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jueves, 1 de junio de 2017

Leonardo de Vinci: ¿embaucador o genio incomprendido?

Leonardo de Vinci fue el autor de La Mona Lisa, el retrato que más admiración ha generado a lo largo de toda la historia del Arte. Fue una obra maestra desde el momento de su creación; el joven Rafael se inspiró en ella. Su enigmática sonrisa ha hecho correr ríos de tinta. Se ha visto en ella crueldad y se le ha considerado la sonrisa despiadada de la mujer que esclaviza al hombre con sus encantos. Otros se han sentido deslumbrados por su serena dulzura. Citemos a Vasari: «Monalisa era muy bella y Leonardo, mientras la pintaba, procuraba que siempre hubiese alguien cantando, tocando algún instrumento musical o bromeando. De esta manera, la modelo se mantenía de buen humor y no adoptaba un aspecto triste, fatigado [...]». Otras de las versiones que se han dado sugieren que Mona Lisa podría haber sido un joven amante de Leonardo que posó para él.
Repasemos la biografía de Leonardo. Lorenzo de Médicis escribió una atenta carta al duque de Milán, Ludovico Sforza –también llamado El Moro–, a modo de credenciales, en la que describía a Leonardo como un eficaz ingeniero que, además, ejercía de pintor. El manuscrito se conserva en el «Códice Atlántico» y es el único «código» relacionado con Leonardo. El caso fue que la principal ocupación de Leonardo a partir de entonces fue la de ingeniero, y aparecía en la lista de los ingenieros en nómina de los Sforza. Cuando Leonardo fue enviado a Pavía, el 21 de junio de 1493, lo hizo con el título de «ingeniarius ducalis». Ludovico Sforza le encargó la realización de diversas tareas, concediéndole el título honorífico de «Apeles florentino», reconocimiento reservado únicamente a los grandes pintores. Todo esto a pesar de haber sido contratado como ingeniero.
Leonardo de Vinci es, idiscutiblemente, la figura más representativa del Renacimiento. O, al menos, la más célebre. De él se dice que era pintor, inventor, arquitecto, cirujano, físico, ingeniero y quién sabe cuántas cosas más. Pero ¿es eso posible? ¿Se pueden reunir tantos conocimientos empíricos en una sola vida? El joven Leonardo pasó su infancia en Florencia, su ciudad natal, donde estudió con el célebre Andrea de Verrocchio, del que aprendió el oficio de pintor. Sus primeros trabajos de importancia fueron realizados en Milán al servicio del duque Ludovico Sforza. Trabajó a continuación en Roma, Bolonia y Venecia, y pasó los últimos años de su vida en Francia, bajo la protección del rey Francisco I, acérrimo enemigo del emperador Carlos V. Frecuentemente descrito como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento, genio universal, además de filósofo humanista cuya curiosidad infinita sólo puede ser equiparable a su capacidad inventiva, Leonardo de Vinci es considerado como uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, probablemente, es la persona con el mayor número de talentos en múltiples disciplinas que jamás ha existido. Pero ¿es eso posible? Como ingeniero e inventor, Leonardo desarrolló ideas muy adelantadas a su tiempo, tales como el autogiro, el carro de combate, el submarino y el automóvil, pero muy pocos de sus proyectos llegaron a materializarse porque no eran realizables entonces.
Parece ser que en 1502 Leonardo diseñó un puente de unos 250 metros de longitud para un proyecto de ingeniería civil del sultán otomano Bayaceto II. El puente debía servir para franquear el estuario conocido como el Cuerno de Oro. Bayaceto abandonó el proyecto porque consideró que la construcción sería imposible. Sin embargo, el proyecto de Leonardo fue recuperado en 2006, cuando el Gobierno turco decidió construir el puente de Leonardo sobre el Bósforo. El asunto resulta chocante por lo siguiente: ¿a cuenta de qué se le ocurrió a Leonardo semejante proyecto en el Bósforo? Que sepamos, jamás viajó a Constantinopla, ahora Estambul, la antigua capital del Imperio de Oriente. Construir semejante puente no es cuestión baladí; ¿dónde adquirió Leonardo los conocimientos de ingeniería