Según algunas leyendas apócrifas, el mago Merlín fue
engendrado por un demonio, un espíritu impuro que se unió carnalmente a una
monja. En algunas obras la madre de Merlín no es una monja, sino la hija célibe
de un reyezuelo galés, aunque también se menciona a una terrible bruja
que habita en el bosque. Otras versiones sugieren que Merlín fue concebido por
su madre sin intervención masculina. En cualquier caso, parece ser que Merlín fue creado para
atraer a los hombres y mujeres al lado oscuro que a todos nos acecha; pero al
crecer decidió hacer lo contrario y se convirtió en guía espiritual del legendario
rey Arturo de Camelot.
El súcubo, según las leyendas medievales, es un demonio que
toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a
los adolescentes y a los monjes más devotos, introduciéndose en sus sueños y provocándoles obscenas fantasías sexuales. En
general, los súcubos son mujeres dotadas de una gran sensualidad y de una extraordinaria
belleza. En la Edad Media, la Iglesia asustaba a los sencillos
feligreses que acudían a sus parroquias hablándoles de los súcubos y los
íncubos como de unas criaturas diabólicas que se apoderaban del alma de los buenos
cristianos mientras dormían, copulando con ellos o inspirándoles
pensamientos libidinosos. La descripción que hacía la Iglesia de estas
criaturas era un tanto contradictoria, pues las pintaba como seres
horripilantes, tanto a los espíritus impuros masculinos como a los femeninos,
al tiempo que prevenía sobre su diabólica capacidad de seducción. Cosa harto
difícil de creer es que un hombre o una mujer de aspecto físico tan espantoso
pudiese seducir a las criaturas del sexo opuesto. Para las crédulas y sencillas mentes de los hombres y mujeres
medievales, sobre todo en los medios rurales, los íncubos y los súcubos eran
demonios alados, con cuernos y largas colas terminadas en punta de lanza. Con
la llegada del Renacimiento, estos espíritus empezaron a ser representados,
sobre todo los femeninos, como mujeres de extraordinaria belleza. Lo que
despertaba más los deseos de pecar con ellas, que el de abstenerse de mantener
contacto carnal.
Desde entonces, estos demonios son representados como
mujeres de gran belleza, piel perfecta y largas cabelleras de pelo negro o
rojizo. Según algunas tradiciones apócrifas, los súcubos son descendientes de
Lilit, la primera esposa de Adán y reina de la Oscuridad. Los súcubos desean la perdición de los hombres, por eso los
atraen primero con palabras lisonjeras, para luego atormentarlos con su desdén
y no acudiendo cuando son invocados. Sus movimientos son seductores y poseen un carisma capaz de
fascinar a cualquier hombre o mujer. En la Edad Media se decía que sólo los más
santos de entre los eremitas y ascetas podían resistirse a sus encantos y ser
capaces de discernir la mirada del Mal en su mirada oscura y enturbiada por el
enfermizo deseo carnal. Con el paso de los años y el cambio de las modas, súcubos e
íncubos han ido evolucionando. Hoy estarían más cerca de la imagen arquetípica
de ejecutivos de importantes compañías, hablando varios idiomas, dotados de gran empatía y expertos en relaciones humanas. Cualquiera diría de estas personas
que son auténticas triunfadoras en el mundo actual presidido por el individualismo y
el consumismo compulsivo. Los súcubos no necesitan mostrarse agresivos y rehúyen los
conflictos. Prefieren usar su capacidad de persuasión y don de gentes para
conseguir sus propósitos. Además, en caso de necesidad, no dudarán en adoptar
el papel de víctima o de damisela en apuros. Incluso pueden enredar y poner a
unos en contra de otros por simple diversión. Una vez han elegido a su víctima procuran alejarse con ella de
la multitud, y entonces usan su capacidad de sugestión, muy parecida a la de
los vampiros, para hacerle creer prácticamente cualquier cosa que deseen.
Cuando la víctima entra en ese estado hipnótico es atacada por el
súcubo, que consume la energía vital de la víctima mientras mantienen relaciones
sexuales. Algo sobre lo que también prevenían los curas: el exceso de
actividad sexual podía provocar ceguera, especialmente la masturbación
masculina. Estos demonios se nutren de la energía vital de los seres humanos,
energía que también les permite mantener eternamente un aspecto joven y
encantador, como Dorian Gray. Tras el estado de inconsciencia, las víctimas pasan a un
sueño profundo del que suelen despertar agotadas, deprimidas y con la sensación
de haber vivido una horrible pesadilla, aunque si el súcubo se excede
extrayendo energía de su víctima, es posible que ésta no consiga despertar y
acabe muriendo de consunción, como les ocurría a las víctimas de los vampiros
decimonónicos. Una explicación menos fantástica nos diría que los pobres campesinos
morían a causa de malnutrición.
Aunque no es habitual, en ciertas ocasiones los súcubos
muestran su verdadero aspecto mientras mantienen relaciones con sus víctimas.
Los ojos de serpiente, los colmillos, las alas de murciélago y la cola son extras que añaden al martirio al que
someten a sus víctimas cuando éstas no les han agradado o dejan de complacerlos. Los íncubos son la versión masculina del súcubo. Suelen ser hombres jóvenes, muy viriles, atractivos y bien dotados, que
seducen y atraen generalmente a mujeres, o a hombres afeminados, a los que
atormentan de la misma manera que suelen hacerlo los súcubos con sus
víctimas. Súcubos e íncubos disfrutan sabiendo el dolor y la vergüenza
que causarán a sus víctimas al despertar de su espantoso sueño. Las mujeres incluso
pueden quedar embarazadas de los íncubos. Cuando esto ocurre existe la
posibilidad de que el bebé sea un engendro diabólico. Súcubos e íncubos tienen la capacidad de realizar sus
encantamientos en el mismo lugar donde realizan el acto sexual, generalmente en
la cama de la víctima, de manera que cada vez que ésta descansa sobre dicha
cama se drena parte de su energía, que pasa directamente al demonio aunque esté
lejos del allí. Esta poderosa hechicería puede acabar con la vida de la criatura
mortal mientras hace más fuerte al demonio. Así, cuantas más víctimas consiga,
más poderoso se vuelve. En el siglo XVI, una talla o la escultura de un súcubo fuera
de una posada, indicaba que también funcionaba como burdel.
Íncubo acechando a su víctima mientras duerme |
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