El médico griego Galeno, que vivió en el siglo II, ya había llamado «Efialtes» a las pesadillas. De hecho Galeno, desde muy joven,
se interesó por una gran variedad de temas: agricultura, arquitectura,
astronomía, astrología, filosofía, hasta el momento en el que se concentró en
la medicina. Se dice que su padre le inclinó hacia los estudios médicos tras
soñar una noche con Asclepios, dios de la Medicina, que le predijo el destino
de su hijo. En la Antigüedad se concedía muchísima importancia al significado de
los sueños, ya fuesen estos agradables, o terribles pesadillas. En la antigua Grecia, efialtes
era el término que designaba las pesadillas, también consideradas como la posesión de un «demon»
o espíritu. En la Edad Media el íncubo era un demonio o espíritu maligno
que, bajo apariencia de varón tenía comercio carnal con una mujer. El súcubo,
del latín succubus, y éste de succuba «concubina», era también un espíritu maligno
que, bajo la apariencia de una mujer, por lo general bella, mantenía relaciones
sexuales con un varón. Posteriormente se
convierte en un referente en la literatura europea: Bernard de Montfaucon, en
su obra Antigüedad explicada menciona a los efialtes o hifialtes (en plural)
como el equivalente griego de los íncubos y súcubos latinos, espíritus que
adoptaban la forma de hombres o mujeres respectivamente para atormentar a los
humanos introduciéndose en sus sueños.
La idea de un íncubo
como un factor causal en pesadillas deriva de la vieja creencia popular
de que ciertos espíritus malignos, demonios y fantasmas se desplazan durante la
noche y se tienden sobre el cuerpo de algún durmiente mientras se encuentra en
su cama, con el fin de constreñir el pecho y la respiración, conduciendo a una
sensación de sofocación o asfixia. Los episodios suelen ir acompañados de una
aterradora pesadilla en la que el durmiente es aplastado, seducido o incluso
violado por el efialte (súcubo o íncubo según sea el sexo o la preferencia
sexual de la víctima), a veces los episodios son lo suficientemente intensos como
para generar una creciente sensación de angustia y desesperación en el
durmiente; así algunos pacientes manifiestan sentir que «están a punto de morir,
y que tan pronto como se liberan de esa opresión, se ven afectados con palpitaciones, una gran ansiedad, cansancio y malestar, síntomas que
disminuyen gradualmente y son sucedidos por la agradable reflexión de haber
escapado a un peligro inminente».
Actualmente las efialtes
están reconocidas como una manifestación particular de un episodio de «parálisis
del sueño». Las visiones que suelen acompañar estos episodios son reconocidas
con uno de los múltiples nombres asignados a las personificaciones somáticas de
las pesadillas; Ephialtes, Tiphys, íncubo, súcubo, Inuu y otros, como una
representación somática y psicológica del vigor invasivo de una fuerza indómita en el páramo del sueño. La interpretación de dicha manifestación
está emparentada con la naturaleza pánica que visita al inquieto soñador presa de la pesadilla. Destaca esa calidad sobrenatural a la
que se adscriben numerosas personificaciones, desde la figura de Dionisos, hasta
las distintas figuras pánicas. Iconos arquetípicos, rebeldes a cualquier
intento de domesticación, propensos a desquiciar a los númenes asociados a la
forma y los valores culturales urbanos. Hay que tener en cuenta que durante el
sueño, la membrana cultural que separa al hombre de su animalidad cede y muchos
impulsos se liberan, incluidos, por supuesto, los sexuales, por lo que es previsible que ciertos apetitos reprimidos pueden aflorar del subconsciente
durante el sueño. Abandonarse al pánico
prefigura una invasión arquetípica de una naturaleza fuera de control. Las
estructuras racionales y formales que sostienen al ser se desploman para dar
paso a un pánico que se origina en los fenómenos naturales. La presencia
somática abandona el cuerpo o, de manera equivalente, la sustancia sale de la
forma. El inconsciente se desborda y la persona es reclamada por su índole
precognitiva.
Existen, la parálisis del sueño no es tal cosa y no es acompañada de sueños. Puede sentirse a la entidad sobre el cuerpo. Se exorcisa la casa leyendo el salmo 91. Lo sé por experiencia.
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