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martes, 2 de noviembre de 2010

¿Por qué asesinaron a Kennedy? (1)


Ser presidente de los Estados Unidos es el mayor sueño de cualquier político norteamericano. Sin embargo, no es un puesto fácil de alcanzar debido a la cantidad de influencias y dinero necesarios para poder lograrlo. Tampoco puede decirse que se trate de un cargo especialmente cómodo; ni siquiera seguro, pese a la parafernalia de escoltas que lleva aparejado en cada desplazamiento. Pero la presidencia de los Estados Unidos no es más que la punta visible del iceberg, el gran témpano de hielo del poder permanece oculto acechando bajo la superficie, y el presidente no está autorizado a tomar decisiones unipersonales sin consultar con sus superiores, es decir, con quienes le han puesto ahí.
El viernes 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas. Pocas horas después se arrestaba a Lee Harvey Oswald. No obstante, el único sospechoso del asesinato no tuvo la oportunidad de testificar al morir a manos de Jack Ruby. Oswald desapareció llevándose a la tumba todos sus secretos y dejando en el aire numerosas incógnitas: ¿actuó por su propia cuenta?, ¿hubo otro tirador?, ¿quiénes salieron más beneficiados con la muerte del presidente? 
Después de casi cincuenta años, éstas y otras preguntas siguen sin respuesta. Pero la tesis del tirador solitario que se desprende de las investigaciones de la Comisión Warren, se desmoronaron como un castillo de naipes hace mucho tiempo.
En 1963 Dallas era un poblachón tejano que estaba más cerca en el tiempo de 1863 que del año 2000. Las heridas de la guerra civil aún no habían cicatrizado, y la elección de John F. Kennedy como presidente en 1960 removió viejas pasiones e hizo aflorar a la superficie una animadversión larvada durante un siglo. En suma, reactivó el odio de los antiguos sudistas hacia el “Norte” y todo lo que éste significaba con otro elemento de discordia añadido: el nuevo presidente era además católico y se oponía al mantenimiento de la segregación racial en el profundo Sur confederado de antaño.
Los tejanos se consolaban pensando que al menos “uno de los suyos” al que todos conocían y apreciaban y al que venían apoyando desde 1948 con cariño y “grandes sumas de dinero” defendería sus intereses en Washington. Es decir, los intereses de los que le habían apoyado. Pero el caso era que, como el propio Nixon había profetizado, Kennedy deseaba deshacerse de Johnson y no contaba con él para la campaña de reelección de 1964. Los tejanos no estaban dispuestos a transigir con otra derrota cien años después de la sufrida en 1865.
Aunque la victoria del Norte en la guerra civil aseguró la integridad territorial de los Estados Unidos como nación indivisible, muchas cosas se destruyeron en el curso del conflicto, y el objetivo secundario de la guerra, la abolición del sistema de esclavitud, se logró sólo de manera imperfecta y a mediados del siglo XX todavía no se había conseguido la plena igualdad y la integración social entre blancos y negros en los antiguos Estados Confederados del Sur. Sin embargo, un creciente movimiento en pro de los derechos civiles se había puesto en marcha en el Norte para abolir definitivamente los antiguos sistemas socioeconómicos del profundo Sur con el fin de garantizar la igualdad de oportunidades para los negros en materia de vivienda, educación y trabajo. Kennedy se había erigido en abanderado de ese movimiento por los derechos civiles que le reportó muchos votos en los estados del Norte, pero que le granjeó un irreconciliable rechazo en los del Sur, partidarios de mantener la segregación de razas y la restricción de derechos para los afroamericanos.
