Esta famosa espía holandesa conocida como Matahari, se
llamaba en realidad Margaretha Geertruida Zelle, y tenía 41 años cuando fue
fusilada por los franceses en un bosque cercano a París el 15 de octubre de
1917, acusada y condenada a muerte por espionaje durante la Primera Guerra
Mundial. La palabra «matahari» significa sol en idioma malayo. Margaretha era la hija mayor de un sombrerero y tenía tres
hermanos varones. Sus padres se divorciaron y su madre falleció a los dos años
del divorcio. Su padre se volvió a casar y Margaretha comenzó a deslumbrar a
todos con su belleza. Abandonó el hogar familiar y se fue a vivir primero con
su padrino, y después con uno de sus tíos. La leyenda negra de la célebre
bailarina cuenta que mantuvo relaciones sexuales con ambos. Margaretha inició los estudios académicos para convertirse
en maestra de escuela y por entonces contestó al anuncio publicado en un
periódico por un militar veinte años mayor que ella que buscaba esposa. Esta
práctica era habitual en la época. Después de una breve relación epistolar,
Margaretha, de 18 años, y el capitán Randolf McLeod contrajeron matrimonio en
Ámsterdam en 1895. Poco tiempo después, la pareja se trasladó a Java, adonde fue destinado su
esposo. El matrimonio tuvo dos hijos. En 1899 los niños enfermaron y
el menor falleció. Se ha especulado con la posibilidad de que muriera a causa
de complicaciones por el tratamiento contra la sífilis que le habrían
contagiado sus progenitores, se dijo también que el niño podría haber muerto
por envenenamiento; un acto de venganza por el maltrato sufrido por un criado
nativo a manos del padre de las criaturas. En cualquier caso, la muerte del
niño supuso un duro revés para la pareja; un golpe del que no se recuperaron
los padres. Él se refugió en la bebida y ella buscó consuelo manteniendo relaciones
con hombres javaneses que la iniciaron en las prácticas sexuales propias de las
cortesanas balinesas, así como en las sensuales danzas que años más tarde le
proporcionaron gran fama como prostituta de lujo.
La pareja regresó a Europa y se separó en 1902. Cuatro años
más tarde se celebró la vista del divorcio y su esposo logró arrebatarle la
custodia de su única hija, aunque inicialmente le había sido asignada, alegando
que su madre llevaba una vida de libertinaje y depravación por su oficio de
bailarina exótica. Un eufemismo para ocultar su auténtica profesión: la de prostituta. Entre medias, Margaretha había intentado sin éxito abrirse
camino en París como modelo posando para pintores y otros artistas utilizando
el seudónimo de Lady McLeod. Sus continuos fracasos la llevaron a caer bajo los
efectos de una profunda depresión y llegó a carecer de los recursos económicos
mínimos para subsistir, por lo que regresó a Holanda. Volvió a París armándose de valor y dispuesta a todo.
Incluso a utilizar los conocimientos que había adquirido en Asia sobre técnicas
amatorias y prácticas sexuales explícitas que en Europa aún estaban condenadas
por la moral cristiana y por la rígida sociedad victoriana. Incluso en el alegre París de entonces, la cacareada relajación de costumbres propia de la Belle Époque, quedaba restringida a los vodeviles y poco más.
Aprovechando el tirón de la literatura romántica de finales
del siglo XIX, y aprovechando su aspecto, sobre todo su tez oscura y el cabello
negro heredado de su madre, se hizo pasar por una supuesta princesa de Java y
creó una coreografía propia y adaptada de los bailes balineses, ejecutándolos
de manera aún más sensual. El broche final a estos bailes exóticos solía ser un
desnudo integral o parcial, lo que enseguida le granjeó cierta fama en el
mundillo del vodevil allá por 1905. Gracias a su determinación y a su gran imaginación,
Margaretha pudo superar la difícil situación económica en la que se hallaba
tras su separación. Sus sensuales danzas, bailando semidesnuda –o
desnuda–, le proporcionaron el dinero necesario para salir de la miseria en la
que se encontraba. Margaretha logró abrirse paso en París en poco tiempo y se
organizaban auténticas colas para conseguir localidades en las primeras filas
del teatro para ver su espectáculo de danzas eróticas. Curiosamente, aunque
se desnudaba casi completamente e incluso ejercía de prostituta, rara vez
mostraba sus pechos, ni tan siquiera como reclamo en las populares fotografías
publicitarias de sus espectáculos. Valiéndose de la fama que se había granjeado como bailarina
exótica, mantuvo relaciones con muchos políticos y militares.
