Los godos eran antepasados de los vikingos y procedían
de la región de Gotlandia, al sur de la península de Escandinavia, en la actual
Suecia. La primera referencia histórica a los godos la hizo el historiador
romano Tácito en el año 98 en su obra Germania. En el siglo II los godos
avanzaron hacia el sur del Continente en pequeños grupos, siguiendo el curso
del río Vístula para luego penetrar por las llanuras danubianas hasta la orilla
septentrional del mar Negro, en las tierras que hoy forman parte de Rumanía,
Moldavia y Ucrania, llamando a los territorios colonizados Reidgotaland (Nueva
Gotlandia). En su larga migración, que se
prolongaría por espacio de varios siglos, los godos dejaron tras de sí a
numerosos pueblos afines que a su vez evolucionaron de forma independiente: los
esciros y los gépidos en las riberas del Vístula, los hérulos y los rúgenos en
Pomerania, los burgundios en la cuenca alta del Elba y los vándalos en la
desembocadura del mismo río. Los godos poseían una fuerte organización política
y una estricta jerarquía militar que les permitió adquirir la capacidad bélica
necesaria para penetrar en las tierras orientales del Imperio Romano liderando
a otras tribus germánicas y eslavas. Así fue como los godos invadieron y
ocuparon la provincia de Dacia, a pesar de haber sido derrotados en el 214 por
el emperador Caracalla. Cuando los godos entraron en contacto con el Imperio se
inició su proceso de romanización, y en seguida fueron reclutados por las
legiones para combatir a su lado en las guerras que los romanos sostenían con
los reyes sasánidas que amenazaban la frontera oriental del Imperio.
A lo largo del siglo III,
coincidiendo con el inicio del declive del poderío militar del Imperio Romano,
la presión de los godos y otros pueblos bárbaros se hizo más patente y hostil
en el limes occidental. En el año 251, encabezados por el rey Chiva, los godos
vencieron y dieron muerte al emperador Decio en la batalla de Abrito.
Previamente, los godos habían atacado Filipópolis que cayó en sus manos, tras
lo cual saquearon la ciudad y trataron a sus habitantes con suma crueldad. El
gobernador de Tracia, Prisco (hermano de Filipo, el anterior emperador), se
proclamó augusto bajo la protección de los godos en oposición a Decio, pero el
desafío de Prisco resultó irrelevante porque fue asesinado poco tiempo después.
Agotados por el prolongado
asedio de Filipópolis, los godos se ofrecieron a abandonar la ciudad sin
cautivos ni botín de guerra. Decio, que había conseguido completar el cerco y
confiaba en cortar la retirada a los godos, se negó a aceptar sus condiciones
para abandonar la plaza sitiada, obligándoles a presentar batalla. Los godos
lucharon con el valor de la desesperación bajo las órdenes de Chiva. La batalla
tuvo lugar en la segunda semana de junio de 251 en el cenagoso terreno de la
región de Ludogorie (en la zona de Bulgaria nororiental que confluye con la
meseta de Dobruja y la llanura danubiana al norte) cerca del pequeño
asentamiento de Abrito o Forum Terebronii (moderno Razgrad). Jordanes narra que
el hijo de Decio, Herenio Etrusco, fue muerto por una flecha al inicio de la
batalla, y que para animar a sus soldados Decio exclamó «Que nadie llore; la
muerte de un soldado no es una gran pérdida para la República». A pesar de
ello, el ejército romano se empantanó en las ciénagas y fue aniquilado por los
godos. El mismo Decio perdió la vida en esta decisiva batalla.
Según una tradición literaria
tardía, Decio fue traicionado por Treboniano Galo, que estaba implicado en una
alianza secreta con los godos, pero esto no puede sostenerse y fue con toda
probabilidad una invención posterior puesto que Galo se sintió obligado a
adoptar al hijo menor de Decio, Gayo Valente Hostiliano, como coemperador,
aunque el segundo hijo de Decio era demasiado joven para gobernar, y resulta
improbable que las diezmadas legiones proclamaran emperador al que era
responsable de la muerte de tantos compañeros de armas. Decio fue el primer
emperador romano que murió combatiendo a un ejército enemigo.
