La
aclamada serie televisiva Boardwalk Empire producida y emitida por el canal de
televisión por cable HBO, recibió excelentes críticas y tuvo altos niveles de
audiencia, en particular por su estilo visual y fidelidad histórica, y por la
interpretación de Steve Buscemi. Pero ¿qué hay de cierto en la historia que
inspiró esta serie televisiva? ¿Existieron esos gánsteres en la Prohibición?
En 1920 estaba listo un enorme cargamento de
opio en China, y aunque el transporte a Canadá y Estados Unidos no presentaba
grandes problemas, su distribución sí resultaba bastante más compleja. Se hacía
necesaria una estructura que distribuyera la mercancía en las calles. Comenzó
entonces una campaña en ambos países para prohibir la venta y consumo de
bebidas alcohólicas. La campaña fue iniciada y financiada por las piadosas
familias norteamericanas de clase media que habían sido atraídas a la red
británica de distribución y consumo de drogas. Los Astor, Vanderbilt,
Rockefeller, Warburg, etcétera, financiaron, entre otras, a la Unión Cristiana
Femenina de la Templanza (WCTU), y lo mismo hicieron muchas fundaciones
filantrópicas de Estados Unidos enviando a los enfervorecidos misioneros
protestantes a pedir, Biblia en mano, la prohibición total del consumo de
alcohol. Había comenzado la Prohibición y los Warburg eran una poderosa familia
de banqueros judeoalemanes, íntimamente ligada a los Rothschild, a los Schiff y
a la firma Kühn Loeb & Co. de Nueva York, de la que Paul Warburg era socio
y director. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, circunstancias elocuentes
hicieron que Paul Warburg estuviera en la mesa negociadora de Versalles del
lado de los vencedores aliados, mientras que su hermano Max estaba del lado de
los alemanes vencidos. Jakob Schiff, socio de Paul Warburg, había financiado a
los japoneses en 1905 en su guerra contra Rusia y, posteriormente, brindó una
generosa financiación a los revolucionarios bolcheviques que preparaban la
Revolución de 1917. Fueron los banqueros judíos de Wall Street los que
sufragaron durante años el exilio de Lenin y su camarilla marxista en París y
Ginebra. Y fueron también ellos los que corrieron con los gastos del tren que
llevó a Lenin a Moscú desde Ginebra, atravesando un continente en guerra.
En Canadá la Prohibición coincidió prácticamente
con la Primera Guerra Mundial, entró en vigor en 1915 y fue derogada en 1919.
En este lapso de tiempo, la infraestructura criminal canadiense de la
distribución del alcohol importado de Inglaterra y Escocia, estaba inicialmente
en manos de la familia Bronfman, quienes habían hecho los contactos necesarios
con la Comisión Real de Bebidas Alcohólicas de Londres. Todo fue sobre raíles y
muy pronto la red de traficantes de alcohol estuvo establecida en Estados
Unidos, siendo Meyer Lansky una de las figuras clave del proceso. La
prohibición del consumo de bebidas alcohólicas terminó en 1933, pero el tráfico
de drogas continuó. Porque en eso, precisamente, radica la excelente
rentabilidad de los negocios ilegales, en su ilegalidad. A pesar de la inmensa
cantidad de dinero que movía durante el período de entreguerras (1919-1939), el
narcotráfico se volvió un negocio espectacular después de la Segunda Guerra
Mundial, a partir de 1945, cuando se perfeccionaron los procedimientos
bancarios y monetarios necesarios para manejar la avalancha de dinero en
efectivo, y se creó el clima cultural para estimular la adicción a las drogas.
Los ingleses se habían mantenido en un discreto
segundo plano en todas las operaciones ilegales de alcohol y drogas, ya que la
heroína que vendieron a Rothstein y Lansky en la década de los años 1920 había
sido una operación legal. También fue legal la venta del alcohol a los Bronfman
y a Joseph Kennedy (padre del célebre presidente asesinado), ya que el destino
que los compradores dieran al alcohol era un asunto que se encuadraba dentro de
la acción de la libre empresa. ¡El comercio por encima de todo, incluso de la
ley!