para llevarlo a cabo? ¿Era el suyo un proyecto original? Lo que sí está documentado es que muchos ingenieros, arquitectos y hombres de ciencia en general, abandonaron Constantinopla en la década previa a su caída en poder de los turcos, que se consumó el 29 de mayo de 1453, cuando Leonardo apenas contaba un año de edad. ¿Pudo Leonardo haberse apropiado de un proyecto esbozado varias décadas antes por ingenieros bizantinos? Asimismo, en la década previa a la invasión otomana, el emperador de Oriente convocó a los mejores ingenieros de la época para reforzar las imponentes murallas de la ciudad, que databan de la época tardorromana, y para construir un gran cañón con el que hacer frente a los otomanos. Finalmente ese cañón lo construyeron los turcos y con él lograron derribar las colosales murallas de Bizancio, inexpugnables de desde la época de Constantino y Teodosio.
Es factible pensar que el proyecto original del puente sobre el Cuerno de Oro fuese del emperador bizantino, y que lo recuperase el sultán Bayaceto II unas décadas después de haber conquistado los otomanos Constantinopla. También resulta creíble que muchos ingenieros, artistas, inventores y arquitectos cristianos huyesen de la espléndida capital del Imperio de Oriente antes de que ésta cayese en poder del sultán, y que recalasen en las ciudades de Italia. Muchas de ellas, sobre todo Venecia, había jugado un papel destacado en las relaciones comerciales con Bizancio, y no siempre amistoso. Hay que recordar el comportamiento desleal de los italianos de la IV Cruzada (1204), cuando saquearon la ciudad y pasaron a cuchillo a sus habitantes. Y a principios del siglo XIV el emperador de Oriente tuvo que llamar en su auxilio a la Compañía Catalana de los Almogávares para que acabasen con los desmanes y actos de pillaje perpetrados en Grecia por venecianos y genoveses. Después los catalanes se aliaron con los turcos, y acabó siendo peor el remedio que la enfermedad.
Fuera de toda duda, la actividad que hizo famoso a Leonardo fue la pintura. Aunque también existen incógnitas sobre la autoría de algunas de sus obras. Las dos más célebres, sin duda, son La Gioconda y La Última Cena, copiadas y parodiadas en varias ocasiones, al igual que su célebre dibujo del Hombre de Vitrubio, que sería retomado en numerosos trabajos posteriores derivados del mismo. No obstante, únicamente se conocen alrededor de 20 obras suyas, debido principalmente a sus constantes (y a veces desastrosos) experimentos con nuevas técnicas y a su inconstancia en todas las disciplinas. Quizás esa inconstancia que apuntan muchos de sus biógrafos se debiese a que el bueno de Leonardo no comprendía los trabajos, o los diseños que otros había creado, y de los que él pretendía apropiarse. No se conoce la existencia de ninguna obra de Leonardo de la época en que trabajó con el maestro Verrocchio. Según Vasari, únicamente colaboró en una pintura llamada Bautismo de Cristo. Por otra parte, según la leyenda, Verrocchio abandonó la obra cuando se sintió superado por la calidad del joven Leonardo, que dejó su toque magistral en un pequeño ángel presente en la obra, lo que no parece una gran colaboración y confirma, una vez más, que los aprendices participaban activamente en la realización de las obras de los pintores titulares. También, de acuerdo con la tradición de que era el aprendiz quien debía posar, Leonardo habría servido de modelo para el David de Verrocchio, una estatua en bronce. También se cree que es el retrato de Leonardo el que representa al arcángel Rafael en la obra Tobías y el Ángel del taller de Verrocchio. En 1476, Leonardo todavía aparece mencionado como ayudante de Verrocchio, pues, incluso después de que su padre le ayudase a abrir su propio taller, él continuó colaborando con Verrocchio debido al gran afecto que le profesaba al viejo maestro. Otra explicación plausible es que Leonardo aún no había completado su formación artística. Durante este último período en el taller de Verrocchio, el joven Leonardo recibió encargos y pintó su primer cuadro, La Virgen del Clavel, en 1476. 

