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martes, 17 de abril de 2018

El imperio asirio mencionado en la Biblia


A finales del siglo X a.C. los reyes asirios ya se habían anexionado varios territorios de los arameos que estaban situados al este del río Jabur (en el valle central del Éufrates) y de los de la región de los ríos Gran Zab y Pequeño Zab. En el siglo IX a.C. reinó Asurnasirpal II, desde el 884 al 859 a.C. Construyó la ciudad de Kalhu y la hizo su capital, en sustitución de la antigua Assur. Las excavaciones de esta ciudad han aportado un verdadero tesoro arqueológico en las inscripciones halladas en los monumentos acerca de la historia de este gran rey. Se sabe de él, entre otras cosas, que sus campañas bélicas fueron muchas, devastadoras y brutales.
Basándose en su poderío militar, a lo largo del siglo VIII a.C. los asirios consolidaron un floreciente imperio que perduró doscientos años. En este vasto periodo histórico fueron tributarias de Asiria las célebres ciudades-estado fenicias de Biblos, Sidón y Tiro, los reinos bíblicos de Israel y de Judá, y otras muchas ciudades cananeos y tribus semíticas, así como otras originarias de Media y Persia (actual Irán). Los asirios llevaron su expansión territorial hasta Egipto por el oeste y a Persia por el este.
El siglo VIII a.C. fue una época de esplendor en la que los reyes vivían con gran lujo, ejerciendo un gobierno despótico. Durante estos años gobernó la dinastía de los Sargónidas, cuyo primer rey fue Sargón II que trasladó su séquito a una nueva ciudad llamada Dur-Sharrukin («Fuerte de Sargón»). Las ciudades se embellecieron con magníficos monumentos a costa de los cuantiosos tributos cobrados a los pueblos sometidos.
Sargón II fue sucedido por Senaquerib, (célebre por el relato bíblico que afirma que no pudo tomar Jerusalén en tiempos del rey Ezequías y del profeta Isaías), y éste por Asarhadón, que reinó en los primeros años del siglo VII a.C., y llegó hasta Egipto y tomó la capital norteña, Menfis. Su hijo Asurbanipal llegó aún más lejos, hasta Tebas en el sur, saqueándola y causando una gran devastación. Además emprendió exitosas campañas militares en Persia que le llevaron hasta la ciudad de Susa. A la muerte de este rey hubo una gran conmoción política que desembocó en numerosos luchas intestinas que debilitaron al imperio, aunque se han conservado escasos vestigios sobre los acontecimientos en esa convulsa época.
La gran expansión territorial del imperio asirio se basó, sobre todo, en las reformas administrativas llevadas a cabo por el rey Tiglatpileser III, que estableció una transformación que extiende el sistema provincial a la zona exterior, donde los reinos autónomos se convierten en provincias asirias con una capital con palacio amurallado y que son regidas por un gobernador.
Un elemento importante de la época de esplendor asirio son las deportaciones masivas y cruzadas de los pueblos vencidos, que permitieron repoblar los campos y ciudades asirias. Esto trajo como consecuencia la destrucción de las identidades nacionales y culturales de los pueblos sojuzgados y la expansión del idioma arameo, que se extendió por todo el imperio asirio por las deportaciones masivas de cautivos. Todavía en tiempos de Cristo, en el primer siglo de la dominación romana, el arameo era la lengua común en Judea y la antigua región de Canaán.
El fin del imperio asirio se vincula a la devastación de Susa por parte de los ejércitos de Asurbanipal, con lo que se crea un vacío de poder en la región de Elam, que posteriormente será ocupado por los persas, y a la posterior derrota sufrida por los últimos reyes asirios Sinsharishkún y Asurubalit II contra la coalición de medos y babilonios. También influye en la debacle del poderío asirio la entrada en escena de un otro pueblo guerrero que irrumpe por el norte: los escitas.
Babilonia recuperó su independencia y  Ciáxares, rey de Media sitió y destruyó Nínive, la ciudad asiria más odiada por sus enemigos. Allí fue donde murió Sinsharishkún en el año 612 a.C. Asiria aún resistió tres años más bajo la dirección del autoproclamado rey Asurubalit II, que gobernó un reducido territorio con capital en Harrán merced al apoyo egipcio. En el 609 a.C. medos y babilonios tomaron Harrán poniendo punto final al imperio asirio.

