Después de anteriores contiendas, y con su poderío militar
reforzado, a mediados de la década de 1750 los Habsburgo, la dinastía reinante
en Austria, decidieron recuperar Silesia, territorio que estaba en poder de Prusia
por el Tratado de Aquisgrán (1748) que había puesto fin a la Guerra de Sucesión austriaca. Esta acción por parte de Austria es considerada el detonante de la
guerra de los Siete Años. María Teresa I contó con el apoyo de Sajonia, Rusia,
Suecia y Francia para declarar la guerra a Prusia y Gran Bretaña. Prusia estaba
rodeada de enemigos, y ante la certeza de que sería atacada, el rey Federico II
el Grande decidió adelantárseles. En el otoño de 1756, sin previa declaración
de guerra, el ejército prusiano invadió Sajonia y ocupó aquel territorio; luego
penetró en Bohemia, pero fue vencido por los austriacos en la batalla de Kolin;
por lo que se vio obligado a abandonar ese país. Alentados por el éxito, los enemigos de Prusia
lanzaron a sus ejércitos contra ella para destruirla; sin embargo, Federico
demostró su genio militar y superó la crítica situación con tres brillantes
victorias. La primera en Rossbach (5 de noviembre de 1757) sobre un poderoso
ejército francés que avanzaba por territorio sajón; la segunda frente a los
austriacos en Leuthen (Silesia), el 5 de diciembre de ese mismo año, y la tercera al
año siguiente (1758), en Zorndorf. A partir de ese año (1758) y hasta el fin de
las hostilidades, Federico, atacado desde varios frentes, tuvo que adoptar una
táctica defensiva, que le resultó costosa y estuvo llena de peligros. Los rusos
unieron sus fuerzas a las austriacas y ambos ejércitos derrotaron al rey
prusiano en Kunersdorf, cerca de Fráncfort del Oder (12 de agosto de 1759).
Allí sufrió Federico el más grave revés de su carrera militar. Sin embargo, los aliados
no supieron aprovechar ese triunfo porque estaban agotados y carecían de unidad
de mando; se demoraron en avanzar, error que utilizó Federico para rehacer sus
fuerzas y obtener, al año siguiente, dos triunfos sobre los austriacos: Liegnitz
(Silesia) y Torgau (Sajonia). En 1759, la región de Prusia Oriental estaba en poder de los
rusos que habían tomado Berlín. Sin embargo, Gran Bretaña y Hannover vencieron
sorprendentemente a Francia; además, se produjo la retirada de la
guerra de Rusia y Suecia (1762) debido a que, a la muerte de la emperatriz de
Rusia, su sucesor, Pedro III, que admiraba a Federico, firmó un tratado de paz con él,
que también fue apoyado por la sucesora de éste, Catalina, de origen alemán. Además se firmaron otros tres tratados por separado enSan Petersburgo, París y Hubertusburg.
La guerra en América
En América del Norte, Francia se encontraba en retroceso
tras haber cedido en 1748 la fortaleza de Luisburgo en la isla de Cabo Bretón a
cambio de Madrás. La guerra comenzó en 1754. La rivalidad colonial entre
Francia y Gran Brteaña se debía al control de las zonas peleteras, la disputa
por las tierras situadas al oeste de los montes Apalaches y los derechos de
pesca en Terranova. Francia quería frenar la expansión británica hacia el
oeste, mediante la construcción de una cadena de fuertes, entre sus territorios
canadienses y Nueva Orleans. En los primeros años logró acumular varias
victorias, pero en 1757, William Pitt el Viejo puso al general británico James
Wolfe al mando de las tropas en América del Norte. Como consecuencia, en 1759
conquistaron Quebec y al año siguiente capituló Montreal. Los británicos habían
conquistado todo el Canadá francés.