A continuación, el grueso de
las tropas godas invadió los Balcanes para dirigirse a Bizancio, y otra parte
del ejército se dirigió al oeste para ocupar Panonia y desde allí preparar la
invasión de Italia. Tras la batalla de Abrito los godos se convirtieron en una
potencia militar emergente y los emperadores Claudio II el Gótico y Aureliano
los combatieron con denuedo para proteger las provincias orientales. Cuando los
romanos abandonaron Dacia hacia el año 270, los godos emprendieron la inmediata
ocupación del territorio, y en esa época está documentada por primera vez la
división de los godos en dos familias o grupos étnicos. Los tervingios aparecen
establecidos al oeste del Dniéster y los jurutungos al este. También suelen
emplearse los términos visigodo y ostrogodo para referirse a los dos grandes
grupos escindidos: occidental y oriental respectivamente. Más adelante estos
dos grupos evolucionaron de forma autóctona. Los visigodos se convirtieron al
cristianismo arriano por obra del obispo Ulfilas, que tradujo la Biblia a su lengua.
A principios del siglo VI los visigodos fundaron un reino en Hispania con
capital en Toledo, pero no aceptaron el catolicismo hasta que en el año 589 el
rey Recaredo convocó el III Concilio de Toledo en el que, junto con varios
nobles y dignatarios eclesiásticos abjuraron del arrianismo, con lo que se dio
un importante paso hacia la unificación religiosa entre visigodos e
hispanorromanos.
Las guerras entabladas por los
emperadores romanos con los caudillos godos a lo largo de casi un siglo
devastaron la región de los Balcanes y los territorios del norte de Grecia.
Otras tribus se unieron a los godos, y bajo el rey Hermanarico establecieron
hacia el año 350 un gran reino que se extendía desde el mar Báltico hasta el
mar Negro, teniendo como súbditos a germanos, eslavos, ugrofineses e iranios. En 370 los hunos arrasaron el
vasto reino jurutungo del rey Hermanarico, y los godos tervingios cruzaron el
Danubio y entraron como refugiados en el Imperio. En el año 378 los godos
derrotaron y dieron muerte en la batalla de Adrianópolis al emperador romano
Valente. Fue, posiblemente, el mayor descalabro militar romano en Occidente
desde la derrota de las legiones de Decio en Abrito en el 251. En el año 395, coincidiendo
con la muerte del emperador Teodosio y con la definitiva división del Imperio
en dos mitades, las fuerzas visigodas dirigidas por Alarico emprendieron una
devastadora expedición a la península Itálica que culminó con el saqueo de Roma
en el año 410. Honorio, emperador de Occidente, concedió a los visigodos la
región de Aquitania, al sur de la Galia, desde donde los visigodos penetraron
en Hispania como aliados de Roma para expulsar a los vándalos que se habían
hecho fuertes al sur de la Península. A mediados del siglo V los
visigodos crearon un reino transpirenaico que abarcaba desde el Loira hasta el
Ebro, y a partir de la caída del Imperio de Occidente en 476, entraron en
conflicto en la Galia con los francos sicambros.
