Desarrollada a
lo largo del primer milenio antes de nuestra Era, la cultura griega o
helenística constituye la base de la civilización europea. En lugar de las
culturas teocráticas y simbólicas del Próximo Oriente cimentadas en la magia y la superchería,
los antiguos griegos instituyeron el principio de la consideración racional del
hombre y la naturaleza. Los griegos se distinguieron en las letras y en todas
las ramas del saber. Dramaturgos y poetas, historiadores y geógrafos,
matemáticos y filósofos, forman una verdadera pléyade de intelectuales. Su considerable obra
ocupa los más brillantes capítulos en el estudio de cada una de las citadas
materias: Historia de la Literatura, Historia del Pensamiento, Historia de las
Ciencias. Autores trágicos como Esquilo, Sófocles y Eurípides; poetas como el
inmortal Homero, Hesíodo y Píndaro; historiadores como Heródoto y geógrafos
como Ptolomeo; filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles; científicos como
Pitágoras y Arquímedes, han iluminado y continúan alumbrando el mundo con los
vivos destellos de su genio.
Las grandes normas de la cultura helenística fueron, en el aspecto
estético, la sublimación de la belleza como abstracción suprema del mundo
sensible, y el respeto a la libertad del individuo y a la búsqueda de la verdad
en la esfera del pensamiento. Gracias a estos incentivos, los progresos
artísticos, científicos y filosóficos fueron enormes, hasta el punto de que la
civilización occidental jamás se ha desprendido de ellos.
Por otra parte, la cultura griega fue una cultura urbana, creada por ciudadanos
libres y en beneficio de todos ellos, y no solo de los reyes o de la casta
sacerdotal dominante como sucedía en las culturas del Próximo Oriente.
La historia de la antigua Grecia se divide en varias etapas. La Época
Clásica es el periodo de la historia de Grecia comprendido entre la revuelta de
Jonia —año 499 a.C., cuando termina la Época Arcaica— y el reinado de Alejandro
Magno —años 336 a.C. al 323 a.C., cuando comienza la Época Helenística—, o de
un modo más genérico, los siglos V y IV antes de Cristo. Se trata de una época
histórica en la que el poder de las polis o ciudades-estado griegas y las
manifestaciones culturales que se desarrollaron en ellas alcanzaron su apogeo.
El fin del helenismo
A finales del siglo III a.C., la Magna Grecia —nombre dado en la
Antigüedad al territorio ocupado por los griegos al sur de la península Itálica
y Sicilia— cayó bajo la dominación romana tras un siglo de enfrentamientos, ya
fueran contra Pirro de Epiro, o en el ámbito de las Guerras Púnicas. Pero fue a
principios del siglo II a.C. cuando Roma intervino realmente en Oriente. En
principio se enfrentó militarmente a los antigónidas, concretamente a Antíoco
III Megas, el más importante de los soberanos helenísticos antes de Mitrídates
y la célebre Cleopatra VII. La derrota de Antíoco fue decisiva en la pérdida de influencia
política de los seléucidas en Asia Central, en Persia y, por último, en
Mesopotamia. Antíoco III fue el último rey seléucida que todavía poseía los
medios para dirigir una expedición hasta los confines de la India. Durante el
reinado de su hijo, los seléucidas no consiguieron dominar la insurrección de
los Macabeos o Asmoneos en Palestina, que consiguieron refundar un estado
teocrático judío independiente. La irrupción de los partos aceleró la descomposición
política y, a principios del siglo I a.C., los soberanos seléucidas ya solo
reinaron en Siria.
Después de su victoria sobre los seléucidas, Roma promovió un lento y
complejo proceso de desgaste sobre los reinos helenísticos, con la complicidad
de varias ciudades griegas y del reino de Pérgamo, asegurándose tras dos siglos
el completo dominio del Mediterráneo oriental.
No obstante, la penetración romana en el Oriente helenístico no se
produjo sin resistencia, y los romanos precisaron no menos de tres guerras para
doblegar al rey del Ponto, Mitrídates VI, en el siglo I a.C. El general Cneo
Pompeyo Magno suprimió en el 63 a.C. el debilitado reino seléucida, reducido al
territorio de Siria, reorganizando el Oriente según el orden romano. El mundo
helenístico se convirtió desde entonces en el campo de batalla en las guerras
civiles romanas donde se definieron las ambiciones de los diversos generales de
la República, como sucedió en Farsalia y Filipos.
La Época Helenística finaliza con la derrota de Antonio y Cleopatra en
la batalla naval de Accio en el año 31 a.C. ante la escuadra de Octaviano,
futuro César Augusto. Cleopatra VII Filopátor fue la última reina del llamado
Período Helenístico de Egipto y de la dinastía Ptolemaica, también llamada
Lágida, fundada por Ptolomeo I Sóter, un general (diadoco) de Alejandro Magno.
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