Según los archivos judiciales de ese mismo año, Leonardo y otros tres hombres fueron acusados de un delito de sodomía, una práctica sexual que era ilegal en Florencia –y en casi toda Europa– en aquella época y que se castigaba con penas de prisión, y hasta con la muerte. Sin embargo, parece ser que todos los acusados fueron absueltos, o que se retiraron los cargos. Jamás lo sabremos con certeza. Según los modernos biógrafos de Leonardo, dado que la acusación fue anónima –como lo eran todas las de esta índole por entonces– no se puede afirmar que Leonardo fuera homosexual. Cosa que hoy no tendría mayor importancia pero que, por lo visto, no agrada a los admiradores del genio florentino. Poco tiempo después de haber sido exonerado del delito de sodomía, en 1478, Leonardo se ofreció como ingeniero para construir la iglesia octogonal de San Juan en Florencia. Fue entonces cuando Leonardo se alejó definitivamente de su maestro, Verrocchio, después de haberlo superado brillantemente, y se convirtió en pintor independiente.

La construcción de iglesias podía llevar varios años en aquella época, no obstante, en 1481, apenas tres años después de haber sido contratado para construir la iglesia octogonal, Leonardo es contratado por los monjes del monasterio de San Donato de Scopeto, también en Florencia. Es muy posible que el hecho de que el administrador del monasterio fuese el padre de Leonardo, fuese determinante para que contratasen a su hijo. Debió concluir pronto su trabajo, pues ese mismo año el monasterio de San Donato le encargó La Adoración de los Magos, pero Leonardo nunca acabó este cuadro, probablemente decepcionado o humillado por no haber sido elegido por el papa Sixto IV para decorar la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico en Roma, donde había una fuerte competencia entre varios pintores. Hay que aclarar en este punto que los trabajos fueron encomendados a Miguel Ángel, que tardó varios años en concluirlos en unas condiciones de trabajo que rozaban lo inhumano. ¿Habría sido capaz el inconstante Leonardo de terminar semejante trabajo? La pregunta se contesta sola.

Leonardo siguió adelante y pintó La Virgen de las Rocas entre 1483 y 1486, un encargo de la Confraternidad de la Inmaculada Concepción. La obra iría a la Capilla San Francesco el Grande de Milán. Este cuadro fue el origen de un conflicto entre el autor y los propietarios del mismo que le habían contratado, que duró varios años. Leonardo obtuvo el derecho de poder copiar la obra, pero posteriormente se inició otro problema legal con esto, que no se resolvió hasta que hubo decisiones judiciales de por medio y la intervención de algunos amigos, terminando con dos versiones de la obra. ¿Fue Leonardo realmente el autor de la obra? ¿Al menos de una de ellas? Visto en su conjunto, el asunto resulta bastante sospechoso.

En Florencia el trabajo de Leonardo no pasó inadvertido. Lorenzo de Médicis se enteró de que Leonardo había creado una lira de plata con la forma de una cabeza de caballo. Impresionado por la calidad de su trabajo, envió a Leonardo con ella a Milán como emisario florentino, y también para que trabajara como ingeniero militar y civil para el duque de Milán, Ludovico Sforza, conocido mecenas. El objetivo de esta maniobra era mantener buenas relaciones con este importante rival político. Quizá Leonardo fue acompañado en su embajada por el músico Atalante Migliorotti. Desconocemos cuál era la naturaleza de esta relación, pero el genio florentino siempre se hacía acompañar por hombres, y no se le conocen amoríos con féminas, a pesar de ser por aquel entonces un muchacho apuesto. No olvidemos que había posado como modelo para Verrocchio.

Sea como fuere, Leonardo no ejerce de pintor ni como ingeniero, se dedica a organizar fiestas y espectáculos en el palacio ducal con decoraciones suntuosas, y lo único que diseña son tramoyas que maravillaban al público, como en la boda de Ludovico Sforza y Beatriz d'Este, y también en la de Ana Sforza con Alfonso d'Este. Sus biógrafos sostienen que estando bajo la protección de Ludovico Sforza, Leonardo pintó varios retratos en la corte de Milán, y que este contacto con las élites ilustradas fue determinante en su carrera porque Leonardo comprendió entonces que su formación como artista distaba aún mucho de haber sido completada. Es plausible suponer que como ingeniero y arquitecto su bisoñez era todavía más evidente, ¿luego podemos decir que Leonardo aún estaba muy verde en todas las disciplinas que supuestamente dominaba desde la cuna? Esto no casa con la precoz genialidad atribuida a Leonardo. Si fue así, ¿por qué la carta de recomendación de Lorenzo de Médicis? ¿Quizá para desembarazarse de Leonardo de un vez por todas?

La biografía oficial, no obstante, sostiene que en esa época Leonardo se ocupó tanto del estudio para la cúpula de la Catedral de Milán, como de la realización de la versión en arcilla para el molde de «Il Cavallo», una imponente estatua ecuestre en honor de Francisco I Sforza, el padre de Ludovico. Iba a hacerse con setenta toneladas de bronce, lo que constituía una verdadera proeza técnica para la época. Pero la estatua permaneció inacabada durante varios años. Cuando Leonardo hubo terminado la versión en arcilla para el molde, y ya tenía hechos los planos para el proceso de fundición y montaje, el bronce fue usado para la fabricación de cañones, pues hubo que defender la ciudad ante la invasión de Carlos VIII de Francia. Luego, por una razón u otra, la obra jamás se terminó. Una vez más, un fiasco.

