Sobre el misterioso vuelo de Rudolf Hess a Reino Unido
en mayo de 1941, en vísperas de la Operación Barbarroja, el que fuera premier británico Winston Churchill nos
ofrece una versión contradictoria en sus Memorias.
Por su parte, el duque de Hamilton, sir Ivone Kirpatrick, lord Beaverbrook y sir
John Simon, que interrogaron a Hess, guardaron siempre un mutismo absoluto
sobre la singular y comprometida aventura del dirigente nazi que,
aparentemente, quería conseguir la paz con Gran Bretaña.
La reacción del canciller
Adolf Hitler ante la disparatada aventura de su lugarteniente nunca se ha
aclarado de forma satisfactoria: unas versiones defienden que le acusó de loco
y le relevó de todos sus cargos, mientras que otras apostillan que el Führer se tomó la huida de Hess como si
se tratase de una felonía. Y también hay historiadores que afirman que Hitler
se tomó la deserción de su fiel lugarteniente con absoluta tranquilidad, lo que
parece poco probable. En el Kremlin, el vuelo
se interpretó como un intento de Hitler de firmar la paz por separado con Reino
Unido para aislar a la Unión Soviética y que permitiese a los alemanes
concentrar todas sus fuerzas en el Este para exterminar a los rusos y a los
demás pueblos eslavos. No olvidemos que en el momento de producirse el vuelo de
Hess a Escocia, en mayo de 1941, EEUU todavía no había entrado en guerra, lo haría
en diciembre de ese mismo año tras el ataque japonés a Pearl Harbor y sería
Alemania la que declarase la guerra a EEUU, un error de bulto por parte de
Hitler.
En 1946, tras los
Juicios de Núremberg, Hess fue acusado de «crímenes contra la paz» y encarcelado
por los británicos en la cárcel de Spandau, donde permanecería hasta su fallecimiento
el 17 de agosto de 1987, dos años antes de la caída del Muro. El anciano Hess, para el
que nunca hubo perdón ni se le aplicó ninguna medida de gracia o humanitaria
contaba 93 años en el momento de su muerte.
Existen varias versiones
de los hechos que llevaron a Hess a volar a Escocia. Peter Padfield revela en su libro Hess, Hitler and Churchill: The Real Turning Point of the Secón World
War - A Secret History , (Hess, Hitler y Churchill: el verdadero momento
crucial de la Segunda Guerra Mundial – Una historia secreta) publicado en
2013, una teoría basada en presuntas evidencias que demuestran que Hess no era
sino un peón de Hitler en una compleja maniobra diplomática para ganar tiempo y tantear a Churchill. Según la misma teoría, el lugarteniente de Hitler era el embajador
de una oferta de paz detallada en la que el Führer
ofrecía la retirada de las fuerzas armadas alemanas de Europa occidental a
cambio de que Gran Bretaña se declarase neutral ante la inminente invasión de
la Unión Soviética.
Debe tenerse en cuenta que en mayo de 1941, cuando
Hess voló a Escocia, la situación militar de Inglaterra no era muy halagüeña:
las tropas británicas habían sido derrotadas en Creta, y en África del Norte el
exitoso contraataque de Erwin Rommel contrarrestó la derrota italiana a manos
de los ingleses. Por otra parte, Reino Unido no conseguía nuevos aliados: Turquía
no estaba dispuesta a socorrer a su antiguo enemigo en la guerra anterior y
firmó un pacto de no agresión con
Alemania. De otro lado, Bulgaria envió a sus tropas para que invadiesen las
Macedonias griega y yugoslava, dejando las manos libres a las tropas alemanas e
italianas para acometer la Operación Barbarroja. Rumania, Eslovaquia y
Finlandia, amenazadas por Stalin, también se adherían al Pacto Tripartito.
Croacia lo haría en abril de 1941, bajo la presidencia de Ante Pavelic, y se
constituyó en un Estado independiente que permanecería fiel a su
alianza con el III Reich hasta el fin de la contienda. Hungría ocupó el Bánato,
mientras en Serbia y Eslovenia se establecían gobiernos locales, de tipo
fascista y filonazi. Suecia y España afirmaron su neutralidad, y lo mismo hicieron
Suiza, Portugal e Irlanda, ésta última debiendo soportar las terribles
presiones de su poderoso vecino inglés para que entrase en guerra.
No quedaban más potenciales
aliados europeos para morir por Inglaterra, y Roosevelt no había podido
doblegar la formidable oposición del Senado y del Congreso norteamericano para
intervenir en la nueva guerra europea. Gran Bretaña estaba sola. Hitler lo
sabía y, probablemente, envió a Hess para instar a los británicos a aceptar una
paz honrosa. Así las cosas, el 10 de mayo de 1941, Rudolf Hess, pilotando un Messerschmitt, logra burlar la
vigilancia de las patrullas de la RAF y aterriza en Escocia. Su propósito era
entrevistarse con el duque de Hamilton, antiguo amigo suyo y muy influyente en
la corte. Hess confiaba en que el
Duque le ayudaría a conseguir una entrevista con el rey Jorge VI y con Churchill
para convencerlos de que el Führer no
quería continuar la guerra con Gran Bretaña y su Imperio, y hacerles ver que el
verdadero enemigo contra el que tenían que unir sus fuerzas era la Unión
Soviética.
No hay que olvidar que,
en el momento en que Hess se presentó en Escocia con su misión de paz, Alemania
aparecía como probable vencedora de la guerra. Inglaterra había sido derrotada
en Francia, Bélgica, Noruega, Yugoslavia, Grecia, Creta, y en Libia..., e incluso
en los mares su situación era comprometida. Todos sus potenciales aliados
continentales habían sido arrollados y Roosevelt seguía sin conseguir embarcar
a los EEUU en un nuevo conflicto europeo para socorrer a sus tradicionales aliados
británicos.
Sin embargo, Rudolf Hess no conseguiría
entrevistarse con el Rey, ni con Churchill, que lo mandó encarcelar en la Torre
de Londres y el Gobierno británico le trataría como a un prisionero de guerra
y, más tarde, como a un criminal de guerra en Núremberg, a pesar de no encontrarse
Hess en Alemania cuando se puso en marcha la Solución Final.
El duque de Hamilton, rompiendo
el silencio que le fue impuesto durante veinte años, declaró lo siguiente el 25
de abril de 1962: «Ciertamente, la guerra habría podido terminar en 1940, y la
mejor oportunidad para sellar la paz la proporcionó el vuelo de Hess, en mayo
de 1941».
El propio Winston Churchill
manifiesta en su obra Historia de la
Segunda Guerra Mundial, no estar muy contento por la manera como se trató a
Hess en su momento. Tampoco la postura de Hitler fue muy clara al respecto y
declaró que Hess, su antiguo compañero en la prisión de Landsberg, padecía
desde hacía algún tiempo una enfermedad mental degenerativa.
El 18 de julio de 1947
las puertas de la Prisión de Spandau se abrieron para que entraran los siete
dirigentes del III Reich que fueron condenados a penas de presidio por el
Tribunal Internacional en los Juicios de Núremberg. Volverían a abrirse para
dejar salir a seis de ellos, ya fuera por haber cumplido la condena, o por haberse
conmutado ésta por razones de edad o salud del reo. Sólo para Rudolf Hess
permanecieron cerradas. El hombre que el 10 de mayo de 1941 partía en una misión
de paz que nadie quiso escuchar.
¿Pudo detenerse entonces
la guerra? Posiblemente, pero nunca los sabremos con certeza porque la historia la escriben los
vencedores.
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