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martes, 9 de noviembre de 2010

¿Por qué asesinaron a Kennedy? (10)

La Bolsa de Wall Street cayó 24 puntos en apenas 27 minutos cuando el asesinato de Kennedy fue anunciado aquel viernes 22 de noviembre de 1963. En pocas horas 2,6 millones de acciones fueron vendidas o canjeadas. No se vería otra reacción comparable en la Bolsa de Valores neoyorquina hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001 y tras la debacle financiera iniciada el 15 de septiembre de 2008. La más grave desde 1929. Hubo quien ganó medio billón de dólares en un solo día tras el asesinato de Kennedy. Casualmente, la Allied Crude Vegetable Oil Refining Corporation, dirigida por el magnate petrolero de Nueva Jersey, Anthony de Ángeles, quebró el mismo día, dejando caer el mercado. Allied Crude estaba controlada por la US American Bunge Corporation y manejada por un grupo de accionistas establecidos en Argentina, un holding de empresas conocido como Bunge & Born Ltd.

La revista Business Week, el 19 de octubre de 1963, un mes antes del asesinato de Kennedy, describía a la familia Born de Argentina, accionista mayoritario de Bunge, como ciudadanos procedentes de Alemania. Todo sobre Bunge tenía resonancia alemana. Tenían un volumen de negocio de alrededor de 2 billones de dólares anuales, repartido en 80 países con cerca de 110 oficinas, todas interconectadas con télex y telégrafos. La Corporación Bunge era conocida como “El Pulpo”.

En el libro ‘Were we controlled?’ (“¿Estábamos controlados?”) se detallan minuciosamente las relaciones internacionales de la Corporación Bunge, así como el conocimiento inmediato, a pesar de la diferencia horaria, de la muerte del presidente Kennedy, lo que les permitió cerrar varias operaciones bursátiles con éxito en cuestión de minutos. Muchas de esas operaciones se realizaron entre Argentina y la Alemania Occidental de entonces.

El general Edwin Walker
El 21 de noviembre de 1963, un día antes del asesinato del presidente Kennedy, el general Edwin Walker llamó al periódico alemán ‘Deutsche National Zietung’ en Múnich, Alemania, desde Shreveport, Los Ángeles. Walker no pudo esperar para decirles que Lee Harvey Oswald, el solitario comunista de Dallas, era la misma persona que le había disparado a través de la ventana de su casa en abril de aquel mismo año. Hecho del que nunca hubo testigo alguno, aparte del propio general Edwin Walker. Cuando al día siguiente se produjo el asesinato, la policía de Dallas y el FBI fueron tomados por sorpresa. Durante las investigaciones, y con vistas a inculpar a Oswald, y atribuir una conexión marxista (ya fuese cubana o soviética) con el asesinato, fue necesario que Ruth Paine les hiciese llegar una supuesta carta de Oswald dirigida a su esposa Marina en la que le explicaba los motivos por los que había disparado contra Walker. La carta se suponía escrita antes de producirse el asesinato de Walker, que en ella se daba por sentado, y que nunca ocurrió.

El único fragmento del proyectil que se conserva, relacionado con el fingido atentado de Lee H. Oswald contra Edwin Walker, jamás pudo ser identificado como procedente del fusil Mannlicher-Carcano calibre 6,5 supuestamente propiedad de Oswald con el que meses después atentó contra Kennedy. Es más, jamás se pudo demostrar que Oswald hubiese tenido esa arma en sus manos y se barajó la posibilidad de que el fusil que se empleó en el asesinato de Kennedy fuese un Máuser de fabricación alemana ó, española.

¿Por qué el general Walker estaba tan interesado en informar a un periódico alemán, un día antes, sobre el sospechoso de un magnicidio que iba tener lugar en Dallas, en el otro extremo del mundo, un día después?
En aquellos momentos, Kurt George Kiesinger acababa de tomar posesión del cargo de canciller de la República Federal de Alemania y Franz-Josef Straus hacia lo propio como ministro de Economía.

Varios años antes, Kurt George Kiesinger ingresó en el Departamento de Propaganda Radiofónica dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores nazi a cargo de Von Ribbentrop, tenía entonces 36 años. Allí estuvo dirigiendo durante la Segunda Guerra Mundial un programa radiofónico de propaganda, con 195 especialistas bajo su supervisión directa. Él fue el coordinador de su Departamento con el Ministerio de Propaganda que dirigía el doctor Paul Joseph Goebbels, una de las figuras clave del régimen nazi, conocido por sus dotes para la retórica y su capacidad de persuasión. Goebbels promovió la depuración de los ambientes culturales y la más extensa difusión de los mitos nazis. Una de las más famosas citas de Goebbels fue: “Una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”.

