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jueves, 24 de agosto de 2017

La guerra de los Siete Años en Europa y América

Después de anteriores contiendas, y con su poderío militar reforzado, a mediados de la década de 1750 los Habsburgo, la dinastía reinante en Austria, decidieron recuperar Silesia, territorio que estaba en poder de Prusia por el Tratado de Aquisgrán (1748) que había puesto fin a la Guerra de Sucesión austriaca. Esta acción por parte de Austria es considerada el detonante de la guerra de los Siete Años. María Teresa I contó con el apoyo de Sajonia, Rusia, Suecia y Francia para declarar la guerra a Prusia y Gran Bretaña. Prusia estaba rodeada de enemigos, y ante la certeza de que sería atacada, el rey Federico II el Grande decidió adelantárseles. En el otoño de 1756, sin previa declaración de guerra, el ejército prusiano invadió Sajonia y ocupó aquel territorio; luego penetró en Bohemia, pero fue vencido por los austriacos en la batalla de Kolin; por lo que se vio obligado a abandonar ese país. Alentados por el éxito, los enemigos de Prusia lanzaron a sus ejércitos contra ella para destruirla; sin embargo, Federico demostró su genio militar y superó la crítica situación con tres brillantes victorias. La primera en Rossbach (5 de noviembre de 1757) sobre un poderoso ejército francés que avanzaba por territorio sajón; la segunda frente a los austriacos en Leuthen (Silesia), el 5 de diciembre de ese mismo año, y la tercera al año siguiente (1758), en Zorndorf. A partir de ese año (1758) y hasta el fin de las hostilidades, Federico, atacado desde varios frentes, tuvo que adoptar una táctica defensiva, que le resultó costosa y estuvo llena de peligros. Los rusos unieron sus fuerzas a las austriacas y ambos ejércitos derrotaron al rey prusiano en Kunersdorf, cerca de Fráncfort del Oder (12 de agosto de 1759). Allí sufrió Federico el más grave revés de su carrera militar. Sin embargo, los aliados no supieron aprovechar ese triunfo porque estaban agotados y carecían de unidad de mando; se demoraron en avanzar, error que utilizó Federico para rehacer sus fuerzas y obtener, al año siguiente, dos triunfos sobre los austriacos: Liegnitz (Silesia) y Torgau (Sajonia). En 1759, la región de Prusia Oriental estaba en poder de los rusos que habían tomado Berlín. Sin embargo, Gran Bretaña y Hannover vencieron sorprendentemente a Francia; además, se produjo la retirada de la guerra de Rusia y Suecia (1762) debido a que, a la muerte de la emperatriz de Rusia, su sucesor, Pedro III, que admiraba a Federico, firmó un tratado de paz con él, que también fue apoyado por la sucesora de éste, Catalina, de origen alemán. Además se firmaron otros tres tratados por separado enSan Petersburgo, París y Hubertusburg.
La guerra en América
En América del Norte, Francia se encontraba en retroceso tras haber cedido en 1748 la fortaleza de Luisburgo en la isla de Cabo Bretón a cambio de Madrás. La guerra comenzó en 1754. La rivalidad colonial entre Francia y Gran Brteaña se debía al control de las zonas peleteras, la disputa por las tierras situadas al oeste de los montes Apalaches y los derechos de pesca en Terranova. Francia quería frenar la expansión británica hacia el oeste, mediante la construcción de una cadena de fuertes, entre sus territorios canadienses y Nueva Orleans. En los primeros años logró acumular varias victorias, pero en 1757, William Pitt el Viejo puso al general británico James Wolfe al mando de las tropas en América del Norte. Como consecuencia, en 1759 conquistaron Quebec y al año siguiente capituló Montreal. Los británicos habían conquistado todo el Canadá francés. 
Con respecto a España, Gran Bretaña había aumentado los agravios de modo considerable: apresamiento arbitrario de buques españoles, establecimiento en Honduras para la corta del palo de Campeche o el aumento del contrabando, entre otras fechorías. El gobierno de Carlos III, pese a que inicialmente se había mostrado partidario de mediar entre ambas potencias, no tuvo otra salida que buscar el acuerdo con Francia ante la necesidad de defenderse de la agresividad británica. Se iniciaron, pues, conversaciones entre las dos potencias en pro de una alianza permanente en busca de la «seguridad en América»; España pensaba posponerla hasta el momento de la paz; sin embargo, el ministro francés Choiseul supo maniobrar con gran habilidad para conseguir también la intervención bélica. Tras los acontecimientos en Quebec y ante el incremento del hostigamiento inglés al comercio y a la seguridad españolas en América, dos fueron, pues, los factores que acabaron por empujar a Madrid hacia la alianza con Versalles: la negativa británica a atender ninguna de las reclamaciones planteadas por España y la ruptura definitiva del equilibrio americano que parecía avecinarse si Francia salía completamente derrotada del