraron una terrible guerra civil contra los
judíos helenizados que contaban con el apoyo del rey grecosirio Antíoco IV
Epífanes que pretendía convertir Jerusalén en una ciudad griega, prohibiendo el
culto a Yahvé, así como todos los ritos judíos, y consagrando el Templo al dios
Zeus.
Dos años después, en el 164 a.C. la guerra civil
ya se había extendido por todo el país, y los Macabeos refundaron el Reino de
Judea (no de Israel) como Estado independiente. Y ése es el «Linaje Sagrado» al
que Jesús Barrabás [Yeshua Bar-Abba] y los suyos pertenecían, el de los
Macabeos-Asmoneos, los hasidim, que en el año 150 a.C. lograron expulsar a los
grecosirios, y a los judíos helenizados de Jerusalén.
En el año 129 a.C. tras la caída del reino
Seléucida de Siria, el reino de Judea adquiere plena autonomía y se hacen con
las riendas del poder los Asmoneos, partidarios de favorecer al clero saduceo,
en detrimento de los fariseos que habían sido los grandes protagonistas de la
revuelta inicial protagonizada por los Macabeos. En el año 110 a.C. el Rey-Sacerdote Juan Hircano
I, conquista Idumea, de población árabe, y Samaria, escindida por dos veces de
Judea, la última en el siglo VI a.C. tras el regreso de los descendientes de
los judíos (no israelitas) deportados a Babilonia en el 587 a.C. por
Nabucodonosor. Israel no existía desde el 722 a.C. tras la conquista asiria.
En el 105 a.C. otro Rey-Sacerdote, Alejandro
Janeo, intenta poner fin al cisma religioso que enfrenta a fariseos y saduceos,
ordenando crucificar a 3.000 de los primeros y beneficiando ampliamente a los
saduceos. Damos un pequeño salto en el tiempo y nos vamos
al momento en que se produce la intervención romana. En el 63 a.C. el general
Cneo Pompeyo derrotó al rey Mitrídates VI del Ponto y como consecuencia de ello
Siria se convirtió en una provincia romana. A continuación, Pompeyo se dirigió a
Judea, para asegurar el área. Una vez allí, se encontró con que el país se
hallaba inmerso en una guerra civil. Aristóbulo que estaba sitiado en Jerusalén
por su hermano Hircano, solicitó la intervención romana, ofreciéndole una
generosa recompensa a Cneo Pompeyo, que aceptó el general romano. Luego
Aristóbulo acusó a los romanos de extorsión, lo que originó que Pompeyo
instalara en el trono a Hircano y desde entonces Judea y Galilea se
convirtieron en protectorados de Roma. Obsérvese que hablamos de dos provincias
distintas: Galilea al norte (Israel) y Judea al sur (antiguo reino de Judá) y
de protectorado no de provincias anexionadas.
Damos otro pequeño salto en el tiempo y nos
vamos hasta el año 47 a.C., Antípatro el Idumeo sucedió a Hircano como rey
(árabe) de Judea, siendo confirmado por Julio César. Al morir Antípatro en el
44 a.C., precisamente el mismo año que Julio César, su hijo, Herodes I el
Grande fue nombrado gobernador por el Senado romano y rey de Judea en el 39
a.C. En el año 31 a.C. Marco Antonio, generalísimo del Imperio oriental, le
confirmó en el cargo, y finalizada la guerra civil romana que le enfrentó con
Octavio, de la que el segundo resultó vencedor, y ya convertido en Augusto,
confirmó a Herodes I el Grande en su trono. A lo largo de sus treinta y cinco
años de reinado, Herodes vivió obsesionado con la idea de que se preparaban
conjuras contra él y asesinó a varios miembros de su familia, especialmente de
la rama judía, la de los Macabeos-Asmoneos con los que había emparentado por
razones de Estado. Tal fue el destino que corrieron los príncipes Aristóbulo y
Alejandro ahogados por su padre en el 6 a.C., o el sumo sacerdote Simón Boetos.