En 1490, Leonardo participó en una especie de congreso de arquitectos, reunidos para debatir algunos aspectos del acabado de la cúpula de la Catedral de Milán. Allí conoció a un ingeniero de renombre, Francesco di Giorgio Martini, que le recomendó ir a Parma a consultar con Giovanni Antonio Amadeo y Luca Fancelli, para aclarar determinados aspectos de la construcción de la catedral. Parece ser que por esa época Leonardo ya no es ingeniero ni pintor, sino arquitecto.

Mas tampoco fue así porque entonces Leonardo decidió dedicarse a desarrollar ciertos proyectos militares en el más estricto secreto. Aun así, se le atribuyen mejoras notables en los relojes mecánicos –que poco, o nada, tienen que ver con la ingeniería militar–, y con el telar, que llevaba siglos inventado. Parece ser que también reinventó ciertos modelos de grúas y poleas que existían desde la época romana, y, a poco que nos descuidemos, sus admiradores nos convencerán de que Leonardo inventó la rueda y descubrió América. De facto, en una serie de televisión emitida recientemente en la cadena Netflix y titulada Los demonios de Da Vinci, el bueno de Leonardo descubre América unas décadas antes de que lo hiciera su paisano Cristóbal Colón. Precisamente por la época del Descubrimiento, hacia 1492, Leonardo estudia urbanismo y propone diversos proyectos de ciudades amuralladas que, sospechosamente, recuerdan a Constantinopla. Leonardo se interesa especialmente por la energía hidráulica –recuérdese que la capital de Oriente se levanta a orillas del Bósforo– y un documento fechado en 1498 lo cita como ingeniero y encargado de los trabajos en ríos y canales, de no sabemos dónde. Tampoco sabemos a ciencia cierta si era él quien los diseñaba, o eran otros y él, como titular, se limitaba a firmar con su nombre para llevarse el mérito. Esta práctica era usual entonces y aún en épocas más recientes.

Hacia 1490 Leonardo creó una academia que llevaba su nombre, y en la que durante unos cuantos años impartió clases difundiendo sus extensos conocimientos, y registrando sus nuevas investigaciones en unos cuadernos de notas a los que él llamaba pomposamente «tratados», pero cuya autoría algunos ponen en tela de juicio. Si se trataba de pequeños tratados no podían ser grandes investigaciones. Hoy en día, con los medios modernos de aprendizaje a su alcance, los científicos, artistas, ingenieros, cirujanos, etcétera, apenas logran dominar una disciplina y han de reciclarse continuamente para que sus conocimientos no se queden obsoletos en cuestión de pocos años, o a veces pocos meses, como en el caso de los informáticos o de los ingenieros en telecomunicaciones, por poner dos ejemplo.

Entre 1494 y 1498. Leonardo pintó el fresco de La Última Cena para el convento dominico de Santa Maria delle Grazie. Por esa época apareció Luca Pacioli en Milán y entabló amistad con Leonardo, que realizó para él las tablas que se grabaron en su obra La Divina Proportione. En 1498, después de haber terminado La Última Cena, construyó el techo del Castillo de los Sforza. En 1499 las tropas de Luis XII de Francia conquistaron el Ducado de Milán destituyendo a Ludovico Sforza, que huyó a Alemania con su sobrino Maximiliano. El 6 de octubre entró en la ciudad Luis XII y reivindicó sus derechos a la sucesión de los Visconti. Leonardo se encontró una mañana con que los franceses estaban usando su modelo de arcilla a escala real del caballo de la estatua ecuestre de Francisco Sforza como blanco para sus prácticas de tiro, quedando totalmente destruido. ¡Qué casualidad! En cualquier caso, ya tenía la excusa perfecta para no terminar la obra. Como así fue.

Luis XII consideró la posibilidad de cortar el muro donde se encontraba La Última Cena para llevársela a Francia, como también lo pensó Napoleón Bonaparte siglos más tarde. Con la caída en desgracia de los Sforza, Leonardo quedó al servicio de Luis de Luxemburgo, conde de Ligny, que le pidió a Leonardo que le preparase un informe sobre el estado de las defensas en la Toscana. Por esa época Leonardo retomó el oficio de ingeniero militar. Lo que no queda explicado es cómo y dónde adquirió semejante experiencia.

