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lunes, 18 de diciembre de 2017

¿Quién era Cristóbal Colón?

Aunque su origen ha sido objeto de las más diversas especulaciones, parece existir un mayor acuerdo en considerar que nació en Génova hacia 1451. Es posible también que no fuera el primogénito, sobreviviendo a sus hermanos mayores. Colón tenía además dos hermanos pequeños, Bartolomé, uno o dos años más joven, y Diego. Su familia, sin ser rica, poseía cierto acomodo debido al negocio de telares que el padre ostentaba y a los ingresos complementarios que procuraba a la familia un pequeño comercio de quesos. La infancia de Colón, como su fecha y lugar de nacimiento, también aparece envuelta en nebulosa. Él mismo señala que desde muy joven aprendió el oficio de navegante, sin duda alentado por el carácter marinero de Génova y la ebullición del comercio mediterráneo que inundaba la ciudad. Parece ser que a los dieciocho años estuvo al servicio del corsario francés Guillaume de Casanova, quien asediaba las naves venecianas que comerciaban con Flandes por el Atlántico, hacia 1470. Un episodio mejor documentado refiere que Colón formó parte de la tropa que, al mando de Renato de Anjou, nombrado heredero de la reina Juana de Nápoles, se enfrentó a Alfonso V de Aragón y posteriormente a Juan II, padre del Rey Católico. Una tercera referencia, algo más dudosa, aparece en un documento que habla de un corsario que en 1473 asoló las costas valencianas y catalanas. Por último, se sabe que Colón participó en una flota genovesa que hacia 1475 salió en defensa de la isla de Quíos, asediada por los turcos, en donde los genoveses adquirían la goma. Un año más tarde Colón aparece formando parte de una flota genovesa que se dirige a vender la goma de Quíos en los puertos de Inglaterra, Portugal y Francia. Siendo atacada por el corsario Casanova, el barco en el que Colón viaja naufraga y éste puede alcanzar a nado la costa de Portugal, asentándose en Lisboa, donde existe una amplia colonia genovesa. Es en Lisboa donde Colón conocerá a su mujer, Felipa Moniz de Perestrello, de familia noble y afamada. Durante estos años, Cristóbal Colón se dedicó al comercio y hubo de tratar con gentes marineras, que a buen seguro contarían historias sobre la existencia de tierras más allá del mar Océano, sobre extraños objetos o troncos encontrados flotando y sobre naufragios en costas alejadas y desconocidas hasta entonces.
En esa época (1481), Colón viaja a la costa oeste africana como miembro de la expedición de Diego de Azambuja y a Inglaterra, portando productos desde Génova. El mismo Almirante declara, aunque algunos autores lo ponen en duda, que pudo haber tocado las costas de Islandia. No cabe duda de que todos estos viajes otorgarán a Colón una acreditada experiencia en las artes de navegación, así como un vasto conocimiento de la geografía de la época. En la mentalidad de científicos y navegantes de finales del siglo XV existen ya diversas ideas y concepciones que dan pie a la creencia de Cristóbal Colón en una ruta occidental hacia Catay y las Indias de las especias —el Extremo Oriente— más corta y ajena al peligro que suponen la piratería y los turcos. El Mediterráneo es por aquel entonces un mar demasiado estrecho y peligroso, donde naciones enemigas y piratas de toda clase dificultan o impiden la ruta que lleva hacia los ricos países orientales productores de especias y productos exóticos. En la segunda mitad del siglo XIII, el veneciano Marco Polo, entre otros, abrió el camino de la larga travesía hacia Catay, demostrando además el beneficio económico que, no obstante el largo y peligroso viaje, puede deparar una carga de mercaderías traída desde Oriente. La ruta occidental por mar, más segura que la travesía terrestre y más rápida que la marítima bordeando el sur de África, ya explotada por los portugueses, se convierte a mediados del siglo XV en un foco de especulaciones, configurándose paulatinamente en una creencia cierta sobre la que cada vez se acumulan más datos. Toscanelli, en cuyas afirmaciones creerá Colón, no solo piensa que debe existir una ruta occidental que libre del peligro de los turcos, sino además fija la distancia de la ignota isla Antilla del Atlántico con la isla de Cipango (Japón) en 2.500 millas. El mismo científico transmite a Colón por carta sus impresiones. El viaje de Colón a los nuevos territorios no debe explicarse como un hecho aislado o fruto de la mera casualidad. Desde algunos siglos antes se vienen produciendo diversos antecedentes que preparan el camino para la gran navegación transatlántica. Un antecedente claro sitúa a los vikingos tocando la costa americana hacia el año 1000.