La cantidad de dinero que generaba (y genera) el
tráfico de las drogas en todo el mundo era descomunal ya en aquella difícil
época de posguerra. La pregunta que todo el mundo se hacía era: ¿Cómo es
posible que 500 mil millones de dólares ilegales puedan mantenerse fuera del
control del Gobierno? No hay en el mundo un banco lo bastante grande como para
manejar tal cantidad de dinero.
Era obvio que después de más de 150 años
dedicados al narcotráfico le habían conferido a la banca británica la
experiencia necesaria para hacerse cargo de cualquier operación. Simplemente
era una ampliación de su antiguo negocio del opio en China. Entre las razones
que explican el éxito británico en el negocio están, además de su experiencia,
la actividad bancaria off-shore que se lleva cabo en las antiguas colonias
británicas (hoy miembros de la Commonwealth), como las islas Bahamas y las
Caimán que, bajo muy contadas excepciones, siguen estando bajo el control de
las oligarquías inglesas. El dinero obtenido ilícitamente en los Estados Unidos
se lava mediante depósitos en efectivo en dichos paraísos fiscales entre los
que está Gibraltar, auténtica cueva de piratas y un anacronismo fiscal con el
que la Unión Europea siempre ha hecho la vista gorda. Veremos qué pasa después
del Brexit.
El lavado del dinero sucio de la droga lo
realiza gente que maneja enormes cantidades de efectivo, como los casinos, los
hipódromos, clubes deportivos, especialmente los de fútbol. ¿Se han preguntado
en alguna ocasión de dónde salen las astronómicas cantidades para los fichajes
más absurdos?
Una vez
que el dinero ha sido convenientemente depositado, se hace la transferencia
electrónica a un banco en el extranjero, donde se pierde la pista en el
laberinto de transferencias, imposibles de rastrear y localizar, aún cuando los
investigadores pudiesen tener acceso a los registros bancarios, cosa que no es
así. Un ejemplo que ilustra claramente el nivel de corrupción e involucración
en el negocio de gente considerada honorable lo proporciona el siguiente
informe de EIR (Executive Intelligence Review): «Una pequeña línea aérea, que
tiene contratos suscritos con la Reserva Federal y que le permite entregar
cheques con clearing bancario, era sospechosa de transportar estupefacientes en
distintos puntos de entrega previamente concertados. Conviene recordar que la
Reserva Federal de Nueva York no es un departamento sometido al control del
Gobierno de los Estados Unidos, sino que es una organización privada y
controlada por lobbies anónimos a través de sus hombres de paja y testaferros».
La línea aérea norteamericana estaba participada
por la Airborne Freight de Seattle, controlada por un banco de Nueva York, el
Allen & Company. Allen era el apellido del banquero del capo mafioso judío
Meyer Lansky, Charles Allen. Un tal James H. Carey, vicepresidente ejecutivo
del Chase Manhattan Bank (ligado a la poderosa familia Rockefeller) formaba
parte del directorio del Airborne Freight. Antes, Carey había trabajado con
Richard Hambro, presidente del Hambro Bank, principal banco mercantil del Reino
Unido, y en seguida se convirtió en director ejecutivo del First Empire Bank,
una joint venture (sociedad de riesgo compartido) entre Hambro Bank y la
exclusiva tienda Macy's. El First Empire fue el respaldo bancario de los
hermanos Jacob, quienes gestionaban una parte del negocio de blanqueo de dinero
del gánster Meyer Lansky, antiguo capo de la mafia judía en La Habana de
Batista. Los patrocinadores de Carey en el Hambro Bank, según el EIR «estaban
entre los mejor conectados de la élite financiera británica: el ya fallecido
sir Charles Hambro, tío de Richard Hambro, encabezó el organismo británico:
Special Operations Efective (SOE) durante la Segunda Guerra Mundial».
El centro financiero, el gran colector del
dinero sucio del narcotráfico y otras actividades ilegales, se encontraba en
Hong Kong, donde el formidable volumen de dinero sucio comprimía la actividad
económica legítima, infinitamente inferior, por otra parte. El EIR estima que
el dinero que pasó por Hong Kong solamente en 1978 fue de unos 10 billones de
dólares. Lo que representaba casi el doble del total de dinero disponible en
esa ciudad. El centro operativo era el Hong Kong & Shanghai Bank (el Hong
Shang, o HSBC) que crearon los británicos después de la segunda guerra del Opio
(1856-1860).
