La Crónica de San Juan de la Peña, escrita
en el siglo XIV, afirma que, estando el rey Ramiro II de Aragón preocupado por
la desobediencia de sus nobles envió un mensajero a su antiguo maestro, el abad
del monasterio de San Ponce de Tomeras, a fin de solicitar el consejo de su
abad, y éste llevó al mensajero al huerto y cortó unas coles que sobresalían
por encima de las demás y, a continuación, el abad ordenó al mensajero que
repitiera al rey el gesto que había visto. También consta en dicha crónica que
el rey convocó Cortes e hizo llamar a los nobles levantiscos para que acudieran
a Huesca, con la excusa de hacer una campana que se oiría en todo el reino, y
cuando llegaron, ordenó decapitar a los nobles más destacados, sofocando con
ello la revuelta. La crónica del historiador hispanoárabe Ibn
Idari, señala que Ramiro II ordenó decapitar en 1135 a siete nobles aragoneses
por asaltar una caravana de mercancías o convoy musulmán entre Fraga y Huesca,
violando con ello el acuerdo que Ramiro II había concertado con el gobernador
almorávide de Valencia. Y estos hechos constituyen el origen histórico de la
leyenda de la Campana de Huesca, aunque serían embellecidos posteriormente en
la Crónica de San Juan de la Peña, basándose en relatos de la Antigüedad
clásica. Además, diversos autores señalan que, cuando a finales del siglo XIII
y mediados del siglo XIV volvieron a producirse revueltas nobiliarias contra
los reyes de Aragón, «se consideró necesario recordar la firme respuesta de un
rey anterior», y fue entonces cuando la leyenda de la Campana fue consignada en
la Crónica de San Juan de la Peña, escrita hacia 1342 por iniciativa del rey
Pedro IV de Aragón. Sin embargo, en opinión de diversos
autores, esta leyenda no debe ser considerada como el relato de un episodio histórico.
La leyenda de la Campana de Huesca guarda numerosas similitudes con otros
relatos legendarios del mundo clásico, como el protagonizado por Sexto
Tarquinio, hijo del rey Tarquinio el Soberbio, que fue recogido por el historiador
romano Tito Livio, o el que tuvo como protagonista al segundo tirano de
Corinto, Periandro, que fue uno de los Siete Sabios de Grecia. Y otros
escritores clásicos como Aristóteles, Dionisio de Halicarnaso, Plutarco, Ovidio
o Valerio Máximo, también recogieron algunos de esos relatos legendarios. Otros autores destacan también que la
leyenda de la Campana de Huesca es solamente una de las múltiples narraciones
en las que se emplea el consejo enigmático, es decir, el consejo en forma de
adivinanza que un individuo ofrecía a otro para ayudarle a eliminar a sus
adversarios. La historiografía actual niega la veracidad de la leyenda de la Campana
de Huesca, pero admite que podría estar basada en ciertos hechos históricos
contrastados ocurridos en el reinado de Ramiro II el Monje, quien al subir al
trono hubo de hacer frente a diversas revueltas encabezadas por los levantiscos
nobles aragoneses y por los alcaides de las principales fortalezas de Aragón,
que pretendieron destronar a Ramiro II y fueron ejecutados por orden suya. Antonio
Ubieto señala que esa revuelta pudo haber sido instigada por el rey García
Ramírez de Pamplona. También está documentado que a mediados de 1135, Ramiro II
estaba exiliado en el municipio gerundense de Besalú, aunque hay constancia de
que en noviembre de ese mismo año había regresado a Aragón, pero, como señalan
algunos autores, se desconocen «las circunstancias exactas de su salida de
Aragón y de su vuelta», y en el verano de 1136 se produjo otra rebelión
contra Ramiro II. Un hecho que podría sustentar la
veracidad de la leyenda de la Campana es que varios nobles aragoneses, como
Lope Fortuñones, Miguel de Azlor, Fortún Galíndez de Huesca, Martín Galíndez de
Ayerbe, Bertrán de Egea, Miguel de Rada de Perarrúa, Íñigo López de Naval y
Cecodín de Ruesta, dejaron de ser mencionados en los documentos y
desaparecieron súbitamente en la época de la rebelión de los nobles aragoneses
contra Ramiro II el Monje, y además Lope Fortuñones y Miguel de Azlor figuran
en la lista de los nobles ejecutados por el rey en la leyenda, aunque ello no
indica necesariamente que participaran en la rebelión contra Ramiro II ni que
fueran ajusticiados por orden suya, pero esto último tampoco puede desmentirse rotundamente.
Un hecho que podría sustentar la veracidad de la leyenda de la Campana es que varios nobles aragoneses, como Lope Fortuñones, Miguel de Azlor, Fortún Galíndez de Huesca, Martín Galíndez de Ayerbe, Bertrán de Egea, Miguel de Rada de Perarrúa, Íñigo López de Naval y Cecodín de Ruesta, dejaron de ser mencionados en los documentos y desaparecieron súbitamente en la época de la rebelión de los nobles aragoneses contra Ramiro II el Monje, y además Lope Fortuñones y Miguel de Azlor figuran en la lista de los nobles ejecutados por el rey en la leyenda, aunque ello no indica necesariamente que participaran en la rebelión contra Ramiro II ni que fueran ajusticiados por orden suya, pero esto último tampoco puede desmentirse rotundamente.
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