Clodoveo I, rey de los
francos, trataba de construir un poder político unificado extendiéndose, a
imitación de los romanos, por el norte y este de la Galia. Para lograrlo,
primeramente venció al patricio galorromano Siagrio en Soissons, que había
establecido su reino entre el Sena y el Loira, reuniendo estos territorios bajo
su cetro. Continuó la expansión hacia el norte, venciendo a los alamanes en la
batalla de Tolbiac. Pero una de las claves de su
éxito fue su conversión al cristianismo católico, promesa que había hecho a su
esposa Clotilde si Dios le concedía la victoria en Tolbiac. De esta manera,
Clodoveo se aseguraba el respaldo de la aristocracia galorromana y de las
poblaciones católicas dispersas por su reino. Esto le daba ventaja frente a
otros pueblos germánicos, de confesión arriana, que mantenían tensas relaciones
con los romanos en sus respectivos territorios. En el año 500, Clodoveo atacó a
los burgundios, anexionándose Dijon. Clodoveo, una vez conquistados los
territorios del este y el norte, sintió que la única traba a su dominio total
de la Galia era el reino visigodo de Tolosa, que controlaba todo el sur, y
contaba con el apoyo de los ostrogodos de Italia, al haberse casado el rey
visigodo Alarico II con una hija de su cuñado el rey ostrogodo Teodorico el
Grande, llamada Teodegonda. Rápidamente surgieron
tensiones militares entre ambos reinos, que Alarico trató de aliviar,
consciente de la solidez del reino franco, reuniéndose con Clodoveo en Amboise,
una isla neutral en el Loira. Allí, con la mediación de Teodorico, se pactó el
establecimiento del río Loira como frontera entre ambos reinos. Para apaciguar
a Clodoveo, Alarico le entregó a Siagrio, que se había refugiado en Tolosa
después de su derrota en Soissons. El rey franco mandó decapitarlo. Alarico
aprovechó la tregua para reforzar sus relaciones con la población nativa e
integrarla en la vida del Estado. Para contentar a la población católica, sin
desligarse de los arrianos, Alarico frenó la persecución contra los católicos
impulsada por su padre, Eurico. Sin embargo, esta medida llegó demasiado tarde
y no logró hacer olvidar los anteriores asesinatos de los obispos de Tours y
Bearn.
Otro factor a favor de
Clodoveo fue la mejor preparación de su ejército, curtido en las campañas
contra Siagrio, los alamanes y los burgundios, mientras que las tareas
militares de los visigodos se habían limitado a sofocar revueltas campesinas y
a arrinconar a los suevos en Galicia y el norte de Lusitania, donde habían
fundado un reino independiente. En la primavera del año 507,
el ejército franco cruzó el río Loira en dirección a Poitiers, bajo el mando de
Clodoveo I y de su hijo mayor Teodorico. El ejército visigodo marchó por el
norte para cortarles el paso con la esperanza de que los refuerzos ostrogodos
llegaran a tiempo. La batalla tuvo lugar en la llanura de Vouillé, a unos 15 km
de Poitiers. Clodoveo se presentó con 40 000 hombres, 10 000 de ellos buenos
jinetes. El ejército visigodo contaba con un número algo superior de soldados,
pero poco entrenados. Se inició una terrible lucha cuerpo a cuerpo hasta que
las tropas francas mataron al rey visigodo Alarico II. Tal como pasó en la
batalla de Tolbiac contra los alamanes, la muerte del rey dictó la desbandada
de los visigodos, que acabaron masacrados por los francos. Sólo la intervención
in extremis de sus hermanos ostrogodos permitió que los visigodos pudieran huir
hacia Hispania. Los medios técnicos de ambos
ejércitos eran muy similares. Como armas ofensivas, usaban espadas de tres
longitudes diferentes (45, 80 ó 90 cm) y lanzas que, imitando las tácticas
romanas, podían arrojarse contra el enemigo durante la carga. Ambos contaban
con arcos y flechas, pero los francos disponían de sus famosas «franciscas»,
hachas de doble filo que se usaban tanto a pie como a modo de arma arrojadiza.
En cuanto a las armas defensivas, utilizaban los escudos de madera y cuero con
una pieza metálica puntiaguda en el centro, además de yelmos y corazas.
