Hace
unos 2600 años que se viene leyendo la Biblia tal como la conocemos. Es
el libro más traducido de la Historia, a la vez que ocupa el primer lugar entre
los que más se han vendido. Y por su condición de texto sagrado de judíos y
cristianos, forma parte del dogma de cientos de millones de creyentes, que lo
aceptan sin discusión al considerar que refleja la «Palabra de Dios». Sin
embargo, este libro ha influido decisivamente en el desarrollo de la
civilización occidental a partir del siglo IV, cuando el cristianismo fue
adoptado como religión oficial del Imperio Romano. Pero los textos bíblicos
están trufados de contradicciones, enigmas y supuestas profecías que se
escribieron mucho tiempo después de haber sucedido los hechos que anunciaban, y
que han sido objeto de todo tipo de interpretaciones. Todavía a principios del
siglo XVIII se creía que la Tierra tenía una edad inferior a los 6000 años; hoy
sabemos que este guarismo debe ser multiplicado por un millón, y acaso nos quedemos
cortos. Pero para los judíos ortodoxos y los cristianos fundamentalistas este
dato es irrefutable. Los avances científicos y tecnológicos nos llevan a ir
distanciando cada vez más las edades históricas, hasta el punto de que ya a
nadie, en especial a las personas de mente despierta, le sorprende averiguar que
la Biblia se refiere a un momento especial en relación a una sola nación,
Israel, que se considerada el «pueblo elegido». La Biblia es el relato de ese
pueblo que vivió en unas épocas y en unos lugares concretos: Mesopotamia,
Canaán, Egipto, Babilonia... No hay duda de que nos hallamos ante un texto
histórico, cuyo material básico fue transmitido oralmente a lo largo de muchas
generaciones antes de ser escrito. Suele aceptarse que la Biblia empezó a
redactarse en el siglo VI a.C., durante la época conocida como del
«Cautiverio en Babilonia». El estudio de los textos bíblicos conduce a concluir, teniendo
en cuenta los diferentes estilos de su redacción, que fue la obra de al menos
una docena de autores «originales», si no más. La redacción original fue
terminada en el siglo II a.C., en tiempos de los Macabeos, lo que hace creíble
que los autores fueran muchos. Idea que se sustenta en la reiteración de
algunos sucesos, que en muchos casos ofrecen una gama de variados
planteamientos y unos desenlaces muy diferentes. Al tener en cuenta la gran
cantidad de coincidencias que se observan en las grandes tradiciones de Oriente
Próximo, Egipto y Mesopotamia, algunos eruditos han llegado a considerar que
los autores hebreos actuaron como simples «adaptadores» al sincretizar otros
cultos religiosos y tradiciones anteriores plasmándolos en la Biblia, luego de
«transformar» su envoltura, pero manteniendo su contenido
básico.
Por todo esto, no planteamos una hipótesis inverosímil o descabellada,
si tenemos en cuenta que cuando Caín se alejó de delante de Yahvé, habitó en
el país de Nod, al este del Edén. Allí conoció a su mujer, con la que concibió
a Enoc. Luego edificó una ciudad... ¿De dónde había salido la misteriosa
esposa de Caín? ¿Acaso hemos de creer que existió un segundo o un tercer
Paraíso en otra parte? ¿No resulta más lógico aceptar la existencia de otros
países habitados por seres humanos, a los que podemos denominar «paralelos»,
además del formado por Adán y Eva luego de haber sido expulsados del Paraíso? Además, en el momento en que Caín es maldecido por Yahvé, el primer asesino en la historia de la Humanidad no silencia su reproche al decir: «Tú me echas
de sobre la faz de la tierra, y de tu presencia habré de esconderme. Andaré
fugitivo y errante por la tierra, por lo que cualquiera que me encuentre me
matará...» Pero ¿quién iba a encontrarlo si era el único hijo de los «primeros
padres»? Sólo podían ser unos misteriosos habitantes de los parajes cercanos o
de otros lugares más o menos distantes, de los que él ya tenía noticias. Uno de los principales enigmas de la Biblia es éste. No existe ninguna duda de que
un gran número de los hechos que se narran en los textos bíblicos ocurrieron,
como ha podido demostrar la moderna arqueología. Sin embargo, ¿coinciden en su
esencia con todo lo descubierto? Debemos reconocer que en bastantes casos sólo
se aprecia una remota similitud. Y lo que más se comprueba es que para casi
todos los momentos históricos existe un precedente. Lo iremos viendo en los
siguientes capítulos.
Lilith, primera esposa de Adán, y la serpiente |
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