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lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Por qué asesinaron a Kennedy? (8)

Lee H. Oswald

En el verano de 1963, en Nueva Orleans, en un edificio de características similares al que Skorzeny había preparado en Madrid como sede de la empresa tapadera M.C. Incorporated, trabajaba Lee Harvey Oswald en una operación supuestamente anticastrista; su jefe era un tal Guy Banister, conectado con la Inteligencia Militar, la CIA y una sección de la Liga Mundial Anticomunista y la Liga Anticomunista del Caribe, todas ellas orquestadas por Charles Willoughby y su antigua Unidad de Inteligencia del Pacífico Sur, transformada entonces en la OIN (Oficina de la Inteligencia Naval). Ese mismo verano fue tomada la fotografía de Oswald repartiendo propaganda comunista a favor de Fidel Castro, material con el que luego se preparó la farsa del Oswald presentado como fanático activista marxista-leninista y asesino en solitario de Kennedy. Pero en realidad, sin que Oswald lo supiese, lo que estaban fabricando eran las pruebas para culparle del asesinato que estaban planeando. Ya que lo que ciertamente estaba haciendo Oswald en la oficina de Guy Banister, reuniéndose con el piloto David Ferrie, uno de los jefes de los mercenarios, era preparar una nueva invasión de Cuba. O eso era al menos lo que esos tres creían, porque a fin de cuentas, ellos sólo eran peones de poca importancia dentro de la colosal conjura que se estaba preparando para asesinar al presidente Kennedy.

Fue precisamente Oswald quien puso en contacto a Banister con Clay Shaw que en una ocasión les visitó en las oficinas de Banister, una sórdida agencia de detectives que servía de pantalla. Y todos estos individuos, a través de la CIA, estaban relacionados con los antiguos agentes nazis de Henryk Kruger y la Subcomisión de Operaciones Internacionales, dependiente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que preparó el informe “América Latina: Asesinos Incorporados” que continúa siendo un documento clasificado. El informe concluye así: “Los Estados Unidos han mantenido operaciones conjuntas con Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, conocidas genéricamente como Operación Cóndor”.

Jack Anderson dio varios detalles acerca de dichas actividades en su columna periodística titulada “Operación Cóndor, una alianza no santa” del 3 de agosto de 1979:

“Equipos de asesinos se están concentrando en Chile. Este consorcio internacional está localizado en Colonia Dignidad, Chile, fundada por nazis de las SS, y liderados por Franz Pfeiffer Richter”.

En 1952, Nicolae Malaxa se traslada de California a Argentina. Había pertenecido a una de las redes de información de la Gestapo dirigida por Otto von Bolschwing, además de ser miembro de la Guardia de Hierro en Rumania, integrada por filonazis de ese país. Su socio Viorel Triffia se encontraba viviendo en Detroit. Estos hombres tenían una cosa en común, los tres eran buenos amigos del senador Richard Nixon, destacado anticomunista, vicepresidente de los Estados Unidos en las dos administraciones Eisenhower (1953-1961) y rival de John F. Kennedy en las elecciones presidenciales de 1960.

Triffia fue llevado a Estados Unidos por Von Bolschwing. Malaxa escapó de Europa con 200 millones de dólares; llegado a Nueva York extrajo 200 millones más del Chase Manhattan Bank (el banco de David Rockefeller, cofundador de la OSS que acabó transformándose en la CIA). Se encargaron de los trámites legales para su entrada al país sin problemas el prestigioso bufete de abogados Sullivan & Cromwell, de John Foster Dulles, hermano del director de la CIA, Allen Dulles. En 1951, el entonces senador Richard Nixon, también ejerció sus buenos oficios para que se concediese un permiso de residencia permanente para Nicolae Malaxa, sin ningún tipo de investigación previa. Cosa bastante irregular. Ese mismo año (1952) Malaxa viajó a Argentina para entrevistarse con Juan Perón y el antiguo oficial de las SS Otto Skorzeny. ¿Por encargo de quién?

El viaje que realiza Lee Harvey Oswald el 27 de septiembre de 1963 a México, lo hace en compañía de Albert Osborne, alias John Bowen, que había dirigido en Oaxaca una escuela de francotiradores. También existen indicios que sugieren que Bowen entrenaba a mercenarios en un campo de entrenamiento facilitado por la CIA en Henderson Springs, Tennessee. Estos mercenarios, de diversas nacionalidades, solían ser empleados por la CIA en operaciones encubiertas en el extranjero, sobre todo en América Latina.

Remontémonos un poco en el tiempo. En septiembre de 1952, Jake Floyd fue asesinado. El objetivo no era él, sino su padre, el juez de distrito Floyd. Dos sospechosos fueron detenidos. Ambos declararon que fueron contratados por Osborne, a quien conocían del campo de entrenamiento de Henderson Springs, en Tennessee. Investigaciones posteriores revelaron la conexión de Osborne con el campo de entrenamiento de Henderson Springs, financiado con fondos procedentes de Nueva Orleans, pero también con dinero facilitado por la División V del FBI (Guy Banister) y de CMC (Centro Mondiale Commerciale) la “tapadera” italiana de Clay Shaw, financiada en sus inicios con fondos de la CIA, la antigua OSS remodelada por Allen Dulles a partir de 1953, siempre bajo la supervisión de David Rockefeller.