Esta victoria abrió a Clodoveo
I el camino hacia el sur; conquistó Toulouse, hasta entonces capital de los
visigodos, Aquitania, Gascuña y Limousin. No obstante, los visigodos
conservaron en la Galia el enclave de Septimania. A más largo plazo, la derrota
visigoda en Vouillé también condicionó el establecimiento definitivo de los
Pirineos como frontera entre la Galia y la Hispania visigoda. Tras su derrota
en la batalla de Vouillé (507) los visigodos se replegaron a España y
refundaron su reino estableciendo su capital en Toledo. El reino
hispanovisigodo logró unificar Hispania expulsando a los vándalos de Andalucía
y anexionándose el reino suevo del noroeste, y sobrevivió hasta la invasión
musulmana del año 711. Por su parte, los ostrogodos
de Teodomiro se sacudieron el yugo huno tras la batalla de Nedao en 454. A
petición de Zenón, emperador de Oriente, Teodorico el Grande reconquistó Italia
a partir de 488. El reino ostrogodo de Italia perduró hasta 553, cuando la
Península quedó bajo control del Imperio de Oriente hasta la invasión de los
lombardos en el 568.
Con el hundimiento de sus
reinos en Italia (553) y España (711), los godos desaparecieron de la historia
después de haber asimilado casi totalmente la civilización romana. La etnia que
durante más tiempo se resistió a su extinción fue la de los godos de Crimea,
que perdieron su independencia en el año 1475 frente a los turcos otomanos, en
tanto que su lengua perduró hasta el siglo XVIII. Con su establecimiento en la
provincia romana de Dacia en el siglo III, se produjo un profundo cambio en la
estructura económica y social de los godos. En principio se trataba de un
pueblo seminómada donde todos los hombres eran libres y tenían los mismos
derechos y deberes ante sus caudillos, siendo todos soldados, para luego pasar
a ser una sociedad dedicada a la actividad agrícola y en menor escala ganadera.
Nace así una fuerza de campesinos libres que no deben guerrear y otra casta que
estaba conformada por soldados profesionales que se entregaban de lleno a la
instrucción militar. En esa época surge también una
aristocracia que se dedica a acumular grandes riquezas obtenidas
mayoritariamente del pillaje, primero, y del comercio con el Imperio Romano,
posteriormente. Este cambio social y económico de convertirse en una nación
agrícola, supone que las aspiraciones militares de los godos sean la conquista
de tierras fértiles donde poder asentarse y desarrollar la actividad económica
mayoritaria. En todo el territorio conquistado por los godos se da este
fenómeno, pero se muestra una acentuación en comarcas ocupadas por los
visigodos, pues limitaban con el Imperio, por un lado, y con los ostrogodos,
por el otro, mientras que estos últimos poseían la retaguardia desprotegida
ante el empuje de los belicosos hunos. Cabe destacar que los godos
absorbieron con facilidad innovaciones tecnológicas, como el estribo, el arco,
la equitación y nuevas tácticas militares basadas principalmente en la
caballería armada con arco y flecha, táctica militar característica de los
persas. Con estos avances y la riqueza obtenida del comercio con los romanos,
los godos se convirtieron en una gran potencia que se situó por encima de otros
pueblos nórdicos y germánicos. Este desarrollo económico (y también el
desarrollo militar) produjo preocupación en Roma, por lo que el emperador
Aureliano se decidió a proclamar el edicto Deus et dominus natus, reconociendo
así a la nación goda asentada en Dacia, en el año 270. De esta forma, los
romanos reconocían a los godos como una nación amiga y vecina, a pesar de que
las incursiones al otro lado del Danubio proseguían sin importar lo que se
estipulara en los tratados. Con el edicto Deus et dominus natus se intentó
pacificar a los godos, haciéndoles creer que eran huéspedes gratos y necesarios
para el Imperio Romano.