En Portugal y Castilla las navegaciones exploratorias cada vez son más frecuentes, contribuyendo a crear un corpus de información geográfica y astronómica e incorporando nuevos territorios a los ya conocidos. Las innovaciones y mejoras técnicas o las incorporaciones de adelantos procedentes de otras culturas, como el astrolabio, facultan a las naves de los reinos hispánicos para realizar grandes travesías. Desde el siglo XIII la acumulación de conocimientos, además del empuje demográfico y el dinamismo económico, parecen actuar a favor del descubrimiento de nuevas tierras. En 1415 el rey portugués Enrique el Navegante fundó en Sagres un centro de estudios cartográficos y náuticos, que recogía las noticias y hallazgos procedentes de las exploraciones del litoral africano. Unos años más tarde, Juan II de Portugal instauró la Junta dos Matemáticos, encargada de elaborar tablas de navegación basadas en los conocimientos mallorquines y catalanes sobre el Mediterráneo. El convencimiento de Colón en la posibilidad de establecer una ruta oceánica occidental pudo basarse, también, en las conversaciones que supuestamente mantendría con marineros tanto en El Puerto de Santa María como en Murcia, que aseguraban haber conocido costas lejanas tras ser arrastrados por el temporal. El dinamismo portugués en cuanto a sus exploraciones por África, fomentadas desde la Corona, es una cuestión conocida en la época. En 1484 Diego Cao es premiado por el rey Juan II por sus exploraciones africanas, lo que sin duda anima a Cristóbal Colón a presentar su proyecto a la corte portuguesa. Solicita al rey el equipamiento de tres carabelas con vituallas y mercaderías para comerciar, ser armado caballero y Almirante y Gobernador de los territorios descubiertos y adjudicarse un diez por ciento del beneficio económico que se obtenga de las nuevas tierras y participar con un octavo en cada barco que comerciase con los países hallados.
La negativa del monarca portugués a secundar la operación parece provocada por estar inmerso en las exploraciones africanas, convencido de estar ya en la mejor ruta hacia Oriente —la africana—, y comprometidas las arcas reales en la empresa. Posiblemente, una vez rechazado el proyecto, pudo enviar una carabela que, tras seguir las indicaciones dadas por Colón, debió de volver de vacío. En los inicios de 1485 Colón pierde a su esposa y abandona Portugal, quién sabe si por deudas o acusado de conspirar contra el rey. Lo cierto es que su hermano Bartolomé ofrece el proyecto a Enrique VIII de Inglaterra, quien también lo rechaza. Parte entonces Cristóbal Colón hacia Palos, para ofrecer su plan a los reyes de Castilla y Aragón. El desembarco en Palos hubo de hacerse a causa de las noticias que circulaban en la localidad, conocidas de Colón, acerca de un viaje del piloto Alonso Sánchez de Huelva hacia el Occidente atlántico. Se supone que el prior de La Rábida, fray Juan Pérez, y el cosmógrafo fray Antonio de Marchena, pudieron entregar el diario y una carta de ruta del piloto español, que pudo usar Colón en su primer viaje. Desde luego, la información de la que disponía el aventurero genovés debía de ser muy deficitaria, ya que su proyecto fue desestimado por los portugueses —expertos navegantes— y también por el rey de Inglaterra. Así que la información obtenida en La Rábida debió serle de muchísima utilidad. Sea como fuere, el caso es que a través de diversos personajes superpuestos tienen noticia los Reyes Católicos del proyecto de Colón, siendo recibido por éstos en Alcalá de Henares el 20 de enero de 1486. Aparte de las ganancias económicas, la idea de Cristóbal Colón reunía en sí misma las grandes aspiraciones del mundo cristiano de la época, como el comercio directo con Oriente, el contacto con los legendarios reinos cristianos del Preste Juan y el remate al ideal de Cruzada con la toma definitiva de Jerusalén. Valedores de Colón fueron fray Juan Pérez y el contador mayor, don Alonso de Quintanilla, quienes consiguieron que una junta consultiva se reuniese en Córdoba para examinar sus ideas. Posiblemente fue el confesor de la reina Isabel, fray Hernando de Talavera, quien, contrario al proyecto, fomentó la negativa de la junta. Parece, además, que otras razones incidieron en el rechazo a apoyarlo, fundamentalmente la guerra establecida con el reino nazarí de Granada y las desmesuradas peticiones de Colón, ciertamente inéditas en la época. Se sabe que esas mismas peticiones habían molestado sobremanera al rey de Portugal.
