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viernes, 7 de julio de 2017

Abadón: el ángel Exterminador

Abadón y Apolión son los nombres hebreo y griego respectivamente de un ser sobrenatural mencionado en varios pasajes la Biblia, pero también designa un lugar maldito equivalente al Hades grecorromano. En el Antiguo Testamento, abadón es un abismo insondable vinculado al mundo de ultratumba, también conocido como Seol. En el Apocalipsis, el ángel Abadón es una criatura maléfica que manda un temible ejército de langostas que siembra la muerte y la destrucción a su paso. En Apocalipsis (9:11), su nombre se transcribe del hebreo en caracteres griegos, y la Vulgata agrega al texto el comentario en latín: Destructor o Exterminador para referirse a él. Según algunos exégetas, Abadón sería uno de los príncipes de las tinieblas, por lo que también puede ser considerado como un demonio que, en determinadas situaciones, actúa obedeciendo órdenes de Yahvé, como veremos en el texto del Éxodo (12: 21-23) que reproducimos a continuación: «Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: "Id a escoger un cordero por familia e inmoladlo para celebrar la Pascua. Después tomad un manojo de hisopo, empapadlo en la sangre del animal recogida en un recipiente y untad con ella el dintel y las dos jambas de la puerta. Que nadie salga de su casa hasta la mañana siguiente. Porque el ángel del Señor pasará hiriendo de muerte a todos los egipcios, y cuando vea la sangre en el dintel y en las dos jambas, pasará sin detenerse en aquella puerta y no dejará que el Exterminador entre en vuestras casa para matar."»
También aparece Abadón en el Apocalipsis como un siervo de Yahvé que tiene la llave del abismo [como San Pedro tiene las del Cielo) y lidera la plaga de langostas que será lanzada sobre los enemigos de Israel al Final de los Tiempos: «El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro, sus caras eran como caras humanas, tenían cabello como cabello de mujer y sus dientes eran como de leones; tenían corazas como corazas de hierro y el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de guerra corriendo a la batalla; tenían colas como de escorpiones, y también aguijones, y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses. Su rey es el ángel del Abismo, llamado en hebreo Abadón, y en griego Apolión» (Apocalipsis 9: 7-11).
En la Torá hebrea se menciona a Abadón como un lugar terrible de destrucción cuyo significado viene a ser Reino de los muertos. En Job aparece como la muerte personificada. El seol también es el lugar donde moran las almas olvidadas antes de la llegada del mesías de Israel, una morada común que constituiría la región de los muertos en pecado, una tierra de eternas sombras habitada por quienes perecieron sin creer en Dios. Según el judaísmo, el Seol se refiere también a una sepultura donde reposa el cuerpo físico sin vida; la tumba definitiva en la que se depositan los restos (kéver) es diferente al seol. Los hebreos de la antigüedad realizaban dos entierros que se celebraban en el intervalo de un año, como ya vimos en los capítulos dedicados a Jesús publicados en este mismo blog; luego los textos canónicos que hablan de los tres días que pasó Jesús en el seol, erraban al referirse al infierno, pues según la tradición judía deberían haberse referido al sepulcro nuevo excavado en la roca en el que fue depositado el cadáver de Jesús después de la crucifixión. 
El beso del ángel de la Muerte

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