conflicto. Bajo estas premisas se firmó el Tercer Pacto de Familia (1758-1761), muy distinto de los anteriores en sus objetivos más profundos, pero con un común denominador, ser una alianza frente a la beligerante Gran Bretaña. La firma del tratado arrastró a España a una guerra para la que no estaba preparada y en la que, ya de entrada, se unía al bando perdedor; quizá se vio obligada por las circunstancias, pero esta participación al final de las hostilidades no puede ser considerada más que como un error. El gabinete británico de William Pitt exigió conocer las cláusulas del Pacto hispano-francés y al no obtener satisfacciones, declaró la guerra a España el 4 de enero de 1762. Francia y España acordaron realizar operaciones militares conjuntas, y fue así como en abril de ese año el marqués de Soria invadió Portugal —aliado de Gran Bretaña— al frente de un ejército español de 45.000 hombres, reforzado por 12.000 soldados franceses. Por su parte, los británicos iniciaron operaciones contra las colonias españolas. El almirante George Pocock se dirigió a La Habana, venció la resistencia española en el castillo del Morro y tomó la ciudad en junio de 1762. En octubre otra flota británica atacó las Filipinas y logró apoderarse de Manila, defendida por el arzobispo don Manuel Antonio Rojo del Río. Sin embargo, los británicos encontraron una dura resistencia española y no pudieron conquistar el resto del archipiélago filipino. Cuando la noticia del estallido de las hostilidades entre Portugal y España llegó a Buenos Aires, el gobernador don Pedro de Cevallos decidió iniciar el ataque contra los dominios portugueses en el estuario del Plata. Reunió un poderoso ejército al mando del ascendido capitán don Francisco Pérez de Saravia, incluyendo nativos de las misiones jesuíticas, y atacó la Colonia del Sacramento, tomándola al cabo de un mes de lucha, el 29 de octubre. Cevallos reforzó las posesiones españolas y ocupó Maldonado. Mientras, Gran Bretaña y Portugal organizaron una flota combinada, que fue sufragada por la Compañía Británica de las Indias Orientales, y la enviaron al Plata con la intención de apoderarse de ambas márgenes del estuario. Acordaron que la Banda Oriental quedaría en poder de Portugal y la Banda Occidental, incluyendo Buenos Aires, sería entregada a Gran Bretaña. La flota llegó al Río de la Plata en enero de 1763 y atacó Colonia, que fue defendida tenazmente por las tropas del gobernador Cevallos. Tras perder varios navíos, la escuadra angloportuguesa se retiró de la zona. Cevallos aprovechó su triunfo y lanzó su ejército contra Río Grande, logrando tomar los fuertes de Santa Teresa y San Miguel. A continuación se dirigió contra San Pedro pero debió detenerse al conocer la noticia del Tratado de París (1763) que ponía fin a la guerra. Portugueses e ingleses habían sido derrotados en el Río de la Plata.
La guerra en las Indias Orientales
Merced a la importancia que Gran Bretaña concedía al comercio indio —y en particular al bengalí, donde ya contaba con una importante presencia— la United Company, quería frenar la expansión francesa en India. Por este motivo apoyaba a los príncipes indios que se rebelaban contra Francia. En el transcurso de la guerra los franceses tomaron Calcuta. Por su parte Luis XV deseaba una paz rápida con Gran Bretaña, por lo que prácticamente abandonó a Joseph François Dupleix y a la obra desarrollada por éste en la India. No sólo no consiguió su objetivo, sino que Gran Bretaña se precipitó además sobre las posesiones norteamericanas de Francia. El militar británico Robert Clive logró derrotar a Francia en numerosas batallas inscritas en el contexto de las denominadas guerras carnáticas. De esta manera Gran Bretaña se hacía con el Imperio hindú iniciado por Francia. Las Guerras Carnáticas (nombre derivado del estado de Karnataka, India) fueron una serie de conflictos militares durante el siglo XVIII entre Gran Bretaña, Francia y los marathas por el control de la línea costera entre Nellore y Tamil Nadu, en la costa oriental de la India. En esa época la región de Karnataka era una dependencia de Hyderabad en el Imperio mogol. Hubo tres guerras Carnáticas entre 1744 y 1763. Aunque el nombre local para la región era Karnataka, la pronunciación habitual llevó a confusión con el término español «carne», llevando a que al menos un general británico se refiriera a la guerra como Meat Wars (guerras de la Carne). Se considera que las guerras Carnáticas establecieron la supremacía británica en el subcontinente Indio que se mantendría los siguientes doscientos años, gracias a la colaboración y aquiescencia de los caudillos tribales locales sometidos o sobornados por Inglaterra, pero no a lo que se entiende por una conquista militar al uso propiamente dicha.
Virreinatos españoles en América en 1800

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