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miércoles, 24 de mayo de 2017

La mujer en el antiguo Egipto

La mujer no se consideraba igual al hombre en la sociedad egipcia, sin embargo gozaba de mayor consideración que en otras civilizaciones de Oriente Medio e, incluso, que en las admiradas sociedades griega y romana. También disfrutaba de mayor libertad y estaba más protegida por las leyes que las mujeres europeas en la Edad Media. Las mujeres egipcias poseían propiedades y podían disponer de ellas a voluntad, y también usufructuar los bienes del marido, y viceversa. Ocupaban un lugar destacado en la sociedad y les gustaba mostrarse en público con su mejor aspecto. El adulterio femenino estaba tolerado, y no se castigaba con la muerte como en otras culturas de la región. Su influencia en la sociedad fue elevada en todas las épocas, y determinante en algunos períodos. En las tumbas, las esposas aparecen al lado de sus maridos, y estrechamente unidas a ellos tanto en la vida como en la muerte.
Cuando las rígidas convenciones áulicas se suavizaron en tiempos del faraón Akenatón y la reina Nefertiti, y las costumbres y la vida cotidiana se retrataron con mayor verosimilitud, vemos que incluso en la familia real las relaciones eran afectuosas, desenfadadas, y que la esposa del rey y sus hijas participaban activamente en la vida de la corte, y hasta en las ceremonias religiosas y en los consejos de Estado presididos por el faraón. Por algo Nefertiti, reina consorte de Akenatón, ha pasado a la historia como modelo de mujer culta y emancipada.
Además, en la sociedad egipcia, la mujer mantuvo la prerrogativa de ser la criatura más adorable (y adorada) del universo. El amante llamaba «hermana» a su amada, quien a su vez lo llamaba «hermano»: el uso, que se difundió hasta el Imperio Nuevo –la época de mayor esplendor– continuó durante largo tiempo, dando testimonio de la calidez y ternura de las relaciones entre los cónyuges.
Las antiguas egipcias, por otra parte, no sólo eran pulcras y amantes de atender su aspecto, especialmente su tocado, también crearon, tanto para el hombre como para la mujer, toda una gama de cosméticos y productos de maquillaje. No es casual que entre los primeros objetos de validez artística, rescatados mediante las excavaciones, se contaran las paletas para el embellecimiento de los ojos. Una de las mayores preocupaciones de las mujeres y los hombres egipcios de clase alta fue el cuidado de su cuerpo, y se valieron para ello de artificios sumamente sofisticados. Por ejemplo, en todos los períodos dinásticos estuvo muy difundido el uso de la peluca, que se colocaba directamente sobre el cráneo afeitado al ras. Ungüentos, afeites, aceites y perfumes estaban igualmente en boga.
Tanto para el hombre como para la mujer se empleaban ungüentos hechos a base de trementina e incienso, productos solidificantes a base de soda, polvos de alabastro y sal, mezclados con miel. Hasta se vendían preparados para devolver la virilidad y la potencia sexual a los ancianos. Los hombres recurrían a expertos barberos para afeitarse el cráneo y dejarlo reluciente como una bola de billar. Para ello se aplicaban aceites especiales. Las damas más adineradas tenían doncellas y peinadoras; las menos favorecidas por la fortuna se las arreglaban solas, o acudían a las peluqueras, que también las había. Muchas eran antiguas cortesanas que, al envejecer, abandonaban la corte, o jóvenes que eran expulsadas de palacio por damas celosas y mayores que ellas, temerosas de perder el favor de sus protectores.
Dama egipcia del Imperio Nuevo (siglo XV a.C.)

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