Los tan a menudo citados cubanos anticastristas, no eran otra cosa que asesinos a sueldo, hampones y ex matones de los antiguos mafiosos judíos e italianos que habían controlado la isla, y que Johnny Rosselli subcontrataba para la CIA de Allen Dulles y el siniestro FBI de Edgar Hoover. Había también mercenarios filonazis, radicales de la extrema derecha ultrarreligiosa protestante y grupúsculos similares. Esa era, en síntesis, la patulea que desembarcó en playa Girón, y que seguía empeñada en volver a invadir la isla de Cuba para liberarla de las garras del comunismo. El 17 de septiembre de 1963, Lee Harvey Oswald solicitó desde Nueva Orleans un visado de turista para viajar a México. Otros cuatro hombres, con números de visado de turista consecutivos entraron en México desde diferentes ciudades el mismo día que Oswald. Estos hombres formaban parte del grupo de Gehlen, al que también pertenecían Lee Oswald y su esposa, Marina. El equipo de asesinos fue organizado por Maurice Brooks Gatlin, Guy Banister y la oficina de la Double Check Corporation de Miami, Florida.

La División V de Inteligencia Interna del FBI de la que Edgar Hoover era el jefe, conjuntamente con el Consejo Americano de Iglesias Cristianas y otras organizaciones segregacionistas protestantes, habían trabajado con grupos de pistoleros y asesinos formados por Bowen alias Osborne. En los registros de la Comisión Warren figuran varias denuncias de gente que donó mensualmente sumas de dinero para colaborar con la supuesta labor misionera de John Howard Bowen en México, y que se sintieron estafadas cuando supieron el verdadero uso que se dio a su dinero.

Uno de los miembros conservadores más radicales de la YAF (Young Americans for Freedom) fundada por Buckley, fue el senador por Texas, John Tower. En 1958, dos años antes de unirse a la YAF, fue Tower quien agilizó los trámites burocráticos –que no eran sencillos– para facilitar la entrada de Marina Oswald, ciudadana soviética, en los Estados Unidos. Entre 1948 y 1950 cerca de 200 bielorrusos, todos ellos destacados activistas anticomunistas, ex agentes de las SS y antiguos criminales de guerra, se instalaron con sus familias en Nueva Jersey, sede de la petrolera Standard Oil, propiedad del clan Rockefeller. Tanto Marina Oswald como el propio George De Mohrenschildt eran originarios de Minsk, capital de Bielorrusia. Asimismo, los inmigrantes alemanes, todo ellos nazis del grupo de Gehlen, fueron muy útiles a la hora de facilitar cobertura logística en la trama para el asesinato de John Fitzgerald Kennedy: desde los falsos “pedigüeños” y “vagabundos” a los que arrestó la policía en las inmediaciones de la estación de ferrocarril, a otros elementos que, diseminados entre el público que contemplaba la comitiva presidencial, ayudaron a sembrar la confusión y a distraer a la policía y al Servicio Secreto en los primeros momentos que siguieron al atentado: el falso epiléptico; el hombre del paraguas (en un día soleado); el hombre que corrió desde el montículo… 

Pocos meses antes de publicarse el informe oficial con las conclusiones finales de la Comisión Warren que había investigado las circunstancias del asesinato del presidente John F. Kennedy, concretamente el 2 de junio de 1964, Isaac Dan Levine, otro destacado activista anticomunista, arreglaba con miembros de la Comisión Warren la salida de la Unión Soviética con rumbo a Argentina de las hijas de Alexander Ziger, el antiguo jefe de Lee Harvey Oswald en Minsk (Bielorrusia).

Cuando Oswald abandonó la URSS, los Ziger enviaron a través de él un mensaje a sus parientes que vivían en Estados Unidos. Les pedían ayuda para sacar a sus hijas de la Unión Soviética. Las hijas, que habían nacido en Argentina, podían solicitar la nacionalidad de ese país. Levine sugirió alguna fuente confidencial dentro del Gobierno norteamericano, algo relacionado con que la CIA podía contactar con el Gobierno argentino extraoficialmente como se recoge en un memorándum de David Slauson sobre su entrevista con Isaac Dan Levine, fechado el 23 de mayo de 1964.

Cuando Levine estaba inventando la conexión soviética con la muerte de Kennedy, también hacía negocios con el representante de Marina, James Martin, quien facilitó la famosa foto trucada de Oswald con un fusil en una mano, literatura comunista en la otra y un revólver al cinto, la misma evidencia encontrada oportunamente en el garaje de los Paine. 

(Continuará…)


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