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sábado, 22 de julio de 2017

Cleopatra: la última reina de Egipto

Cleopatra VII Filopátor era hija de Ptolomeo XII Auletes de quien heredó el trono en el año 51 a.C., cuando sólo contaba diecisiete años de edad, y tuvo que enfrentarse a su hermana Arsínoe para acceder a él casándose antes con su hermano menor Ptolomeo XIII Dionisos, de doce años. Los reyes de la dinastía ptolemaica o Lágida descendían de Ptolomeo Sóter, uno de los generales (diadocos) de Alejandro que se repartieron el imperio a su muerte. Cleopatra era una mujer inteligente y sofisticada que había sido educada en la cultura helenística y fue la primera reina de la dinastía Lágida que aprendió el idioma egipcio. También hablaba hebreo, sirio y arameo, además de latín y griego. Fue instruida en literatura clásica, música, geografía, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina. Además tenía fama de tener modales refinados, de ser una excelente conversadora y de poseer una voz muy sugerente, cosas que, unidas a su extraordinaria belleza, hacían de ella una mujer muy seductora según Plutarco. La reina Cleopatra VII fue una mujer de Estado, sin duda, la más destacable del antiguo Egipto desde Hatshepsut que vivió en el siglo XV a.C. y que fue reina y después faraón, tras la muerte de su esposo Tutmés II. Cleopatra vivió a mediados del siglo I a.C., por lo que fue coetánea de Julio César, triunviro y dictador de Roma, con el que tuvo un hijo llamado Cesarión, que no llegó a reinar. Es más, desapareció de la Historia sin dejar rastro, posiblemente asesinado por orden de Octaviano.

En el 50 a.C. se desató una terrible hambruna en Egipto, los campesinos se rebelaron y muchos se unieron a las partidas de forajidos que causaban estragos en el Bajo Egipto. En medio de esta situación, la princesa Arsínoe urdió una conjura para arrebatarle el poder su hermana contando con el apoyo de los eunucos Plotino y Teodato, y del general Aquiles, principales consejeros de su hermano Ptolomeo XIII, que por ser aún muy joven era fácilmente manejable. En 48 a.C. Arsínoe logro hacerse con el poder y desterró a Siria a su destronada hermana Cleopatra. Entretanto, Julio César había desembarcado en Egipto persiguiendo a Pompeyo tras haberle derrotado en la batalla de Farsalia. Para congraciarse con el vencedor en la guerra civil romana, los eunucos del joven rey Ptolomeo XIII ordenaron asesinarle y presentar a César su cabeza cercenada. Cuando el dictador desembarcó en Alejandría unos días más tarde, no le agradó que los egipcios hubiesen asesinado a Pompeyo, un cónsul electo de Roma, pues su intención era capturarle con vida para perdonarle y sellar la paz con el Senado y el partido republicano. César ordenó que se celebrasen las exequias y lloró ante la cabeza cortada de su antiguo amigo, yerno y rival. Aquel fue un mal comienzo para las relaciones de César y el reyezuelo egipcio, y predispuso al dictador romano en su contra. Aun así, César quería solucionar, en calidad de albacea de Ptolomeo XII Auletes, el conflicto que enfrentaba a los dos hermanos y esposos Cleopatra VII y Ptolomeo XIII, y a tal efecto convocó a las dos partes. Ptolomeo, aconsejado de nuevo por el eunuco Plotino, regresó inmediatamente a Alejandría. Cleopatra envió antes a varios emisarios para asegurarse de las intenciones de César. Al final aceptó viajar a Alejandría, pero lo hizo en secreto y de noche, pues desconfiaba de los espías de su hermano, y temía que éste intentara asesinarla. Cleopatra consiguió acceder al palacio real en el que se alojaba Julio César para persuadirle de que tomara partido por ella. Pasaron la noche juntos y al día siguiente el general ordenó a Ptolomeo que compareciese ente él. Pero éste rechazó la propuesta de reconciliación y huyó haciendo correr la voz de que había sido traicionado por su hermana y los romanos que querían asesinarle y esclavizar a los egipcios. Los alejandrinos se levantaron en armas alentados por el general Aquiles. Para sofocar el motín, César leyó el testamento del difunto Ptolomeo XII Auletes, del que se presentó como testador, e hizo a los alejandrinos sendas promesas de respetar la voluntad del viejo rey. Las patrullas romanas lograran detener a Ptolomeo y fue llevado ante César para firmar la paz después de un espléndido banquete. Lo que el dictador propuso fue repartir los territorios bajo soberanía egipcia como sigue: Ptolomeo XIII recibiría el gobierno de la isla de Creta, lo que de facto era un exilio forzoso, Ptolomeo XIV y Arsínoe IV, los otros hermanos de Cleopatra, recibirían la isla de Chipre. Pero Arsínoe consideró que ella debía reinar en Egipto y se unió a la causa de su hermano Ptolomeo XIII, que también rechazó el acuerdo.

