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lunes, 9 de abril de 2018

El enigma de la Sábana Santa


La vida, pasión y muerte de Jesús es tan conmovedora que, a lo largo de casi dos mil años, ha despertado los más profundos sentimientos, emociones y, también, discusiones. Por ello, tal vez, la Sábana Santa no ha escapado a la polémica y, desde su aparición documentada, en la Edad Media, ha suscitado controversias de todo tipo. Sobre este lienzo, que se supone envolvió a Jesús en su lecho de muerte después de ser bajado de la cruz, se han hecho cientos de estudios para demostrar o refutar su autenticidad, y a día de hoy todavía no se ha podido determinar con certeza (o, al menos, con una certeza que convenza a todos) si, efectivamente, esa tela estuvo en contacto con el cuerpo de Jesús. Lo que cuenta la tradición es bien sabido por cualquier persona que haya leído los pasajes de los evangelios en los que se narra la pasión y muerte de Jesús. Según las escrituras, Jesús sufrió una serie de tormentos después de ser condenado a muerte por proclamarse rey de los judíos, hasta que finalmente fue crucificado. Después de su muerte, José de Arimatea y Nicodemo le descolgaron del madero, lo envolvieron en una sábana de lino y lo llevaron a una sepultura nueva excavada en la roca.
A partir de ese momento, hasta nuestros días, el periplo de la sábana que sirvió de mortaja, ha sido un misterio. Los evangelios nos cuentan que, al tercer día de permanecer en el sepulcro, Jesús resucitó, y durante cuarenta días predicó entre sus seguidores y discípulos más allegados, para finalmente ascender a los cielos. La sábana, tal como cuentan los evangelistas, fue abandonada en la tumba. Uno de los argumentos a favor de la sábana es que este tratamiento de los cuerpos, era una práctica común entre los judíos en la época denominada del segundo Templo (30 a.C. al 70 d.C.), en la que vivió Jesús. Lo normal era colocarlos en un osario (que solía estar excavado en la piedra), tratar el cuerpo con aceites y cubrirlo con lienzos. Por ello es plausible que la sábana que envolvió el cuerpo de Jesús haya existido realmente, y que se la colocasen José de Arimatea o las mujeres que lavaron su cuerpo al bajarlo de la cruz. Pero de lo que ocurrió después con la sábana no hay muchas noticias. Ni en los evangelios ni en las fuentes históricas se menciona nada acerca de que una figura hubiera quedado impresionada en el lienzo. Nada se dice, tampoco, de su destino. Los evangelios sinópticos de Marcos, Mateo y Lucas coinciden en que el cuerpo de Jesús había sido cubierto con una sábana, mientras que Juan menciona unos lienzos o vendas. Sea como fuere, durante siglos se perdió la pista de la tela, o las telas, que envolvieron el cuerpo. Y ello no ha hecho más que alimentar las sospechas acerca de la posibilidad de que la Sábana que hoy se conserva en Turín sea realmente la que se utilizó en el Calvario.
La historia de la Sábana Santa incluye saqueos, robos, ventas fraudulentas, y la actuación truculenta de miembros de la nobleza y de la Iglesia poco escrupulosos. Por eso, esta historia, tan interesante como intrigante, contiene una gran cantidad de puntos oscuros, momentos de la historia en que se pierde su rastro, y otros en que reaparece como por arte de magia en los lugares más insospechados, y en posesión de personajes de dudosa reputación. De hecho, en este punto, debemos decir que la Sábana Santa que actualmente conocemos como tal, sólo hay un registro documentado a partir de 1357 pues, especialmente durante las Cruzadas, se pierde la pista de lo que, hasta ese momento, se consideraba como la sábana que había envuelto a Jesús. Y la reaparición del lienzo no se produjo, precisamente, con grandes honores. «El deán de cierta iglesia colegiata, a saber, la de Lirey, falsariamente, consumido por la pasión de la avaricia, animado no por algún motivo de devoción sino de lucro, se procuró para su iglesia cierto lienzo hábilmente pintado, en el cual, por una diestra ilusión, estaba representada la doble imagen de un hombre, es decir, de frente y de espaldas, y el deán declara y pretende arteramente que es el verdadero sudario en el que Nuestro Salvador Jesucristo fue envuelto al ser depositado en el lecho de la tumba, y en el cual quedó impreso el retrato del Salvador con las llegas que tenía». En estos términos se dirigía en 1389 Pierre d’Arcis, obispo de Troyes, a Clemente VII, papa de Aviñón.