Ese comportamiento de Herodes el Grande,
exterminado sistemáticamente a los Macabeos-Asmoneos, herederos legítimos del
trono de Judea, el Reino que ellos mismos habían refundado un siglo antes, como
era de esperar, disgustó a los supervivientes que no tardaron en rebelarse
contra Herodes acaudillados por Ezequías, padre de Judas de Gamala, y abuelo de
Yeshua Bar-Abba, alias Jesús Barrabás todos ellos Asmoneos (sacerdotes)
antiguos aliados de los Macabeos (reyes). Ni David ni Salomón pintaban nada en
todo este asunto. La referencia a ellos no es más que otra cortina de humo para
distraernos de lo que realmente importaba a Jesús: recuperar su Reino, por otra
parte, de este mundo.
Cuando Herodes murió en el año 4 a.C., Judea fue
dividida entre sus hijos que se convirtieron en tetrarcas. No obstante, repasemos un detalle
referido a Arquelao, tetrarca de Judea, Samaria e Idumea, deportado a la Galia
en el 6 d.C., por orden de Augusto. Arquelao fue tetrarca de Judea, Samaria e
Idumea, tres países distintos: Judea, con población mayoritariamente judía y de
ésa religión, capital en Jerusalén. Samaria, escindida del resto de la nación judía,
por segunda vez en el siglo VI a.C., cuando recibió las oleadas de inmigrantes judíos repatriados y excautivos en Babilonia y que los demás judíos consideraron impuros.
De todas formas la primera escisión, como Israel se había producido en el
siglo X a.C. Idumea, de población árabe helenizada convertida
al judaísmo a la fuerza por los Asmoneos en el siglo II a.C. También había
acogido a muchos judíos griegos durante las guerras civiles de esa época (ss.
II-I a.C.).
Galilea, patria de Judas de Gamala, uno de los
generales de Aristóbulo (padre de Agripa, que nacerá en Belén), quedó bajo
jurisdicción de Antipas, y cuando Augusto ordenó inventariar los bienes del rey
Arquelao –sucesor de Herodes- para embargarlos, y censar a sus súbditos
galileos, éstos se rebelaron contra Roma y contra Antipas. Estos duros galileos del norte son israelitas no judíos. De ahí el escaso éxito que Jesús tiene entre los judíos ortodoxos
del sur. La capital de Israel (II Reino) fue Samaria, no Jerusalén. De ahí
también la particular forma de practicar su judaísmo por parte de Jesús. Ahora
recuérdese que en el seno de la familia de los Macabeos (reyes fariseos) y
Asmoneos (sumos sacerdotes saduceos) ya existían importantes disensiones antes
de la llegada de los Herodianos, los terceros en discordia, árabes idumeos
helenizados y, que habían aceptado su conversión forzosa al judaísmo en el
siglo II a.C. para eludir su exterminio.
Yeshua Bar-Abba [Jesús Barrabás] deberá lidiar
con las tres facciones, a veces aliadas, a veces enfrentadas. De ahí que su
discurso pueda parecer errático, intentando complacer a unos y a otros, para
obtener su apoyo. Es una partida a tres bandas, donde para eliminar a uno los
otros dos deben unir sus fuerzas. Cosa que no se da. En realidad, la
ocupación romana, es un aspecto secundario. Por esa razón, entre otras, Juan el Bautista, no
tiene claro que sea él [Jesús] el líder idóneo y le pregunta "¿…debemos esperar
a otro?" Recuérdese también que Jesús no hace nada por liberarle de su prisión
en Maqueronte, y no nos referimos a un asalto armado de la inexpugnable
fortaleza, hubiesen bastado unas palabras susurradas al oído de Salomé, para
que la princesa intercediese ante su tío-padrastro Antipas para liberar al
santón. Pero existía un inconveniente, y este era que la
relación incestuosa que denunciaba Juan era la que mantenían Jesús y Salomé.
¿Por qué era incestuosa? Intentaremos despejar el enigma más adelante. Aunque
anticipamos al lector que, como ya hemos señalado, una de las claves para
hacerlo está en trasladar la acción que los evangelios, canónicos y apócrifos,
sitúan alrededor del año 30, al año 6 d.C. cuando se produce la destitución de
Arquelao, y del sumo sacerdote Yeshua Ha-Notzri [el de otro pueblo] del que
nos habla el Talmud, y que nosotros sostenemos que no es otro que el Jesús de
Nazaret [o Nazareno] de los evangelios, a su vez el Yeshua «Hijo de Sié»
también mencionado por los talmudistas y, en definitiva, nuestro Yeshua
Bar-Abba o Jesús Barrabás, que había sustituido como sumo sacerdote a Eleazar
[Lázaro] hermano de Arquelao hacia el año 2-3 d.C. por sus encendidas diatribas
denunciando su concubinato con Glafira, viuda de su hermanastro Alejandro,
asesinado en el 7 a.C. Un episodio casi idéntico, aunque con distintos
personajes, y en distinta época, al que se nos describen los evangelios.
