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sábado, 17 de junio de 2017

Atlántida: un maremoto pudo acabar con la legendaria isla

No hay nadie que no haya escuchado hablar de la Atlántida, pero ¿existió en realidad? Son muchas las teorías al respecto, y se la ha situado en numerosos lugares. Sin embargo, la búsqueda de la Atlántida jamás habría tenido lugar de no ser por el filósofo griego Platón (417-347 a.C.), que en dos de sus célebres diálogos, Timeo y Critias, relata una historia que, a grandes rasgos, cuenta lo que sigue: «La Atlántida era una tierra muy vasta, mayor que las extensiones de Asia Menor y Libia reunidas, situada más allá de las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar), que continúa en un archipiélago de islas menores (¿las islas Canarias?). Unos 900 años antes de Solón (640-559 a.C.), la Atlántida era un reino poderoso, con una civilización avanzada y una organización política muy desarrollada que dominaba el mar Egeo. Pero cuando su gente se volvió agresiva e imperialista, la ira de los dioses se abatió sobre la isla y la hundió en el mar». Según Platón, la fuente original del relato es Critias, quien a los diez años lo escuchó de labios de su abuelo (que por entonces tenía 90), y a quien le había sido transmitido por su padre. Y el bisabuelo de Critias se lo había contado a Solón, que a su vez lo escuchó en Egipto de labios de unos sacerdotes de Sais. Platón, que era filósofo y no narrador de relatos, reescribió la historia con un final moralizante y no sólo por el gusto de contarla a quien quisiera escucharla. Tras eliminar los añadidos de Platón —sus instituciones atlantes, por ejemplo, se inspiran casi todas ellas en a las de los persas—, resta al núcleo de la historia lo que sigue: Atlántida o Atlantis era una gran isla con una civilización avanzada, que se hundió sin dejar rastro, a excepción de unos bajíos que hacían impracticable la navegación, en algún lugar bajo las aguas del Atlántico. ¿Fue esto lo que sucedió en realidad? Ningún escritor anterior a Platón menciona este suceso, ni siquiera el célebre historiador griego Heródoto (484-420 a.C.), que consultó a los sacerdotes de Sais, que sin duda se lo habrían confirmado de haber tenido conocimiento del hecho histórico. Además, ¿por qué el océano Atlántico y no el mar Mediterráneo?

El náufrago egipcio

En el supuesto de que el relato de la Atlántida no fuera verídico, tampoco se trata de una fábula; o al menos Platón no fue su autor, pues en Egipto se conocía una leyenda similar que databa de la época del Imperio Medio (2000-1750 a.C.). En un papiro que se conserva en San Petersburgo se narra la historia del Viajero Náufrago, un egipcio que se dirigía por mar a la minas del faraón (no sabemos dónde) cuando una gran ola volcó su embarcación reduciéndola a astillas. Todos los viajeros se ahogaron excepto él, que se aferró a un madero y se vio arrastrado a una isla desconocida. Allí vivía un dragón que le llevó a su guarida sin hacerle ningún daño, asegurándole que la isla era una tierra fértil que contenía abundantes riquezas, y que había sido el hogar de 75 felices dragones, de los que él era el único superviviente. A los demás los había aniquilado una estrella caída del cielo mientras él estaba ausente. ¿Tal vez un meteorito como el que acabó con los dinosaurios? El dragón profetizó que pronto llegaría un barco egipcio a rescatar al viajero, pero añadió: «Nunca volverás a ver esta isla, pues será engullida por las olas». La leyenda de la isla próspera y feliz que se hundió en el mar era conocida por los egipcios y por otros pueblos del Mediterráneo oriental. 

El manuscrito copto

En el siglo XIV un mercenario catalán llamado Joanot Casanova, que formaba parte de la Compañía Catalana como sargento de los almogávares en el ducado de Neopatria, en Grecia, se hizo con un valioso manuscrito copto de unos mil años de antigüedad, que contaba la historia de Senmut, un navegante egipcio que vivió en la época de la reina Hatshepsut (siglo XV a.C.) y que también visitó una isla fantástica habitada por una gigantesca serpiente que devoró a varios de sus compañeros. Senmut, a su vez, hace referencia al mítico rey Argantonio de Tartessos; un fabuloso reino ubicado en el valle del Guadalquivir, al sur de la península Ibérica. El manuscrito copto que narra las aventuras de este cortesano y sus peripecias, recuerda mucho la Epopeya de Sinuhé, otro funcionario egipcio que tiene que abandonar la corte del faraón Sesostris I tras escuchar un secreto comprometedor (siglo XX a.C.). Lo más importante de la historia contenida en el manuscrito copto es que sitúa la existencia de esta isla en el siglo XVI ó XV a.C., cuando pudo producirse la terrible erupción del volcán de la isla griega de Santorini que la destruyó parcialmente y de la que la actual sólo es un fragmento, así como las islas de Thirasía y Aspronisi. Según Heródoto, la isla estaba habitada por fenicios cuando el héroe Teras fundó la colonia doria del mismo nombre. En la época arcaica la isla de Santorini estuvo sucesivamente sujeta a los diversos pueblos que dominaron las islas del Egeo. Para la mayoría de los historiadores modernos, la legendaria Atlántida pudo haber sido la misma isla de Santorini en el periodo de mayor esplendor de la civilización minoica, hacia el año 1650 a.C., época en la que se produjo un terrible maremoto o tsunami que fue registrado por las fuentes egipcias.

Un maremoto pudo acabar con la Atlántida

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