El poder real en el antiguo reino de Assur

El rey ocupaba el lugar principal de la jerarquizada sociedad asiria, y gobernaba en nombre del dios Assur, como sucedía en otros reinos de este periodo en el Próximo Oriente, incluidos los reinos bíblicos de Israel y Judá. Junto a él se encontraba la «ciudad», que tomaba decisiones como cuerpo unitario representado por una asamblea en la que participan todos los ciudadanos libres (cabezas de familia). Esta ciudad poseía competencias judiciales, cuya importancia se manifestaba por su intervención en litigios por actividades mercantiles.
El modelo de sociedad patriarcal era patente en toda Asiria, influyendo en la organización del comercio y la sociedad. Un tercer elemento era el funcionario epónimo, cuya ocupación es la de limitar el poder del rey, aunque sus atribuciones no están claramente establecidas. A diferencia de la realeza, esta función no era hereditaria, sino que los miembros que la componían para cumplir con un mandato de duración preestablecida —representando a las familias más ilustres—, eran elegidos entre un número limitado de candidatos, echándolo a suertes mediante un juego de dados.
El pueblo asirio obedecía a su rey que era a la vez sumo sacerdote del dios Assur. Al principio los reyes asirios fueron tributarios de los caldeos —originarios de la región meridional de Babilonia, también llamada Caldea—, pero después los asirios, asentados en el norte, consiguieron emanciparse de los caldeos y someter a los pueblos vecinos.
Como los faraones y otros monarcas absolutos del Próximo Oriente —también de la cristianísima Europa medieval—, el rey era, además, el comandante en jefe del ejército. No obstante, los gobernadores o virreyes de los territorios conquistados podían tomar decisiones en su nombre y ejercer el gobierno de una provincia de forma autónoma.
Su idioma era una variante dialéctica del acadio, una lengua semítica. Era de tipo flexiva, muy parecida a la babilónica, hablada en las tierras caldeas del sur. También la escritura asiria era muy parecida a la escritura cuneiforme propia de las regiones de Mesopotamia, y también escribían sobre tablillas de arcilla.
Los antiguos asirios utilizaron el idioma sumerio en su literatura y en la liturgia. Solían enterrar a sus muertos en flexión, con las rodillas recogidas sobre el pecho. No tenían un lugar determinado que utilizasen como cementerio, sino que enterraban a sus difuntos en los espacios cercanos a las chozas. Con el paso del tiempo, Asiria se fue convirtiendo en el centro de un nuevo y poderoso imperio asiático. Los reyes de las pequeñas ciudades-estado vecinas no tenían otra opción que declararse súbditas del rey asirio y de pagar grandes cantidades de oro, plata y piedras preciosas, en concepto de tributo, so pena de ser aniquilados, arrasadas sus ciudades y vendidos como esclavos los supervivientes a la masacre.