Alguien podrá pensar que ésta es una explicación
peregrina. Vayamos a la propia historia clásica: algunos historiadores latinos,
en la época del Bajo Imperio (ss. III-V), confundían, como ya hemos señalado, a
los tres emperadores Flavios porque tenían prácticamente el mismo nombre, y
no se daba en ellos la intención de confundir o despistar, cosa que sí sucede
en los evangelios, que bajo la apariencia de Escrituras Sagradas, han ocultado
el relato de una lucha dinástica entre Asmoneos y Macabeos, enfrentados entre
sí y a los Herodianos por el trono de una Judea feudataria de Roma. Pero no
atribuimos toda la responsabilidad a los escribas cristianos, puesto que esa
ocultación se inició ya en el seno del judaísmo, que prefirió pasar página discretamente y atribuir el origen de todos sus males a los ocupantes romanos.
Eso es, en nuestra opinión, lo que sucedió después de la segunda Revuelta y de
iniciarse la Diáspora a partir del año 135, en tiempos del emperador Adriano.
Todo esto tiende a demostrar que Judas de Gamala
y su padre Ezequías no fueron unos malhechores ordinarios como pretende Flavio
Josefo, sino que existió una situación de guerra sucia constante entre las
diversas facciones del judaísmo, dentro de un contexto generalizado de
resistencia armada contra la dominación romana, que Ezequías fue su precursor,
que más tarde este movimiento estuvo dotado de una doctrina donde se
sincretizaba lo religioso con lo político, y que ese mismo ideario postulaba la
emancipación de Judea del Imperio Romano y la reinstauración de la monarquía
teocrática de los reyes-sacerdotes Macabeos-Asmoneos; que el precursor de ese
movimiento mesiánico fue Judas de Gamala, y que tuvo en Jesús, Yeshua Bar-Abba,
su hijo, a su continuador. Repasemos la enumeración cronológica de los
principales hechos que se desarrollaron en Judea tras la muerte de Ezequías:
En el año 6 d.C., poco después de que Judea, a
la muerte de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, pasase a ser administrada
directamente por Roma, se produce el episodio del Censo, ordenado por Augusto y
ejecutado por Quirino. Judas de Gamala convoca a los judíos a la rebelión, que
será duramente reprimida por los romanos. Estos sucesos son relatados por
Flavio Josefo en su obra Guerras Judea (Libro II, Capítulo 8); y en las Antigüedades
de los Judíos (Libro XVIII). Judas de Gamala es mencionado también por
Gamaliel, miembro del Sanedrín, en un discurso puesto en su boca por el autor
de los Hechos de los Apóstoles (Hechos, 5, 37). Gamaliel lo utiliza como
ejemplo de mesías fallido. No será el último.
Judas de Gamala dirigió un segundo asalto a la
ciudad de Séforis, entonces capital de Galilea, y en esta ocasión custodiada
por soldados romanos. Josefo no menciona la muerte de Judas, pero informa de
que sus hijos, Santiago y Simón, fueron ejecutados por el procurador Tiberio
Alejandro hacia el año 47, varios años después de la afirmación de Gamaliel.
Más adelante examinaremos estos hechos en profundidad. En las Antigüedades de
los Judíos, Josefo afirma también que Judas fundó, junto con el fariseo Sadoq,
el movimiento de los zelotes o «Celosos de la Ley» que él consideraba la cuarta
secta del judaísmo en el siglo I, junto con saduceos, fariseos y esenios.
Josefo culpa a los zelotes de la Gran Revuelta Judía (66-73) y de la destrucción
del Segundo Templo, el que Herodes había reconstruido sobre los cimientos del
que destruyó el rey Nabucodonosor en el 587 a.C. Los zelotes predicaban que sólo Dios
era el verdadero «Rey de Israel», y se negaban a pagar impuestos a los romanos.