En tanto se delibera en la corte de Isabel y Fernando, Bartolomé Colón viaja a Francia con la información adicional que le han proporcionado en La Rábida a su hermano Cristóbal, y presenta el proyecta a Ana de Beaujeu, regente durante la minoría de edad de Carlos VIII. En Francia tampoco se prestará demasiado crédito al proyecto del aventurero genovés. Las deliberaciones en la corte castellana se dilataron varios años, durante los cuales Colón, no obstante, fue mantenido por indicación de la Corona. Son años en los que Colón va ganando adeptos en la corte, como fray Diego de Deza, o Medinaceli, en cuya casa se alojó dos años. Una nueva negativa de la corte le empujó a marchar de España, pasando antes por La Rábida. Desde allí fray Juan Pérez hace un último intento, escribiendo una carta a la reina Isabel, como resultado de la cual Colón es llamado a Santa Fe (Granada) para empezar a negociar. En este punto la intervención de don Luis de Santángel, escribano de ración de la Corona de Aragón, resulta determinante, pues persuade a la reina de la viabilidad y conveniencia del proyecto. La negociación finaliza el 17 de abril de 1492, dando lugar a las Capitulaciones de Santa Fe. En ellas se determina que Colón y sus herederos ostentarán el cargo de Almirante de la mar Océana en todos los territorios que pudiera descubrir, cobrando el quinto de las mercancías; se le nombra también virrey y gobernador de las tierras descubiertas, con poder para nombrar funcionarios; recibirá la décima parte de los tesoros conquistados o adquiridos y ejercerá de juez en cuantas cuestiones comerciales se pudieran suscitar; podrá participar con un octavo en cualquier expedición comercial que se emprendiese, obteniendo así un octavo de los beneficios. Se equipara así a Colón en rango con el Almirante de Castilla, con los mismos privilegios y mercedes, y su hijo Diego es nombrado paje del príncipe don Juan. Las pretensiones de Colón son inusitadas para la época, pues aparte de exigir un alto porcentaje sobre los beneficios de la empresa, sus aspiraciones políticas le convertirían de hecho en el segundo dignatario de Castilla tras la reina. Sus pretensiones son más desmesuradas aun considerando que se trata de un advenedizo, un trotamundos extranjero recién llegado que presenta un plan inconcebible. El acuerdo con los reyes de Castilla y Aragón indica, por tanto, que en la mentalidad y conocimientos de la época ya estaba la posibilidad de realizar un viaje así. Además, juega a favor de Colón el hecho de que la toma de Granada ha acabado, lo que permite a los Reyes distraer su atención hacia otros asuntos y dedicar recursos al nuevo proyecto.
El 30 de abril de 1492 los reyes envían una misiva a Palos en la que ordenan la construcción de dos carabelas que pondrán al servicio de Colón, como pago o castigo contraído con anterioridad. El mismo Colón se desplaza a la localidad para formar la tripulación, encontrando reticencias hasta que interviene fray Juan Pérez y se enrola el afamado marino don Martín Alonso Pinzón, ofreciendo una carabela propia. Con él se enrolan también sus hermanos don Francisco Martínez y don Vicente Yáñez Pinzón y el piloto don Juan de la Cosa. Armadas las carabelas Pinta, Niña y la nao Santa María, salen del puerto la madrugada del 3 de agosto de 1492, dirigiéndose a las islas Canarias, donde arribarán más tarde. Allí repostan y hacen las oportunas reparaciones, tras lo que parten en dirección oeste. La duración de la travesía comienza a impacientar a la tripulación, surgiendo amagos de sublevación que son atajados por Colón mintiendo sobre la distancia recorrida y prometiendo regalos. La situación comenzaba a ser desesperada cuando Rodrigo de Triana avistó tierra el 12 de octubre, habiendo llegado a la isla Guanahaní. Durante este viaje realizó además exploraciones durante tres meses por otras islas cercanas, a las que bautizó como Juana (Cuba) y La Española (Santo Domingo-Haití). En ésta parece ser que tuvo el primer contacto con un jefe nativo, quien le regaló varios objetos de oro. En la Nochebuena de 1492 la Santa María embarrancó, lo que persuadió a Colón de aprovechar sus restos para construir un fortín, que sería bautizado Fuerte Navidad, y donde quedarían algunos miembros de la expedición, para congraciarse con los indios y establecer una colonia. Separada la Pinta tras la insubordinación de don Martín Alonso Pinzón, quien se había ido a explorar la mítica isla de Babeque, Colón parte con la Niña hacia España el 2 de enero de 1493, llevándole las corrientes a Lisboa. En esta ciudad, Juan II alega que las nuevas tierras son suyas, en función del tratado de Alcaçovas, lo que generará una polémica que no quedará saldada hasta la intervención del papa Alejandro VI y el acuerdo establecido por el Tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494.