Obviamente, la sociedad asiria fue cambiando a lo largo de su dilatadísima historia.
Durante la época del Reino Medio se produjo el encumbramiento de la nobleza propietaria de grandes latifundios. En un principio, los reyes asirios solían retribuir a sus subalternos con tierras, a cambio de un oneroso servicio militar. Con el paso del tiempo, este grupo de nobles y terratenientes acabaría convirtiéndose en una clase social privilegiada, hermética y endogámica, cuyas principales familias controlaban la administración provincial.
Este creciente poder de las clases aristocráticas les pondría en numerosas ocasiones en conflicto con el poderoso clero. Esta situación fue decisiva en los últimos reinados, pues se sucedieron las revueltas e intrigas palaciegas, debilitando de este modo la organización y la administración del Estado, que poco a poco fue perdiendo todo su poder.
El pueblo llano recibía el nombre de hupshu, y su estatus era similar al de los libertos en Roma, o al de los siervos medievales, ya fueran campesinos o artesanos. Inicialmente «libres», sus derechos y libertades fueron mermando cuantitativamente y empobreciéndose debido a las grandes imposiciones fiscales y a las obligaciones militares. Finalmente, muchos campesinos acabarían perdiendo sus deudas y entrando en una situación de «servidumbre por deudas», debido a que no podían pagar a tiempo a sus acreedores, por lo general prestamistas que cobraban intereses abusivos. Con el trabajo pagaban sus deudas, aunque no eran del todo esclavos y disponían de un nivel de vida mucho mejor que el de los esclavos y cautivos de guerra, muy numerosos en la antigua Asiria a causa de las sucesivas campañas militares.
Los esclavos y cautivos de guerra solían trabajar en explotaciones agrícolas y diversas obras de construcción, careciendo totalmente de derechos, cosa común entre los pueblos del Próximo Oriente.
Tal como se recoge en la Biblia, a los esclavos a menudo se les cegaba y mutilaba de diversas formas para evitar que se rebelasen o que huyeran de sus amos.
Durante el periodo histórico conocido como Reino Nuevo, se incrementó el poder de la plutocracia y se agudizó el empobrecimiento de los campesinos y pequeños propietarios de tierras de cultivo, y cada vez eran más los que se veían reducidos a la esclavitud a causa de sus deudas. La situación en las ciudades era bastante mejor, ya que disponían de diversos privilegios y exenciones fiscales. Los esclavos domésticos, debido a su constante aumento, experimentaron un desarrollo en su estatus, adquiriendo personalidad jurídica y el derecho a poseer bienes y fundar familias. Sin embargo, el control de los dueños de esclavos seguía siendo absoluto, siendo muy rara la manumisión.