Matahari
llegó a crear escuela y hacia 1910 ya tenía muchas imitadoras, y aunque su fama
y la de sus espectáculos aumentaba, iba perdiendo sus encantos físicos, pues ya
no era tan joven y había ganado peso, por lo que tuvo que ejercer con
frecuencia de cortesana para mantener su tren de vida. Por aquella época intentó recuperar a su hija que vivía con
su padre, pero no lo consiguió. En 1916, Margaretha estaba profundamente enamorada de Vadim Maslov,
un joven oficial ruso de 23 años que fue gravemente herido en el frente. Ella
acudió a las autoridades francesas para conseguir un visado especial para
atravesar la zona de guerra donde se desarrollaban los combates,
particularmente violentos aquel año, y poder visitar a su amante en el hospital
donde se encontraba convaleciendo de sus heridas. Se dice que ella aceptó el encargo de espiar para Francia al embajador alemán
en Madrid cuando su amante se lo pidió, pero Matahari no resultó demasiado
hábil como espía, y se cree que los alemanes la reclutaron entonces como doble agente para que revelase los supuestos secretos
militares que conocía a través de los oficiales franceses con los que se
acostaba, ella aceptó pero sólo dio información trivial. Hay que puntualizar
que se requiere un mínimo de preparación militar para sonsacar
información importante: calibre de las baterías de artillería, situación en el frente de dichas piezas, movimientos
tácticos de cuerpos de ejército, líneas férreas, transportes de tropas…
No parece que Matahari reuniese estas características cuando
fue arrestada por los franceses el 3 de febrero de 1917 en la habitación del
hotel de París donde se alojaba. Ella pidió que se le diera tiempo para
ducharse y cambiarse de ropa; se lo concedieron y regresó al cabo de unos
minutos completamente desnuda y regalando bombones a sus captores, en un
desesperado intento de disuadirlos, que no dio resultado. Fue acusada de
espionaje, de ser una agente doble al servicio de Alemania y de haber sido la
causante de la muerte de miles de soldados franceses en el frente por la información
revelada a los alemanes. Su amante ruso, Vadim Maslov, habló de ella en
términos despectivos tratándola de «aventurera» y abandonándola a su suerte cuando supo que ya la habían encarcelado. Por esas mismas fechas, febrero de 1917, el zar ya había sido
derrocado, y este oficial tenía escaso provenir en el Ejército ruso, por
lo que no sería extraño que los franceses le hubiesen presionado para declarase
contra su amante a cambio de asilo o refugio político. Matahari fue sometida a juicio sumarísimo, y durante el mismo
afloraron muchas de las mentiras y engaños que había contado sobre su vida, lo
cual fue empleado para desacreditarla. Lo que buscaba Francia era un chivo
expiatorio al que culpar por los numerosos fracasos cosechados por los aliados
a lo largo de 1916: los franceses habían sido barridos por los alemanes en
Verdún; y sus aliados británicos habían sido estrepitosamente derrotados por
los teutones en el Somme. Se cuenta que en un momento del juicio Matahari exclamó: «¿Una
ramera? ¡Sí! Pero jamás una traidora». A pesar de todo, fue declarada culpable sin pruebas
concluyentes y basadas en hipótesis que nunca fueron demostradas. De hecho, una
asociación de su ciudad natal solicitó al Ministerio de Justicia francés una
revisión póstuma del caso, pero esta petición no fue atendida. ¿Reconocer Francia
una injusticia? ¡Jamás! Las leyes de memoria histórica quedan para otros países.
Los franceses pasaron página sobre lo que sucedió en retaguardia durante las dos
guerras mundiales hace mucho tiempo.
Matahari fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el
15 de octubre de 1917, en Vincennes. La leyenda sostiene que la escuadra tuvo
que ser vendada para no sucumbir a sus encantos. Sin embargo, son probados los
hechos de que lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y que, de los 12
soldados que constituían el pelotón de fusilamiento, sólo acertaron 4 disparos,
uno de ellos en el corazón, causándole la muerte instantánea, lo que hacía innecesario
el tiro en la sien que le propinó el oficial al mando del pelotón de ejecución.
La noticia recorrió el mundo. Existe una narración periodística que detalla el
dramático momento del fusilamiento, describiendo la expresión de su rostro, la
forma en que cayó y la disposición final del cuerpo en el suelo. Detalles conmovedores
para enmascarar un crimen de Estado perpetrado por los franceses para culpar a una
mujer indefensa de sus derrotas militares en 1916. Vive la France!
Idealización de Matahari caracterizada como bailarina exótica |
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