Cada generación tiene sus propios hitos, su antes y su después. Todos los norteamericanos que tenían uso de razón entonces, recuerdan qué estaban haciendo aquel 22 de noviembre de 1963, en una fulgurante instantánea toda la nación había fotografiado y congelado para siempre en la memoria millones de sensaciones, de datos y de recuerdos imborrables. Una de las preguntas más repetidas desde entonces ha sido ¿qué estaba haciendo usted el día que asesinaron al presidente Kennedy? Quién sabe, tal vez dentro de unos años, cuando ya no interese a nadie, la pregunta sea ¿qué estaba haciendo usted el 11 de septiembre de 2001? O si la trasladásemos a España podría ser… ¿dónde estaba usted el 11 de marzo de 2004?
Hay fechas que marcan a toda una generación, a todo un país. Sin embargo, resulta paradójico que los únicos norteamericanos que han declarado públicamente que “no recuerdan lo que estaban haciendo el día que asesinaron a Kennedy” sean, precisamente, dos expresidentes de los Estados Unidos: Richard Nixon y George Herbert Bush.
Sin embargo, el día 21, jueves, la víspera del atentado, Richard Nixon se encontraba en Dallas. Por entonces trabajaba como abogado para Pepsi-Cola, y había acudido a la ciudad para representar a la compañía en un congreso de empresas dedicadas al embotellado y comercialización de bebidas refrescantes. En el momento en que el Air Force One, el avión presidencial, iniciaba la maniobra de aproximación al aeropuerto Love Field, Nixon abandonaba la ciudad de Dallas con rumbo a Nueva York. El Dallas Morning News dedicaba su portada, obviamente, a la visita de John Kennedy, y reproducía una extraña declaración del candidato republicano derrotado en las elecciones de 1960 hecha poco antes de partir: “Kennedy va a separarse de Johnson para las elecciones de 1964”.
Unas horas más tarde, a bordo del Air Force One, Lyndon Baines Johnson era proclamado presidente de los Estados Unidos de América.
En cuanto a George Herbert Bush, éste argumentó un fallo de memoria. Una curiosa amnesia que le impedía recordar dónde se encontraba aquel inolvidable 22 de noviembre de 1963, y como era de esperar, eso aguijoneó la curiosidad de todos cuantos nos interesamos por el asesinato de Kennedy, sobre todo después que recientemente haya sido desclasificado un antiguo informe de la Policía de Dallas que situaba a un tal George H. Bush en la ciudad en calidad de miembro de la CIA. El mismo Bush que antes de convertirse en vicepresidente con Ronald Reagan, y seguidamente en presidente, fue director de la célebre Agencia Central de Inteligencia.
Llama la atención comprobar que prácticamente todos los que han ocupado la Casa Blanca tras ganar unas elecciones en un año cuya cifra termina en cero y un decenio par, han muerto en el ejercicio del cargo.
Así pues, William Henry Harrison (1840), Abraham Lincoln (1860), James A. Garfield (1880), Warren Harding (1920), Franklin Delano Roosevelt (1940) y John Fitzgerald Kennedy (1960) fallecieron víctimas de atentados o extrañas enfermedades. Entre paréntesis figura el año de su elección. De momento el único que ha roto esa siniestra tradición es George Walker Bush (2000). Ronald Reagan, que fue elegido en 1980, resultó herido en un atentado del que consiguió recuperarse.
Entre los asesinatos de Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy, separados por un siglo, existen una serie de coincidencias asombrosas que repasaremos a continuación, aunque sólo sea por lo curioso que resulta hacerlo.
Abraham Lincoln fue elegido congresista de Estados Unidos en 1846 y llegó a la Casa Blanca en 1860 mientras que Jack Kennedy comenzó su carrera en el Congreso en 1946 y asumió la presidencia tras ganar las elecciones en 1960. Lincoln tenía un secretario privado que se apellidaba Kennedy, que le aconsejó que no acudiera al teatro el día que fue tiroteado, mientras que Kennedy tenía un secretario privado llamado Lincoln, que le aconsejó que no viajase a Dallas, la ciudad donde sería asesinado. Ambos presidentes, cuyos apellidos tienen siete letras cada uno, estuvieron involucrados en la defensa de los derechos civiles durante su etapa presidencial y ello les valió el cariño y el respeto de muchos ciudadanos, aunque a la hora de la verdad, tampoco aplicaron las reformas que habían prometido a bombo y platillo durante sus campañas electorales. Además, sus respectivas esposas sufrieron abortos mientras sus maridos eran presidentes, y en los dos casos se acusó de negligencia a los ginecólogos que las atendieron.