El temible ejército asirio

Los asirios, junto con los hititas, fueron las dos grandes sociedades militaristas del Próximo Oriente en la Antigüedad. El poderío asirio se basaba en un gran ejército —muy profesionalizado y jerarquizado— compuesto por infantería y caballería. Fue el primer ejército del que se sabe que utilizó armas de hierro. La infantería estaba integrada por arqueros y lanceros que se protegían el cuerpo con una coraza hecha con trozos de cuero y la cabeza con un casco o yelmo de metal coronado por una cimera, generalmente adornada con plumas o crines de caballo. El escudo era oblongo y cubría el torso y los muslos del infante. Empleaban como principales armas ofensivas un arco curvado, flechas cortas o saetas, jabalinas y espadas cortas. La caballería contaba con unos caballos de poca alzada y cola ancha. No usaban estribo ni silla, aunque a veces ponían una alfombrilla sobre el animal para montarlo. Los guerreros de origen aristocrático luchaban desde un carro de combate ligero de dos ruedas, tirado por dos o tres caballos que iban ricamente enjaezados.
En campaña, los asirios rodeaban el campamento con un muro hecho con tierra. Dentro del muro alzaban las tiendas de tela sostenidas por un listón. Se conocen todos estos detalles y más gracias a los bajorrelieves encontrados, en los que se pueden ver escenas castrenses cotidianas: los soldados dentro de sus tiendas, un soldado preparándose la cama y otro que coloca objetos sobre una mesa. Empleaban también algunas máquinas de guerra como el ariete, que consistía en una viga gruesa rematada por la figura de alguna criatura mitológica espantosa y que se usaba para arremeter contra las murallas de las ciudades sitiadas dándole un movimiento de vaivén para que la cabeza del ariete golpease contra la base del muro con el fin de abrir una brecha.
Otra máquina empleada especialmente en los asedios era la torre de asalto, hecha de madera y muy alta para poder expugnar las murallas de las plazas fuertes enemigas; los guerreros se introducían en las torres de asalto y éstas se deslizaban sobre una plataforma con ruedas hasta las fortificaciones. Para minar dichas defensas, los ingenieros abrían galerías subterráneas bajo los muros de las ciudadelas para provocar su derrumbamiento, y también cavaban trincheras frente a la fortaleza para poder posicionarse los arqueros y lanzar sus flechas con mayor eficacia de tiro, o situar las catapultas, ballestas y escorpiones para que lanzasen sus proyectiles: pesadas piedras y grandes virotes de punta de hierro.
Las maniobras militares, tanto las expediciones punitivas como las campañas de conquista, se llevaban a cabo todos los años por primavera, y contaban con la inexcusable participación del monarca. Las expediciones consistían en la invasión de un pequeño estado al mismo tiempo que se procedía a talar el campo. Se cortaban las cabezas a los muertos y se apilaban, se tomaban prisioneros que eran encadenados para llevarlos cautivos y convertirlos en esclavos, o bien eran degollados o quemados vivos a modo de escarmiento; la crueldad  de la que hicieron gala los asirios estuvo presente desde sus inicios, solo hay que ver su código de leyes, mucho más duro que el de Babilonia o el de los hititas.
Entre los cautivos de guerra siempre había obreros especializados y mujeres. Ambos eran muy valorados por los asirios: sobre todo los forjadores de metales y las mujeres jóvenes en edad de procrear. Antes de reducir las ciudades a escombros demoliendo sus murallas y prendiéndoles fuego, los asirios se llevaban todo lo que podían aprovechar y serles de utilidad como botín de guerra. Las mejores piezas se reservaban para el rey, los oficiales del ejército, los nobles que habían participado en la campaña y los sacerdotes. El resto se repartía entre la tropa a título de paga.
Entre los años 1318 a.C. y 1050 a.C., el imperio asirio fue la mayor potencia militar desarrollada en tierras de la antigua Mesopotamia, superando incluso el poderío hitita. Gracias a su gran profesionalidad y preparación militar, los asirios consiguieron llegar al lago Van en Armenia, y por el oeste alcanzaron las costas del mar Mediterráneo, ocupando las principales ciudades fenicias y conquistando el Líbano y Canaán.

La industria metalúrgica

Los pueblos de Oriente Próximo comenzaron a utilizar el bronce hacia el año 2000 a.C. y fabricaron sus armas con esta aleación, haciéndolas mucho más efectivas. Los hititas dieron a conocer el hierro hacia el siglo X a.C., así que los asirios en su época de apogeo en el siglo VIII a.C. ya estaban familiarizados con las nuevas armas forjadas con en este metal.
El algodón o árbol de la lana se conocía en la India desde tiempos remotos. Fue introducido en Asiria por el rey Senaquerib (hijo de Sargón II), que reinó del 705 al 681 a.C.