Asimismo, en sus Antigüedades de los Judíos,
Flavio Josefo, después de enumerar las distintas sectas de los judíos, nos dice
lo siguiente con respecto a la cuarta, la de los zelotes fundada por Judas de
Gamala: «Pero un tal Judas el Gaulanita, de la ciudad de
Gamala, se acompañó de un fariseo llamado Sadoq, y se precipitó en la sedición.
Pretendían que dicho Censo no traía consigo sino una servidumbre completa, y
apelaban al pueblo a que reivindicara su libertad. Porque, decían, si llegaban
a vencer, sería en beneficio de la fortuna adquirida, y si eran privados del
bien que les quedaba, al menos obtendrían el honor y la gloria de haber
mostrado grandeza de alma. Por otra parte, Dios colaboraba preferentemente en
el éxito de sus proyectos si, ya que aspiraban a metas muy elevadas, no
ahorraban ningún esfuerzo para alcanzarlas…
»De ahí nacieron sediciones y asesinatos
políticos, tanto de conciudadanos, inmolados al furor que levantaba a unos
contra los otros y a la pasión de no ceder ante sus adversarios, como a
enemigos; el hambre empujaba hasta los extremismos más vergonzantes; eran
tomadas y destruidas las ciudades, hasta que por fin aquella revolución entregó
el Templo mismo de Dios al fuego del enemigo. Hasta tal punto el cambio de las
instituciones nacionales y su perturbación influyen para llevar a la perdición
a aquellos a los que alcanzan, ya que Judas de Gamala y Sadoq, al introducir y
al despertar entre nosotros una cuarta secta filosófica, y al rodearse de
numerosos adeptos, llenaron el país de disturbios inmediatos, y plantaron las
raíces de los males que causaron allí estragos más adelante, y todo ello
gracias a esa filosofía desconocida antes de ellos, y de la que quiero hablar
un poco, principalmente porque el favor del que dicha secta gozó entre la
juventud fue lo que causó la ruina del país…
»La cuarta secta filosófica tuvo como autor a
ese Judas el Galileo. Sus sectarios concuerdan en general con la doctrina de
los fariseos, pero sienten un invencible amor por la libertad, ya que juzgan
que Dios es el único Rey y el único Señor. Las más extraordinarias variedades
de muertes, los suplicios de sus familiares y amigos, les dejan indiferentes,
con tal de no tener que designar con el nombre de dueño a ningún hombre. Como
mucha gente ha sido testigo de la inquebrantable firmeza con la que sufren
todos esos males, no digo más sobre ello, pues temo, no que se ponga en duda lo
que he dicho respecto a ellos, sino al contrario, que mis palabras no den una
idea demasiado débil del desprecio con el que aceptan y soportan el dolor. Esa
locura comenzó a imperar en nuestro pueblo bajo el gobierno de Cesio Floro, quien,
a causa del exceso de sus violencias, les decidió a rebelarse contra los
romanos. Éstas son, pues, las sectas filosóficas que existen en el pueblo
judío…» (Flavio Josefo, Antigüedades de los Judíos, XVIII, I).
Este texto de Josefo da pie a varias
observaciones. En primer lugar, es erróneo decir que la secta
fundada por Judas de Gamala empezó a imponerse bajo Cesio Floro, ya que éste
fue procurador de Judea entre los años 64-66 y Judas de Gamala incitó a la
Rebelión del Censo en el año 6 d.C., es decir, sesenta años antes. Hay que
entender que dicho movimiento independentista hebreo, al que Josefo denomina
secta, se desarrolló de forma considerable entre la juventud judía y fue el
desencadenante último de la primera Revuelta (66-73). Pero es evidente que
animó todas las sediciones intermedias, desde el año 6 hasta el 66, en cuya
primera mitad de dicho periodo se desarrolló la labor mesiánica de Jesús, el primer Cristo, y en cuya segunda mitad tuvo un destacadísimo papel
Saulo-Pablo, el segundo Cristo, como llamaba Jesús a su hermano gemelo Tomás en
algunos textos apócrifos. Entiéndase Cristo como sinónimo de Salvador o Mesías,
pero en el sentido mesiánico del término hebreo original: «Gabriel, Héroe de
Dios». Un caudillo guerrero en cualquier caso como acertadamente nos describe
la propia iconografía cristiana a Gabriel: un arcángel revestido con armadura y
empuñando la espada. Además, en la tradición bíblica, Gabriel es a veces
considerado como el «Ángel de la Muerte», un «Mensajero de Dios» o como jefe
de las huestes celestiales, y en esa jerarquía militar, que nada tiene de
piadosa, Yahvé, el Dios veterotestamentario hebreo, es el «Comandante en Jefe»
de esos ejércitos de ángeles, en realidad, soldados espectrales, dispuestos
para el combate, a los que Jesús parece invocar desde la cruz en sus últimos
momentos de vida.
