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viernes, 24 de noviembre de 2017

Felipe II y el Renacimiento español

El gobierno de Felipe II coincidió con la etapa histórica conocida como la del Renacimiento español. Aunque el cambio ideológico no fue tan extremo como en otros países; no se rompió abruptamente con la tradición medieval, no desapareció la literatura religiosa, y fue en el Renacimiento cuando surgieron autores ascéticos y místicos; por ello el Renacimiento español fue más original y variado que en el resto de Europa, y, quizás, algo tardío. La literatura religiosa estuvo encabezada por escritores como santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, fray Luis de Granada, san Juan de Ávila y fray Juan de los Ángeles. Don Miguel de Cervantes empezó a escribir sus primeras obras en esa época. La poesía renacentista española se dividió en dos escuelas: la Salmantina (fray Luis de León) y la Sevillana (don Fernando de Herrera). En el teatro destaca la figura de Lope de Vega, que aún acaparará más importancia en el reinado de Felipe III, al igual que la monumental obra de don Miguel de Cervantes. Entre los pintores más famosos destacaron El Greco, Tiziano, Antonio Moro o Brueghel el Viejo. Alonso Sánchez Coello fue el pintor de cámara de Felipe II. También entonces vivieron su apogeo los arquitectos españoles, entre ellos: Juan de Herrera, Juanelo Turriano, Francisco de Mora o Juan Bautista de Toledo, que tuvo como resultado la aparición de un nuevo estilo, que se caracterizó por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Este estilo fue bautizado posteriormente como herreriano. Estos afamados arquitectos construyeron edificios religiosos y mortuorios como el Monasterio de El Escorial o la Catedral de Valladolid; civiles o administrativos como la Casa de la Panadería de Madrid, o la Casa de la Moneda de Segovia, y militares como la Ciudadela de Pamplona. De hecho, a esta época en la que sobresalieron escritores y dramaturgos de gran talla, y acababan de nacer los que se destacaron bajo el gobierno de Felipe III, se la conoce como el Siglo de Oro español.
El príncipe Carlos (1545–1568) y el problema dinástico
El príncipe Carlos nació en 1545, hijo de su primera esposa, María de Portugal, con la que se casó dos años antes, y que murió en el parto. Caracterizado por su desequilibrio mental, de muy posible origen genético pues tenía cuatro bisabuelos (en lugar de los ocho naturales) y seis tatarabuelos (en lugar de dieciséis), tuvo una complexión débil y enfermiza. Fue educado en la Universidad de Alcalá junto al hermanastro del rey, don Juan de Austria. Conspiró con poco disimulo con los rebeldes flamencos contra su padre. Tras asombrosos escándalos relacionados con esto, como el intento de acuchillar en público al duque de Alba, fue detenido por su propio padre, procesado y encerrado en sus aposentos. Posteriormente fue trasladado al castillo de Arévalo donde murió de inanición en 1568 porque el príncipe se negaba a comer en medio de sus delirios. Este terrible hecho marcó profundamente, y de por vida, la personalidad del monarca. Por descontado, y como no podía ser de otra manera, también alimentó la Leyenda Negra, pues no tardaron los enemigos del Reino en culpar al rey español Felipe II de la muerte de su hijo demente. De su segundo matrimonio con María I de Inglaterra no hubo hijos, pero de su tercer matrimonio con Isabel de Valois tuvo dos hijas, con lo que al morir en 1568 Isabel de Valois y su primogénito Carlos, Felipe II se encontró con 41 años, viudo y sin descendencia masculina. Éste fue uno de los peores años para Felipe II: a la tragedia personal se unían la rebelión en los Países Bajos y la Alpujarra, el avance imparable de la herejía protestante y calvinista en Francia y Europa central, la piratería berberisca y el resurgir de la amenaza otomana tras el fracaso del sitio de Malta y la muerte de Solimán el Magnífico. En 1570, Felipe II se casó con Ana de Austria, hija de su primo el emperador Maximiliano II, con quien tuvo cuatro hijos, de los cuales solo uno, Felipe (†1621), futuro Felipe III, llegó a la edad adulta. Quedando finalmente resuelto el problema de la descendencia, Ana de Austria murió en 1580 y Felipe II no volvió a casarse.
Reformas administrativas
Carlos I había gobernado como un emperador alemán, y como tal, España, y principalmente Castilla, habían sido fuente de recursos militares y económicos para unas guerras lejanas, de naturaleza estratégica, difíciles de justificar a los castellanos puesto que respondían a su ambición personal —y aún más, a las ambiciones de los Habsburgo— y que se habían convertido en carísimas con las innovaciones en tecnología militar. Todo mantenido con los fondos castellanos y con las riquezas traídas de América que iban a parar directamente a los banqueros holandeses, alemanes y genoveses sin pasar por España. Felipe II, como su padre, fue un rey absolutista y continuó con las instituciones heredadas de él, y con la misma estructura de su Imperio y autonomía de sus componentes. Pero gobernó como rey de España, y especialmente como soberano de Castilla, que era el centro del Imperio, con su administración localizada en Madrid. Felipe II no visitó apenas sus territorios fuera de la península Ibérica, y los administró a través de oficiales y virreyes, quizá porque temía caer en el error de su padre, Carlos I, ausente de España durante los años de las rebeliones comuneras; quizá porque, a diferencia de su padre, que aprendió el español siendo adulto, Felipe II se sentía profundamente español y convirtió España en el primer reino moderno; realizó obras públicas e hidráulicas —como la presa del río Monnegre— y una reforma de la red de caminos, con posadas, con una administración y una burocracia desconocida hasta entonces. Los funcionarios de Felipe II solían tener estudios universitarios, principalmente de las universidades de Alcalá y Salamanca, la nobleza también ocupaba puestos administrativos, aunque en menor cantidad. Ejemplos reseñables de su meticulosa administración son el traslado de la corte a Madrid en 1561. Desde entonces, salvo entre 1601 y 1606, bajo el gobierno de Felipe III, en el que temporalmente la capitalidad pasó a Valladolid, Madrid ha sido la capital de España y sede del gobierno de la Nación.
Infante español con armadura, espada y estoque (h. 1500)

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