Algo en lo que Leonardo sí era ducho, era sacándoles dinero a sus benefactores y contratadores. El 14 de diciembre de ese mismo año, Leonardo hizo depositar 600 florines a su nombre en el Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia, que actuaba como banca privada. El retorno inesperado de Ludovico Sforza modificó sus proyectos y huyó de Milán con su amante, el joven Salai, y el matemático Luca Pacioli. Luego, no concluyó el trabajo de ingeniería militar para el que había sido contratado, y por el que ya había recibido un pago a cuenta.

Leonardo pintó La Última Cena, su mejor obra, durante estos años caracterizados por los conflictos bélicos, las intrigas, las tribulaciones por la falta de dinero y las calamidades. Cuando dio la obra por terminada, fue expuesta y admirada por muchos y, desde ese momento, se le consideró uno de los grandes maestros de Italia, si no el primero. Los artistas acudían desde muy lejos al refectorio del Convento de Santa Maria delle Grazie, miraban la pintura con detenimiento, la copiaban y discutían sobre ella. Durante su ejecución se tejieron innumerables leyendas en torno al maestro y a su obra, pero no sabemos en qué consistían. ¿Realmente fue él quien pintó el fresco de La Última Cena en su totalidad? ¿Le ayudaron artistas anónimos? Tupido velo de silencio. Los relatos de Bandello y Giraldi, dedicados por lo demás a temas radicalmente distintos, recogen también la génesis oficial de La Última Cena

Desde luego, ninguno de aquellos rumores insinuaba que el cuadro de La Última Cena pintado por Leonardo encerrase misterio alguno sobre la filiación del «discípulo amado», ni mucho menos que éste fuese María Magdalena travestida. La figura andrógina que aparece en el cuadro apoyando su cabeza en el pecho de Jesús, suponemos que es el joven Juan. Para explicar el amor que Jesús parece dispensarle, descartaremos las relaciones homosexuales que también se han insinuado y sugeriremos la posibilidad de que Juan fuese el hijo de Jesús. Hablamos del joven que permanecerá con su madre, María Magdalena, al pie de la cruz, y ambos serán los primeros en entrar en la tumba vacía según el propio evangelio de Juan, escrito en Éfeso cuando era un anciano, cautivo en las minas de cobre por orden del emperador Domiciano, a finales del siglo I. Además, su edad encaja con la del adolescente que asistió a la crucifixión de su padre alrededor del año 35. No hay más misterio. En cuanto a si Jesús estuvo casado: sí, desde luego. ¿En qué baso esta afirmación? Jesús era judío y mayor de edad, luego para dar cumplimiento a ley mosaica debía estar casado, y tanto él y como su esposa estaban obligados por ley a procrear. No había vuelta de hoja. Si María Magdalena aparece con él en tantos episodios cruciales, no es descabellado pensar que ella fuese su esposa. Hay tres detalles que refuerzan esta hipótesis: ¿Quiénes se casan en las bodas de Canaán? ¿Quiénes están al pie de la cruz? ¿Quiénes descubren que la tumba está vacía? María Magdalena, su esposa, y Juan, su hijo y discípulo amado. Aquí lo dejamos.
En marzo de 1499, un año después de haber terminado La Última Cena, Leonardo trabajó como ingeniero militar para la Serenísima República de Venecia. Los príncipes venecianos querían construir fortificaciones para defender la ciudad en caso de producirse un ataque de la escuadra turca. Sin embargo, es muy probable que, una vez más, esos planes procediesen de la antigua capital de Oriente, Constantinopla, que sí había sido asaltada y conquistada por los turcos en 1453. Muchos ingenieros militares bizantinos, al igual que artistas, geógrafos, matemáticos y científicos, huyeron poco antes de la caída de Constantinopla y recalaron en la ricas ciudades del norte de Italia. ¿Se benefició Leonardo de los conocimientos de esos refugiados? ¿Cómo es que jamás terminaba sus proyectos? Lo único que tenemos de muchos de esos proyectos son esbozos, que pudo haber realizado otra persona y que Leonardo se atribuyó.