Nada hay de piadoso en la prédica mesiánica,
germen del cristianismo. Tampoco encontraremos la compasión por ningún lado y
nos lo confirma la insensibilidad que demuestran los fanatizados miembros del
movimiento mesiánico ante los sufrimientos de sus propios mártires, podemos
observar que tampoco los evangelios hacen mención alguna del dolor psíquico de
María, su madre, al contemplar a su hijo clavado en la cruz del escarnio. Ella
está allí, sin más, con algunas otras mujeres. De hecho, hay que admitir que
ese integrismo religioso de carácter mesiánico no era ninguna novedad en
Israel. Así, por ejemplo, en el II Libro de los Reyes vemos como Ismael, hijo
de Netanías, y de estirpe real, da muerte, sin inmutarse, a Godolías y a los
judíos amigos de los caldeos: «Pero en el séptimo mes llegó Ismael, hijo de
Netanías, hijo de Elisama, de estirpe real, acompañado de diez hombres.
Hirieron mortalmente a Godolías, así como a los judíos y a los caldeos que se
encontraban con él en Misfá. Entonces todo el pueblo, grandes y pequeños, con
los jefes del ejército, se levantaron y se fueron a Egipto, porque tenían miedo
de los caldeos…» (2Reyes, 25, 26).
Pueden encontrarse más detalles sobre las
atroces actividades del tal Ismael «de estirpe real», en Jeremías (41, 1-18).
Pero el celo de ese hombre, vengador del honor de Israel, aparece de forma
harto sospechosa en el capítulo precedente: «Pero Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes
de las bandas armadas, que se habían dispersado por la región, se presentaron a
Godolías en Misfá y le dijeron: "¿No sabes que Baalís, rey de los hijos de
Ammón, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para quitarte la vida?" Pero
Godolías, hijo de Ajicam, no le creyó». (Jeremías, 40, 13-14).
A Godolías le proponen que tome la iniciativa y
ordene matar a Ismael, pero Godolías se niega, declarando que no existe razón
alguna para que Ismael desee matarle, él no le causado ningún daño. Simplemente
ignoraba, o había olvidado el papel de Baalís, rey de los amonitas. De manera
que, en realidad, nuestro vengador bíblico no era sino un asesino a sueldo, un
sicario.
Además aquí apareen nuevamente dos elementos
fonéticos cananeos característicos y muy reveladores: Baal-Is o Baal-Isa, que
si los invertimos nos dan como resultado Isbaal o Isa-Baal. Ahora recordamos al
lector que Isbaal [Isa], hijo de Saúl [Sié] era uno de los héroes preferidos de
Jesús y que a éste en el Talmud se le llama despectivamente Isbaal. El Jesús o
Yeshua [Isa] hijo de Sié [Saúl]. Luego quien lo escribió conocía bien a Jesús,
y de nada le sirve negar su existencia histórica, al tiempo que deja constancia
escrita de ella, nada menos que en el Talmud.
Ahora, si descomponemos nuevamente el nombre,
vemos que uno de los vocablos Isa coincide con el nombre con el que se conoce
a Jesús en el islam, y que es precisamente, Isa. Si volvemos a recomponer el
nombre como Isa-Baal, vemos que el segundo vocablo alude a Baal, el antiguo
dios cananeo, transformado después en El-Eloï [Él Es El que Es], el dios del
norte (Israel) al que invoca Jesús en la cruz, no al Yahvé judío del sur. El
vocablo El de la primera parte del nombre completo El-Eloï [Él Es El que Es]
es el origen de Alá nombre genérico por el que musulmanes se refieren a Dios.