China perdió la guerra y tuvo que hacer
concesiones a los británicos en el Tratado de Tianjin (1858) y su posterior
extensión en la Convención de Pequín (1860), fue firmada mientras las potencias
occidentales ocupaban Pequín e incendiaban el Palacio de Verano. Según los
informes del EIR, el Hong Kong & Shanghai Bank era el banco central
semioficial de la colonia británica de Hong Kong, y regulaba las condiciones
generales del mercado, guardando el exceso de depósitos de los miles de bancos
menores, facilitando servicios de redescuentos, etcétera. El HSBC es el
monstruo económico que aglutina los enormes beneficios que generan la
producción, el transporte y la distribución del opio desde Asia a los mercados
europeos y norteamericanos.
Una de las tareas del banco HSBC era sufragar
anualmente el cultivo de cada nueva cosecha y financiar su adquisición, lo que
cubre, no sólo el valor de la semilla de amapola, sino también el transporte
con extensas caravanas de mulas de carga o camellos, como en el caso de
Afganistán. Además financian la adquisición de sofisticados productos químicos
que actúan como precursores o facilitadores para la elaboración de la heroína,
que es el producto final, ya con un alto valor añadido. Después está el
contrabando hasta los puertos de embarque, lo que incluye fuerzas de seguridad
privadas y sobornos a funcionarios gubernamentales, según se requiera en cada
escala del trayecto.
Los cultivadores reciben unos 100 $ la libra,
importe que en la frontera tailandesa se ha elevado a unos 200 $ la libra;
cuando sale del laboratorio, la heroína tienen un valor aproximado 2.000 $ la
libra. Finalmente, en las calles de San Francisco o de Nueva York, llega a alrededor
de 2 millones de dólares la libra. El HSBC debe asegurar que los fondos para
pagar cada nueva provisión anual de heroína a razón de 2.000 dólares la libra,
para que estén disponibles en cada punto de entrega convenido, antes de que
llegue el producto para su posterior distribución en los mercados y puntos de
consumo.
Los Bronfman llegaron a Canadá en 1889
procedentes de Rumanía, encabezados por el patriarca de la familia, Yechiel
Bronfman. Sus primeros negocios fueron el comercio con madera, los caballos y
finalmente la administración de hoteles (y la prostitución, dicho sea de paso).
Ya millonarios, durante la Prohibición canadiense, los ingleses los eligieron
para importar y distribuir bebidas alcohólicas de contrabando en los Estados
Unidos cuando allí se promulgó también la Prohibición o Ley Seca. La operación
de contrabando a los Estados Unidos estuvo organizada por Arnold Rothstein,
quien se había puesto a la cabeza del crimen organizado relacionado con el
contrabando de alcohol. Cuando Rothstein fue asesinado en 1928, el negocio pasó
a ser manejado por John Torrio, testaferro de los Bronfman, ya que estaba en
condiciones de entenderse con la mafia italiana. A Torrio le sucedieron Lucky
Luciano y finalmente Meyer Lansky, un eficaz contable y blanqueador de
narcodólares.
Los Bronfman habían elegido para distribuir su
alcohol de contrabando en los Estados Unidos, el mismo sistema y la misma red
de distribución que se usaba para comercializar el opio procedente del Lejano
Oriente. Pero los Bronfman sólo eran una de las muchas piezas en el inmenso
engranaje de la organización para la distribución del opio, cuyo cuartel
general estaba en Inglaterra. Los Bronfman estaban endeudados con las élites
financieras británicas que los sufragaban, les facilitaban la protección
política y legal imprescindible para proseguir con su boyante negocio de
transporte y distribución de alcohol y opio en los Estados Unidos. Había que
mover grandes sumas de dinero para sacar adelante el negocio.
Con el tiempo, la familia Bronfman, ante la
necesidad de legalizar sus negocios, consiguió mediante una hábil estratagema,
hacerse con el paquete principal de acciones de la compañía química DuPont de
Nemours, los fabricantes de, entre muchos otros productos químicos, los freones
o clorofluorocarbonos usados en la industria de la refrigeración. Hasta la OPA
(Oferta Pública de Acciones) hostil de los Bronfman, la compañía DuPont
defendía a capa y espada la inocencia de los freones en el fraude de la
disminución de la capa de ozono –como los hechos demostraron más tarde, ellos
tenían razón–, pero una vez en manos de los Bronfman, la compañía DuPont se
volvió verde y prestó todo su apoyo a la campaña que impulsaba al Tratado de
Montreal de reducción y eliminación de tan útiles gases.