Lengua: el idioma gótico es
una lengua germánica extinta que, con la lengua de los burgundios, vándalos,
hérulos y rutenos, constituía el grupo germánico oriental. Aún en nuestros
días, el ruteno es una variedad o dialecto del idioma ucraniano que se habla en
Galitzia y Bukovina. También existe una Iglesia ortodoxa rutena que sí acepta
la autoridad del Papa. Sin embargo, el gótico es una de las lenguas germánicas
más tempranamente documentada. Se han encontrado escritos de leyendas populares
de la Edad Media e, incluso, algunos estudiosos encontraron evidencia de que se
habló hasta el siglo XVI, cuando se extinguió con la desaparición del gótico de
Crimea tras la invasión otomana. Del gótico clásico sólo se
conocen algunos fragmentos que se conservan en la Biblia traducida a esa lengua
por Ulfilas, que evangelizó a los godos y los convirtió al cristianismo
arriano. Éstos, asentados al principio al norte del Danubio, fueron conducidos
por el mencionado obispo en el año 348 al otro lado del río, cerca de
Nicópolis, para que pudiesen escapar de las persecuciones anticristianas
decretadas por el rey Atanarico. La obra de Ulfilas fue de gran
importancia. El obispo no solo era un gran conocedor de su lengua vernácula,
sino también del latín y el griego. Se vio en la necesidad de trasladar los
conceptos, los hechos culturales y los objetos de la civilización grecorromana
a una lengua alejada y a una civilización muy ajena a todo ello, debido a las
características culturales propias del pueblo que la hablaba y carente también,
si se exceptúan las inscripciones rúnicas, de cualquier tradición literaria.
Por lo tanto, Ulfilas tuvo que crear un alfabeto proveniente del griego, pero
con rasgos latinos y rúnicos, y solucionar a continuación los complicados
problemas relacionados con la semántica. Aún con la limitación de tratarse de
una lengua de una sola persona y resultado de una traducción, es la primera
lengua germánica documentada. Además la lengua gótica posee ciertos trazos de
conservación –ausente o en vías de desaparición en otras lenguas germánicas–
que colocan a este idioma histórico bastante cerca de aquella abstracción
científica que constituye el germánico común.
Si bien es cierto que los
godos desaparecieron de la historia a principios del siglo VIII, sus
descendientes nórdicos, los vikingos entraron en ella por la puerta grande
saqueando el monasterio de Lindisfarne en Britania el 8 de junio del año 793,
fecha considerada como el inicio de la Era vikinga, el periodo histórico en
Escandinavia y su área de influencia en Europa, tras la Edad de Hierro
germánica, situado entre los años 789 y 1100, y durante el cual los vikingos
–guerreros, navegantes y comerciantes– exploraron, atacaron y saquearon la
mayor parte del Continente, además de Britania e Irlanda, el sudoeste de Asia,
España y el norte de África y Sicilia, así como Islandia y Norteamérica en su
parte más septentrional. Durante cuatro siglos y medio el
territorio entre Hispania y Tracia y desde York a Viena, se cubrió de pujantes
ciudades fortificadas donde floreció el comercio. En muchos lugares se han
conservado restos grandiosos. Son buenos ejemplos los acueductos de Pont du
Gard en Provenza y de Segovia en España, los anfiteatros de Nimes y Arlés, el
teatro y el arco del Triunfo de Orange o la sala de audiencias del palacio de
Tréveris. Los emperadores romanos
ostentaban entre sus muchos títulos el de «Imperator mundi». Es cierto que no
dominaron todo el mundo ya conocido, pero sí una vasta extensión de éste. La
tarea de dar cohesión política a más de un centenar de provincias de lo más
variopinto, no fue tarea sencilla. En la época del Imperio existía en Roma un
complejo aparato administrativo y burocrático que funcionaba como un engranaje
casi perfecto: ágilmente y sin fricciones. Incluso en tiempos del Bajo Imperio
(ss. III–V) esa inmensa estructura burocrática —creada por César y sabiamente
reformada por Trajano y Diocleciano mucho más tarde— seguía funcionando con un
grado de eficiencia envidiable, y que no fue superado en Europa en muchos
siglos. No obstante, al igual que en cualquier régimen despótico, desempeñaba
un papel muy influyente el círculo íntimo en torno al emperador: sus parientes
que querían participar en el ejercicio del poder y los prefectos del Pretorio
—los pretorianos constituían la guardia de corps del emperador—, que tantas
veces se deshicieron mediante el asesinato de emperadores odiosos o incómodos
como Calígula, Domiciano, Caracalla o Heliogábalo. Primero se sucedió el principado
por vía hereditaria con la familia o «gens» Julio-claudiana (27 a.C. al 68
d.C.) y después con la Flavia (69–96 d.C.). Posteriormente el principio
dinástico fue postergado por el adoptivo: cada emperador elegía a su sucesor
entre los hombres más capaces de su entorno, nombrándolo hijo adoptivo. En
realidad, fue lo que hizo César con Octaviano, su sobrino. A este sistema debe
Roma algunos de sus mejores emperadores como Nerva, Trajano, Adriano, Antonino
Pío, el emperador que promulgó la «Pax Romana» y Marco Aurelio, el
«emperador-filósofo».