Con la ayuda de Julio César, la joven princesa Cleopatra logró deshacerse de su hermanastro y de todos sus enemigos. Durante los combates que se produjeron en Alejandría, las tropas de Aquiles intentaron apoderarse del puerto, donde permanecían fondeados más de 70 navíos de guerra egipcios y unas 50 trirremes romanas. Para evitar que cayesen en manos de los rebeldes, César prefirió quemar sus naves, provocando con ello un gran incendio que alcanzó la ciudad, y cuyo resultado final fue la pérdida de muchos edificios públicos. Pero la célebre Biblioteca sólo se vio afectada parcialmente y no sufrió daños irreparables. La Biblioteca de Alejandría siguió existiendo durante todo el periodo romano y hasta la invasión musulmana del siglo VII. La guerra civil egipcia duró largos meses. El eunuco Plotino fue tomado como rehén y más adelante ejecutado por haber intentado, en su cautiverio, envenenar a César. La princesa Arsínoe logró huir de su encierro en palacio y llegar al campamento de Aquiles, con su padre putativo, el eunuco Ganimedes, que se puso al frente del ejército después de ejecutar a su comandante, Aquiles, y así Arsínoe fue proclamada reina de Egipto por las tropas rebeldes. Después de que los alejandrinos vencieran en una de las muchas refriegas que se dieron con los romanos, exigieron a César la libertad de Ptolomeo, a lo que gustosamente accedió el general convencido de que la juventud e inexperiencia militar del soberano perjudicaría a sus enemigos, como así fue. Por lo que Ganimedes fue destituido y su puesto ocupado por el propio monarca. Gracias a la llegada de los refuerzos romanos y a la incompetencia de Ptolomeo, César puso en fuga a los egipcios, empujándolos Nilo arriba, donde centenares de ellos murieron ahogados. Ptolomeo XIII estaba entre los muertos. Su cuerpo fue hallado en el fango: había tratado de huir en una barcaza demasiado cargada que terminó zozobrando. La coraza de oro que llevaba, y por la que fue reconocido, fue la prueba que exhibió César ante el pueblo que lloraba su muerte vestido de luto. Cleopatra recuperó el trono una vez más (47 a.C.), pero tenía que haber un rey y, para poder seguir gobernando, se casó con su otro hermano, Ptolomeo XIV Filopátor. Como el nuevo consorte solo tenía diez años, Cleopatra asió de nuevo las riendas del poder en solitario, aunque bajo la tutela de Roma. Arsínoe, prisionera, fue enviada a Roma, donde desfiló cargada de cadenas durante los festejos públicos para celebrar la que a la postre sería la última victoria militar del gran Julio César. Él y Cleopatra pasaron juntos varios meses en Egipto y fruto de su relación nacería, el 23 de junio del año 47 a.C., Ptolomeo XV, más conocido como Cesarión, el nombre que le dieron los alejandrinos. Luego César partió a combatir a Farnaces, rey del Ponto, al que derrotó en una rápida campaña (47 a.C.), para regresar a África y doblegar a los optimates en Tapso (46 a.C.) y Munda (España) en marzo del 45 a.C., al tiempo que efectuaba en Roma diversas reformas políticas, entre las que destaca su nombramiento como cónsul vitalicio por el Senado, lo que supuso la instauración de la dictadura que tanto habían temido Bruto, Catón, Casio, Cicerón y el resto de sus secuaces.