La figura más importante dentro del clan
Bronfman era Edgar, quien era además vicepresidente honorario de la ADL, o Liga
Anti Difamación. La ADL es una organización sionista que ha tenido a varios de
sus miembros acusados y condenados por la Justicia de Estados Unidos por
secuestro, asesinato y otras actividades ilegales, y que se caracteriza por
prestar apoyo a miembros relacionados con el crimen organizado, el terrorismo
internacional y el narcotráfico, sosteniendo que la persecución de la Justicia
se debe a prejuicios antisemitas. El manoseado victimismo de siempre. El famoso
pensador norteamericano, Noam Chomsky, relata sus experiencias con la ADL de la
siguiente manera: «En los Estados Unidos se ha desarrollado un sistema bastante
efectivo de intimidación para silenciar a la crítica. Es una organización
realmente consagrada a tratar de difamar, intimidar y silenciar a las personas
que critican las actuales políticas del estado de Israel, cualquiera que sea
ésta. Por ejemplo, en mi propio caso, fue posible obtener una copia del informe
que confeccionaron con relación a mi persona, a través de una filtración de
información originada en una oficina de la Liga Anti Difamación en Nueva
Inglaterra. Contiene 150 páginas, similares a un archivo del FBI.
»Este material ha estado circulando y será
enviado a algún grupo local el cual lo usará para extraer material difamatorio,
el que a su vez se difundirá, normalmente a modo de panfletos sin firmas
responsables, en los alrededores de los lugares donde yo vaya a hablar. Si hay
algún comentario en la prensa, el cual consideren como poco subordinado a la
opinión de la organización, habrá un diluvio de cartas, protestas, amenazas,
etcétera. Los políticos, por supuesto, están sujetos a estas maniobras y,
también, a importantes penalizaciones económicas si no continúan en la línea
trazada por la ADL». Así funcionan los sionistas y la nueva izquierda
europea. Pero no son los únicos. En el proceso secesionista catalán hemos
podido ver cómo funciona la prensa al servicio de determinadas opciones
políticas, consideradas políticamente correctas, aunque se sitúen al margen de
la ley.
Edgar Bronfman es además presidente del Congreso
Mundial Judío. Los holdings legales de los Bronfman están constituidos sobre
DuPont y la compañía canadiense de licores Seagrams. En la última etapa de la
Guerra Fría, además, los vínculos comerciales con la Unión Soviética fueron muy
activos y rentables para la familia Bronfman. Edgar Bronfman y su amigo Dwayne
Andreas, presidente de la empresa de granos Archer Daniels Midland, tuvieron
estrechas relaciones con el entonces dictador de Alemania Oriental, Eric
Honecker, y con el premier soviético Gorbachov.
Mikhail Gorbachov se hizo con el poder en 1985
gracias al apoyo del lobby sionista. Del mismo modo que los judíos conspiraron
contra el zar un siglo antes, también lo hicieron contra la URSS para provocar
su desintegración en 1991. Una de las primeras medidas adoptadas por Gorbachov
fue la de facilitar la salida de judíos rusos a Israel para su reasentamiento y
fortalecer demográficamente la presencia judía en los Territorios Árabes
Ocupados. Entre los objetivos declarados que perseguían los Bronfman estaba
mejorar la coordinación de la ADL con la KGB para manejar la propaganda en pro
de Gorbachov dentro de los Estados Unidos. Y entre los objetivos no declarados,
estaba el de participar activamente en los nuevos y lucrativos negocios de
prostitución y tráfico de drogas que se iban a poner en marcha en los países
del Este recientemente liberados del comunismo soviético en aras de un
balbuciente crimen organizado internacional globalizado.
La ADL estuvo involucrada en el desarrollo del
narcotráfico al por mayor en Sudamérica desde sus inicios a través de varias
eminentes figuras de la organización como Carl Gershman, director de la
Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy), que
era una de las agencias subsidiarias utilizadas por el Gobierno de Estados
Unidos para financiar a los contras en Nicaragua y a los escuadrones de la
muerte en El Salvador. Empeñados, entre otras cosas, en exterminar a la población
indígena. Genocidio del que, falsariamente, aún se sigue culpando a los
españoles, doscientos años después de que esos países alcanzasen su
independencia. La mano de los sionistas se deja sentir con demasiada nitidez
como para ignorarla.