Luego si Alá es el Dios de Isa, colegimos que El-Eloï también lo era. Así, pues, podemos interpretar que uno de los significados, literales, que ofenderían por
igual a un judío y a un musulmán, sería Isa-Baal o Hijo de Dios. Pero no hay
blasfemia por ninguna parte si, al contrario de lo que sostiene el
cristianismo, no nos referimos a Jesús-Isa como el Hijo Unigénito de Dios, sino
como Hombre, y como todos los hombres, hijo de Dios, en buena ley. Y si
volvemos a combinar los vocablos nos aparecen los nombres de las dos
principales divinidades de la Antigüedad, comunes a todas las culturas
mediterráneas pero, con distintos nombres: Isis (Luna) Baal (Sol), luego Isbaal
también es el nombre sincrético que reúne en uno sólo los dos nombres de Dios,
que sería al mismo tiempo Isis-Isthar-Astarté-Venus y Ra-Baal-Helios-Apolo. Por tanto Atón, el dios solar egipcio del breve culto monoteísta se puede
transformar en Atón-Isis, que con el tiempo derivó en Adonis, la deidad
solar-lunar, masculina y femenina al mismo tiempo, en la que se inspiró Jesús
en Fenicia para establecer la liturgia del nuevo culto mesiánico. Dios siempre ha estado ahí, sólo que con
distintos nombres, lo que sucede con casi todos los personajes de los
evangelios que seguimos repasando.
Si consultamos 2Reyes (9, 1-37), comprobaremos
que Eliseo, para hacer ejecutar a Joram, rey de Israel, y a Ocozías, rey de
Judá, así como a la reina Jezabel, madre de Joram, hará ungir antes por un hijo
de profeta al joven Yehú [o Yeshú], hijo de Josafat, hijo de Nimsi. Luego, parece evidente que existía una
tradición oculta que exigía que todo asesinato o ejecución, se legitimase
siendo perpetrada u ordenada por un hombre de linaje real, investido por la
sacrosanta unción de un profeta inspirado por Dios. Teniendo en cuenta esta
larga tradición con más de mil años de antigüedad cuando tuvo lugar la Rebelión
del Censo, los partidarios de Judas de Gamala y sus sucesores creían ejecutar a
sus adversarios dentro de la legalidad y de su probado derecho a hacerlo.
Basándonos en ese dato, comprendemos mejor (aunque no la compartamos) la orden
que dio Jesús, al salir de Jericó y dirigirse hacia Jerusalén, referente a la
matanza de los rehenes y de los prisioneros: «"Y en cuanto a aquellos enemigos míos que no
quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos aquí y degolladlos en mi
presencia". Y después de decir esto, Jesús se colocó en cabeza de los suyos y
continuó la subida hacia Jerusalén…» (Lucas, 19, 27-28).
Así pues, Gamala, foco de la resistencia galilea
contra los romanos, era la verdadera patria de Jesús Barrabás, hijo de Judas de
Gamala, también conocido como Judas el Galileo, y nieto de Ezequías. Y la
montaña árida y salvaje que, a causa de su silueta, dio nombre a la ciudad que
se agazapa sobre ella como un ave rapaz escrutando la llanura, es, por muy
paradójico que parezca, la montaña donde Jesús pronunció su famoso «sermón».
Y, efectivamente, si estudiamos con atención
todos los pasajes de los evangelios en los que se habla de una montaña
(descartemos aquellos que traten de las montañas, en plural) nos veremos
obligados a constatar que, cada vez, o bien el texto precisa la naturaleza de
dicha montaña, o bien habla de «la montaña», sin más. Así, por ejemplo, cuando
dice «la montaña santa», se refiere a Sión, sobre la cual se asienta la ciudad
de Jerusalén y el antiguo Templo. Si se refiere al monte de los Olivos, lo cita
como «la montaña de los Olivos». Cuando se trata del Tabor o del monte de la
Tentación, habla de una «alta montaña». Pero a veces dice «la montaña», y nada más.
