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miércoles, 31 de mayo de 2017

Perceval: el caballero del Grial

...Pocas horas más tarde, en un calvero del bosque, el joven aspirante a caballero se encuentra ante una muchacha que permanece arrodillada, llorando junto al cadáver de un hombre decapitado. Desciende de su montura y, cuando se dispone a socorrer a la afligida dama, ésta se vuelve y… ¡Su rostro se llena de asombro!
—Tú debes ser mi primo Perceval —musita, casi sin fuerzas para sostenerse en pie.
—No os entiendo, señora —dice el joven—. A mí siempre me han llamado el chico, el joven, o el hijo de la «Dama Viuda»…
—Te enseñaron a no preguntar —prosigue la dama—. Por eso te olvidaste, cuando estabas dentro del castillo, de formular la pregunta correcta: «¿A quién sirve el Grial?» Si lo hubieras hecho, en este momento se habría curado el rey Pescador y estas tierras hubiesen vuelto a ser prósperas. Has fracasado porque hiciste morir de pena a tu madre… ¡Tendrás que cuidarte de algo más: que esa espada que ahora ciñes no se rompa mientras combates! No obstante, puedes evitar que tal cosa suceda si te diriges al «Lago», donde vive el «Herrero». Nunca olvides que él la forjó, ¡y sólo sus manos y su fragua podrán recomponerla!
El joven ha escuchado en silencio; mientras, un tropel de emociones muy diferentes le embarga. Por un lado, le gusta, por fin, tener un nombre; y por otro, la razón de su fracaso le oprime el corazón con tal virulencia, que cree que va a morir allí mismo. Por unos instantes le falta la respiración. Sin embargo, al oír todo lo relacionado con la maravillosa espada, comprende que para él sigue habiendo futuro. Se despide de su bella prima, después de ayudarla a dar sepultura al cadáver descabezado de su amigo. Luego continúa su viaje sin rumbo cierto, hasta que vuelve a encontrarse delante de la joven, a la que él robó el anillo, el pastel de carne y un beso. La pérdida del anillo ha supuesto para esta infeliz doncella un gran disgusto y un grave perjuicio que Perceval procura reparar. Más tarde, prosigue la marcha, que le lleva a las inmediaciones de Camelot, el impresionante recinto amurallado donde moran el rey Arturo, la reina Ginebra, y los Caballeros de la Tabla Redonda, los más esforzados paladines de la Cristiandad.
Unas gotas de sangre en la nieve
Ha estado nevando copiosamente y el suelo aparece cubierto de un espeso manto blanco. Precisamente en una pradera contempla Perceval una oca herida por un halcón, la cual ha dejado caer tres gotas de sangre en la nieve. El hijo de la «Dama Viuda» descabalga y se acerca donde están las rojas manchas, que le recuerdan los colores vivos de la gentil dama Blancaflor. Piensa de tan buen grado en ello que se olvida de dónde se encuentra. Como resalta el bermejo sobre el blanco en el rostro de ella, así lo hacen las tres gotas de sangre en el blanco e impoluto manto de nieve que cubre el suelo…
Hasta tal punto llega el arrobamiento de Perceval, que permanece allí inmóvil durante varios días. Este suceso llega a oídos del rey Arturo, el cual ordena a algunos de sus mejores caballeros que vayan a disuadir a quien no ha dejado de enviarle cautivos. Pero éste ha decidido mantener la actitud de una estatua, mientras su cerebro evoca a su amada. Por esto se limita a empujar a todos los que llegan. Claro que al tener cerca a Kay, el empujón se hace más violento. Por último, es Gawain quien consigue que abandone el lugar, por algo es el mejor orador de Camelot y, al mismo tiempo, el más fiel amigo, de quien se decía, con justicia, que era capaz de dar la vida por los demás.
Perceval es nombrado caballero y vive, durante unos meses, sometido a duras pruebas propias de su nueva condición y a otras actividades, que le obligan a caer por la noche en el lecho completamente agotado. Esto le lleva a olvidarse de su madre, de Blancaflor y del castillo del Grial.
La horrible anciana de la mula
Hasta que una mañana llega a Camelot una vieja montada en una mula. Es imposible que logre pasar desapercibida… No contemplasteis nunca metal más grisáceo que su roñoso cuello, y sus manos no lo eran menos. Sus ojos resultaban simples cavidades, no mayores que los de una rata; su nariz tenía algo de gato y de mono, sus labios, de asno y de buey, unos dientes que se mostraban tan rojizos como yemas de huevo, y una barba de chivo. Una joroba apunta en medio de su pecho, la espalda se veía retorcida, los riñones y los hombros a pedir de boca para llevar el baile, joroba en la espalda y piernas torcidas, como vara de mimbre, admirables para la danza…
La feísima mujer empieza a insultar a Perceval delante de todos, por no haber formulado la pregunta en el castillo del Grial. Le recuerda que por culpa de su error, en aquellas tierras las esposas terminarán perdiendo a sus maridos, cientos de caballeros perecerán y todo será devastado para siempre. Sin embargo, cuando se calma, habla de otro objetivo: rescatar a una joven prisionera en el castillo de Montclar, para lo cual resulta imprescindible derrotar a los caballeros que defienden el castillo Orgulloso.
Todos los componentes de la Tabla Redonda se ofrecen para desempeñar tan peligrosa misión; pero será Gawain quien marche hacia allí. Entretanto, Perceval decide cabalgar en busca del castillo donde fracasó por no haber hecho la pregunta correcta para saber a quién sirve el Grial y encontrar la ensangrentada Lanza del Destino…
Perceval permanece inmóvil varios días en el bosque encantado

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