Cleopatra se hallaba de visita en Roma cuando César fue asesinado en las dependencias del Senado (44 a.C.). Temiendo por su vida y por la de su hijo Cesarión, huyo apresuradamente con la ayuda de Marco Antonio, lugarteniente de Julio. A partir del año 43 a.C., tras su regreso a Egipto, y temiendo que su hermano y esposo Ptolomeo XIV, que ya contaba quince años de edad, quisiera derrocarla e incluso asesinarla, Cleopatra nombró a su hijo Cesarión corregente. De otro lado, el país estaba al borde de la ruina después de la guerra civil. Los campesinos sufrían terribles plagas y padecían hambre porque muchos campos de cultivo se habían arruinado. Los canales de irrigación del Nilo se habían obstruido porque se había desatendido su mantenimiento, lo que repercutió en las cosechas porque las inundaciones estacionales no fueron bien aprovechadas. 
Unos años después del asesinato de Julio César, ambos volverían a encontrarse en Egipto cuando Antonio asumió el gobierno de la parte oriental del Imperio, después de la repartición acordada con Octaviano y Lépido, sus socios de gobierno en el II Triunvirato. Antonio y Cleopatra iniciaron entonces una tormentosa relación sentimental, a pesar de que él estaba casado con Octavia, única hermana de Octaviano. Cuando Antonio repudió a su esposa romana, su cuñado y mortal enemigo aprovechó la ocasión para denunciar su traición en el Senado y obtener la aquiescencia de los senadores para declarar a Antonio enemigo del Estado e iniciar la guerra para destruirle y echar a Cleopatra del trono en Egipto. La reina cometió un terrible error de cálculo al subestimar a Octaviano a causa de su juventud e inexperiencia militar y política, al tiempo que instigaba a Marco Antonio para que se enfrentase a él y al Senado de Roma. La absoluta derrota de la flota egipcia en la batalla de Actio (31 a.C.) puso fin a los delirios de grandeza de la pareja. Antonio se suicidó poco después y Cleopatra intentó negociar en solitario con Octaviano para conservar el trono como reina vasalla de Roma y preservar la vida de sus hijos, incluido Cesarión. Pero el nuevo César se mostró implacable: Cleopatra sería llevada a Roma como trofeo de guerra y desfilaría atada a su carro durante el desfile triunfal. Las leyes romanas exigían que después de esto, los enemigos de Roma fuesen ejecutados durante las celebraciones del Triunfo y ofrecidos a Marte, dios de la Guerra, como víctimas propiciatorias.

Los planes de Octavio eran tomar a la reina como prisionera y exhibirla en Roma durante la tradicional ceremonia conocida como Triunfo, simbolizando con ello la superioridad romana y la victoria sobre la humillada enemiga a la que el pueblo de Roma tanto odiaba. Esto aumentaría aún más si cabe el respaldo popular a su persona e impulsaría decisivamente sus aspiraciones políticas. Cleopatra se percató del final que le aguardaba tras entrevistarse con Octaviano, que ahora se hacía llamar César Octavio; un hombre frío y calculador que a diferencia de César y Antonio no podía seducirla de ningún modo. Viendo, pues, su previsible futuro como esclava, tal vez en el reino del que había sido soberana —convertido ahora en una provincia romana—, Cleopatra tomó la decisión de suicidarse. Según la versión más extendida, pidió a sus criadas que le trajeran una cesta con frutas y que pusieran dentro de ella a un venenoso áspid. Otras versiones relatan que se quitó la vida al conocer el suicidio de su amado esposo, Antonio, y que antes de fallecer escribió una misiva a Octaviano en la que le comunicaba su deseo de ser enterrada junto a su esposo Antonio en el mausoleo que ella había ordenado construir en Taposiris, a unos 30 kilómetros de Alejandría. Parece ser que Octaviano no accedió a ello. En cualquier caso, las numerosas excavaciones que se han realizado en la zona a lo largo de los siglos en busca de la legendaria tumba de la reina, que se suponía repleta de riquezas, no han dado resultado. Temiendo lo peor, Cleopatra envió a su hijo Cesarión al sur de Egipto, lejos de la capital, con una pequeña fortuna para poder subsistir con desahogo y que le permitiese defenderse de sus posibles enemigos, pero fue traicionado por su preceptor, Rodón, que lo persuadió para que regresase a Alejandría asegurándole que Octaviano le perdonaría la vida, tras la muerte de su madre. Pero fue asesinado nada más poner los pies en la capital del Reino. 
Sus otros hijos fueron llevados a Roma y criados por Octavia, viuda de Marco Antonio. La princesa Selene se casó con el rey Juba II de Mauritania con quien tuvo un hijo al que llamaron Ptolomeo, que heredó el reino de su padre en el año 23 a.C. Ya anciano, el emperador Calígula lo mandó matar para anexionarse el reino de Mauritania. De Helios y Filadelfo no se sabe bien su paradero, pero se cree que murieron en Roma entre los años 25 y 20 a.C., aunque también se cree que fueron a vivir a Mauritania junto con su hermana, donde murieron de extrema vejez. La tumba de Cleopatra, al igual que la de su egregio antepasado, Alejandro Magno, jamás fue encontrada y su ubicación sigue envuelta en la leyenda.

Busto de la reina Cleopatra VII Filopátor

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