D’Arcis añadía en su misiva que su antecesor en el cargo, Henri de Poitiers, había descubierto «el fraude y cómo dicho lienzo había sido astutamente pintado, ya de esa verdad testimonió el artista que lo había pintado, o sea, que era una obra debida a la mano y al talento del hombre y en absoluto milagrosamente lograda u otorgada por gracia divina». A pesar de semejante declaración, el papa Clemente VII silenció las palabras del obispo. Algunos señalan una razón posible: el padrastro del hijo del propietario original de la sábana, Godofredo de Charnay, era primo del pontífice. A partir de ese momento, más allá de que la decisión del papa haya sido por convicción o por conveniencia, lo cierto es que la autenticidad de la Sábana quedó rodeada de un halo de dudas. La Sábana Santa forma parte de las miles de reliquias que están diseminadas por toda la Cristiandad, aunque su caso es particular, y distinto al del Grial. El hecho de que la Iglesia haya autorizado la realización de gran cantidad de análisis sobre ella, que se la siga venerando y que, incluso, se hayan formado asociaciones dedicadas especialmente a su estudio, la coloca por encima de otros elementos relacionados con la liturgia cristiana. Sin embargo, la autenticidad de las reliquias en general ha sido puesta en duda desde hace mucho tiempo. Debido a que determinados elementos y objetos que habían pertenecido o tenían alguna relación con los santos o con Jesús eran considerados como milagrosos, se desató en Occidente una verdadera fiebre por poseerlos. Pero así también se cometieron todo tipo de engaños y estafas, y hasta se llegó a crear una especie de tráfico de reliquias. Así como hay copias de la Sábana Santa en varios continentes (algunas con más visos de credibilidad que otras), que suman alrededor de cuarenta, también hay unos treinta y cinco clavos de la Pasión e innumerables pedazos de la Vera Cruz, como ya hemos señalado.
El saqueo de Constantinopla durante la IV Cruzada (1204) supuso un aumento de las reliquias y otros objetos sagrados puestos en circulación en Europa. El tráfico de falsas reliquias creció al ritmo de la demanda y sobre la Orden del Temple recayeron muchas suspicacias al considerar los biliosos nobles europeos y los clérigos de Roma que los monjes con espuelas se estaban enriqueciendo a costa de explotar comercialmente ese tráfico de reliquias. Fuera como fuese, todas las reliquias, ya fuesen éstas restos humanos u objetos, ya fueran verdaderas o falsas, se vieron empañadas por la sombra de la sospecha que generaba la sobreabundancia de cosas tan inverosímiles como «el suspiro de san José». El IV Concilio de Letrán (1215), incluso, reguló el procedimiento de autentificación de los restos sagrados, pero quizá ya era demasiado tarde.
Con semejantes antecedentes, es lógico que la autenticidad de la Sábana Santa de Turín haya sido puesta en duda en más de una ocasión. Y, como veremos, los estudios que se le han realizado y dan por válida no satisfacen las exigencias de toda la comunidad científica. Sin embargo, los sindonólogos, es decir, quienes estudian la Sindone y, normalmente, la consideran verdadera de antemano, sostienen que es suficiente con los estudios que se le han hecho. Descartan, además, como el de Walter McCrone, un renombrado microscopista que reveló que en la Sábana Santa había restos de pintura, o el de la datación por carbono 14, al que consideran mal realizado o inapropiado para calcular la edad de la Sindone.