En especial la del fanático rabino Morton M.
Rosenthal, que con fondos del NED, concluyó un tendencioso estudio diciendo que
los sandinistas eran antisemitas, para lograr el apoyo de la comunidad judía
internacional a favor de los contras nicaragüenses. Auténticos asesinos a
sueldo.
Kenneth Bialkin, abogado del multimillonario
traficante de armas internacional Adnan Khashoggi –durante muchos años
residente en Marbella– utilizó el dinero del especulador para comprar armas
para Irán –estando ya el ayatolá Jomeini en el poder– mediante los buenos
oficios del coronel Oliver North. Todo fue, según se dijo después, parte de las
negociaciones y contrapartidas en la operación Armas por Rehenes, refiriéndose
a los rehenes norteamericanos retenidos en su embajada en Teherán. Oliver North
fue absuelto de los cargos y, más tarde, como si nada hubiese pasado, se
presentó para la elección como senador de los Estados Unidos y ocupó un escaño
en el Congreso, todo por obra y gracia del poderoso lobby judío.
Dentro de los Estados Unidos, la ADL funcionaba
como agent provocateur dentro de los grupos comprometidos con los derechos
civiles, al tiempo que mantenía extrañas relaciones con grupos segregacionistas
como el Ku Klux Klan y el Movimiento para la Supremacía Blanca. La vieja táctica
de los Rothschild de apoyar a los dos bandos contendientes para asegurarse la
victoria. Pero de todas estas relaciones contra natura entre sionistas y
extremistas filonazis, destaca por encima de todas un movimiento que se ha
venido en llamar Sionismo Cristiano. Según Stephen Sizer, autor de Sionismo
Cristiano (2003), el moderno sionismo cristiano viene definido en gran parte
por la noción de dispensacionalismo, es decir, por la idea de que la humanidad
ha de pasar por siete períodos de pruebas divinas que culminarán en el
Armagedón y en la Segunda Venida de Cristo.
En esta escatología del sionismo cristiano, los
judíos y el moderno estado de Israel juegan un papel tan central que el
sionismo, el dispensacionalismo y el sionismo cristiano son a la postre
prácticamente intercambiables.
Como explica Sizer, el sionismo cristiano
proclama no solamente que todo acto ejecutado por Israel está orquestado por
Dios y que deberá ser apoyado e incluso ensalzado por todos, sino que los
judíos liderarán el proceso ya que, según la interpretación sionista, ello hará
recaer la bendición divina sobre todo el mundo en la medida en que los países
reconozcan y respondan a lo que Dios obre en el mundo a través de Israel. Sizer
define el sionismo cristiano en base a los siguientes postulados: los judíos
continúan siendo el pueblo elegido de Dios; los judíos tienen derecho divino
sobre toda la tierra de Oriente Medio; Jerusalén es la capital exclusiva de los
judíos; el templo judío debe ser reconstruido; los árabes son los enemigos del
pueblo de Dios; el fin del mundo llegará pronto en la gran batalla del
Armagedón, pero los cristianos que apoyen a Israel sobrevivirán.
Este movimiento religioso hunde sus raíces en la
Reforma protestante, en cuyo seno la Biblia fue enseñada dentro de un contexto
histórico contemporáneo, atribuyéndosele un significado literal. La escatología
puritana, que llegó a ser dominante en el protestantismo estadounidense desde
sus inicios, asumió un carácter postmilenarista, enseñando que la conversión de
los judíos traería consigo la bendición futura para toda la humanidad. En Gran
Bretaña, donde el dispensacionalismo maduró, el sionismo cristiano produjo
figuras tan influyentes como lord Shaftesbury, lord Arthur Balfour y Lloyd
George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectora de los Judíos).
Balfour trabajó estrechamente con el cabecilla
sionista Haim Weizmann (que llegaría a ser el primer presidente del estado de
Israel) para diseñar lo que se conocería como la Declaración Balfour,
considerada la primera gran declaración de apoyo al sionismo realizada por una
potencia mundial, proclama de forma un tanto ambigua que: «El Gobierno de Su
Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar
Nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores empeños para facilitar el
logro de dicho objetivo, dejando claro que nada se hará que pueda perjudicar
los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías ya existentes en
Palestina».
