Los asirios fueron un pueblo guerrero asentado en las
agrestes montañas de la cuenca del Tigris. En los comienzos de su historia
fueron dominados por los acadios y por Babilonia. Pero hacia el año 1000 a.C.
conquistaron toda Mesopotamia y más tarde Siria, Palestina —donde arrollaron a
los filisteos— e incluso Egipto, formando un imperio de gran extensión
geográfica. Los asirios fueron grandes conquistadores y también excelentes
organizadores de los países ocupados. Los pueblos sometidos a vasallaje pagaban
onerosos tributos y trabajaban para los asirios. Si se rebelaban eran
exterminados sin piedad, sacrificados a los dioses asirios, o bien deportados a
otras provincias y reducidos a la esclavitud. El imperio asirio basaba su
supremacía en la fuerza y el temor que infundían sus soldados a los pueblos
sometidos. Igual que en Egipto, los reyes asirios eran omnipotentes y dueños de
todo. Entre sus más importantes monarcas destacan Sargón II y Asurbanipal. La
capital del Imperio era la ciudad de Nínive. Después del reinado de
Asurbanipal, el descontento de los pueblos sometidos provocó la ruina del
imperio. Una rebelión generalizada en Babilonia contó con el apoyo de los medos; éstos
destruyeron Nínive y los países dominados recobraron brevemente la libertad.
Asiria se encontraba al
norte de la antigua Mesopotamia y sus límites geográficos eran los montes Tauro
en la parte septentrional, al sur Caldea (Babilonia), al este Media (Persia).
De su primitiva capital, Assur, a orillas del Tigris, derivó el nombre del
país. Otras ciudades importantes fueron Nínive, Harrán, Kalakh y Dur-Sharrukin
(actualmente Jorsabad). Durante el III milenio a.C., la región de Asia Anterior
estuvo bajo la influencia de la civilización sumeria establecida en la llanura
sur de Mesopotamia. En las investigaciones hechas a raíz de las excavaciones
arqueológicas de la ciudad asiria de Assur se ha podido comprobar que las
estatuas halladas tenían mucho en común con las encontradas en los templos
sumerios. Esto demuestra la gran relación cultural que sin duda existía entre
ambos pueblos desde tiempos remotos.
Hacia el año 2000 a.C.
invadió Mesopotamia (el actual Irak) el pueblo de los elamitas,
pero más tarde entró otro pueblo nómada, los amorreos, procedentes de Siria,
que sometieron por el sur a los sumerios y por el norte a los asirios. Se sabe
que un siglo más tarde grupos de mercaderes asirios fundaron prósperos
asentamientos comerciales en la parte central de la península de Anatolia
(actual Turquía), y que allí desarrollaron un boyante comercio de metales
preciosos y de productos textiles.
El primer imperio asirio
se desarrolló entre los años 1813 y 1780 a.C., y fue obra del rey Samsiadad I
hasta que en el año 1760 a.C., el gran rey Hammurabi derrotó y conquistó a los
asirios que pasaron a formar parte del primer imperio babilónico. El imperio
medio asirio se desarrolló en una época particularmente agitada en toda la
región de Mesopotamia. El siglo XVI a.C. fue un periodo de invasiones y Asiria
cayó bajo la dominación de mitannios e hititas, entre otros, hasta que en el
siglo XIV a.C. el rey asirio Asurubalit I se liberó de sus opresores e incluso
llegó a agrandar los límites de sus tierras. Los sucesores de este rey
ampliaron más las fronteras y supieron enfrentarse a los pueblos de alrededor:
hititas y babilonios principalmente.
Hacia el año 1200 a.C.,
una oleada de pueblos procedentes de la península Balcánica y de las islas del
Egeo, conocidos como los Pueblos del Mar, fueron los causantes del final del
imperio hitita y del debilitamiento del Imperio Nuevo en Egipto. Uno de estos
pueblos, llamado mushki, se asentó al este de Anatolia y fue una constante
amenaza para Asiria. Otro pueblo nómada y semita, el arameo, hostigaba
continuamente a los asirios por el oeste. Asiria se hizo fuerte, resistió el
empuje de estos pueblos y endureció a su ejército, que a partir de entonces fue
famoso por su crueldad y temido por sus enemigos, de tal manera que al verse
amenazados y ante su proximidad, no les quedaba más remedio que huir; la gente
que quedaba en las aldeas o en las ciudades atacadas era masacrada o llevada a
Asiria como esclavos. Las ciudades que se rebelaban o que no se sometían, eran
saqueadas y después arrasadas hasta sus cimientos, y ya no se anexionaban a los
dominios asirios.
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