A finales de abril de 1499, Leonardo regresó a Florencia y allí propuso un sistema de esclusas para desviar el curso del río Isonzo e inundar la región que rodeaba Venecia. Una vez más, el proyecto no se llevó a cabo y Leonardo regresó a Venecia en abril del año siguiente para permanecer allí durante un par de meses después de haber estado en Mantua en compañía del fraile y matemático Luca Pacioli. En Mantua destacó por un retrato que hizo a Isabel d'Este. Una carta del 4 de abril de 1501 en la que Pierre de Nuvola responde a la duquesa de Mantua, en relación a Leonardo afirma enigmáticamente que «sus estudios matemáticos lo han alejado de la pintura»; deducimos que Leonardo continuaba llevando a cabo grandes investigaciones científicas, pero que su trabajo como pintor mermó en calidad. De todos modos, no sabemos mucho más acerca de esas «investigaciones». ¿Existieron realmente?

En 1501, Leonardo recibe en el Convento de la Santissima Annunziata la aprobación para hacer un boceto preparatorio de lo que sería La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista, una obra que provocó tal admiración que «hombres y mujeres, jóvenes y viejos» acudían a verla «como si estuvieran participando en un gran festival». Después de una breve estadía en Roma, en la Villa Adriana, Leonardo estuvo trabajando en La Virgen de los Husos, un encargo de Florimond Robertet, secretario de Estado del rey Luis XII de Francia. En 1502 fue solicitado por el príncipe César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa español Alejandro VI, y obtuvo el cargo de «capitán e ingeniero general». Se quedó en las Marcas y en la Emilia-Romaña para inspeccionar las fortificaciones y los territorios recientemente conquistados, llenando sus cuadernos con diversas anotaciones, cartas, croquis de futuros trabajos y unas misteriosas «copias de otras obras» que Leonardo revisaba a menudo y que, según él, eran apuntes que tomaba de las obras consultadas en todas las bibliotecas de las ciudades que visitaba. Luego esto nos permite establecer que su producción no era absolutamente original. Consultaba a otros autores. Lo cual, por otra parte, parece lógico. ¿Pero es propio de un genio multidisciplinar? Si sus inventos eran tan innovadores que no se habían acometido hasta entonces, ¿qué clase de consultas podrían haberle ayudado, si no existían precedentes?

Por esa época (1502), Leonardo coincidió con el célebre Nicolás Maquiavelo, espía de Florencia al servicio de los Borgia, la naturaleza de esta relación no está clara. ¿Pudo ser Leonardo una suerte de doble agente que espiaba para diversas potencias? Eso explicaría en parte ciertas lagunas que se dan en su biografía. En octubre de 1503, Leonardo regresa a Florencia para ejercer, de nuevo, funciones de arquitecto civil e ingeniero hidráulico. No olvidemos que alterna sin problemas la ingeniería militar con la civil. Súbitamente vuelve a inscribirse en el gremio de San Lucas y dedica dos años (1503-1505) a la preparación y ejecución de La Batalla de Anghiari, una pintura mural imponente de siete por diecisiete metros. Mientras, el gran Miguel Ángel pintaba La Batalla de Cascina en la pared opuesta. Casualmente ¡las dos obras se han perdido! La obra de Miguel Ángel se ha conocido a partir de una copia apócrifa de Aristóteles da Sangallo de 1542 –cuarenta años después–, y la pintura de Leonardo la conocemos a partir de los croquis preparatorios que hizo y de varias copias de la sección central, de las cuales, sin duda, la más destacada es la de Rubens. Como de costumbre, lo único que nos queda son unos cuantos croquis de autoría más que dudosa. Parece ser que la causa principal de la alteración de la obra fue el fuego que se utilizó para secar más rápidamente la pintura o la calidad del material empleado; posteriormente fue recubierta por un fresco que se atribuye a Giorgio Vasari. Como siempre, más dudas que certezas.

Fue en esta misma época cuando Leonardo presentó a la ciudad de Florencia su proyecto para la desviación del río Arno, destinado, por una parte, a crear una vía navegable capaz de conectar a Florencia con el mar y, por otra, a paliar los terribles efectos de las inundaciones. Según la biografía oficial, este período fue importante para la formación científica de Leonardo. Pero aquí hay otra incongruencia de calibre: si estaba «completando su formación» esto significa que dicha formación era incompleta en ese momento. Hacen falta muchos años de estudios superiores para que se forme un ingeniero de caminos o un arquitecto. Leonardo parece haber nacido con estos conocimientos que, por otra parte, va adquiriendo sobre la marcha. Totalmente contradictorio. ¿En qué quedamos?

