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sábado, 20 de mayo de 2017

España en la guerra de los Treinta Años (1618-1648)

La guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poderes en Europa. La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España estuvo ocupada combatiendo con Francia, Portugal declaró su independencia en 1640. Había permanecido bajo dominio español desde que Felipe II se anexionó el país vecino en 1580 cuando el rey portugués murió sin dejar herederos. La familia Braganza se convirtió en la casa reinante en Portugal.
Durante los últimos años de la guerra de los Treinta Años, Suecia se vio envuelta en un conflicto con Dinamarca, entre 1643 y 1645, denominado la guerra de Torstenson. El resultado favorable a Suecia de este conflicto, y la conclusión de la guerra en Europa por medio de la Paz de Westfalia, ayudaron a Suecia a consolidarse como potencia europea. También Francia salió fortalecida del conflicto con España, tomando el relevo de ésta como gran potencia continental. Francia, aunque era un país católico, rivalizaba con el Sacro Imperio Romano Germánico y España por la hegemonía continental, y entró en la guerra del bando protestante. El cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII, pensó que los Habsburgo todavía eran demasiado poderosos, ya que mantenían en su poder varios territorios en la frontera este de Francia y tenían influencia en las Provincias Unidas. Por lo tanto, Francia se alió con los holandeses y con Suecia y entró en la guerra.
España reaccionó invadiendo las provincias francesas de Champaña y Borgoña, e incluso amenazó París durante la campaña de 1636. El general imperial Johan von Werth y el comandante español, el cardenal–infante Fernando, llevaron a cabo varias campañas exitosas. Finalmente Bernardo de Sajonia–Weimar derrotó a los imperiales y llegó a amenazar su permanencia en suelo francés en la batalla de Compiègne. Siguieron muchas batallas, pero ningún bando obtuvo en ellas ventajas claras. En 1642, muere el cardenal Richelieu y un año después lo sigue el rey francés Luis XIII. Sube al trono Luis XIV, con tan solo 5 años, mientras que su regente, el cardenal Mazarino comienza a trabajar para restaurar la paz.
En 1643 las tropas españolas de Felipe IV, que se enfrentaba en la Península a la sublevación de Cataluña, eran derrotadas en la fortaleza de Rocroi y dos años después, en 1645, el mariscal sueco Lennart Torstensson vencía a un ejército imperial en la batalla de Járkov, cerca de Praga, mientras que Luis II de Borbón, príncipe de Condé, derrotaba al ejército bávaro en Nördlingen. El último gran militar de los católicos, el conde Franc von Mercy, perdió la vida en la batalla. En 1647 Francia y Suecia invadieron Baviera y forzaron a Maximiliano I a firmar el 14 de marzo la Tregua de Ulm y renunciar a su alianza con el Sacro Imperio Romano. Sin embargo, en otoño de ese mismo año rompió la tregua y volvió con los imperiales. En 1648, suecos y franceses derrotaron al ejército imperial en las batallas de Zusmarhausen y Lens. Únicamente los territorios de la propia Austria permanecieron seguros en manos de los Habsburgo.
La Paz de Westfalia
Como consecuencia de estos tratados, Francia logró importantes ventajas territoriales en Alsacia y la frontera renana, Suecia se quedó con Pomerania occidental y diversos enclaves alemanes del mar del Norte y el Báltico. Brandeburgo se expandió en Pomerania oriental y obtuvo algunos territorios en Alemania occidental, mientras el duque de Baviera retenía el alto Palatinado y la condición de elector, que se restituiría a los herederos de Federico V, junto al bajo Palatinado, hecho que se tradujo en el aumento del colegio electoral imperial a ocho miembros. Por su parte, la independencia formal de Suiza fue acatada por el Imperio. Esta institución fue la más perjudicada, pues el reconocimiento de la soberanía de los príncipes y las ciudades vaciaba de contenido el título imperial. La consagración de la libertad religiosa de los príncipes, que impondrían su fe en sus estados, se extendió al calvinismo y puso fin al ciclo de guerras religiosas que habían ensangrentado Europa desde el siglo XVI. Los Habsburgo, a pesar de algunas concesiones, fortalecieron el control sobre sus posesiones patrimoniales, gobernadas desde Austria. La gran perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su