Religión y mitología asiria

Los dioses gozaban de un poder ilimitado y eran numerosos en el Próximo Oriente. Los pueblos de estas regiones profesaban un temor reverencial hacia los dioses. Los cananeos, como los hebreos y otros pueblos semíticos, temían invocar a los dioses llamándoles por sus nombres. Por esto se dirigían a ellos llamándoles Baal (señor), Adonay (amo) o Melek (soberano). Todos los cultos religiosos practicados por los pueblos del Próximo Oriente en la Antigüedad tenían por objeto aplacar la ira de sus terribles dioses.
Los fenicios, por ejemplo, realizaban sacrificios humanos —generalmente niños— a sus baales para apaciguarlos. Tanto en Canaán como en Siria, cada ciudad tenía su propio Baal, pero a veces se importaban los de otras ciudades y se rendía también culto a deidades mesopotámicas como Astarté (Ishtar).
Asiria no era una excepción y estaba llena de grandes templos donde los sacerdotes ofrecían sacrificios. Había siempre una construcción mayor, un templo que sobrepasaba en altura a los demás, con forma de torre escalonada; es lo que se conoce como zigurat. La religión en general en toda Asiria no era como la de Egipto, optimista y con esperanza en el más allá. Por el contrario, se vivía con un temor permanente a los espíritus malignos y la muerte era muy temida, pues el espíritu del hombre se marchaba a una penumbra eterna donde de ningún modo era feliz.
En Asiria el dios principal era Assur que dio nombre a la región, a la nación y a una ciudad. El símbolo de Assur era el árbol de la vida, pues él era el dios de la vida vegetal. Más tarde, cuando Asiria es ya un gran imperio, Assur se convierte en un dios guerrero y es identificado con el Sol. Su símbolo fue entonces un disco con alas, el mismo que tenían los hititas y que a su vez habían recibido de Egipto. La diosa principal era Ishtar, diosa del amor, de la guerra y la fecundidad. Se le daban las advocaciones de «Primera entre los dioses», «Señora de los pueblos», y «Reina del Cielo y la Tierra» entre otras.
En la ciudad asiria de Nínive se encontraron unas listas pertenecientes a la biblioteca de Asurbanipal en las que se podían contar hasta dos mil quinientos nombres de divinidades, entre las que había pequeñas deidades locales. Los dioses mayores que se adoraban en las ciudades eran: Anu, dios del Cielo; Enlil, señor de los Vientos y las Tempestades; Ea, señor de las Aguas, entre otros.
El dios solar Shamash era el señor de la luz que asegura la vida y permite juzgar las acciones humanas con claridad. Era por tanto el dios de la justicia. Marduk era un dios originario de Babilonia, pero fue adoptado y adorado en toda Mesopotamia. Llegó a ser un dios universal y primero entre los dioses.
Existían además unas criaturas al servicio de los dioses: los genios y los demonios que podían ser tanto benefactores como maléficos. Su misión era proteger o castigar a los hombres. Estos demonios, cuando atormentaban a sus víctimas lo hacían cruelmente. Podían castigar a los hombres convirtiéndoles en espectros, en criaturas errantes, en devoradores de niños, etcétera.

El arte asirio

La escultura, arquitectura, pintura y cerámica asirias se conoce a través de las excavaciones y posteriores estudios hechos en Nínive (actual Mosul) y otras ciudades del norte de Mesopotamia, que formaron parte de la civilización asiria. Los arqueólogos que trabajaron en Mesopotamia estudiaron antes las antigüedades asirias que las babilónicas por razones de simple facilidad. Les era más sencillo acceder y seguir el rastro de las excavaciones de la ciudad de Nínive, donde se conservaban los cimientos en piedra casi intactos que en Babilonia, donde abundaba el adobe muy destruido por el paso de los siglos.
Después de los estudios exhaustivos de los palacios, templos y trazados de las ciudades asirias fue más fácil para ellos seguir un plan practicado de antemano en ciudades mesopotámicas demolidas y casi totalmente destruidas.
Los verdaderos creadores del arte mesopotámico fueron los antiguos sumerios, pueblo del que solo se sabe que su origen no es indoeuropeo, tampoco semita ni elamita, pero que repobló esas regiones hacia el año 4000 a.C. Parte de la cultura de estos pueblos fue luego adoptada por los acadios —de origen semita— en un extenso periodo que va del año 3000 al 1500 a.C. aproximadamente. En esa época otros pueblos semíticos de menor importancia —quizá también los hebreos— poblaron u ocuparon de forma violenta esas tierras y acabaron fusionándose con otras etnias autóctonas. Entre los siglos XI y VII a.C. el estilo sumerio adquirió su pleno desarrollo con las civilizaciones neoasiria y neobabilónica.

Guerreros asirios

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