Especialmente el del C14 ha tenido a maltraer a los sindonólogos desde que se conocieron sus resultados, en 1988. La mayoría de la comunidad científica internacional ha dado como válida esta datación, así como revistas especializadas y gran parte de la opinión pública. En un estudio que se realiza desde hace varias décadas, cuya invención se debe a Willard Libby (quien obtuvo un premio Nobel por su descubrimiento), y que ha resultado útil para medir cientos de descubrimientos arqueológicos. Pero el primer estudio que se realizó sobre la Sábana y que desencadenó todos los estudios posteriores es muy anterior, y fue una simple fotografía. Cuando el lienzo todavía estaba bajo custodia de la casa real de Saboya, el abogado y aficionado a la fotografía, Secundo Pía, solicitó en 1898, hacer una foto de la Sábana. Los Saboya le autorizaron a utilizar esa técnica (novedosa en ese momento) y, quizá sin saberlo, dieron el paso inicial para que la Sindone comenzara la carrera para demostrar su autenticidad. Lo que encontró Secundo Pía fascinó a todos sus contemporáneos. Observó que lo que en la Sábana se veía de una manera confusa, en el papel aparecía con toda claridad. Ocurría que la imagen de la Sábana actuaba como si fuera un negativo fotográfico, es decir, las partes oscuras se veían claras, y viceversa. De esta manera, en la foto se podían apreciar muchísimos detalles que, hasta ese momento, habían pasado desapercibidos para el ojo humano.
Uno de los primeros estudios que se hicieron sobre la Sábana Santa fue un examen médico forense, que buscó determinados, utilizando la imagen como si se tratara de un cadáver real, cuáles habían sido las causas de la muerte de la persona cuya imagen aparecía estampada en el lienzo. Desde la medicina, se trabajó para definir, científicamente, qué podía ocurrir con un hombre golpeado, azotado brutalmente, apaleado, privado de agua y luego crucificado.
Desde entonces, las distintas agrupaciones de sindonólogos han utilizado las más diversas técnicas: la palinología, la botánica, los distintos tipos de fotografía, aparatos que la NASA usa para estudiar la orografía de los planetas, ampliación de imágenes digitalizadas, análisis multiespectral y matemático de la imagen, rayos X, visibles e infrarrojos, termografía, microscopía, pruebas químicas de todo tipo para determinar la naturaleza de la imagen y de las marcas de sangre, así como de la historia del lino, además de los posibles métodos humanos para tratar de crear una imagen igual a la que aparece impresionada en la Sábana Santa. Algunos de los resultados de las investigaciones, fueron los siguientes: los microbiólogos aseguraron que hay un recubrimiento bacteriano en los hilos que pudo haber alterado la datación a través del método del carbono 14. Otros expertos sostuvieron que el incendio de 1532 que casi destruyó la Sindone pudo haber alterado la composición del carbono 14 y, por tanto, dar una antigüedad incorrecta. Los médicos dijeron que la imagen corresponde a la de un ser humano normal. Expertos en arte aseveraron que no se trata de una pintura y que ninguna persona pudo haberlo pintado. Reputados químicos aseguraron que en la Sábana existen restos de sangre humana y que las heridas sobreimpresionadas en lienzo parecían auténticas.
Por otra parte, la ciencia también aportó un buen número de inexactitudes debido a deficiencias en las técnicas empleadas que, finalmente, no resultaron ser tan concluyentes como se anunciaba. Así, las radiografías de rayos X dieron como resultado que no hay rastros de que se hubiesen utilizado sustancias con base de metales como si fuera pintura. En las espectroscopias realizadas no se encontraron trazas significativas de pintura, tinta, pigmentos o tintes. Los palinólogos aseguraron que en la Sábana se encontró polen de especias típicas de Palestina y de áreas geográficas circundantes. Los analistas expertos en microscopia señalaron que hay partículas de Tierra caliza similares a las que se encuentran en las colinas que rodean la ciudad de Jerusalén.
La Sábana ha sido fotografiada cientos de veces y con todo tipo de técnicas. Los fotógrafos indicaron que la imagen se comporta como un negativo, es decir, que se transforma en positivo al plasmarse en un negativo fotográfico y expertos en imágenes establecieron que la Sábana ha sido utilizada como el prototipo para todos los iconos bizantinos relacionados con Jesús desde el siglo VI. Por su parte, expertos físicos han asegurado que la impresión de la imagen se produjo como consecuencia de una deshidratación de la celulosa, lo que los ha llevado a proponer la hipótesis de que haya sido causada por una radiación energética; para los creyentes, esto puede significar una evidencia del misterio de la resurrección.
