Powered By Blogger

domingo, 14 de mayo de 2017

Hechos y hazañas de Atenea

Atenea inventó la flauta, la trompeta, la olla de barro, el arado, el rastrillo, la yunta para los bueyes, la brida de los caballos, el carro y los barcos. Fue la primera en enseñar las ciencias de la Naturaleza, en desvelar los secretos de los números y desarrolló todas las artes propias de las mujeres. Aunque es la diosa de la Guerra, no obtiene ningún placer en la batalla; prefiere solucionar las disputas y mantener la ley por medios pacíficos. En tiempos de paz no porta armas, y si alguna vez le hacen falta, suele pedírselas prestadas a Zeus. Su misericordia es grande: cuando los votos de los jueces están igualados, siempre da un voto decisivo para liberar al acusado. Sin embargo, en la batalla jamás es derrotada, ni siquiera cuando lucha contra el mismísimo Ares, ya que tiene mejores conocimientos de táctica y estrategia, y todos los capitanes y comandantes sensatos se dirigen a ella para pedirle consejo.
Muchos dioses, titanes y gigantes, se habrían casado de buen grado con Atenea, pero ella rechazó a todos sus pretendientes. En una ocasión, al no querer pedirle prestadas las armas a Zeus, le pidió a Hefestos que le fabricase armas y armadura sólo para ella. Hefestos se negó a cobrarle, pero exigió favores sexuales y gozar de ella a cambio. Cuando Atenea, al no percatarse de la proposición, entró en la forja para observarlo, Hefestos se dio media vuelta e intentó poseerla. El dios había sido víctima de una malévola broma: Poseidón le había hecho creer que Atenea iba en su busca para copular con él con el consentimiento de Zeus, y que esperaba que Hefestos la tomase violentamente. Cuando ella logró zafarse, Hefestos eyaculó sobre su muslo. Ella se limpió el semen con un puñado de lana, que luego arrojó con asco lejos de sí; pero el paño cayó al suelo cerca de la diosa y accidentalmente fertilizó a la madre Tierra. Horrorizada ante la idea de concebir a un hijo que Hefestos había intentado engendrar en Atenea, la madre Tierra declaró que no aceptaría responsabilidad alguna por el niño.
—Muy bien –dijo Atenea–. Yo misma me ocuparé de él.
Así pues, se hizo cargo de la criatura, lo llamó Erictonio, y como no quería que Poseidón se jactara por el éxito de su broma, escondió al niño dentro de un cesto sagrado; luego entregó el cesto a Aglauro, la hija mayor del rey ateniense Cécrope, con instrucciones de vigilarlo con sumo cuidado.
Cécrope, un hijo de la madre Tierra, fue el primer rey en reconocer la paternidad. También instituyó la monogamia, dividió el país de Mica en doce comunidades, construyó templos en honor de Atenea, y abolió ciertos sacrificios sangrientos a favor de sobrias ofrendas de tortas de cebada. Su esposa se llamaba Agraulo, y sus tres hijas Aglauro, Herse y Pándroso. Una tarde, cuando las muchachas habían regresado de un festival llevando sobre sus cabezas los cestos sagrados de Atenea, Hermes sobornó a Aglauro para que le facilitara el acceso a Herse, de quien se había enamorado locamente. Aglauro se quedó con el oro de Hermes, pero no hizo nada para ganárselo, porque Atenea le había hecho sentir envidia de la buena fortuna de Herse; en consecuencia, Hermes convirtió a Aglauro en piedra, y sedujo a Herse. Después de que Herse le hubiese dado dos hijos, Céfalo y Cérix, ella y Pándroso y Agraulo, la madre de ambas, sintieron curiosidad y echaron una ojeada bajo la tapa del cesto que Aglauro había sostenido. Al ver a una espantosa criatura con cola de serpiente en lugar de piernas, se pusieron a chillar presas del pánico y se precipitaron al vacío desde lo alto de la Acrópolis.
Atenea se sintió tan apenada que dejo caer la enorme roca que había estado transportando en el monte Licabeto. En cuanto al cuervo que le había traído la noticia, le cambió el color del blanco al negro, y prohibió a todos los cuervos que en adelante visitaran la Acrópolis. Erictonio se refugió bajo la égida de Atenea, y ella le crió con tanta ternura que algunos la tomaron por su madre. Su imagen fue colocada entre los astros como la constelación del Auriga, ya que él había sido quien introdujo el cuadriyugo.
Atenea, aunque es tan modesta como Artemisa, es mucho más generosa y bondadosa. Un día, el joven Tiresias la sorprendió accidentalmente cuando se estaba bañando desnuda en la fuente Hipocrene en el monte Helicón. Atenea, de una castidad absoluta, consideró imperdonable la indiscreción de Tiresias; la diosa le puso las manos sobre los ojos y lo cegó, pero le concedió el don de la adivinación a modo de compensación.
Atenea recibió culto en toda la Grecia antigua y en su área de influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta la costa mediterránea de la península Ibérica y el norte de África. Su presencia está atestiguada hasta en las proximidades de la India, tal vez fue llevada allí por los soldados de Alejandro. Su culto adquirió muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable hasta el punto de que su figura fue sincretizada con otras divinidades. En la mitología romana se la adoraba con el nombre de Minerva.
Nota: la égida es la piel de la cabra Amaltea, adornada con la cabeza de Medusa, y es el atributo con que se representa a Atenea, además del gran escudo circular, la lanza y el característico yelmo ático con cimera empenachada.
Atenea representada con sus armas y su inseparable mochuelo





No hay comentarios:

Publicar un comentario