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martes, 22 de agosto de 2017

Lucifer: el gran seductor

Esta tenebrosa figura del cristianismo, es un arquetipo que proviene de la fusión de la mitología grecorromana y la judeocristiana. La caída de la ciudad santa de Jerusalén (70) y la diáspora del pueblo judío, tuvo como consecuencia inmediata la expansión del cristianismo, todavía una secta minoritaria dentro del judaísmo, por todas las provincias del Imperio. A partir del año 135, tras la derrota sufrida por los judíos frente a Roma en la segunda Revuelta, la ruptura entre judeocristianos y judíos ortodoxos fue inevitable. En el transcurso de los siglos II y III el cristianismo evolucionó para convertirse en una nueva religión que, a su vez, además de incluir diversos elementos propios del judaísmo y de otras religiones orientales, adoptó también muchas figuras y personajes del paganismo grecorromano y de otras culturas autóctonas, además de las célticas y germánicas, que fue incorporando a su particular panteón de deidades menores. No es exacto decir que el cristianismo sea una religión «monoteísta», como lo demuestra la abundante existencia de Vírgenes y Santos. Además de los espantosos demonios que se fueron añadiendo a partir del siglo X, coincidiendo con el temido Fin de los Tiempos profetizado por los apologetas del Apocalipsis previsto en el año 1000. Uno de los nuevos personajes que empezó a tomar forma fue el de Lucifer, el ángel caído que, a su vez, guardaba numerosas coincidencias y similitudes con el Prometeo griego, que a su vez compartía muchos rasgos con el Adán judeocristiano y con su primera compañera, Lilit. En la mitología griega, Pandora fue la primera mujer, hecha por orden de Zeus como parte de un castigo impuesto a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego. El término «Lucifer» proviene del latín lux (luz) y fero (llevar o portar) de ahí su identificación como el «Portador de Luz». En la mitología romana, Lucifer es el equivalente griego de Eósforo el Portador de la Aurora. Este concepto se mantuvo en la antigua astrología romana en la noción de la stella matutina (lucero del alba) contrapuesto a la stella vespertina o el véspere (lucero de la tarde o véspero), nombres éstos que remitían al planeta Venus, que según la época del año se puede ver cerca del horizonte poco antes del amanecer o después del atardecer. Estaríamos, además, ante un ejemplo de figura de culto propia de una sociedad patriarcal que se ha impuesto a una antigua sociedad matriarcal. No obstante, además del sentido grecolatino del término, Lucifer ya era identificado por la tradición veterotestamentaria con una estrella caída y, por añadidura, con un ángel. Un texto del profeta Isaías que aparentemente habla de un rey no creyente en el dios hebreo Yahvé, podría estar contando el antiguo mito del ángel caído: «¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la Tierra, dominador de naciones! Tú que dijiste en tu corazón: “Al cielo subiré, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el monte de la Reunión en el extremo Norte. Subiré a las alturas del nublado, y seré como el Altísimo”», (Isaías, 14, 12-14). Otro texto del Antiguo Testamento, esta vez de Ezequiel, podría también explicar esa leyenda: «Hijo del Hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: “Así dice el Señor Yahvé: 'Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en Tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la Tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre'”», (Ezequiel, 28, 12-19).
En este texto de Ezequiel vemos que el profeta utiliza el término «Hijo del Hombre», el mismo que empleaba Jesús para referirse a sí mismo, que no era el de «Hijo de Dios», que más tarde impuso la Iglesia, y que para un judío ortodoxo hubiese supuesto una blasfemia. Y debemos recordar que Jesús y sus discípulos eran judíos, no cristianos. Según algunos mitos hebreos no bíblicos (es decir, que no pertenecen al corpus de la Biblia propiamente dicho) por lo tanto heterodoxos, Lucifer o Luzbel era un querubín que por soberbia se rebeló contra Dios y fue expulsado del cielo por el arcángel Miguel como castigo. A pesar de que el judaísmo consideraba a Lucifer y a Satanás como dos entidades separadas, el cristianismo fundió ambos conceptos para identificarlos con el tenebroso «diablo» (Apocalipsis, 12, 9). Pero en realidad, el Apocalipsis de Juan, que pudo no haber sido escrito por el longevo evangelista Juan de Éfeso, el discípulo amado, sino por Juan el Bautista, que se lo habría dictado, o inspirado, al propio Jesús, y «Lucifer» no tiene nada que ver con el «diablo» cristiano. Asimismo, el término «Satanás» original es de lo más terrenal, sin ninguna connotación esotérica. Etimológicamente, la palabra Satanás deriva del antiguo arameo (la lengua común que se hablaba en Judea en tiempos de Cristo) y del vocablo שטנא shatan, que significa adversario, enemigo, acusador. Este acusador, en la remota antigüedad, era el que ejercía como tal en los juicios contra las mujeres adúlteras que eran lapidadas por sus propios familiares, incluido el esposo burlado.

Lucifer seduciendo a la mujer adúltera

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