Cómodo, hijo y sucesor de
Marco Aurelio (†180 d.C.) cayó como antes que él Calígula, Nerón o Domiciano,
en el «delirio imperial», y presa de una altivez patológica se cree Hércules
reencarnado. En el año 212 d.C. Caracalla concede a todos los habitantes del
Imperio la ciudadanía romana de segunda clase. Desde entonces hay en todo el
Imperio unas mismas monedas, medidas, pesos y también un mismo código de leyes.
Algo que ni siquiera ha logrado la Unión Europea en nuestros días. Al ir
volviéndose los sucesores de Caracalla más excéntricos y alejados del pueblo,
los soldados que en número de 75 legiones (900.000 hombres aprox.) guardaban
los «limes» o fronteras, perdieron la disciplina. Proclamaban emperadores
levantándolos sobre el pavés a la manera de los galos y germanos. Fue la época
de los «emperadores-soldados». A uno de ellos, Filipo el Árabe, le toca en el
año 247 organizar la celebración del milenario de la legendaria fundación de
Roma (753 a.C.). La empresa imperial desborda
cada vez más la capacidad de un solo hombre, pero los emperadores se muestran
reacios a ceder poder al Senado por temor a ser derrocados. Con Diocleciano
llega la tetrarquía y los emperadores nombraron coemperadores. Será el sistema
que prevalezca a lo largo de todo el siglo IV y culminará con la definitiva
división del Imperio en dos mitades. Tras su desaparición en el año 476, varios
fueron los intentos de restauración del viejo Imperio Romano. Destacan el de
Justiniano, emperador de Oriente en la primera mitad del siglo VI; el del rey
franco Carlomagno, así como la tentativa del propio Sacro Imperio Romano
Germánico en el siglo X, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los
territorios del Mediterráneo como lo lograra Roma.
Hola
ResponderEliminarEncontré tu blog en un ciber, lo consideré interesante, y al llegar a casa y poner "el desvan de la história" en google, no apareció nada. Me supo mal, al final poniendo el desván de la história sargón te encontré de nuevo, creo qu debe ser por las etiquetas que tienes registradas o algo así. Bueno, sabe mal que la gente note encuentre.
Saludos
Gracias por leerme y dejar tus comentarios. Búscalo como elguadianentreelbenzeno, era el nombre antiguo del blog. De todas formas Google no hace mucho por promocionar este tipo de blogs, prefiere las nimiedades y las fruslerías porque las lee más gente. Saludos.
EliminarMuy interesante el resumen histórico de lo mejor que he encontrado.
ResponderEliminarOye mi apellido es gomez y en internet dice que el apellido trata sobre los visigodos, eso significa que a dia de hoy hay dos ramas, la primera que fueron lo de los vikingos otros que migraron a españa y esos españoles fueron a latinoamerica, y aqui estoy yo, un decendiente de esos maravillosos hombres antepasados
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