En cuanto a qué es lo que está plasmado en la Sábana, tengamos en cuenta los siguientes datos: los expertos en ADN aseguraron que en la sangre encontrada en la sábana hay evidencias de genoma humano, probablemente del tipo AB. Según los antropólogos forenses, el hombre que aparece en la sábana tiene rasgos típicamente semíticos, y la edad en el momento de su muerte estaría entre los 30 y 40 años. Los médicos han determinado que la imagen del cuerpo muestra signos de rigor mortis y los estudios químicos demuestran que no hay evidencia en la sábana de ningún tipo de la descomposición orgánica característica que presenta un cadáver a las pocas horas de producirse el óbito.
Sin embargo, muchas de estas investigaciones han sido realizadas de manera que no han podido ser contrastadas por científicos independientes, o bien han sido desestimadas por estudios posteriores. Incluso se han dado casos de desacreditación de los investigadores que habían llevado a cabo estos estudios, la mayoría anteriores a la técnica de datación por carbono 14. Después de extenderse esta técnica, la mayoría de las investigaciones se dirigieron a intentar demostrar las presuntas fisuras que podía tener este nuevo método, e incluso llegaron a desestimarlo argumentando que no era útil para medir la antigüedad del lino empleado en la confección de la Sábana Santa. ¿Se reduce todo a una cuestión de fe? En la tradición cristiana, la Sindone de Turín es una reliquia de mucho valor, pero lo cierto es que no está reconocida por la Iglesia católica de forma explícita. Como tampoco lo está el Santo Cáliz de Valencia.
Sólo la Biblia es reconocida y aceptada como el conjunto de libros «inspirados por Dios» que transmiten la verdad revelada, norma incuestionable de la Iglesia católica, para la que también la tradición tiene un valor importante, es decir, el testimonio de las primitivas comunidades cristianas que florecieron a lo largo y ancho del Imperio Romano y que transmitieron el mensaje revelado por Cristo y sus discípulos a través de sus prédicas. Las enseñanzas de Jesús y sus actos, como los milagros, los exorcismos o las sanaciones, todo ello relatado en los años posteriores a su muerte por quienes fueron sus discípulos, son la única fuente en la que el creyente ortodoxo debe beber. O, al menos, eso es lo que se supone. Porque a lo largo de la dilatada historia del cristianismo, es casi imposible encontrar una época en la que los creyentes no hayan adorado imágenes de santos y reliquias.
Sin embargo, lo cierto es que la Sábana Santa no pertenece a la revelación cristiana ni a la tradición viva de la Iglesia. Es por ello que muchos cristianos critican el enorme trabajo por demostrar que la Sábana es auténtica, pues consideran que una certificación científica no cambiaría en nada su fe. Y, sostienen, que sería preferible concentrar esas energías derrochadas en las investigaciones, en difundir las palabras de Jesús y sus enseñanzas. Probar científicamente que la Sindone cubrió el cuerpo de Jesús, es una cuestión que interesa por igual a los creyentes y a los no creyentes, pero no pertenece al ámbito natural de la fe ni de la Iglesia. En todo caso, ni la piedad ni las investigaciones científicas determinan el dato revelado; pueden ayudar, sin duda, a iluminar aspectos de la figura del Jesús histórico, pero nunca serán datos que determinen la fe ni los dogmas cristológicos. No obstante, los estudios realizados a la Sábana han servido para estudiar, de una manera muy visual, las prácticas de la crucifixión que eran comunes entre los romanos, pero que ya se habían empleado en Palestina antes de la llegada de las legiones de Cneo Pompeyo el Grande. Pero ya sea desde una óptica puramente espiritual, en la que la Sábana podría ser un elemento que ayudase a reforzar la fe católica, como desde un ángulo científico, el estudio de la Sábana tiene una importancia crucial para todas aquellas personas interesadas en acercarse a un hombre, sin duda único, que acabaría cambiando la vida de millones de personas y el curso de la Historia.


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