De vuelta a España, los reyes le reciben en Barcelona. Colón les trae presentes y lleva consigo a seis indios. Son los primeros amerindios bautizados, encargando los reyes a Colón emprender un nuevo viaje en el que llevará consigo a fray Bernardo Boyl y otros religiosos para convertir a la población. El segundo viaje cuenta ya con un ingente despliegue de medios, lo que indica un interés colonizador. Se preparan mil quinientos hombres y diecisiete barcos cargados con vituallas y provisiones tanto para mantenerse, como para fundar establecimientos permanentes. Entre los viajeros figuran el hermano de Colón, Diego, Ponce de León, fray Antonio de Marchena, don Alonso de Ojeda, don Juan de la Cosa, Pedro Margarit, etcétera. El regreso a Fuerte Navidad es desolador, encontrando solo restos mortales que indican un ataque de los indígenas y querellas entre los españoles; algunos de los cuales habrían partido al interior de la isla con la esperanza de encontrar oro. El 6 de enero de 1494 se fundó la primera ciudad, La Isabela, en un lugar malsano que provocó que fuera abandonada dos años más tarde, fundándose Santo Domingo a instancias de Bartolomé Colón. Entre tanto, continuó su hermano Cristóbal realizando exploraciones, convencido de estar ante las puertas de los reinos del Gran Kan. Así, reconoce por completo La Española y explora Cuba, Jamaica y algunas islas menores. Tras dejar a don Francisco Roldán como alcalde mayor de La Isabela, emprendió Colón el viaje de regreso a España. Surgió entonces el conflicto entre Roldán y Diego Colón, que provocará la primera sublevación. Los desórdenes producidos llegan a oídos de la Corona, que envía a un visitador para investigar el asunto. Como resultado, se presentan acusaciones contra Colón por parte de los castellanos, que son ignoradas por los Reyes Católicos.
El 30 de mayo de 1498 parte Cristóbal Colón por tercera vez, al frente de una flota de seis barcos y seiscientos hombres. Durante esta expedición realizó nuevas exploraciones, como las de la isla Trinidad, el golfo de Paria, en el continente americano, Asunción (Tobago) y Concepción (Granada), Margarita y Cubagua. A su regreso a La Española siguen los problemas generados por Roldán y otros españoles, contestadas por Colón con actuaciones soberbias y despóticas. Como resultado, la Corona envió a un nuevo investigador, don Francisco de Bobadilla, cuya autoridad no reconoció Colón, por lo que fue encadenado y enviado preso a la Península. La protección real, aunque con algunas reservas, le procuró ser absuelto y que se nombrara un nuevo investigador en sustitución de Bobadilla, esta vez fue don Nicolás de Ovando. Para evitar nuevos conflictos, los Reyes Católicos prohibieron a Colón desembarcar en La Española en su cuarto viaje, emprendido el 11 de mayo de 1502 junto con su hermano Bartolomé y su hijo Hernando, tocando las islas del Caribe, Santa Lucía o Martinica, Santa Cruz, Puerto Rico, Honduras. El viaje resultó descorazonador, pues el paso hacia las Indias, en el que Colón aún creía firmemente, no aparecía por ninguna parte. Parece ser que las penalidades y el carácter altivo y despótico de Colón empujaron a la tripulación a rebelarse, a lo que se sumó una fuerte tormenta y el mal estado de las naves. De vuelta a España, Colón ha de ocuparse de hacer valer sus derechos, pleiteando con la Corona. A pesar de habérsele reconocido algunas mercedes, la situación interna de los reinos ha cambiado profundamente, tras fallecer la reina Isabel. Las reclamaciones al rey Fernando no son atendidas como quisiera, encontrándose éste en una difícil coyuntura política por la posible llegada al trono de Felipe I. No obstante, Colón aún conserva algunas amistades entre los personajes influyentes de la corte, como don Diego Hurtado de Mendoza o el cardenal Cisneros. Arruinado y melancólico, Colón ve próxima su muerte, dictando testamento a favor de sus hijos, hermanos y de Beatriz Enríquez, mujer con la que compartió parte de su vida y madre de su hijo Hernando. El 20 de mayo de 1506 muere aquejado de gota y otras enfermedades en la ciudad de Valladolid, sin saber que en su exploración había dado con un continente desconocido hasta entonces por los europeos y al que se dará el nombre de América, fruto de un equívoco al asignar su descubrimiento al también italiano Américo Vespucio.

Colón desembarca en el Nuevo Mundo

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