Eduardo VIII fue rey de Inglaterra solamente durante
326 días, desde la muerte de su padre, Jorge V, el 20 de enero de 1936, hasta
su abdicación el 11 de diciembre del mismo año. El nuevo rey deseaba casarse
con su amante, Wallis Simpson, con la que ya vivía. Wallis era una divorciada
estadounidense que residía en Inglaterra, y que tenía, además de unas
manifiestas ínfulas de convertirse en reina, un turbulento pasado y una pésima
reputación en sus relaciones con los hombres, habiéndose divorciado ya dos veces.
Como se daba la circunstancia de que el monarca británico es también el jefe de
la Iglesia anglicana, varios dignatarios religiosos y gubernamentales no
aprobaban una unión entre el rey y la señora Simpson. Pero Eduardo decidió
casarse con Wallis a pesar de las abundantes objeciones. El resultado fue que
después de unos doce meses como rey, abdicó. Anunció su decisión y reafirmó su
amor por Wallis Simpson en un discurso radiofónico a la nación el mismo día.
Cuando Wallis se enteró de la renuncia de Eduardo al trono, tuvo un ataque de
ira, porque ella deseaba convertirse en reina. La pareja se exilió en
Francia donde se casaron el 3 de junio de 1937 y la ambiciosa Wallis tuvo que
contentarse con el título de duquesa de Windsor, pero no consiguió ser reina.
Bien, esa es la historia
oficial, que resumida vendría a ser que el 10 de diciembre de 1936, Eduardo
VIII renunció al trono de Inglaterra para casarse con Wallis Simpson. Sin embargo, hoy se
empieza a aceptar el hecho, negado durante mucho tiempo por las autoridades y
los historiadores británicos, de que un amplísimo sector de la aristocracia
inglesa era abiertamente favorable a las tesis nazis por ser anticomunistas, y creían necesario un
entendimiento con los alemanes, empezando por el propio rey Eduardo VIII,
siendo ése el auténtico motivo por el que fue obligado a abdicar. Pero no es
menos cierto que quien introdujo las bondades del nazismo en la egregia cabeza
del príncipe, y futuro rey de Inglaterra, fue la señora Wallis Simpson, de
marcadas tendencias filonazis, y de la que existen varias fotografías saludando
efusivamente a su admirado Adolf Hitler.
Dejemos ahora a Wallis y
a Eduardo, para fijarnos en otro suceso de la Segunda Guerra Mundial
escasamente abordado o, por decir más, deliberadamente ocultado. Parece algo
inconcebible pero, el 10 de mayo de 1941, con Francia derrotada y un mes y medio antes
de iniciar la campaña contra la Unión Soviética, el lugarteniente del Führer,
Rudolf Hess, voló solo a Escocia para encontrarse supuestamente con el duque de
Hamilton, y negociar la paz con Gran Bretaña por separado. Hitler quería tener
las manos libres para concentrar todos sus esfuerzos en la campaña de Rusia.
Pero los ingleses no estaban por la labor, sabían que si los alemanes
derrotaban a la Unión Soviética la posición de predominio que todavía
conservaba Gran Bretaña en el mundo habría llegado a su fin. Hess fue capturado
y, tras escuchar su propuesta, el primer ministro británico Winston Churchill
se negó a considerarla y lo encerró en prisión. Finalizada la guerra y después
de los juicios de Núremberg contra los criminales de guerra alemanes, el
antiguo lugarteniente de Hitler fue encarcelado en solitario en la cárcel de
Spandau.
Hess falleció en 1987
víctima de un extraño y conveniente suicidio, apenas dos años antes de producirse
la caída del Muro de Berlín. Sin duda Hess podría haber contado bastantes cosas
interesantes acerca de los representantes de algunas casas reales europeas
afines al régimen nacionalsocialista, empezando por el que fuera rey de Inglaterra,
Eduardo VIII. Estos influyentes personajes formaban parte de lo que el
presidente Woodrow Wilson definió en 1918 como la diplomacia secreta cuando
presentó ante el Congreso sus XIV Puntos para logar la paz en Europa en la
anterior guerra.
En 1940, igual que en
1915, Winston Churchill deseaba provocar la intervención de Estados Unidos en
la guerra europea, único modo de derrotar a Alemania. Y fue por eso que
Rudolph Hess jamás salió de prisión y desde el principio los ingleses pusieron
mucho empeño en etiquetarlo de loco. Hess había volado a Inglaterra para
ofrecer la paz a Churchill y éste rechazó su propuesta porque quería la guerra.
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