...Pocas horas más tarde,
en un calvero del bosque, el joven aspirante a caballero se encuentra ante una
muchacha que permanece arrodillada, llorando junto al
cadáver de un hombre decapitado. Desciende de su montura y, cuando se dispone a socorrer
a la afligida dama, ésta se vuelve y… ¡Su rostro se llena de asombro!
—Tú debes ser mi primo
Perceval —musita, casi sin fuerzas para sostenerse en pie.
—No os entiendo, señora —dice
el joven—. A mí siempre me han llamado el chico, el joven, o el hijo de la
«Dama Viuda»…
—Te enseñaron a no
preguntar —prosigue la dama—. Por eso te olvidaste, cuando estabas dentro del
castillo, de formular la pregunta correcta: «¿A quién sirve el Grial?» Si lo
hubieras hecho, en este momento se habría curado el rey Pescador y estas
tierras hubiesen vuelto a ser prósperas. Has fracasado porque hiciste morir de
pena a tu madre… ¡Tendrás que cuidarte de algo más: que esa espada que ahora
ciñes no se rompa mientras combates! No obstante, puedes evitar que tal cosa suceda
si te diriges al «Lago», donde vive el «Herrero». Nunca olvides que él la
forjó, ¡y sólo sus manos y su fragua podrán recomponerla!
El joven ha escuchado en
silencio; mientras, un tropel de emociones muy diferentes le embarga. Por un lado,
le gusta, por fin, tener un nombre; y por otro, la razón de su fracaso le
oprime el corazón con tal virulencia, que cree que va a morir allí mismo. Por
unos instantes le falta la respiración. Sin embargo, al oír todo lo relacionado
con la maravillosa espada, comprende que para él sigue habiendo futuro. Se despide de su bella prima,
después de ayudarla a dar sepultura al cadáver descabezado de su amigo. Luego
continúa su viaje sin rumbo cierto, hasta que vuelve a encontrarse delante de
la joven, a la que él robó el anillo, el pastel de carne y un beso. La pérdida
del anillo ha supuesto para esta infeliz doncella un gran disgusto y un grave perjuicio
que Perceval procura reparar. Más tarde, prosigue la marcha, que le lleva a las
inmediaciones de Camelot, el impresionante recinto amurallado donde moran el rey
Arturo, la reina Ginebra, y los Caballeros de la Tabla Redonda, los más esforzados paladines de la Cristiandad.
Unas gotas de sangre en
la nieve
Ha estado nevando
copiosamente y el suelo aparece cubierto de un espeso manto blanco.
Precisamente en una pradera contempla Perceval una oca herida por un halcón, la
cual ha dejado caer tres gotas de sangre en la nieve. El hijo de la «Dama
Viuda» descabalga y se acerca donde están las rojas manchas, que le recuerdan
los colores vivos de la gentil dama Blancaflor. Piensa de tan buen grado en ello que
se olvida de dónde se encuentra. Como resalta el bermejo sobre el blanco en el
rostro de ella, así lo hacen las tres gotas de sangre en el blanco e impoluto manto de
nieve que cubre el suelo…
Hasta tal punto llega el
arrobamiento de Perceval, que permanece allí inmóvil durante varios días. Este
suceso llega a oídos del rey Arturo, el cual ordena a algunos de sus mejores
caballeros que vayan a disuadir a quien no ha dejado de enviarle cautivos. Pero
éste ha decidido mantener la actitud de una estatua, mientras su cerebro evoca
a su amada. Por esto se limita a empujar a todos los que llegan. Claro que al
tener cerca a Kay, el empujón se hace más violento. Por último, es Gawain quien
consigue que abandone el lugar, por algo es el mejor orador de Camelot y, al
mismo tiempo, el más fiel amigo, de quien se decía, con justicia, que era capaz
de dar la vida por los demás.
Perceval es nombrado
caballero y vive, durante unos meses, sometido a duras pruebas propias de su
nueva condición y a otras actividades, que le obligan a caer por la noche en el
lecho completamente agotado. Esto le lleva a olvidarse de su madre, de Blancaflor
y del castillo del Grial.
La horrible anciana de la
mula
Hasta que una mañana
llega a Camelot una vieja montada en una mula. Es imposible que logre pasar
desapercibida… No contemplasteis nunca metal más grisáceo que su roñoso cuello,
y sus manos no lo eran menos. Sus ojos resultaban simples cavidades, no mayores
que los de una rata; su nariz tenía algo de gato y de mono, sus labios, de asno
y de buey, unos dientes que se mostraban tan rojizos como yemas de huevo, y una
barba de chivo. Una joroba apunta en medio de su pecho, la espalda se veía
retorcida, los riñones y los hombros a pedir de boca para llevar el baile,
joroba en la espalda y piernas torcidas, como vara de mimbre, admirables para la
danza…
La feísima mujer empieza
a insultar a Perceval delante de todos, por no haber formulado la pregunta en
el castillo del Grial. Le recuerda que por culpa de su error, en aquellas
tierras las esposas terminarán perdiendo a sus maridos, cientos de caballeros
perecerán y todo será devastado para siempre. Sin embargo, cuando se calma,
habla de otro objetivo: rescatar a una joven prisionera en el castillo de
Montclar, para lo cual resulta imprescindible derrotar a los caballeros que
defienden el castillo Orgulloso.
Todos los componentes de
la Tabla Redonda se ofrecen para desempeñar tan peligrosa misión; pero será
Gawain quien marche hacia allí. Entretanto, Perceval decide cabalgar en busca
del castillo donde fracasó por no haber hecho la pregunta correcta para saber a
quién sirve el Grial y encontrar la ensangrentada Lanza del Destino…
Perceval permanece inmóvil varios días en el bosque encantado |
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