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miércoles, 3 de enero de 2018

Adam Weishaupt y los Illuminati de Baviera

Los Illuminati fueron una sociedad secreta fundada el 1º de mayo de 1776 en Baviera por Adam Weishaupt, profesor de la Universidad católica de Ingolstadt en Viena. Weishaupt era un católico de ascendencia judía cuyos puntos de vista expresados en clase no resultaban del todo ortodoxos, aunque lo que pensaba en privado todavía se apartada más de dogma. Lo que pretendía Weishaupt era utilizar los canales que le ofrecía la masonería como sociedad extendida por el continente para llevar a cabo sus planes de profundos cambios sociales y políticos. No deja de ser significativo que Weishaupt adoptara como nombre secreto el de Spartacus (Espartaco), el legendario gladiador tracio que se había sublevado contra Roma en el siglo I a.C. La rápida expansión de la secta se debió, en buena medida, a la entrada en el selecto grupo del ilustre masón barón Adolf von Knigge. El aristócrata alemán estaba interesado —como tantos otros— en el aspecto esotérico de la masonería y por los secretos mistéricos que Weishaupt podía revelarle. De hecho, el mismo nombre del grupo era una clara referencia a la iluminación que, supuestamente, derivaba de la posesión de ciertos conocimientos mistéricos. No deja de ser también revelador que el ritual esotérico surgiera de la pluma de Von Knigge. Mientras Weishaupt y Von Knigge mantuvieron buenas relaciones, la expansión de los Illuminati por Europa resultó imparable, hasta el punto de que el grupo pasó de cinco miembros a más de dos mil setecientos repartidos por sectores sociales de cierta relevancia. A mediados de 1782, Weishaupt acariciaba ya la idea de imponer su liderazgo sobre la masonería, una maniobra que fracasó por la oposición frontal de otras logias masónicas, sobre todo británicas. Fue entonces cuando Von Knigge decidió desvincularse de los Illuminati. Las razones de la ruptura nunca fueron esclarecidas y pudieron ser una mezcla de disensión por el peso, a su juicio reducido, de los elementos esotéricos, y de decepción por el fracaso en el intento de control de las logias. Fuera como fuese, a estas alturas las autoridades bávaras estaban ya sobre la pista de los Illuminati. El 22 de junio de 1784, el elector de Baviera aprobó un edicto dirigido a la masonería y los Illuminati. Weishaupt no salió muy perjudicado ya que al año siguiente marchaba al exilio en Ratisbona, pero quedó exento de cualquier otra sanción legal. El 18 de noviembre de 1830 falleció Weishaupt, décadas después de que algunos de sus sueños más calenturientos sobre la aniquilación de la Iglesia católica y la desaparición de las monarquías europeas, se estuvieran cumpliendo. Los Illuminati despertaron las más diversas especulaciones en la medida en que habían puesto de manifiesto la enorme operatividad de una sociedad secreta para subvertir el orden existente. No resultaba por ello extraño que muchos vieran en ellos el origen de los cambios revolucionarios que se produjeron después, fundamentalmente en Francia, y que incluso se haya insistido en su paso clandestino al continente americano y en su oscuro papel en la emancipación de las colonias británicas y españolas. Con el tiempo, no han dejado de surgir grupos, más o menos relacionados con la masonería, que han pretendido contar con una línea directa con los Illuminati. No hace falta decir que semejante pretensión es, desde un punto de vista histórico, cuando menos problemática. Precisamente, uno de estos colectivos fue fundado en España en 1995. La cosmovisión de los modernos Illuminati es manifiestamente luciferina, es decir, sostiene que Lucifer es un personaje positivo que ha revelado la luz del conocimiento al género humano. En este sentido, difunde una doctrina espiritual peculiar que, ocasionalmente, ha aparecido a lo largo de la historia de la masonería. En peso de la masonería en la Revolución francesa y en las revoluciones europeas de 1830, 1848 y 1871, iba a ser muy importante. Reaparecería con fuerza en 1917 y, tras la finalización de la Primera Guerra Mundial un año más tarde, la mayoría de las monarquías europeas habían caído. A fecha de hoy, y a pesar de los muchos ataques sufridos por parte de la masonería en los últimos doscientos años, la única monarquía católica que ha sobrevivido es la española. 


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