En la crisis que finalizó con la muerte del papa Juan Pablo I tuvo un papel preponderante la Logia P2, una sociedad secreta dentro de otra sociedad secreta. Su fundador fue Licio Gelli, nacido en 1919 en Pistoia, Italia, quien no tuvo ninguna educación formal más allá de la media de los adolescentes. Aunque no era católico, luchó contra los comunistas en la Guerra Civil española y durante toda su vida demostró un odio absoluto hacia ellos. Durante la ocupación alemana fue ‘Oberleutnant’ de las SS en Italia y trabajó para los nazis como un oficial de enlace durante la Segunda Guerra Mundial. A medida que se vislumbraba la debacle del III Reich alemán, Gelli colaboró también con los partisanos comunistas italianos alquilando sus servicios a cambio de dinero. Licio Gelli fue un clásico agente doble: capaz de hacerse pasar por católico, sin serlo, o de colaborar con los comunistas en Italia, después de haberles combatido en España. Todo dentro del más puro estilo del doble juego para servir a un único interés: el suyo. Terminada la guerra mundial en 1945, Gelli facilitó la huída a Sudamérica a muchos oficiales nazis a los que exigía, a cambio de su ayuda, el 40 por ciento del dinero y las joyas que llevasen encima. En la segunda mitad de los años cuarenta y en los cincuenta, Licio Gelli desarrolló importantes contactos políticos en Sudamérica y se hizo amigo personal del presidente argentino Juan Perón. Asimismo, estableció una sociedad comercial secreta con Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon, que durante algún tiempo permaneció oculto en Bolivia gracias a los buenos oficios de Licio Gelli.
A pesar de su supuesta animadversión hacia los comunistas, parece plausible que Gelli espiara para los soviéticos durante la Guerra Fría en los años cincuenta. También realizó encargos y trabajos especiales para funcionarios del Vaticano, para los Servicios de Inteligencia norteamericanos y también para el Gobierno italiano, a cambio de la cancelación de su voluminoso expediente criminal. Su especialidad, por así decirlo, y por la que frecuentemente eran contratados sus servicios, era el espionaje y seguimiento de banqueros, políticos y demás personajes destacados susceptibles de ser observados por el Gobierno, o extorsionados por la mafia u otros grupos afines del crimen organizado.
En 1963, Gelli se unió a la masonería, pero no tardó en formar su propia logia paralela, la Raggruppamento Gelli P2. La “P” significaba propaganda y era una logia secreta al más puro estilo del siglo XIX. Primero introdujo en la P2 a miembros jubilados de las Fuerzas Armadas, después a mandos intermedios del Ejército y la Policía en activo, a los que posiblemente metieron en la logia los primeros. Gelli, a través de la P2, llegó a tejer una compleja maraña que alcanzaba los estamentos más altos del poder ejecutivo en Italia. La idea era que la P2 llegase a ser un Estado dentro del Estado. Y lo consiguieron durante bastante tiempo. De cara al exterior, Licio Gelli supo “vender” muy bien la idea de sus servicios secretos paralelos presentándose como un paladín cristiano empeñado en acabar con el comunismo ateo, primero en Italia, y después en toda Europa. Esto le valió el apoyo incondicional de la CIA con la que colaboró extensamente durante varios años.
No se sabe a ciencia cierta qué miembros del Gobierno, o de la sociedad civil italiana en general, pudieron llegar a formar parte de la P2 en su momento de máximo apogeo, lo que sí se sabe es que tanto Michelle Sindona como Roberto Calvi, formaron parte de ella y que todos estuvieron implicados en la trama de la gestión fraudulenta del Banco Ambrosiano. Por mediación de su amigo Umberto Ortolani, Gelli fue admitido en la elitista sociedad de los Caballeros de Malta y del Santo Sepulcro.
Según varios expertos, la fundación de la Logia P2 (Propaganda Due) a mediados de los años setenta, fue concebida como parte de la Operación Gladio, una maniobra de la CIA a través de la OTAN, para infiltrase en determinados centros de poder y gobiernos de Europa occidental para desestabilizarlos. Al principio los miembros de la Logia P2 fueron reclutados entre los de la Logia del Gran Oriente de la Masonería Egipcia, pero poco después se fue abriendo el abanico hasta incorporar a más de 950 individuos seleccionados entre lo más granado del Ejército, la banca, el empresariado y la política italianas. El grupo estuvo bajo sospecha de haber reorganizado el fascismo italiano con vistas a desencadenar un golpe de Estado, y se consideró que estuvo relacionado con el terrible atentado de la estación de Bolonia en 1980. Otros delitos y actividades ilegales que se les imputaron a los componentes de la Logia P2 fueron el tráfico de drogas, fraude fiscal y evasión de divisas.