En 1504, Leonardo volvió a trabajar en Milán, que entonces se encontraba bajo el control de Maximiliano Sforza gracias al apoyo de los mercenarios suizos. Muchos de los alumnos y los interesados en la pintura conocieron o trabajaron con Leonardo en Milán en esa época; entre ellos, cabe destacar a Bernardino Luini, Giovanni Antonio Boltraffio y Marco d'Oggiono. El padre de Leonardo murió el 9 de julio de ese mismo año y él fue apartado de la herencia debido a su ilegitimidad; sin embargo, más tarde su tío haría de él su heredero universal. El mismo año, Leonardo realizó estudios anatómicos e intentó clasificar sus innumerables notas. Ahora Leonardo parce querer ser cirujano y unos cuantos meses de formación autodidacta le bastan para conseguirlo. Cualquier cirujano podrá corroborar que esto es irrealizable. Sin embargo, eruditos e historiadores de todas las épocas han creído que era posible, o han fingido creerlo. Mientras se forma por su cuenta como cirujano, Leonardo empieza a trabajar en su obra más conocida: La Gioconda (1503-1506, y después 1510-1515) obra habitualmente considerada como un retrato de Lisa Gherardini o, por el nombre de casada, Monna Lisa del Giocondo. Sin embargo, hay numerosas interpretaciones sobre este cuadro que aún hoy son motivo de debate y discusión. Pero si tardó en total doce años, desde que inició el retrato de la enigmática dama hasta que lo terminó, es plausible imaginar que el rostro de la dama se fue alterando con el paso del tiempo. Hablamos de doce años, no de doce meses. ¿Cómo plasmó Leonardo el paso del tiempo en el rostro de la misteriosa dama? En 1505 Leonardo interrumpió el cuadro para dedicarse a estudiar el vuelo de los pájaros. Algunos dirán que él creó la aeronáutica moderna. A partir de entonces, observaciones, experiencias y reconstrucciones se sucedieron con mucha intensidad, siempre relacionadas con el vuelo de los pájaros. Nada más.

Un año después, el gobierno de Florencia le permitió reunirse con el gobernador francés de Milán, Carles d'Amboise, que lo retuvo con él pese a las protestas por parte de Florencia. Leonardo quedó en medio de disputas entre franceses y toscanos, y fue presionado por el tribunal para que acabara La Virgen de las Rocas con su alumno Ambrogio de Predis, mientras se encontraba trabajando en otro cuadro, La Batalla de Anghiari. ¿Es descabellado pensar que fue Ambrogio quien terminó ambos cuadros? Da la impresión de que Leonardo no termina ninguno de sus cuadros, dejándolos siempre a medias. De ahí que resulte inevitable pensar que algunos de sus cuadros pudieran terminarlos otros.

En 1507 Leonardo quedó como único heredero de su tío Francesco, pero los hermanos de Leonardo empezaron un procedimiento legal para modificar el testamento. Leonardo apeló al gobernador francés Charles d'Amboise y a Florimond Robertet para que intervinieran en su favor; Luis XII regresó a Milán y Leonardo se convirtió de nuevo en el organizador de las fiestas y banquetes que se celebraban en la capital lombarda en honor del monarca galo. Ahora reencontramos al Leonardo cortesano que se dedica a organizar fiestas, abandonando sus estudios y sus pinceles, y que aprovecha para medrar a expensas del rey y sus cortesanos.

Luis XII entró triunfalmente en Milán en mayo de 1509 y, a continuación, dirigió sus ejércitos contra Venecia. Leonardo siguió al rey francés en calidad de ingeniero militar y asistió a la batalla de Agnadel. Ahora Leonardo es de nuevo ingeniero militar. ¿Cuándo ha adquirido estos vastos conocimientos en artillería y balística? Lo ignoramos. En 1511 muere el gobernador Charles d'Amboise, gran valedor de Leonardo y, en 1512, tras la batalla de Rávena, Francia se retira de Italia temporalmente. Según sus biógrafos, este segundo período milanés le permitió a Leonardo proseguir con sus estudios científicos. No sabemos mucho sobre la naturaleza de esos estudios. Sabemos que la aparición en 1509 de «De expendentis te fugiendis rebus» obra de Giorgio Valla ejerció una gran influencia sobre él. Pero no sabemos más.