Con respecto a España, Gran Bretaña había aumentado los
agravios de modo considerable: apresamiento arbitrario de buques españoles,
establecimiento en Honduras para la corta del palo de Campeche o el aumento del
contrabando, entre otras fechorías. El gobierno de Carlos III, pese a que inicialmente se
había mostrado partidario de mediar entre ambas potencias, no tuvo otra salida
que buscar el acuerdo con Francia ante la necesidad de defenderse de la
agresividad británica. Se iniciaron, pues, conversaciones entre las dos
potencias en pro de una alianza permanente en busca de la «seguridad en
América»; España pensaba posponerla hasta el momento de la paz; sin embargo, el
ministro francés Choiseul supo maniobrar con gran habilidad para conseguir
también la intervención bélica. Tras los acontecimientos en Quebec y ante el
incremento del hostigamiento inglés al comercio y a la seguridad
españolas en América, dos fueron, pues, los factores que acabaron por empujar a
Madrid hacia la alianza con Versalles: la negativa británica a atender ninguna
de las reclamaciones planteadas por España y la ruptura definitiva del
equilibrio americano que parecía avecinarse si Francia salía completamente
derrotada del conflicto. Bajo estas premisas se firmó el Tercer Pacto de
Familia (1758-1761), muy distinto de los anteriores en sus objetivos más
profundos, pero con un común denominador, ser una alianza frente a la
beligerante Gran Bretaña. La firma del tratado arrastró a España a una guerra
para la que no estaba preparada y en la que, ya de entrada, se unía al bando
perdedor; quizá se vio obligada por las circunstancias, pero esta participación
al final de las hostilidades no puede ser considerada más que como un error. El gabinete británico de William Pitt exigió conocer las
cláusulas del Pacto hispano-francés y al no obtener satisfacciones, declaró la
guerra a España el 4 de enero de 1762. Francia y España acordaron realizar
operaciones militares conjuntas, y fue así como en abril de ese año el marqués
de Soria invadió Portugal —aliado de Gran Bretaña— al frente de un ejército
español de 45.000 hombres, reforzado por 12.000 soldados franceses. Por su
parte, los británicos iniciaron operaciones contra las colonias españolas. El
almirante George Pocock se dirigió a La Habana, venció la resistencia española
en el castillo del Morro y tomó la ciudad en junio de 1762. En octubre otra
flota británica atacó las Filipinas y logró apoderarse de Manila, defendida por
el arzobispo don Manuel Antonio Rojo del Río. Sin embargo, los británicos
encontraron una dura resistencia española y no pudieron conquistar el resto del
archipiélago filipino. Cuando la noticia del estallido de las hostilidades entre
Portugal y España llegó a Buenos Aires, el gobernador don Pedro de Cevallos
decidió iniciar el ataque contra los dominios portugueses en el estuario del
Plata. Reunió un poderoso ejército al mando del ascendido capitán don Francisco
Pérez de Saravia, incluyendo nativos de las misiones jesuíticas, y atacó la
Colonia del Sacramento, tomándola al cabo de un mes de lucha, el 29 de octubre.
Cevallos reforzó las posesiones españolas y ocupó Maldonado. Mientras, Gran
Bretaña y Portugal organizaron una flota combinada, que fue sufragada por la
Compañía Británica de las Indias Orientales, y la enviaron al Plata con la
intención de apoderarse de ambas márgenes del estuario. Acordaron que la Banda
Oriental quedaría en poder de Portugal y la Banda Occidental, incluyendo Buenos
Aires, sería entregada a Gran Bretaña. La flota llegó al Río de la Plata en
enero de 1763 y atacó Colonia, que fue defendida tenazmente por las tropas del
gobernador Cevallos. Tras perder varios navíos, la escuadra angloportuguesa se
retiró de la zona. Cevallos aprovechó su triunfo y lanzó su ejército contra Río
Grande, logrando tomar los fuertes de Santa Teresa y San Miguel. A continuación
se dirigió contra San Pedro pero debió detenerse al conocer la noticia del
Tratado de París (1763) que ponía fin a la guerra. Portugueses e ingleses habían sido derrotados en el Río de la Plata.
La guerra en las Indias Orientales
Merced a la importancia que Gran Bretaña concedía al
comercio indio —y en particular al bengalí, donde ya contaba con una importante
presencia— la United Company, quería frenar la expansión francesa en India. Por
este motivo apoyaba a los príncipes indios que se rebelaban contra Francia. En
el transcurso de la guerra los franceses tomaron Calcuta. Por su parte Luis XV
deseaba una paz rápida con Gran Bretaña, por lo que prácticamente abandonó a
Joseph François Dupleix y a la obra desarrollada por éste en la India. No sólo
no consiguió su objetivo, sino que Gran Bretaña se precipitó además sobre las
posesiones norteamericanas de Francia. El militar británico Robert Clive logró
derrotar a Francia en numerosas batallas inscritas en el contexto de las
denominadas guerras carnáticas. De esta manera Gran Bretaña se hacía con el
Imperio hindú iniciado por Francia. Las Guerras Carnáticas (nombre derivado del
estado de Karnataka, India) fueron una serie de conflictos militares durante el
siglo XVIII entre Gran Bretaña, Francia y los marathas por el control de la
línea costera entre Nellore y Tamil Nadu, en la costa oriental de la India. En
esa época la región de Karnataka era una dependencia de Hyderabad en el Imperio
mogol. Hubo tres guerras Carnáticas entre 1744 y 1763. Aunque el nombre local
para la región era Karnataka, la pronunciación habitual llevó a confusión con
el término español «carne», llevando a que al menos un general británico se
refiriera a la guerra como Meat Wars (guerras de la Carne). Se considera que
las guerras Carnáticas establecieron la supremacía británica en el
subcontinente Indio que se mantendría los siguientes doscientos años, gracias a la colaboración y aquiescencia de los caudillos tribales locales sometidos o sobornados por Inglaterra, pero no a lo que se entiende por una conquista militar al uso propiamente dicha.
Virreinatos españoles en América en 1800 |
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