Los dos fueron asesinados en viernes, de sendos disparos en la cabeza y fueron sucedidos por sus respectivos vicepresidentes, del partido demócrata, originarios del Sur y apellidados Johnson: Andrew Johnson, nacido en 1808, sucedió a Lincoln, y Lyndon Johnson, nacido en 1908, sucedió a Kennedy. Sus presuntos asesinos tenían tres nombres y quince letras cada uno: John Wilkes Booth (1839) fue acusado de matar a Lincoln, y Lee Harvey Oswald, nacido en 1939, de matar a Kennedy. Los dos eran partidarios de fórmulas muy impopulares en su época y en su país: Booth se declaraba anarquista y Oswald, comunista. Pero aún hay más coincidencias: Lincoln fue tiroteado cuando estaba en el palco del teatro Kennedy, y Kennedy cuando viajaba en la limusina de la marca Lincoln. Según la versión policial Wilkes Booth salió corriendo del teatro donde cometió el crimen, pero le detuvieron en un almacén, mientras que Oswald huyó del almacén de libros desde donde se cree que disparó y fue detenido en un cine-teatro. Ninguno de los dos llegó a testificar porque fueron ambos asesinados antes de ser procesados: a Booth le mató Jack Rothwell mientras que a Oswald le disparó Jack Ruby.
Pero aún hay más detalles interesantes, aunque sólo sea a modo de anécdota: durante los tres años posteriores a la muerte de Kennedy y Oswald, es decir, hasta 1967 cuando se reabrió el caso por iniciativa del fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, murieron 18 testigos presenciales que sostenían versiones contrarias a las de la Comisión Warren que investigó el magnicidio y había publicado sus conclusiones “definitivas e irrefutables” en 1964. Seis murieron por disparo con arma de fuego, cinco por “causas naturales” sin autopsia, uno degollado y otro con el cuello partido.
El congresista Alle Bogs, miembro de la Comisión Warren, explicó que no estaba de acuerdo con las conclusiones finales de dicha comisión de investigación y que estaba dispuesto a reabrir el caso por su cuenta, y llegó a acusar al FBI, aún dirigido por Edgar Hoover, de utilizar técnicas propias de la Gestapo nazi. No sabía lo cerca que estaba de la verdad con aquella comparación. En 1972 subió a su avioneta particular para dirigirse a Alaska. Se estrelló por el camino. El chófer que le llevó hasta el aeropuerto y le acompañó hasta el avión donde encontraría la muerte fue un joven del partido demócrata llamado Bill Clinton, que muchos años después se convertiría en presidente de los Estados Unidos.
Según varios especialistas que han trabajado durante años por esclarecer la verdad y las circunstancias que envolvieron el asesinato de Kennedy en 1963, el presidente cometió dos errores de bulto: el primero “retrasar” la intervención norteamericana en Vietnam hasta su segundo mandato, no es exacto que Kennedy no desease la participación de Estados Unidos en la guerra. Varios presidentes habían esperado a su segundo mandato para embarcar a Estados Unidos en guerras. El propio Richard Nixon ganó las elecciones en 1968 prometiendo que sacaría a Estados Unidos de la guerra en el sudeste asiático.
El segundo error de Kennedy fue intentar desmantelar la Reserva Federal, el presidente ya había dado órdenes precisas para empezar a imprimir dinero con el sello del Gobierno de los Estados Unidos, para sustituir al dinero emitido por la Reserva Federal, y recuperar así el control de las finanzas del país.

(Continuará...)

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