Y hay algunos versículos en los que se puede adivinar que se trata de una
elevación en las orillas del lago Genesaret. Y otros que no dejan lugar a
ningún equívoco, y en esos casos la montaña en cuestión es Gamala. Pero, cómo
puede entenderse, si no, que los discípulos supiesen cuál era el lugar exacto
de la cita, cuando Jesús les decía, por medio de un «ángel» o mensajero: «Id a decir a sus discípulos y a Pedro, que os
precederá a Galilea…» (Marcos, 16, 7). O bien «Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado
de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis…» (Mateo, 28,
7). Es evidente que sin más señas que esa elíptica
indicación, los discípulos sabían cuál era el lugar de la cita: «Los once discípulos se fueron a Galilea, al
monte que Jesús les había indicado…» (Mateo, 28, 16). En cambio, él había dicho simplemente esto: «Id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y
que allí me verán…» (Mateo, 28, 10).
¡No eran necesarias más
indicaciones! Todos sabían a dónde ir.
Toma de Jerusalén por los romanos en el año 70 |
Judas el Galileo, se dice que es el verdadero Jesús de Nasaret, padre biológico de Jesucristo. Según el Dr. Antonio Piñero La Verdadera historia de la pasión - (Pasión de Jesús en 10 tesis) en resumen dice que Jesucristo no existió.por una razón. Los 4 evangelios canónicos fueron escritos después de mucho tiempo de escritas las cartas de Pablo, por lo tanto la historia y/o vida de Jesús depende de Pablo?. Dice también que entre Lactancio y Eusevio de Cesario, crearon todo el nuevo testamento en complicidad con en Emperador Constantino
ResponderEliminartenia sus ideas y el solito escribió las epístolas de Pablo...????. El cristo de Lactancio era el Cristo de Pablo????...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarCorrigiendo el comentario anterior: después de "dice también que entre Lactancio..." parece dar a entender que lo dice Antonio Piñero, y no es verdad. Esto es la tesis de Fernando Conde que la plasma en su libro "Año 303 se inventa el cristianismo". Dos autores, dos pensamientos diametralmente distintos.
ResponderEliminarLos cuatro evangelistas canónicos, no existieron.Son personajes inventados por Lactancio y Eusebio de Cesárea. Todo el nuevo testamento fue tomado de las fuentes egipcias. No hay documentos históricos que respalden el nacimiento de Jesucristo. Los monjes de Sera pis también se inventaron sobre el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús. La arqueología desmiente la historicidad de el Antiguo y Nevo testamento. Autor Alemán Dr. Israel Finkelstein.
ResponderEliminarEn Hechos,5,37 nada se dice de que Judas fuera el verdadero padre de Jesús de Nazaret. O pones otra cita o tu afirmación no se sostiene.
ResponderEliminarEn verdad hay mucha confusión. Esa cita de Hechos no ratifica nada del padre de Jesús. También me confunde en Jesús Barrabás y luego citan a Jesús Nazareno esto me puede indicar que eran dos totalmente diferentes.
ResponderEliminartengo una duda ¿ quien es Anano o Ananeas?
ResponderEliminarEn los libros de historia de Josefo el nombre aparece en varios personajes como Yoshua el hijo de Anano , o el Sacerdote Yoshua que fue muerto por su hermano Iohannan (Juan) por el sacerdocio del templo. Estos libros pasaron al latín y aparecen como Jesús hijo de Anano
ResponderEliminarTodo lo que sea relacionar el personaje literario de Jesús con Judas de Gamala y su familia es correcto, así como establecer lazos con otros visionarios menores, como el profeta egipcio, ya que cuando se idea un héroe ficticio se tienen en cuenta los acontecimientos que tienen lugar en el pasado próximo, además de que se continúan con las motivaciones de la época: lideres mesiánicos, oposición al poder establecido y religiosidad extrema. La pena de la crucifixión está muy unida a la familia de Judas el Galileo o de Gamala, aunque han sustraído páginas de Josefo que la hayan podido describir. Jesús es, pues, una amalgama de revolucionarios de la época, en la que también confluyen héroes literarios como Héctor de la Ilíada y Ulises con su grupo de marineros apóstoles. Héctor, con su muerte vejatoria propia de un mártir y relato pormenorizado de sus exequias, presenta hasta de manera iconográfica similitudes con Jesús. Y no olvidemos el catafalco de Julio César, exhibido ante el público, como se exhibe la cruz más tarde en el cristianismo ya formado.
ResponderEliminarJesús no existió. Es un hecho.