En una fecha tan temprana como ésta los
sionistas cristianos británicos privilegiaron los supuestos derechos de los
judíos e ignoraron completamente los derechos de los árabes, nativos de
Palestina. El sionismo cristiano fue llevado a Estados Unidos desde Inglaterra
a mediados del siglo XIX por John Nelson Darby, personaje descrito por Sizer
como «el padre del Dispensacionalismo» y que hizo de la idea de un Israel
renacido, la piedra angular de su teología apocalíptica. Entre las oscuras
actividades de estos grupos de inspiración religiosa, ya sean protestantes
segregacionistas, sionistas cristianos o judíos, destaca, además del
narcotráfico, su participación en actos de terrorismo internacional como el
asesinato de la primera ministra india, Indira Gandhi, o el del primer ministro
sueco, Olaf Palme.
Indira Gandhi fue asesinada en octubre de 1984,
porque se inclinaba hacia la ayuda militar norteamericana, distanciándose así
de la influencia soviética. Meses antes del atentado, un grupo extremista Sikh
la había amenazado de muerte, y había constituido la Organización Mundial Sikh.
Esta organización recibió ayuda de la ADL y se ha mantenido en contacto con
ella. Surgí Singh, presidente del grupo Sikh es amigo personal de Kenneth
Bialkin, presidente honorario de la ADL.
Asimismo, en febrero de 1986, Olaf Palme, primer
ministro de Suecia, fue asesinado por un extremista desconocido, quien lo
apuñaló en un centro comercial. Aparentemente, todo indica que se trató de una
ejecución destinada a impedir que Palme pusiese al descubierto el fabuloso
negocio que estaban realizando algunas potencias con masivo tráfico de armas y
drogas a través de sus Servicios Secretos y de Inteligencia Militar como era el
caso de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Francia y la Unión Soviética.
Esto había llegado a conocimiento de Palme como consecuencia de una redada
policial ordenada por él mismo contra un conocido traficante de armas, y que le
había facilitado una importante cantidad de documentos y pruebas
incriminatorias que afectaban a personalidades políticas extranjeras al más
alto nivel.
Palme quería empezar por poner fin al flujo de
armas de la industria sueca hacia el golfo Pérsico, pero al poco tiempo fue
asesinado. La policía sueca obtuvo pruebas concluyentes de que el KGB estuvo al
corriente del atentado con anterioridad al asesinato, pero no hizo nada por
prevenirlo.
Toda la estrecha relación que existe ente el
tráfico de droga, la ADL, y sus protectores y encubridores políticos en los
Estados Unidos y Gran Bretaña, principalmente, está muy bien descrita en el
libro que publicó la organización EIR, Dope Incorporated (Narcotráfico S.A.),
que revela con absoluta claridad y profusión de datos, con nombres, lugares y
fechas, la relación existente entre las familias de banqueros y la conspiración
combinada de los servicios secretos de varias naciones, junto a los círculos
del crimen organizado. Pero el tema del comercio de la droga es central en las
actividades de los grandes especuladores internacionales como también el uso de
las supuestas ONG y organizaciones ecologistas como una herramienta de gran
utilidad, impagable para mantener el estado de dependencia que es necesario
para que este comercio pueda prosperar. De acuerdo con los historiadores que se
han especializado en el tema más recientemente, el asunto del comercio de la
droga a nivel global se remonta al siglo XV, cuando portugueses y holandeses ya
realizaban el transporte del opio desde India, donde se fabricaba, hasta China
y otros lugares del sudeste asiático, donde era consumido. De acuerdo con los
informes y publicaciones del EIR ya en 1659, el comercio del opio seguía en
importancia al de las especias, que servía a su vez como canje para el opio.
Hacia 1750 los holandeses cargaban más de 100 toneladas anuales de opio con
rumbo a Indonesia. El opio era usado para lograr un objetivo: quebrar la
resistencia y la voluntad de los consumidores, que así eran sometidos al
trabajo como esclavos en la explotación de recursos naturales que eran enviados
a Holanda, Inglaterra y Portugal, principalmente, a un precio ínfimo.
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