Sin duda, el general Walker, destinado entonces en Múnich, sabía de la importancia de la propaganda. Además conocía a la misma gente que con Hitler controlaba los medios de radiodifusión, y publicaba y controlaba los periódicos del Reich. Sabía que una mentira bien camuflada podía ser fácilmente vendible: con esa llamada al periódico alemán esperaba atraer la atención internacional sobre el hecho de que Oswald, un marxista fanático, había disparado contra el presidente de los Estados Unidos, pero también contra él unos meses antes. Presentándose así como una especie de “mártir” y mostrándose como “víctima” antes de que las autoridades pudiesen pensar en él como sospechoso.

Por otra parte, el periódico de Múnich al que Walker llamó estaba relacionado con grupos de extremistas violentos, paramilitares y activistas anticomunistas en todo el mundo. Había mucha gente de la organización de Gehlen y de la ultraderecha religiosa y segregacionista norteamericana, incluidos los fanáticos del Ku-Klux-Klan. Además de antiguos miembros de las SS alemanas instalados en Estados Unidos desde 1945.

El editor Gerhard Frey era amigo cercano de varios nazis miembros de la Liga Witiko. Esta liga y un grupo de alemanes de los Sudetes, (Sudetendeutch Landsmannscraft), eran organizaciones para refugiados desplazados. Durante el verano de 1948 se formaron unas cuantas organizaciones, y para 1955 el doctor Walter Becher fue elegido para presidir el Consejo Ejecutivo de la Liga Witiko. Becher fue uno de los jefes de las organizaciones nazis más activos en los Estados Unidos y a él se debe en buena parte el éxito y la amplia difusión en la actualidad de movimiento neonazi que ha calado en los corazones de muchos supremacistas blancos y segregacionistas de la América profunda.

El senador Joe McCarthy, Charles Willoughby, el general Edwin Walker y la organización de Robert Morris integrada por antiguos nazis y criminales de guerra alemanes, coincidieron finalmente cuando el doctor Walter Becher instaló las oficinas centrales de su organización en Washington en 1950. El 16 de julio de 1957, el doctor Walter Becher, elogiado hasta la náusea por la ‘American Opinion’ y otras publicaciones de la ultraderecha segregacionista, comenzó su política de liberación. El general Douglas MacArthur, el senador Joseph McCarthy, el general Charles Willoughby, varios miembros del Congreso norteamericano y funcionarios públicos comenzaron a reunirse abiertamente y a cooperar con grupos de ideología neonazi.

Volkmar Schmidt llegó procedente de Múnich, Alemania, para trabajar a tiempo completo con el general Walker. ¿Durante cuánto tiempo trabajaron juntos? ¿Dónde se encontraba Volkmar Schmidt aquel 22 de noviembre de 1963? O cuando Walker hizo la misteriosa llamada el día antes del atentado a Alemania, ¿era él la persona que estaba al otro lado del hilo telefónico?

La YAF (Young Americans for Freedom) había ido reuniendo en Dallas a un equipo inquietante: Charles Willoughby, jefe de la Inteligencia Militar para el Pacífico Sur durante la guerra, Robert Morris, Contrainteligencia y Guerra Psicológica, general Edwin Walker, militar norteamericano de tendencias nazis destinado en Alemania, William Buckley, de la CIA, senador John Tower, que facilitó a Marina Oswald su entrada en los Estados Unidos “agilizando” los farragosos y casi insalvables trámites burocráticos. Pero finalmente, el gran aglutinador de todos estos grupos, fue la CIA, la Agencia Central de Inteligencia que Allen Dulles había puesto en marcha aprovechando la infraestructura de la antigua OSS (Office of Strategic Services) que David Rockefeller había concebido como una herramienta útil para establecer su particular sinarquía por encima del propio Gobierno de los Estados Unidos, del Congreso y del Senado. 

Sin embargo, David Rockefeller no fue el único multimillonario que movió los hilos de la política norteamericana y mundial en aquellos años de posguerra. Diez años después del asesinato de Kennedy, Howard Hughes también jugó un papel destacado, y fue él quien puso al ‘Washington Post’ sobre la pista de la supuesta financiación fraudulenta de la campaña electoral de Richard Nixon que acabaría convirtiéndose en el célebre caso ‘Watergate’ que obligó al presidente a dimitir el 9 de agosto de 1974. Kennedy y Nixon fueron ‘neutralizados’ por intentar poner a la Reserva Federal bajo el control del Gobierno de los Estados Unidos. Quien controla el dinero de una nación, controla al Gobierno de esa nación.


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