En 1797 la tentativa británica
de apoderarse de las islas Canarias acabó en la humillante derrota del entonces
contraalmirante Horatio Nelson a manos del general español Antonio Gutiérrez de
Otero y Santayana. La conquista de las islas Canarias hubiese permitido a los británicos
disponer de una base estratégica para asegurar sus intereses en el Atlántico y las
rutas comerciales a América y la costa occidental de África. En julio de 1797,
la Royal Navy a las órdenes de Nelson, se presentó en Tenerife con 9 navíos de
guerra bien artillados y 3.700 infantes de marina prestos para desembarcar. El objetivo
de esta fuerza naval era conquistar y ocupar las islas Canarias. Según el Almirantazgo,
como cuatro décadas antes en Cartagena de Indias, la invasión iba a
ser un paseo militar para la flota británica mandada por Nelson. El general Gutiérrez de Otero logró
coordinar eficazmente, y en muy poco tiempo, un heterogéneo grupo de soldados
regulares con pescadores, labradores y artesanos que, con la determinación y
heroísmo de todo el pueblo tinerfeño, liderado por el general Gutiérrez, acabó
con la arrogancia británica y culminó otra gran victoria española sobre los británicos.
Nelson perdió su brazo derecho y fue hecho prisionero tras la dura batalla que se
libró en la bahía de Santa Cruz de Tenerife el 25 de julio de 1797.
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