La Logia P2 comenzó a ser objeto de interés por parte de la opinión pública a partir de la bancarrota del Banco Ambrosiano (uno de los principales de Italia) y la más que sospechosa muerte de su presidente, Roberto Calvi, en 1982. La íntima relación entre Roberto Calvi y Licio Gelli provocó que tanto el interés del público italiano como el de la prensa internacional se encaminara en esa dirección, impulsando una investigación policial más profunda que culminó con el descubrimiento de la existencia de la siniestra logia Propaganda Due (P2). En el domicilio privado de Licio Gelli, en Arezzo, fue encontrada una lista de integrantes del grupo que incluía los nombres de algunas de las personalidades más relevantes de la vida pública italiana, desde miembros del Gobierno, a personajes famosos del mundo del espectáculo, pasando por banqueros, militares y religiosos. En la lista también aparecieron los nombres del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi y el del príncipe de Nápoles, Víctor Emanuel, jefe de la Casa de Saboya.
El escándalo alcanzó tales proporciones que precipitó la dimisión del entonces primer ministro Arnaldo Forlani. El Parlamento italiano tomó cartas en el asunto nombrando una comisión de investigación presidida por la cristianodemócrata Tina Anselmo que llegó a la conclusión de que la logia masónica P2 era una organización criminal. La comisión también sacó a la luz una serie de conexiones internacionales de la logia, en especial con Argentina y EEUU. Precisamente dos de los países donde se reorganizaron los nazis tras la derrota de 1945, y que, como veremos más adelante, estuvieron implicados, entre otros asuntos turbios, en el asesinato del presidente Kennedy en 1963.
El escándalo de la P2 terminó por salpicar también al Vaticano. Como consecuencia del descubrimiento de las actividades ilícitas de la logia, el arzobispo Paul Marcinkus fue retirado de la presidencia del banco del Vaticano y regresó a su ciudad natal, Chicago, auténtico santuario de los gánsteres que actuaron durante la Ley Seca en los años treinta. Pero quizá la más grave de todas las acusaciones que aún pesan sobre la Logia P2 sea la de su implicación en el asesinato del líder democristiano Aldo Moro en 1978, supuestamente llevado a cabo por la organización terrorista de extrema izquierda conocida como las Brigadas Rojas.
A principios de 1979, Mino Pecorelli, periodista y antiguo miembro de la Logia P2, organización que había abandonado desencantado, publicó una comprometedora lista con los nombres de varios agentes aún activos de la P2. Poco después comenzaba a chantajear a Gelli insinuando que podía publicar también los pormenores de cierta estafa relacionada nada menos que con el mismísimo Gobierno italiano que implicaba a varios miembros destacados de la Logia P2. La brutal respuesta de Gelli no se hizo esperar: el 20 de marzo de aquel mismo año 1979, Mino Pecorelli, el primer periodista que se atrevió a hacer públicos los nombres de los conspiradores masones infiltrados en el Gobierno italiano y el Vaticano, fue asesinado en una calle de Roma con un disparo en la boca, “il sasso in bocca”, castigo tradicional de la mafia para los delatores.
Dos meses después, Gelli fue detenido, juzgado y condenado a cuatro años de cárcel y a pagar una indemnización de 16 mil millones de liras. Sin embargo, sus abogados recurrieron la sentencia, y Gelli obtuvo la libertad bajo fianza, quedando así libre para seguir dedicándose a sus negocios bancarios. Ese mismo año, Gelli viajó a Montevideo (Uruguay) y pasó allí una temporada recibiendo grandes sumas de dinero que le hacía llegar Calvi. Años más tarde, la viuda de Roberto Calvi declaró a la Policía, durante las investigaciones para esclarecer la muerte de su esposo, que Licio Gelli no se identificaba con su nombre, sino que se hacía llamar “Luciani” el apellido del papa Juan Pablo I, muerto en extrañas circunstancias a finales de septiembre de 1978.
En abril de 1982, Licio Gelli viajó a Europa desde Sudamérica para comprar misiles ‘Exocet’ en el mercado negro para Argentina que necesitaba rearmar a sus Fuerzas Aéreas durante la guerra de las Malvinas con Gran Bretaña. Más tarde Gelli entró en Suiza con un pasaporte falso y fue detenido mientras intentaba transferir más de cincuenta millones de dólares a una de sus cuentas en Uruguay. En 1983 logró escapar de la prisión donde se hallaba recluido en Suiza y regresar a Sudamérica. En 1984 vivía tranquilamente en un rancho, a pocos kilómetros de Montevideo.
Licio Gelli sigue figurando entre los principales sospechosos implicados en la muerte del papa Juan Pablo I, junto con Roberto Calvi, el ‘banquero de Dios’ y Umberto Ortolani.
(Continuará...)
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