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lunes, 29 de mayo de 2017

La autopsia de Ricardo III de Inglaterra

Ricardo III de Inglaterra reinó brevemente, desde 1483 hasta su derrota y muerte en la batalla de Bosworth el 22 de agosto de 1485 combatiendo a las tropas del usurpador Enrique VII, lo que supuso el fin tanto de los Plantagenet como de la guerra de las Dos Rosas y el advenimiento de los Tudor. Los restos mortales del que fuera el último monarca de la Casa de York estuvieron más de cinco siglos perdidos, hasta que unas excavaciones emprendidas en 2012 los identificaron en la Iglesia de Greyfriars. El hallazgo se confirmó en el jardín de Robert Herrick, donde se encontraba el monumento a Ricardo III levantado a principios del siglo XVII. Se halló el esqueleto de un varón adulto enterrado bajo el coro de la iglesia que, según los arqueólogos y forenses que participaron en la excavación, podía ser el de Ricardo III. Las pruebas forenses determinaron que padecía de escoliosis lumbar severa y de otras dolencias en la columna vertebral, motivo por el que uno de sus hombros habría estado más alto que el otro. También se concluyó que el monarca padeció diversas heridas, todas ellas mortales de necesidad, en el decurso de la batalla. Tenía lo que parecía ser una punta de flecha incrustada en la columna vertebral y diversas lesiones perimortem en el cráneo. Éstas incluían un orifico poco profundo, causado por una daga o estilete de los que se utilizaban para rematar a los caídos, y una depresión craneal, infligida probablemente por una espada o un mandoble. La base del cráneo también mostraba una cavidad enorme al haberse introducido en ella un arma enastada, quizás una pica o alabarda, seguramente para rematarle.
El 4 de febrero de 2013, la Universidad de Leicester confirmó que el esqueleto pertenecía a Ricardo III. Esta conclusión se basó en pruebas de ADN mitocondrial, análisis de tierra y pruebas dentales (le faltaban varias muelas a la mandíbula, a causa de las caries), además de características físicas del esqueleto que son extremadamente consistentes con relatos contemporáneos sobre la anatomía y apariencia del rey Ricardo III. Posteriormente, el equipo técnico declaró que la «punta de flecha» encontrada con el cuerpo, era un clavo de la época tardorromana que ya estaba en la tumba cuando se inhumó al monarca. Por las terribles heridas que mostraba el cráneo, el equipo concluyó que es muy poco probable que Ricardo llevara puesto el yelmo en sus últimos momentos de vida. En la tierra analizada de los restos del rey Ricardo III Plantagenet se hallaron varios huevos microscópicos de ascáride en muestras tomadas de la pelvis, donde habrían estado los intestinos, pero no se encontraron en las muestras tomadas del cráneo y sólo había muy pocos en la tierra alrededor de la tumba. Los hallazgos sugieren que la gran concentración de huevos en la zona pélvica probablemente se produjo a causa de una infección que padecía. La sífilis causaba estragos en aquella época.
Como no podía ser de otra manera, el hallazgo también ha levantado suspicacias por parte de quienes opinan que el sorprendente descubrimiento supone una magnífica plataforma publicitaria para la población de Leicester de algo más 332.000 habitantes, con una fisonomía urbana poco atractiva, aunque dotada de una intensa vida cultural, y en cuya catedral serán enterrados los restos del último monarca Plantagenet. En un esfuerzo por vencer las lógicas suspicacias, el jefe del grupo de arqueólogos encargado de la investigación, Richard Buckley, subrayó que los restos óseos encontrados bajo el altar han sido objeto de «un estudio académico riguroso», lo que ha permitido determinar mediante las pruebas de carbono realizadas, el período del que datan los restos –entre 1450 y 1540–, y comparar sus características con los detalles conocidos sobre el físico del monarca y, sobre todo, cotejar su ADN con el de un descendiente directo de los Plantagenet que reinaron en la Inglaterra medieval durante varios siglos. 
En esta representación de la batalla de Bosworth, Ricardo sí lleva puesto el yelmo

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