En septiembre de 1513 Leonardo viajó a Roma, donde trabajó para el papa León X, miembro de la rica y poderosa familia de los Médicis. En aquel momento, Rafael y Miguel Ángel tenían mucho trabajo en la Santa Sede. Ante el éxito de Sangallo, Leonardo no recibió más que encargos modestos y parece que no participó ni en la reconstrucción de las fortalezas romanas, ni en el embellecimiento de la ciudad papal. Tampoco tuvo éxito su pintura y se refugió en otra especialidad, quizá su preferida, la hidráulica, y realizó un proyecto de secado de las Lagunas Pontinas, que pertenecían al duque Juliano II de Médicis. Otro proyecto, no obstante, que ya se había abordado en la época romana. En 1514 realizó la serie de los Diluvios, que fue una respuesta parcial a la gran obra que Miguel Ángel desarrolló en la bóveda de la Capilla Sixtina. «Los Médicis me han creado, los Médicis me han destruido», escribió Leonardo con amargura, sin duda para subrayar las decepciones de su estadía en Roma. Quizá lo que sucedió fue que sus mecenas se cansaron de Leonardo. Él pensó que nunca le dejarían demostrar su capacidad con la realización de un encargo de ingeniería civil importante, o de arquitectura. Probablemente los Médicis no confiaban en él porque era conocida su inestabilidad, su fácil desánimo y su dificultad para terminar todo lo que empezaba.

En septiembre de 1515, Francisco I, el nuevo rey de Francia, reconquistó el Milanesado tras vencer en la batalla de Marignan. En noviembre del mismo año, Leonardo diseñó un nuevo proyecto sobre la disposición del barrio de los Médicis en Florencia. El 19 de diciembre, estuvo presente en la reunión que mantuvieron en Bolonia el rey Francisco I y el papa León X, lo que es tan extraño como significativo. ¿Qué hacía Leonardo, un artista, tomando parte en una reunión de Estado cuyo contenido suponemos que debía mantenerse en secreto? Esto nos lleva de nuevo a plantearnos la pregunta: ¿era Leonardo un espía? En caso afirmativo: ¿para quién trabajaba?

Francisco I y Leonardo congeniaron enseguida y el monarca francés le encargó al artista florentino un león mecánico que pudiera andar y que el pecho del autómata se abriera para mostrar la flor de lis. No se sabe para qué ocasión fue concebido este león, pero puede tener relación con la llegada del soberano a Lyon, o con las conversaciones de paz entre el Rey y el Papa. Tampoco sabemos si llegó a construirse el león autómata. En 1516 Leonardo viajó a Francia en compañía de su ayudante, el pintor Francesco Melzi, quizá también les acompañó Salai, el joven amante de Leonardo. Su nuevo mecenas y protector, el rey de Francia, los instaló donde él vivió en su niñez, el Castillo de Clos-Lucé, cerca del Castillo de Amboise. Fue el «primer pintor, primer ingeniero y primer arquitecto del Rey», y recibió una pensión de 10.000 escudos. No obstante, en la corte francesa estaban más interesados por el Leonardo pintor que por el Leonardo ingeniero. El hecho de que Francisco I le cediera el Castillo de Clos-Lucé se puede entender como un mensaje a Leonardo para que «hiciera lo que él quisiera». No fue el primer artista en recibir este honor, pues Andrea Solario y Giovanni Giocondo lo habían precedido unos años antes. El rey estaba fascinado con Leonardo y lo consideró como un padre. La casa y el Castillo de Amboise estaban unidos por un pasadizo subterráneo que permitía al soberano visitar al artista con absoluta discreción.

En esa época, sin duda feliz para el gran artista florentino, éste proyectó el Palacio Real de Romorantin, que Francisco pretendía erigir para su querida madre, Luisa de Saboya: sería una ciudadela amurallada y autosuficiente, para lo cual previó el desvío de un río que la proveería de agua potable al tiempo que fertilizaba la vecina campiña. En 1518 Leonardo participó activamente en las celebraciones del bautizo del Delfín y en las fastuosas bodas de Lorenzo de Médicis con una sobrina del rey francés. Ese mismo año, el mancebo Salai abandonó a Leonardo y retornó a Milán, donde moriría años más tarde (1524) en un duelo.

La partida del muchacho afectó profundamente a Leonardo, que el 23 de abril de 1519, gravemente enfermo desde hacía varios meses, redactó su testamento ante un notario de Amboise. Pidió un sacerdote para confesarse y recibir la extremaunción. Murió el 2 de mayo de ese mismo año en Cloux, a la edad de 67 años. La tradición cuenta que Leonardo murió en brazos de Francisco I, rey de Francia.
La Gioconda, retrato pintado por Leonardo de Vinci


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