conjunto, sometida a terribles devastaciones durante tres décadas —especialmente en regiones como Renania, que perdió dos Tercios de su población—, y afectada por pérdidas materiales que tardaron decenios en ser reparadas. Por su parte, Inglaterra y Holanda se afianzaron como potencias marítimas, condición que posibilitaría un gran desarrollo comercial y colonial futuro. Francia se confirmó como la nueva potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su conflicto particular con España. Finalmente, el ejército francés del príncipe de Condé derrotó a los españoles en la batalla de Lens en 1648, y se iniciaron las conversaciones de paz en las que tomaron parte el Sacro Imperio Romano Germánico, Francia, España, las Provincias Unidas, Suiza, Suecia, Portugal, y el Papado. La Paz de Westfalia en 1648 fue el resultado de estas negociaciones.
La Paz de Praga fue incorporada en la Paz de Westfalia, que incorporaba también la Paz de Augsburgo, aunque las fechas de las posesiones de tierra que habían sido establecidas por medio de la Paz de Praga fueron restablecidas de 1624 a 1627, lo que favoreció a los protestantes. Los calvinistas fueron así reconocidos internacionalmente, y el Edicto de Restitución fue de nuevo rescindido. La primera Dieta de Speyer fue aceptada internacionalmente.
Redistribuciones territoriales: Francia obtuvo el arzobispado de Metz, Toul, Verdún y toda la Alsacia excepto Estrasburgo y Mulhouse. También adquirió voto en la Dieta Imperial Germánica. Suecia obtuvo la Pomerania occidental y los arzobispados de Bremen y Stettin. También ganó el control sobre la desembocadura de los ríos Oder, Elba y Weser. Al igual que Francia, obtuvo voto en la Dieta Imperial Germánica.
Baviera adquirió voto en el Consejo Imperial de Electores. Brandemburgo obtuvo la Pomerania oriental y el arzobispado de Magdeburgo. Suiza fue reconocida como nación completamente independiente. Las Provincias Unidas fueron reconocida como nación independiente, antes de su rebelión, cien años antes, había sido parte de la monarquía Habsburgo. A los estados alemanes (alrededor de 360), se les dio el derecho de ejercer su propia política exterior, pero no podían emprender guerras contra el emperador del Sacro Imperio Romano. El Imperio, como totalidad, todavía podía emprender guerras y firmar tratados. Se abolió la posibilidad de elección del emperador romano en vida del reinante.
Los Palatinados fueron divididos entre el restablecido elector palatino Carlos Luis (hijo y heredero de Federico V) y el elector–duque Maximiliano de Baviera, lo que significaba la división entre protestantes y católicos. Carlos Luis obtuvo el Bajo Palatinado —Palatinado renano— y Maximiliano mantuvo el Alto Palatinado.
La historiografía ha señalado la Paz de Westfalia como la paz en la que se creó el primer sistema político internacional, se abogó por la secularización de la política, acabando así con las guerras de religión, y dando el primer paso hacia la destrucción de la sociedad corporativa en beneficio del ideario individualista donde las personas ceden libremente su capacidad de actuar violentamente, así como su voluntad en beneficio del príncipe, quien pasa a detentar el poder centralizado propio del absolutismo. La devastación causada por la guerra ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia entre los historiadores. Las estimaciones de pérdidas civiles entre la población de Alemania de hasta el treinta por ciento son tratadas ahora con cautela, los más alcistas hablan de cinco millones de alemanes muertos, casi los mismos que en la Primera Guerra Mundial. Es casi completamente cierto que la guerra causó un trastorno serio a la economía de Europa, pero es posible que no haya hecho más que exacerbar los cambios en términos de comercio, causados por otros factores. El resultado inmediato de la guerra, y que sin embargo iba a perdurar durante cerca de dos siglos, fue la consagración de una Alemania dividida entre muchos territorios, todos ellos, a pesar de su continuidad en la pertenencia al Sacro Imperio hasta su disolución en 1806, tenían soberanía de facto. Se ha especulado que esta debilidad fue una de las causas subyacentes que provocaron el posterior militarismo alemán.
Los Tercios españoles combatieron heroicamente en la guerra de los Treinta Años

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